La monja m¨ªstica que termin¨® emparedada
La historiadora Rosa M. Alabr¨²s traza las l¨ªneas maestras de una cr¨®nica de la espiritualidad que sigue pendiente a trav¨¦s del caso poco conocido de la dominica catalana Hip¨®lita de Rocabert¨ª
Hasta fechas muy recientes la historia de la espiritualidad femenina estaba por escribir. Todo parec¨ªa girar en torno a la carism¨¢tica pero aislada figura de Teresa de Jes¨²s: la bibliograf¨ªa sobre ella es inmensa, inabarcable. Lentamente vamos comprendiendo que su obra se desarroll¨® en un contexto colectivo donde se aprecia un semillero de tentativas de autorrealizaci¨®n. Las aportaciones son de muy distinto calado, pero todas ellas contribuyen a dibujar un panorama mucho m¨¢s enriquecedor y tambi¨¦n m¨¢s pr¨®ximo a aquella realidad extraordinaria. ?Por qu¨¦ extraordinaria? Porque si bien la tradici¨®n, la religi¨®n y la vida cotidiana imbu¨ªan a las mujeres de una sensaci¨®n profunda de inferioridad intelectual y se ve¨ªan obligadas, por la fuerza de los hechos, a admitirla como natural al tiempo que procedente del mandato divino, hay que preguntarse c¨®mo algunas de ellas, en los severos tiempos del tridentismo, consiguieron superar el aplastamiento del ser que sufr¨ªan otorg¨¢ndose permiso a s¨ª mismas para pensar, alej¨¢ndose de la misoginia inculcada por la ense?anza patr¨ªstica.
En el contexto esbozado resulta muy iluminador el estudio de la historiadora Rosa Alabr¨²s, Razones y emociones femeninas. Hip¨®lita de Rocabert¨ª y las monjas catalanas del Barroco, por dos razones sustanciales, aunque los caminos que explora su autora dar¨ªan para mucho m¨¢s. En primer lugar, re¨²ne una documentaci¨®n excepcional y traza asimismo con acierto las l¨ªneas maestras de esa historia de la espiritualidad todav¨ªa pendiente, a partir de un caso concreto y poco conocido, el de la dominica catalana Hip¨®lita Rocabert¨ª y el c¨ªrculo de monjas catalanas del Barroco.
Se la ha comparado con Teresa de Jes¨²s por su cultivo de la m¨ªstica y su capacidad para divulgarla a trav¨¦s de la escritura, pero sus tiempos y sus destinos fueron dispares
Como ha demostrado la historiadora Gerda Lerner (La creaci¨®n de la conciencia feminista. Desde la Edad Media hasta 1870), la m¨ªstica fue una v¨ªa de penetraci¨®n intelectual excepcionalmente fecunda para las mujeres. En la medida en que se apoyaba en la importancia del conocimiento trascendente, es decir, que no era producto de un pensamiento racional (inaccesible a partir de la formaci¨®n de las primeras universidades medievales) sino fruto de un modo de vida, de una inspiraci¨®n genuina y un entendimiento generado por revelaci¨®n. La v¨ªa m¨ªstica resultaba pues una alternativa practicable a la espiritualidad de las mujeres, en la medida en que permit¨ªa percibir a Dios como un ente accesible a trav¨¦s del amor incondicional y la entrega m¨¢xima. Para alcanzar esa ¨ªntima comuni¨®n, beatas y monjas se val¨ªan de cualquier material que la experiencia de la vida pudiera proporcionales y en este sentido estaban bajo la directa influencia de un imaginario que ve¨ªan representado en im¨¢genes, en iglesias y en textos sagrados a los que pod¨ªan acceder. Ello explica la naturaleza de sus visiones. Sin duda Teresa de Jes¨²s fue asombrosamente original en su recorrido m¨ªstico, llegando a alcanzar un sistema teol¨®gico coherente. Y a su figura Rosa Alabr¨²s dedic¨® un libro anterior, escrito en colaboraci¨®n con el tambi¨¦n historiador Ricardo Garc¨ªa C¨¢rcel, una referencia imprescindible para el estudio de la Edad Moderna en Espa?a. El libro se titulaba Teresa de Jes¨²s. La construcci¨®n de la santidad femenina (C¨¢tedra, 2015) y contrapon¨ªa la fulgurante posteridad de la religiosa abulense (fue canonizada a los 40 a?os de su muerte, muy poco tiempo para un proceso que pod¨ªa durar siglos) al tap¨®n eclesi¨¢stico con que se fren¨® la postulaci¨®n de otras religiosas que tambi¨¦n lo merec¨ªan debido a la explosi¨®n de fervor religioso en la ¨¦poca, apunt¨¢ndose ya entonces el caso de Hip¨®lita de Rocabert¨ª, objeto central del libro que ahora se comenta.
