De un terrorismo al otro: nueva cr¨®nica de Emmanuel Carr¨¨re desde el juicio por los atentados de Par¨ªs
Esta semana, una lecci¨®n de fraternidad frente a la amenaza de un gran atentado pr¨®ximo
Cap¨ªtulo 8
1. Enmara?ados
La sala del Bataclan puede acoger a 1.498 personas y aquella noche estaba abarrotada. En el foso hab¨ªa cerca de 1.000 espectadores. Estaban de pie, muy apretujados. Cuando se arrojaron al suelo con la esperanza de escapar de las primeras r¨¢fagas no cayeron unos junto a otros, sino unos sobre otros. Voluntaria o involuntariamente, los de encima protegieron a los de abajo. Varios de los que se encontraban debajo han hablado del l¨ªquido caliente y pegajoso que flu¨ªa sobre ellos sin que comprendieran de inmediato que era sangre.
Un testigo habla de varias capas, como en las im¨¢genes de la matanza de Guyana: todo se mezclaba, se embarullaba. El adjetivo ¡°enmara?ados¡± aparece a menudo. Otra testigo dice que cuando los asesinos hicieron una pausa para recargar sus armas ella quiso levantarse para huir y se apoy¨® en el suelo con las manos. Pero el suelo debajo de sus manos era blando: no se apoyaba en el suelo, sino en gente, y ya no era gente sino cuerpos. En los movimientos desordenados hacia las salidas, unos se vieron obligados a pisotear a los dem¨¢s al intentar sortearlos por encima. Una mujer entre los supervivientes dijo que lo peor para ella fue eso: que la pisoteasen. Otros dicen que lo peor para ellos era haber pisoteado.
2. El misterio del bien
La culpabilidad que reconcome a quienes sobrevivieron consiste en haber sobrevivido: ?por qu¨¦ ellos han muerto, por qu¨¦ yo estoy vivo? Para algunos es algo m¨¢s concreto. Lo encarna una cara que les obsesiona. La cara de alguien que ped¨ªa ayuda, al que quiz¨¢ podr¨ªan haber socorrido y no socorrieron. Ya fuera porque hab¨ªa otra persona a la que auxiliar, alguien querido, alguien que era prioritario. Ya fuese por salvar la piel, porque era prioritario para uno mismo. Los que actuaron as¨ª no se lo perdonan. Algunos lo dicen con palabras estremecedoras. Los dem¨¢s les perdonan, dicen que es algo normal, humano. Se aferran tambi¨¦n a que se sepa que muchos actuaron bien, y a menudo incluso mejor, m¨¢s all¨¢ de lo que exige la conciencia.
Las historias de naufragios, de cat¨¢strofes, de s¨¢lvese quien pueda, suelen destapar lo peor del ser humano. La cobard¨ªa, el cada uno a lo suyo, la lucha a muerte por un puesto en los botes salvavidas del Titanic. Aqu¨ª, apenas. A menos que imaginemos que entre los supervivientes del Bataclan alguien haya elaborado, m¨¢s o menos conscientemente, una ficci¨®n colectiva de nobleza y de fraternidad ¨Dlo que es posible¨D, impresionan, audiencia tras audiencia, los ejemplos de ayuda mutua, de solidaridad, de valent¨ªa.
Tenemos el de Bruno, que no se contenta con proteger a Esther, una perfecta desconocida, con su imponente corpulencia, sino que cuando se presenta una posibilidad de salir, le dice: ¡°Venga, vamos¡±. ¡°No puedo moverme¡±, responde ella, y ¨¦l le dice, tranquilo: ¡°Vale, me quedo contigo¡±. Tenemos el ejemplo de Clarisse, que, seguida por una cincuentena de personas, echa abajo con la energ¨ªa de un James Bond en GoldenEye (es ella quien lo cita) un falso techo que da acceso a un escondrijo. A pesar del p¨¢nico, deja que suban primero los m¨¢s d¨¦biles, los a¨²pan y nadie dice: ahora somos demasiados, no podemos admitir a todo el mundo, la barca est¨¢ llena. Clarisse les salv¨®, se salvaron mutuamente. Y el ejemplo del comisario de la brigada anticrimen que, con desprecio de su jerarqu¨ªa, decide entrar con su ch¨®fer en el Bataclan a sabiendas, los dos, de que hay muy pocas posibilidades de cruzar las puertas en sentido contrario. Solo tienen armas cortas contra kal¨¢shnikov, pero el comisario consigue abatir a un terrorista que se explosiona ¨¦l mismo en el escenario, y su acci¨®n no es solo heroica sino eficaz: logra que cesen los disparos, podr¨¢ empezar la evacuaci¨®n de los vivos.
Simone Weil: ¡°El mal imaginario es rom¨¢ntico, novelesco, variado; el mal real es triste, mon¨®tono, des¨¦rtico, aburrido. El bien imaginario es aburrido; el bien real es siempre nuevo, maravilloso, embriagador¡±. Se habla demasiado, y con excesiva complacencia, del misterio del mal. Estar dispuesto a morir para matar, estar dispuesto a morir para salvar, ?cu¨¢l de estos misterios es el m¨¢s grande?
