Juan Villoro: ¡°En M¨¦xico los jueces han acudido a montajes televisivos para simular que se imparte justicia¡±
El escritor mexicano, que ha publicado ¡®La tierra de la gran promesa¡¯, habla sobre su quebrantado pa¨ªs natal
Una vez, en el Instituto Cervantes de Madrid, Juan Villoro tuvo que hacer de ¨¦l y de Fernando Savater en lo que iba a ser un di¨¢logo de ambos sobre Octavio Paz, maestro com¨²n. Savater sufri¨® un atasco volviendo de Italia y Villoro se qued¨® solo en el escenario, haciendo de los dos. Pudo haber hecho de Octavio Paz si se lo hubiera impuesto. Improvis¨® una conferencia que parec¨ªa tambi¨¦n propia de la brillantez de su ilustre paisano, y tambi¨¦n de Savater. Con esa capacidad que asimismo tiene para la escritura, ha publicado ahora La tierra de la gran promesa (Penguin Random House), que fue el tema de esta entrevista realizada en Madrid. En ese libro, un cineasta ve quemarse la Cinemateca de M¨¦xico, protagoniza un accidente en el que muere un amigo, y al final huye a Barcelona de la amenaza del narco, que lo busca por un documental que llev¨® a la c¨¢rcel a un capo. Villoro (M¨¦xico, 65 a?os) es autor tambi¨¦n de El disparo de Arg¨®n y Materia dispuesta.
Pregunta. Ha escrito un libro que es M¨¦xico.
Respuesta. Pues s¨ª, de alguna manera creo que La tierra de la gran promesa inevitablemente es una met¨¢fora, una expresi¨®n de lo que he vivido en M¨¦xico en muchos a?os.
P. Y es doloroso.
R. Tiene mucho que ver con el desencanto, con las ilusiones no cumplidas en las que crey¨® mi generaci¨®n, pero tambi¨¦n con ciertas redes solidarias, fr¨¢giles, secretas, peque?as, que mantienen vivo el tejido social de un pa¨ªs tan quebrantado como M¨¦xico.
P. Y tambi¨¦n su libro es Espa?a.
R. Porque hay elemento autobiogr¨¢fico que tiene que ver con un asalto que nosotros sufrimos en M¨¦xico. Decidimos refugiarnos en Barcelona, la tierra de mi padre, y buscar un sitio en donde pudieran crecer mis hijos. Esa ¡°tierra de la gran promesa¡± para m¨ª fue Barcelona durante un tiempo, pero mi personaje vive una situaci¨®n mucho m¨¢s grave que la m¨ªa. Esta an¨¦cdota autobiogr¨¢fica se acrecent¨® mucho en la novela y cobr¨® una dimensi¨®n m¨¢s dram¨¢tica.
P. Ese personaje es alguien al que a los 24 a?os se le quema la Cinemateca, se le mata un amigo y compa?ero, y eso lo llena de culpa a ¨¦l y a su generaci¨®n. A Barcelona le llegan noticias de que esa culpa la tiene que purgar. Vuelve a M¨¦xico y all¨ª la violencia adquiere en el libro niveles de enorme intensidad.
R. Siempre me ha impresionado que ciertas personas hagan trabajos de alto riesgo, que pongan en juego su vida. Una de las explicaciones es que de alg¨²n modo quieren saldar una culpa, quieren dar oportunidad al destino de que se empareje con ellos y les pase factura por algo que hicieron en el pasado. Diego Gonz¨¢lez, mi personaje, depende de una herida abierta, una culpa del pasado de la que se siente responsable. Buscando saldar cuentas consigo mismo, se dedica a hacer documentales en zonas violentas de M¨¦xico, incluso en una casa de seguridad donde entrevista a un capo del narcotr¨¢fico, exponi¨¦ndose a que el destino ajuste las cuentas. La novela reflexiona sobre la subcultura que ha tra¨ªdo la violencia, la manera en que el comportamiento p¨²blico ha afectado en la vida ¨ªntima de todas las personas. Cuando ¨¦l trata de sustraerse y se exilia en Barcelona, descubre que el equipaje lleva su propio destino mexicano. No puede escapar de aquello que lo hizo salir de M¨¦xico.
Una de las circunstancias que producen las sociedades tan polarizadas como la del M¨¦xico actual o tantas otras es que, por momentos, quien mejor te conoce es aquel que tiene cierta rivalidad contigo
P. Dec¨ªa usted mismo aqu¨ª, en 1997, que el camino m¨¢s corto para triunfar en M¨¦xico es la corrupci¨®n. En este libro hay corrupci¨®n todo el tiempo. Y hasta el que no la comete no sabe que tambi¨¦n es corrupto.
