El placer de dibujar un ¨¢rbol
Herg¨¦, Uderzo y sobre todo el japon¨¦s Taniguchi han sido maestros en el arte de recrear los bosques en sus obras
Sin que sirva de precedente, los romanos lograron que los ¨¢rboles les dejasen ver el bosque. El plan que Julio C¨¦sar concibe para acabar con los irreductibles galos es destruir el bosque que les rodea y, despu¨¦s, montar una urbanizaci¨®n y hacer que la aldea fenezca v¨ªctima de la avaricia y lo que ahora llamar¨ªamos la gentrificaci¨®n y la turistificaci¨®n. Pocos tebeos como La residencia de los dioses reflejan con tanto acierto la crisis econ¨®mica y el futuro que esperaba a muchas ciudades europeas, v¨ªctimas del turismo de masas. Aunque comenz¨® a ser publicado por entregas en marzo de 1971 en la revista Pilote, la aventura decimos¨¦ptima de Ast¨¦rix y Ob¨¦lix resulta especialmente contempor¨¢nea. Sus protagonistas son los ¨¢rboles y el bosque.
Muchos dibujantes de c¨®mic se han dejado llevar por el placer de dibujar ¨¢rboles, pero pocos lo han hecho con tanto acierto y gracia como Albert Uderzo, coautor de las aventuras de Ast¨¦rix con Ren¨¦ Goscinny; con tanta precisi¨®n como Herg¨¦, el creador de Tint¨ªn, que fue siempre un creador obsesionado con la documentaci¨®n; y con tanto cari?o y belleza como Jiro Taniguchi, uno de los grandes maestros del manga y el dibujante japon¨¦s m¨¢s apreciado en Europa. Obras como El caminante, El olmo de Caucaso, La monta?a m¨¢gica o El bosque milenario (todas ellas en Ponent Mon) reflejan un amor hacia la naturaleza que se materializa a trav¨¦s de los ¨¢rboles.
Pero volvamos a la antigua Galia casi totalmente conquistada por los romanos. Goscinny y Uderzo quer¨ªan ironizar con la fiebre de la construcci¨®n de los a?os sesenta y con el crecimiento de la oferta de segundas viviendas, en un momento de fuerte crecimiento econ¨®mico y de consolidaci¨®n de la clase media. Como siempre, la documentaci¨®n hist¨®rica era muy importante porque efectivamente los romanos inventaron las insulae, las mugrientas casas de pisos en las que viv¨ªan la mayor¨ªa de los habitantes de Roma. Pero, le¨ªdo ahora, resulta especialmente vigente la destrucci¨®n econ¨®mica del pueblo cuando todos los comercios tradicionales deciden cambiar de actividad para vender recuerdos a los turistas romanos y, sobre todo, la importancia del bosque y la naturaleza como garant¨ªas de supervivencia.
En todos los tebeos de Ast¨¦rix y Ob¨¦lix, el bosque es lo que proporciona el sustento a la aldea gala, primero porque sin ella Panoramix no ser¨ªa capaz de fabricar la poci¨®n m¨¢gica y, segundo, porque el pueblo vive de los frutos de ese espacio salvaje, que le protege y a la vez le alimenta. Adem¨¢s, cada vez que alguien hace da?o a un ¨¢rbol, el perro Idefix pierde los nervios. Por lo tanto, Panoramix inventa unas semillas que una vez que se lanzan a la tierra hacen crecer un roble maduro inmediatamente.
Cuando se celebr¨® una gran exposici¨®n sobre Ast¨¦rix en la Biblioteca Nacional de Francia, en Par¨ªs, el historiador de los colores y los animales Michel Pastoureau escribi¨® un texto sobre los jabal¨ªes, el alimento principal de la aldea gala, que Ob¨¦lix caza en el bosque a pu?etazos con casi tanto placer como sacude a los romanos. ¡°Lejos de ser una creaci¨®n anecd¨®tica, los jabal¨ªes pertenecen a la realidad hist¨®rica: en la ¨¦poca de la conquista romana, los inmensos bosques de robles y hayas que cubren la Galia albergan mucha caza. Los romanos prefer¨ªan a los osos y los jabal¨ªes, considerados animales peligrosos y valientes¡±, relata Pastoureau quien aclara, sin embargo, una inexactitud de los tebeos. ¡°Los galos comen muy poca carne y nada de caza, si nos fiamos de la arqueozoolog¨ªa. Pero el jabal¨ª es el animal central de su bestiario religioso: atributo del dios Esus, el m¨¢s santiguo de todos los dioses, el cerdo salvaje representa a la vez la fuerza espiritual y la virtud viril. Muchos reyes y pr¨ªncipes aparecen representados en la mitolog¨ªa celta en una caza sin fin del jabal¨ª, que acaba por llevarlos al otro mundo¡±.
