La hija de Garc¨ªa M¨¢rquez: habla el bi¨®grafo del escritor
El historiador que public¨® la primera investigaci¨®n completa sobre la vida del autor de ¡®Cien a?os de soledad¡¯ explica por qu¨¦ no apareci¨® en su relato el episodio de la paternidad secreta del autor y reflexiona sobre las responsabilidades de un bi¨®grafo en la ¨¦poca de internet y las redes sociales
Escrib¨ª la primera y, hasta ahora, ¨²nica biograf¨ªa completa de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Sali¨® en ingl¨¦s en 2008 y en espa?ol en 2009. La investigu¨¦ y escrib¨ª entre 1990 y 2007. No fue una biograf¨ªa ¡°autorizada¡±, pero fue escrita con el visto bueno del novelista¡ªyo siempre dije que fue ¡°tolerada¡±¡ªy con cierto nivel de cooperaci¨®n a veces muy generosa. Cuando Garc¨ªa M¨¢rquez muri¨® en 2014, escrib¨ª un ep¨ªlogo para una hipot¨¦tica segunda edici¨®n. Ese ep¨ªlogo a¨²n no se ha publicado y lo he considerado de alguna manera un work in progress (¡°nunca se sabe¡±, me dije). Hace una semana algunas cosas cambiaron en el ¡°mundo¡± de GGM.
Domingo, 16 de enero de 2022, 1:41 PM. Correo electr¨®nico an¨®nimo. ¡°Otro well-wisher¡±, pens¨¦. Ning¨²n mensaje. Enlace a un art¨ªculo titulado Una hija, el secreto mejor guardado de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. ¡°Finalmente¡±, me dije, ¡°todo llega.¡± No obstante, me desconcert¨® el impacto de la noticia sobre mi estado de ¨¢nimo.
Domingo, 16 de enero de 2022, 15:19 PM. Facebook. Una amiga comenta desde Colombia: ¡°Gerald Martin, t¨² tambi¨¦n te lo ten¨ªas bien guardado¡ Gabo no deja de sorprendernos ni despu¨¦s de muerto¡±.
Domingo, 16 de enero de 2022, 15:51 PM. Correo electr¨®nico. Otra amiga me rega?a: ¡°?As¨ª que has tenido secretos sobre Gabo con nosotros!¡±.
Al d¨ªa siguiente un bi¨®grafo ingl¨¦s me hizo la misma pregunta (¡°Did you know?¡±) y al otro d¨ªa otro bi¨®grafo, norteamericano: ¡°Un amigo acaba de reenviarme esto. ?Estabas enterado y, de ser as¨ª, lo estabas callando por lealtad y discreci¨®n?¡±. Son buenas preguntas. Y los mensajes siguen llegando. Entre ellos uno de EL PA?S.
Hice mi biograf¨ªa de Garc¨ªa M¨¢rquez en otra ¨¦poca, otro mundo. Cuando comenc¨¦ mi largo y arduo (y apasionante) trabajo en 1990, el correo electr¨®nico y el internet reci¨¦n estaban empezando para la gran mayor¨ªa de los habitantes del planeta (la invitaci¨®n a escribir la biograf¨ªa lleg¨® de la misma manera en que habr¨ªa llegado hac¨ªa quinientos a?os: en forma de carta). Cuando termin¨¦ la biograf¨ªa en 2007, mi uso del internet hab¨ªa sido muy limitado porque la subida de informaci¨®n acad¨¦mica y literaria latinoamericana a¨²n no hab¨ªa despegado y yo hab¨ªa trabajado con libros y documentos en bibliotecas, hemerotecas y archivos, adem¨¢s de un sinf¨ªn de largas entrevistas personales.
Ahora, en 2022, estoy escribiendo otra biograf¨ªa desde un peque?o pueblo ingl¨¦s y no he visitado una biblioteca brit¨¢nica desde el momento en que la comenc¨¦ hace diez a?os; la expansi¨®n del contenido latinoamericano en internet ha sido incesantemente exponencial y el problema no es conseguir informaci¨®n, sino disciplinarse y protegerse, de alguna manera, algunas veces desesperadamente, del tsunami. Me comunico diariamente con amigos espa?oles y latinoamericanos por correo electr¨®nico y leo EL PA?S (la primera escala del viaje diario, porque estudiar y comprender el panorama espa?ol y latinoamericano de los ¨²ltimos 50 a?os sin este peri¨®dico es inimaginable), y una serie de peri¨®dicos latinoamericanos indispensables, cada ma?ana. Vivo inmerso en miles de datos y mensajes.
