¡®?Qu¨¦ vemos cuando miramos al cielo?¡¯: la voz de un cineasta a contracorriente
De una sinceridad aplastante, noble, en el fondo muy elemental, este filme georgiano est¨¢ narrado como un cuento para ni?os, aunque no lo sea
Ante el v¨¦rtigo contempor¨¢neo, la luz de la placidez. El cine a contracorriente, las historias de lento sedimento, las que cuestan (o pueden costar) al inicio por sus formas nada acostumbradas, por su l¨²cida sencillez, por su salida del rengl¨®n, por su torcida caligraf¨ªa cinematogr¨¢fica casi en desuso. El georgiano Alexandre Koberidze ha hecho una de esas pel¨ªculas: ?Qu¨¦ vemos cuando miramos al cielo?
Aviso para naveganes pusil¨¢nimes: una obra nada f¨¢cil, de dos horas y media que pueden hacerse bola por sus particular¨ªsimos m¨¦todos de narraci¨®n, visualizaci¨®n y sonorizaci¨®n. Ahora bien, aviso contrario para navegantes audaces: un trabajo de una sinceridad aplastante, noble, en el fondo muy elemental, narrado como un cuento para ni?os, aunque no lo sea. Una fantas¨ªa de amor, de encuentros y desencuentros, en la que el f¨²tbol acaba teniendo una relevancia fundamental. Y adem¨¢s, como lo que siempre fue jugar a la pelota: la pasi¨®n de unos ni?os y ni?as que buscan y esconden el bal¨®n en la calle con la pasi¨®n de la batalla. Pero no entre enemigos sino entre compa?eros, dando hasta la ¨²ltima gota de sudor.
Koberidze, en su segunda pel¨ªcula ¡ªla primera, in¨¦dita en cines espa?oles, Let the Summer Never Come Again, duraba 202 minutos, as¨ª que en esta se ha cortado un poco¡ª, demuestra que se puede intentar hacer algo nuevo basado en lo antiguo sin tener que resultar pretencioso. Una historia m¨ªnima sobre una pareja que se enamora a primera vista, pero que luego no se reconoce. Una fantas¨ªa con aroma de relato infantil que apenas cuenta nada y lo cuenta todo, que hace de la digresi¨®n una cima de la libertad narrativa, que puede hacer que el espectador se evada y se implique en apenas un par de im¨¢genes. Con una puesta en escena de un rigor asc¨¦tico, interpretaciones distanciadas, fundidos a negro continuos que la pueden hacer a¨²n m¨¢s entrecortada, y una f¨®rmula narrativa con dos bases: una voz en off explicativa de lo que no se ve en pantalla, como un relato al margen del fuera de campo; y la exclusi¨®n de los di¨¢logos de los protagonistas, que hablan en la imagen sin que se les oiga lo que dicen, mientras esa misma voz en off cuenta lo que se est¨¢n diciendo. Suena raro y lo es. Tambi¨¦n, fascinante.
Con una interesant¨ªsima reflexi¨®n final sobre el proceso art¨ªstico y su funci¨®n social, la pel¨ªcula, premio de la Cr¨ªtica en el festival de Berl¨ªn, se mira en el espejo de otro cineasta georgiano anticonvencional, el Otar Iosseliani de Adi¨®s, tierra firme (1999) y Lunes por la ma?ana (2002), con su delicado humor y sus hallazgos de comedia muda, entre Buster Keaton y Jacques Tati. ?Qu¨¦ vemos cuando miramos al cielo?: el discurrir de la existencia de un pueblo y de dos amantes; la perplejidad que causa una mirada singular.
?QU? VEMOS CUANDO MIRAMOS AL CIELO?
Dirección: Alexandre Koberidze.
Intérpretes: Ani Karseladze, Giorgi Bochorishvili, Oliko Barbakadze.
Género: fábula. Georgia, 2021.
Duración: 150 minutos.
Estreno: 5 de enero.
Babelia
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