La dominica era hija natural, prima de la carmelita Estefan¨ªa de Rocabert¨ª, fundadora del Carmelo descalzo catal¨¢n (junto con Catalina de Cristo y Leonor de la Misericordia) e impregnada de la devoci¨®n ignaciana que caracterizaba a las mujeres de la saga Rocabert¨ª. Las estancias de Ignacio de Loyola en Manresa y Barcelona hab¨ªan concentrado a su alrededor un n¨²cleo de mujeres nobles que le apoyaban incondicionalmente. Entre todas destac¨® Isabel Roser: al quedar viuda march¨® a Roma con la idea de abrir una secci¨®n femenina de la Compa?¨ªa de Jes¨²s reci¨¦n fundada (1540). Hab¨ªa hecho enormes aportaciones econ¨®micas (Ignatius escribir¨¢: ¡°os debo m¨¢s que a cuantas personas en esta vida conozco¡±). Pero ese viaje a Roma top¨® con la negativa tajante del propio Loyola al jesuitismo femenino (1543-1546). A partir de cierto momento dej¨® de recibirla. Roser regresar¨ªa a Barcelona y mantendr¨ªa hasta su muerte su fidelidad al fundador de la Compa?¨ªa como gu¨ªa espiritual.
A Hip¨®lita de Rocabert¨ª (1549-1624) se la ha comparado con Teresa de Jes¨²s por su cultivo de la m¨ªstica y su capacidad para divulgarla a trav¨¦s de la escritura, pero sus tiempos y sus destinos fueron dispares. Al activismo fundacional teresiano, la madre Hip¨®lita opondr¨¢ la vida de recogimiento y contemplaci¨®n propugnada por el tridentismo, forz¨¢ndose con los a?os a una verdadera aniquilaci¨®n del yo. Perdida en Dios, su vida parece expuesta a un pavoroso desenfreno de castigo y mortificaci¨®n, neg¨¢ndose las comodidades m¨¢s elementales, como dormir sobre una esterilla. Por ello en sus escritos ahonda en las figuras b¨ªblicas de Marta (acci¨®n) y Mar¨ªa (contemplaci¨®n). Ella se identifica con esta ¨²ltima y en su obra Las mercedes recibidas de Dios desarrolla la idea de que su comuni¨®n con ?l la consigue a cambio de estar siempre enferma (una idea que recuerda la expuesta por Teresa de Cartagena en su Arboleda de los enfermos). La postraci¨®n corporal en un principio la llen¨® de melancol¨ªa y desconsuelo hasta que la misericordia divina se apiad¨® de ella envi¨¢ndole el don de la contemplaci¨®n y gracias a ¨¦l, la sabidur¨ªa. En los ¨²ltimos a?os pidi¨® el emparedamiento, una forma radical de clausura femenina que ya defend¨ªa en el siglo XIII Gonzalo de Berceo en su Vida de Santa Oria. ?Cu¨¢ntas veces el flujo del esp¨ªritu roza lo inexplicable!
Razones y emociones femeninas. Hip¨®lita de Rocabert¨ª y las monjas catalanas del Barroco. Rosa M. Alabr¨²s Iglesias. C¨¢tedra, 2020, 270 pp.
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