Siguiendo mis convicciones y mis costumbres, decid¨ª no participar en la discusi¨®n de las revelaciones. Dej¨¦ un mensaje escueto en Facebook (ya casi no visitaba ese para¨ªso) y se lo comuniqu¨¦ a un periodista cartagenero que trabaja en Efe y me hab¨ªa contactado, y dije que no iba a hacer m¨¢s comentarios. Tratando de explicarme, dije sin intenci¨®n peyorativa alguna que un bi¨®grafo no es un periodista y que son dos profesiones ¨ªntimamente relacionadas, pero diferentes (primera aclaraci¨®n: tampoco me considero realmente un bi¨®grafo, soy un hombre que ha escrito dos biograf¨ªas; segunda aclaraci¨®n: nunca olvido que el mismo Garc¨ªa M¨¢rquez se enorgulleci¨® siempre de ser periodista y fue, de hecho, uno de los grandes reporteros del siglo XX).
La mayor¨ªa de las reacciones aprobaron esta declaraci¨®n, pero aparecieron, inevitablemente, dos o tres voces discrepantes: ¡°Respeto lo que dice Martin, pero obviar temas que hacen parte clara e importante de la biograf¨ªa de alguien es un deber del bi¨®grafo, si se quiere permanecer en la independencia. Escribir biograf¨ªas omitiendo cosas definitivas no me parece serio. Puede ser delicadeza, respeto, lo que sea. Pero no atiende al compromiso con los lectores¡±. Y ¡°Un bi¨®grafo es un bi¨®grafo, y no un empleado del biografiado¡ esas omisiones le restan credibilidad al escritor frente a sus lectores. Se pregunta uno cu¨¢ntas otras situaciones ¡®inconvenientes¡¯ no nos dijo su bi¨®grafo?¡±.
A pesar de que no hab¨ªa aparecido revelaci¨®n alguna antes de la redacci¨®n de mi biograf¨ªa en 2006-2007, y yo no sab¨ªa nada de una posible hija del escritor en aquel entonces, estos interlocutores, ambos elocuentes, quer¨ªan decir lo que quer¨ªan decir. Est¨¢n en su derecho y miles de otras personas los seguir¨¢n y dir¨¢n cosas semejantes, muchas de ellas igualmente irrelevantes. Estamos donde estamos (estamos en Babel/Babilonia y somos billones).
Despu¨¦s saldr¨ªan comentarios m¨¢s violentos dirigidos no tanto a sus bi¨®grafos sino al mismo escritor (e incluso, en algunos casos, a la madre putativa): por ejemplo, ¡°lo de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y su familia es de una vileza sin l¨ªmites, es una infamia¡±. Y aparecieron los primeros comentarios period¨ªsticos (El oto?o del patriarcado, fue uno de los primeros t¨ªtulos y uno de los mejores).
La noticia hab¨ªa sido revelada en El Universal de Cartagena, Colombia, el diario en el que Garc¨ªa M¨¢rquez se hizo periodista, por el tambi¨¦n periodista cartagenero Gustavo Tatis Guerra, quien ha comentado sobre Garc¨ªa M¨¢rquez desde hace m¨¢s de treinta a?os y public¨® un libro sobre Gabo hace un par de a?os. ?l conoce bien la familia de Gabo, yo le conozco bien a ¨¦l, ¨¦l me ha entrevistado un par de veces. Justificando su outing de la hija y su madre, explic¨®: ¡°El secreto cay¨® sobre mis hombros, mientras los dos bi¨®grafos de Garc¨ªa M¨¢rquez se preguntaban qui¨¦n la iba a contar. Y los dedos me se?alaron con discreci¨®n¡±. Tatis parece sugerir que yo y Dasso Sald¨ªvar, el bi¨®grafo colombiano de Garc¨ªa M¨¢rquez, est¨¢bamos vacilando y que de alguna manera decidimos que ¨¦l, Tatis, ser¨ªa la persona indicada para lanzar la bomba. Tengo una relaci¨®n respetuosa con Sald¨ªvar, pero s¨®lo nos hemos visto tres veces en la vida y nunca a solas. Yo jam¨¢s habr¨ªa participado en semejante discusi¨®n o negociaci¨®n, por varias razones, y debe de haber alg¨²n malentendido. Ni ¨¦l ni Tatis se pusieron en contacto conmigo en las semanas y meses previos a la revelaci¨®n. Normalmente no me ocupo de estos incidentes, frecuentes en la vida de los que escriben biograf¨ªas de personas fuertemente amadas y odiadas, especialmente si esas personas viven todav¨ªa, pero ahora estoy escribiendo un art¨ªculo que me han pedido y los hechos son estos.