R. Es el retrato de una sociedad muy descompuesta. El crimen organizado trata de imponer relatos para exonerarse a s¨ª mismo. Cuando se detiene a un capo como el Chapo Guzm¨¢n, al que se imputan tantos cr¨ªmenes, algunos que probablemente son responsables de esos cr¨ªmenes pueden seguir delinquiendo porque ya hay culpables designados. En M¨¦xico los jueces han acudido a montajes televisivos para simular que imparten justicia y los propios narcotraficantes se han aprovechado de que alguien haya sido detenido para endilgarle a ¨¦l las cosas que otros siguen cometiendo. En esta pugna de narrativas entra un documentalista, Diego, que trata de ver de manera neutral la realidad. Y se ve metido en forma inadvertida en un entramado donde tambi¨¦n ¨¦l puede ser c¨®mplice de estas narrativas en pugna. Y nadie da una informaci¨®n clasificada si no tiene un inter¨¦s personal.
P. Nadie da gratis una exclusiva.
R. Se dice en la novela. Hab¨ªa un periodista en M¨¦xico, Manuel Buend¨ªa, que ten¨ªa una columna titulada Red Privada. Depend¨ªa de filtraciones y de noticias que no hab¨ªan sido documentadas por los dem¨¢s peri¨®dicos. Publicaba lo que nadie m¨¢s se atrev¨ªa a comentar y fue asesinado. Pag¨® con su vida el precio de dar a conocer este tipo de informes clasificados. Recib¨ªa muchos datos, pero estos no eran desinteresados. Alguien quer¨ªa perjudicar a otra persona o exonerarse con esta informaci¨®n. Fue un gran periodista que entr¨® en esas encrucijadas; muchos a?os despu¨¦s mi protagonista pasa por una circunstancia parecida.
P. Adalberto Anaya, el periodista que trata de ponerlo al descubierto, es una v¨ªctima de ese fen¨®meno en la novela. ?C¨®mo se puede combinar la vida con esa vida?
R. Est¨¢ bien llamarlo v¨ªctima. Quise que hubiera una tensi¨®n, una rivalidad latente entre los personajes. Uno es un documentalista. Otro es un periodista que le ha ayudado a buscar informaci¨®n, pero se siente decepcionado porque Diego no le permiti¨® acceder a la casa de seguridad donde tuvo ¨¦ste su encuentro con el capo del narcotr¨¢fico. Hay una lucha de egos, envidias, recelos, y al final los dos son v¨ªctimas. Una de las circunstancias que producen las sociedades tan polarizadas como la del M¨¦xico actual o tantas otras es que, por momentos, quien mejor te conoce es aquel que tiene cierta rivalidad contigo.
Uno de los grandes problemas de mi generaci¨®n, que creci¨® en los a?os 60 y 70, fue que las utop¨ªas estuvieron en oferta
P. Se dice en el libro que el delito no es s¨®lo parte de la vida en M¨¦xico, sino que es ya como una industria. ?Es consciente de que lo que dice, en este caso, cuando lo est¨¢ escribiendo?
R. Una de las ventajas de la novela es que puedes exponer muy diversas ideas, algunas de ellas extremas, otras contradictorias, que necesariamente no son las tuyas. Yo creo que vivimos en un momento en donde demasiadas personas tratan de imponer un pensamiento ¨²nico, y una de las riquezas de la novela es presentar personajes contradictorios, muchas veces desaforados. Pensemos en Dostoievski, que tiene personajes anarquistas que ¨¦l repudiaba en su vida como ciudadano, pero a los que hace hablar con tal elocuencia que en ocasiones le das la raz¨®n a sus personajes anarquistas y no al autor que estaba en contra de ellos. Soy responsable de la reuni¨®n de todas las voces de mi novela, pero necesariamente no comparto todo lo que dicen. En el caso del delito, creo que s¨ª es una parte constitutiva de la vida mexicana actual. Eso es una tragedia. No hemos podido pasar a una sociedad suficientemente c¨ªvica que haga que no tengamos ninguna relaci¨®n manifiesta con actos delictivos o corruptos. Desgraciadamente, en M¨¦xico lo il¨ªcito se confunde demasiado con lo l¨ªcito.
P. ?Ha habido alguna vez una luz al final del t¨²nel?
R. En M¨¦xico se ha inaugurado muchas veces la esperanza. Somos especialistas en creer que algo va a cambiar de manera definitiva. La novela trata, entre otras cosas, de cu¨¢l es la medida de la esperanza, cu¨¢l es el alcance de lo que debemos anhelar. Uno de los grandes problemas de mi generaci¨®n, que creci¨® en los a?os 60 y 70, al calor de las ideas de cambio, fue que las utop¨ªas estuvieron en oferta. Pensamos que la transformaci¨®n de la sociedad iba a ser absoluta, radical, que llegar¨ªa un socialismo democr¨¢tico, una arcadia hippy de retorno a la naturaleza o un mundo de amor libre, previo, por supuesto, a la pandemia del sida. Esto no sucedi¨®. De los para¨ªsos artificiales de las drogas pasamos al narcotr¨¢fico, del retorno a la naturaleza pasamos al ecocidio, de las ideas igualitarias a los totalitarismos, etc¨¦tera. El desencanto que permea buena parte de la novela tiene dosis de esperanza si entendemos que las posibilidades de modificar la realidad no son el cambio absoluto, sino la transformaci¨®n de ciertas cosas m¨ªnimas que pueden mejorar el mundo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.