Al final, Uderzo y Gosciny no andaban tan desencaminados. El que procuraba no cometer nunca inexactitudes era Herg¨¦. El creador de Tint¨ªn era un obeso de la documentaci¨®n, algo que queda reflejado en cada una de sus vi?etas. Javier Fuertes Aguilar, cient¨ªfico del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), pone como ejemplo Tint¨ªn en el Tibet. Cuando Tint¨ªn y Haddock suben hacia las cumbres del Himalaya en busca de su desaparecido amigo Tchang, Fuertes Aguilar explica que est¨¢n perfectamente recreados los ¨¢rboles que crecen a cada altura, ¡°por ejemplo los bosques de rododendros y azaleas, que son especies del mismo g¨¦nero¡±. ¡°Se creer¨ªa uno en los Alpes¡±, exclama Haddock cuando arranca la ascensi¨®n entre un bosque de pinos. Y, dos horas despu¨¦s, el capit¨¢n exclama: ¡°?Si tuviera rododendros as¨ª en Moulinsart!¡±.
Sin embargo, ning¨²n dibujante ha llegado tan lejos en la recreaci¨®n de los ¨¢rboles como Jiro Taniguchi, maestro del manga fallecido en 2017 a los 70 a?os. La relaci¨®n de la humanidad con la naturaleza es una de sus grandes obsesiones y casi siempre la expresa a trav¨¦s de ¨¢rboles y bosques. En algunos casos, como en La monta?a m¨¢gica o El bosque milenario, lo hace a trav¨¦s de la fantas¨ªa; en otros a trav¨¦s del realismo, con historias muy sencillas en las que solo aparentemente no ocurre nada y que describen la relaci¨®n de los seres humanos con los ¨¢rboles. El caminante relata los paseos que su protagonista se da por una ciudad y sus arrabales. En uno de ellos, decide subirse a un ¨¢rbol y contempla apoyado en sus ramas el paisaje urbano que se extiende ante ¨¦l.
Taniguchi pinta con precisi¨®n, casi siempre en un sereno blanco y negro, los ¨¢rboles y sus hojas y la forma en que se integran en el espacio humano hasta convertirse en un elemento esencial de su narrativa. Su obra maestra sobre la naturaleza es el relato que da t¨ªtulo a una recopilaci¨®n de historias, El olmo del C¨¢ucaso, que dibuj¨® bas¨¢ndose en historias de Ryuichiro Utsumi. Dos ancianos se mudan para pasar su vejez a una casa de las afueras de la gran ciudad y descubren con decepci¨®n que se han llevado todos los ¨¢rboles de su jard¨ªn, menos un viejo y enorme olmo del C¨¢ucaso ¨Cun ¨¢rbol impresionante, que tiene un sistema de crecimiento ramificado, del que existe un maravilloso ejemplar en el Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid¨C.
Aquel ¨¢rbol se convierte en el centro de la historia, porque todos los vecinos se quejan de la cantidad de hojas que suelta durante el oto?o, y su defensa acaba por hermanar a los nuevos y viejos propietarios de la casa. El anterior habitante aparece porque quiere ver a su amigo, el ¨¢rbol, y explica que ¡°el olmo ya viv¨ªa aqu¨ª antes que nosotros¡±. En realidad, los intrusos, los que molestan al ¨¢rbol, son los humanos, no al rev¨¦s. ¡°Odiar las hojas es olvidarnos de que estamos viviendo con la naturaleza. Es una actitud presuntuosa¡±, se?ala. Taniguchi utiliza todo su talento para acercarnos al ¨¢rbol, para convertirlo en un ser inteligente y protector, para dibujarlo con todos sus matices, para hacernos comprender la profunda verdad de la naturaleza: que formamos parte de ella incluso cuando no queremos verlo.
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