Nunca he hablado de mis altibajos y roces con Garc¨ªa M¨¢rquez porque nunca he hablado mucho sobre mi relaci¨®n con ¨¦l y no ven¨ªan al caso; por otra parte, siempre me ha parecido un poco indecente escribir sobre una persona mientras uno est¨¢ investigando la historia de su vida. Pienso contar esa historia¡ªmi relaci¨®n con Gabo¡ªalg¨²n d¨ªa, pero qui¨¦n sabe si la vida me dar¨¢ permiso. Es verdad que mi biograf¨ªa fue, en ¨²ltima instancia, generosa (?y por qu¨¦ no?). Con todo, a lo mejor ser¨ªa ¨²til que este bi¨®grafo aparentemente d¨®cil y lisonjero (seg¨²n algunos comentarios instant¨¢neos como los citados arriba) diera algunos ejemplos porque, reflexionando sobre la revelaci¨®n de la existencia de una hija de Garc¨ªa M¨¢rquez, me parece recordar que yo he viajado entre semejantes p¨¢ramos y pe?ascos m¨¢s de una vez.
En la biograf¨ªa tuve que medir qu¨¦ cosas revelar y qu¨¦ cosas omitir. Como en todo ¡°reportaje¡±, sea period¨ªstico, historiogr¨¢fico o biogr¨¢fico. Decid¨ª, para ultraje de muchos colombianos, mencionar la relaci¨®n que Garc¨ªa M¨¢rquez tuvo en Par¨ªs en 1956, a pesar de su compromiso con Mercedes Barcha en Barranquilla, y que termin¨® en un embarazo y la muerte del beb¨¦ que habr¨ªa sido el primer ¡°hijo de Garc¨ªa M¨¢rquez¡±. Lo mencion¨¦ porque descubr¨ª que ¡°la madre¡± hab¨ªa inspirado varios personajes importantes y sendos temas centrales en la obra narrativa de Garc¨ªa M¨¢rquez y hab¨ªa seguido siendo importante en su vida posterior; y adem¨¢s porque juzgu¨¦ que ella ¡°merec¨ªa¡± estar en el libro y ella, despu¨¦s de meditarlo, estaba de acuerdo.