3. La OAS
Al mismo tiempo que el juicio por el Viernes 13, en el tribunal correccional de Par¨ªs se celebra el juicio de seis peque?os blancos pobres de Bouches-du-Rh?ne. Logan Nisin, su jefe, de quien se burlaban en la escuela por su acn¨¦ y sus tics faciales, pas¨® por el neonazismo (su correo electr¨®nico era klausbraun, fusionando Klaus Barbie y Eva Braun) y despu¨¦s, lo cual es bastante extra?o, por una antigualla como el partido Action Fran?aise, antes de abrir la p¨¢gina de Facebook de los ¡°admiradores de Anders Breivik¡± (¡°Yo no le consideraba un terrorista, sino un resistente¡±). Adherido a la teor¨ªa del Gran Reemplazo, a ra¨ªz del 13 de noviembre cre¨® su propio grup¨²sculo, la OAS, la Organisation des Arm¨¦es Sociales, como homenaje a la OAS (Organisation de l?Arm¨¦e Secr¨¨te) de la ¨¦poca de la guerra de Argelia, y habida cuenta de su juventud uno se pregunta c¨®mo pudo haber o¨ªdo hablar de ella.
En su sitio web se leen cosas como ¡°Moros, negros, camellos, inmigrantes, chusma, yihadistas, si t¨² tambi¨¦n sue?as con matarlos, nosotros lo hemos prometido, ¨²nete a nuestro grupo¡±. O, m¨¢s sint¨¦ticamente: ¡°Reclutamos a cazadores de ¨¢rabes¡±. Reclut¨® a media docena y ejerc¨ªa sobre ellos una autoridad tanto m¨¢s sorprendente porque ¨¦l mismo se queja de su absoluta falta de carisma. Un rito inici¨¢tico que impuso a los afiliados era ¡°reventar¡± a un moro elegido al azar en las calles de Marsella, pero el proyecto se fue al garete cuando el moro se les escap¨® sin percatarse siquiera del peligro que hab¨ªa corrido. A pesar de estos comienzos desalentadores, Nisin era ambicioso y so?aba con imitar a grandes modelos: Breivik (Noruega, 2011, 77 muertos, en su mayor¨ªa j¨®venes socialdem¨®cratas reunidos en un seminario); Dylann Roof (Carolina del Norte, 2015, 9 afroamericanos); Alexandre Bissonnette (Canad¨¢, 2017, 6 musulmanes); Brenton Tarrant (Neva Zelanda, 2019, 51 musulmanes).
Modific¨® lo mejor que pudo una escopeta de caza para convertirla en un arma de guerra, trat¨® de comprar otras a mafiosos serbios y de agenciarse TATP, el explosivo del yihadista moderno, plane¨® una gran matanza a la salida de una mezquita y el asesinato de algunas figuras del islamo-izquierdismo, entre las cuales se encontraba Jean-Luc M¨¦lenchon, que se constituy¨® en parte civil en el juicio, aunque este proyecto no hubiera pasado de ser un esbozo. En general, Nisin y su banda planearon mucho y no realizaron nada. Su nocividad indiscutible no ha sobrepasado las meras intenciones y la difusi¨®n del odio por internet. Ello no les ha librado de ser detenidos y juzgados, bajo la acusaci¨®n de ¡°asociaci¨®n terrorista criminal de malhechores¡±. La fiscal que les ha inculpado, ampar¨¢ndose en la simultaneidad con el Viernes 13, ha resaltado el parecido de sus trayectorias con la de los yihadistas a los que combaten ¨D¡°dos caras de la misma moneda¡±, dice¨D y su peligrosidad potencial pero extrema.
Los abogados del grupo de Nisin denuncian la amalgama, la condena preventiva que no se ajusta a derecho. Logan Nisin ha sido condenado a nueve a?os. Este juicio ense?a dos cosas. La primera es que el Viernes 13 puso al descubierto disfunciones de los servicios de inteligencia. A falta de delitos ya cometidos, han dejado en libertad a personas de las que se sab¨ªa que se hab¨ªan radicalizado, hab¨ªan sido adiestradas en Siria y figuraban inscritas en el fichero de Seguridad del Estado, y la opini¨®n p¨²blica no admite ya estos aplazamientos legalistas: hay que golpear antes de que golpeen. La segunda es que la amenaza terrorista est¨¢ mutando. El pr¨®ximo gran atentado ¨Dpuesto que es seguro que habr¨¢ otro¨D muy bien podr¨ªan perpetrarlo no ya yihadistas ¨¢rabes, sino sus ¨¦mulos y enemigos jurados: los supremacistas blancos.
© ‘L’Obs’. Traducción de Jaime Zulaika.
Esta crónica, escrita para 'Le Nouvel Observateur', se publica en 'La Repubblica', 'El País' y 'Le Temps'.
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