Droga en las trincheras de Espa?a
El historiador Jorge Marco aborda en ¡®Para¨ªsos en el infierno¡¯ el uso de sustancias psicoactivas durante la Guerra Civil
El 19 de julio de 1936, tras la toma de los cuarteles de Ataranazas (Barcelona), Juan Garc¨ªa Oliver y otros militantes anarquistas fueron a reponer fuerzas a un cafet¨ªn cercano al Sindicato de Transporte, donde los due?os les sirvieron comida y bebida gratis. Seg¨²n recordaba el futuro ministro de Justicia, se mezcl¨® ¡°el vino con la cerveza, el champ¨¢n con el caf¨¦ y la sidra con la horchata¡±, y hasta ¨¦l mismo, abstemio declarado, bebi¨® ese d¨ªa. No obstante, dec¨ªa: ¡°No recuerdo que uno solo de los obreros llegara a emborracharse¡±. Lo narrado por Garc¨ªa Oliver si no era ficci¨®n, s¨ª era excepci¨®n.
Ambos bandos crearon sistemas de abastecimiento y distribuci¨®n. Se calcula que el conflicto provoc¨® medio mill¨®n de nuevos alcoh¨®licos
Numerosos soldados, republicanos y franquistas, no solo se emborrachaban, sino que fueron consumidores habituales de drogas, sustancias imprescindibles para soportar el miedo de los combates, el dolor de las heridas o la tristeza provocada por las muertes de camaradas y la separaci¨®n de sus familiares. Aunque la propaganda de uno y otro bando negaba ese consumo, las autoridades tuvieron que aceptar la situaci¨®n y establecer sistemas de producci¨®n, abastecimiento y distribuci¨®n, tanto en el frente como en la retaguardia, del mismo modo que hac¨ªan con las balas y los fusiles.
¡°A la hora de enfrentarse con esa realidad, los republicanos fueron m¨¢s ut¨®picos y los franquistas m¨¢s pragm¨¢ticos. Estos ¨²ltimos, adem¨¢s, part¨ªan de una cultura legionaria y africanista que ya ven¨ªa negociando con ese tema. Franco y Mill¨¢n Astray, los dos antialcohol, hab¨ªan vivido el problema en las guerras africanas y lo hab¨ªan incorporado a su cultura¡±, relata Jorge Marco, profesor en el departamento de Pol¨ªtica, Lenguas y Estudios Internacionales en la Universidad de Bath (Inglaterra), autor de Para¨ªsos en el infierno (Comares), que se edita el 22 de febrero, la primera monograf¨ªa dedicada al uso de sustancias psicoactivas en la Guerra Civil. En ella, Marco analiza el papel que alcohol, tabaco, hach¨ªs, morfina, coca¨ªna y anfetamina desempe?aron tanto en el desarrollo de la guerra como en la conformaci¨®n de la idea de masculinidad antes, durante y despu¨¦s del conflicto.
¡°En Espa?a, el tabaco era un signo de masculinidad. Formaba parte de la vida cotidiana desde que te levantabas. Cuando hablabas con alguien, le ofrec¨ªas un pitillo y era una cosa que no le negabas ni al enemigo. En lo que respecta al alcohol, no se pod¨ªa ser hombre si no te gustaba beber aunque, a la hora de consumirlo, hab¨ªa que seguir ciertas convenciones sociales, como que los hombres de verdad beb¨ªan, pero sin llegar a emborracharse¡±, comenta Marco. Como demuestra la an¨¦cdota de Garc¨ªa Oliver, embriagarse, ser adicto a la coca¨ªna, a la morfina o, en definitiva, depender de cualquier sustancia psicoactiva en tiempo de guerra estuvo mal visto. Las propagandas republicana y franquista asociaron esas veleidades a falta de valent¨ªa.
Sin embargo, ese doble discurso que criticaba el uso de drogas por parte de los soldados enemigos mientras facilitaba su acceso a los del propio bando provoc¨® que, al acabar la guerra, muchos de los combatientes, republicanos y fascistas, mostraran cuadros de adicci¨®n. ¡°En torno al 70% de la poblaci¨®n masculina mayor de 14 a?os era fumadora. La guerra increment¨® esa proporci¨®n y lo mismo sucedi¨® con el alcohol. Se calcula que hay medio mill¨®n de nuevos alcoh¨®licos a causa del conflicto y, respecto a las otras sustancias, no hay cifras. De coca¨ªna el n¨²mero debi¨® de ser muy reducido, pero s¨ª se increment¨® el n¨²mero de morfin¨®manos. De los m¨¢s de tres millones de soldados que combatieron en los dos ej¨¦rcitos, no pocos se hicieron adictos sin ser conscientes de ello porque, cuando eran heridos, los m¨¦dicos utilizaban morfina sin l¨ªmite para paliar el dolor¡±.
Para¨ªsos en el infierno no se centra ¨²nicamente en el periodo que va de julio de 1936 a abril de 1939. Adem¨¢s de remontarse a los a?os previos al conflicto para estudiar los aspectos sociol¨®gicos asociados a las drogas, analiza c¨®mo se gestionaron las adicciones finalizada la contienda. ¡°En lo que se refiere al tabaco, no se hizo nada. Igual sucedi¨® con el hach¨ªs, porque se pensaba que era algo solo de legionarios y moros. Con el alcohol y la morfina, sin embargo, no se quiso reconocer que hab¨ªa un problema. Las autoridades franquistas permitieron que hubiera alcoh¨®licos y solo se les envi¨® a la c¨¢rcel o a centros psiqui¨¢tricos cuando cometieron delitos bajo los efectos de esa sustancia¡±, explica Marco, que llama la atenci¨®n sobre la morfina: ¡°Los m¨¦dicos siguieron prescribi¨¦ndola sin restricciones, y as¨ª el Estado franquista se convirti¨® en el mayor proveedor de morfina, solo para evitar que una crisis de salud se convirtiera en una crisis social¡±.
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