Conoc¨ª a Tachia Quintana en Par¨ªs en marzo de 1993, casada desde hac¨ªa muchos a?os con un ingeniero cosmopolita franc¨¦s cuyo d¨ªa de cumplea?os fue id¨¦ntico al m¨ªo, 22 de febrero. Tachia hab¨ªa tenido pocos amantes. Uno fue Blas de Otero. Otro era Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Paseamos, conversando, por las mismas calles de la ciudad que ella y Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªan recorrido a mediados de los cincuenta (para decir la verdad, mis conversaciones con Tachia nunca cesaron). Meses despu¨¦s, en la casa de Garc¨ªa M¨¢rquez en Ciudad de M¨¦xico, bi¨®grafo y biografiado tuvimos una conversaci¨®n hist¨®rica: definitiva y definitoria. Despu¨¦s yo recordar¨ªa en la biograf¨ªa: ¡°Me arm¨¦ de valor y le pregunt¨¦: ¡®?Y Tachia?¡¯. En ese momento eran muy pocos los que sab¨ªan de ella, y menos a¨²n quienes conoc¨ªan la historia entre ambos, aun a grandes rasgos; supongo que hab¨ªa esperado que se me pasara por alto. Respir¨® hondo, igual que alguien que ve abrirse lentamente un ata¨²d, y dijo: ¡®Bueno, ocurri¨®¡¯. Le pregunt¨¦: ¡®?Podemos hablar de ello?¡¯. ¡®No¡¯, me contest¨®. Fue en aquella ocasi¨®n cuando me dijo por primera vez, con la expresi¨®n del director de una funeraria que con determinaci¨®n cierra de nuevo la tapa del ata¨²d, que ¡®todo el mundo tiene tres vidas: una vida p¨²blica, una vida privada y una vida secreta¡¯. Como es l¨®gico, la vida p¨²blica estaba a la vista de todo el mundo, yo simplemente ten¨ªa que hacer mi trabajo; de vez en cuando me dar¨ªa acceso y me permitir¨ªa comprender mejor la vida privada, y evidentemente se esperaba que dedujera el resto; en cuanto a la vida secreta: ¡®No, jam¨¢s¡¯. Si en alg¨²n lugar estaba, me dio a entender, era en sus libros. Pod¨ªa empezar por ellos. ¡®Y de todos modos, no te preocupes. Yo ser¨¦ lo que t¨² digas que soy¡±.
Estas dos sentencias, especialmente la primera, han sido citadas muchas veces despu¨¦s de la publicaci¨®n de la biograf¨ªa, pero durante alg¨²n tiempo y, a pesar de su reacci¨®n notablemente generosa y deportiva, sent¨ª cierto distanciamiento en mi relaci¨®n con Garc¨ªa M¨¢rquez que s¨®lo termin¨® cuando me enferm¨¦ a mediados de 1995 (en 1996, cuando estaba convaleciente en Francia, Gabo logr¨® ubicarme por milagro ¡ªese milagro que se llamaba Carmen Balcells¡ª y tuvimos una conversaci¨®n afectuosa. Le cont¨¦ que hab¨ªa vuelto a mi trabajo biogr¨¢fico. D¨ªas despu¨¦s lleg¨® un ejemplar firmado de su nueva novela, Noticia de un secuestro, a mi escondite franc¨¦s con la dedicatoria: ¡°A Gerald Martin, el loco que me persigue¡±).
Con el tiempo, cuando Mercedes se dio cuenta de mis conversaciones con Tachia y mis posibles intenciones, tambi¨¦n se enfri¨® mi relaci¨®n con ella. Tanto que a?os m¨¢s tarde, entrevistada ella por un oficial de la Fundaci¨®n Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) en Cartagena, ¨¦ste report¨® lo siguiente: ¡°Hasta ahora ha concedido dos cortas entrevistas que datan de los a?os ochenta. Convers¨® s¨®lo una vez con el bi¨®grafo ingl¨¦s de su esposo y, luego, explica sin apelaci¨®n posible, no quiso verlo m¨¢s¡±. Esta cita fue reproducida docenas de veces en peri¨®dicos de habla espa?ola (entre ellos, EL PA?S). Pero yo hab¨ªa tenido una relaci¨®n excelente con Mercedes, la hab¨ªa visto probablemente veinte veces, incluso hab¨ªamos salido un d¨ªa al supermercado, para comprar comestibles, y otro d¨ªa a los Viveros de Coyoac¨¢n, para comprar flores, siempre conversando e intercambiando preguntas, cuando Gabo estaba ocupado o retrasado. Me concedi¨® la que sigue siendo la ¨²nica larga e ¨ªntima entrevista de su vida (m¨¢s de tres horas muy intensas) cuyo contenido completo a¨²n no he revelado. Mercedes hab¨ªa consultado a Gabo: ¡°Muy bien,¡± dijo, ¡°finalmente sabr¨¦ lo que piensas de m¨ª¡±. Nuestro distanciamiento dur¨® varios a?os¡ªno interrumpi¨® mis relaciones con Gabo¡ªy no obstante publiqu¨¦ lo que quer¨ªa y deb¨ªa publicar en la biograf¨ªa y, eventualmente, nos reconciliamos. Comprend¨ª perfectamente su irritaci¨®n. No es cuesti¨®n de matar al mensajero¡ªtambi¨¦n muy humano¡ªsino una diferencia de opini¨®n muy natural sobre los imperativos y deberes de un oficio y la lealtad y gratitud hacia las personas.
Tambi¨¦n fui la primera persona en revelar la demencia de Gabo. Me pareci¨® que la primera biograf¨ªa completa de la vida de Garc¨ªa M¨¢rquez no pod¨ªa omitir el drama que ¨¦l estaba viviendo en los ¨²ltimos a?os de su vida. Creer¨¦, hasta el final de mi propia vida, que ¨¦l me pidi¨® impl¨ªcitamente que lo hiciera, porque era su verdad, y para escaparse de la angustia que sent¨ªa (en 2002 la dedicatoria que me envi¨® en uno de los primeros ejemplares de Vivir para contarla lleg¨® diciendo: ¡°Para Gerald, con lo que todav¨ªa me queda de la memoria¡±), pero yo lo habr¨ªa revelado, a pesar de mi propia angustia, de todos modos. Curiosamente, nadie me hizo caso y el pobre Jaime Garc¨ªa M¨¢rquez, su hermano menor, tuvo que asumir la culpa a?os despu¨¦s cuando un descuido verbal lleg¨® a los o¨ªdos de la prensa.
Gabo y yo ¨¦ramos seres humanos. Cuando fui a verlo en la Ciudad de M¨¦xico en 1999 me acababan de decir en Pittsburgh que tuve una recurrencia de mi c¨¢ncer. Incre¨ªblemente ¨¦l me hab¨ªa llamado para decirme que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa sido diagnosticado con el mismo c¨¢ncer¡ªlinfoma (¡°ahora somos colegas,¡± me dijo)¡ª y yo hab¨ªa decidido visitarlo cuanto antes para animarlo sin saber lo que los m¨¦dicos me iban a revelar en la v¨ªspera. Durante mis cuatro d¨ªas hablando y comiendo con Gabo y Mercedes, ellos¡ªmuy asustados, como es natural¡ªcelebraron mi supervivencia, la demostraci¨®n de que realmente ese c¨¢ncer no era para tanto. No tuve coraz¨®n para confesarles que mi propia situaci¨®n parec¨ªa contradecir esa lectura optimista de mi caso. ?Hice bien o hice mal? ?Qui¨¦n sabe?
Y ahora, se?oras y se?ores, la decepci¨®n y el anticl¨ªmax cuidadosamente aplazados por el p¨¦rfido ingl¨¦s (?mencion¨¦ que soy ingl¨¦s?) hasta el final de su art¨ªculo. ?Me tendr¨¢n que perdonar la estafa! En cuanto a Indira Cato y su madre Susana Cato, s¨¦ muy poco: m¨¢s de lo que se dice en los peri¨®dicos hasta este momento (es que estos son ¡°early days¡±) pero muy poco. No he hablado sobre ellas porque no las conozco y probablemente, aun conoci¨¦ndolas, no habr¨ªa comentado la noticia; mi oficio es otro. Siempre necesito ¡°m¨¢s tiempo¡±. En los primeros meses de mi investigaci¨®n biogr¨¢fica escuch¨¦ varias veces el nombre ¡°Susy Cato¡±. Pero yo escuchaba muchos nombres y se me contaban muchas an¨¦cdotas (yo no preguntaba, pero se me contaba). Se hablaba de vez en cuando de una amante cubana del escritor. Cuando vi algunos art¨ªculos firmados por Susana Cato y publicados en la prensa mexicana, mis intuiciones empezaban a decirme: ¡°Tal vez¡ tal vez una mexicana que ha residido en Cuba¡±.
Esta tem¨¢tica¡ªla pasi¨®n y sus dramas¡ªme ha parecido muy importante, obviamente, especialmente en el caso de un escritor cuyos motivos centrales son el poder y el amor, pero nunca han sido obsesi¨®n m¨ªa durante mis investigaciones. En aquellos a?os no se hablaba jam¨¢s de una hija. Uno o dos a?os despu¨¦s de la publicaci¨®n de la biograf¨ªa empec¨¦ a o¨ªr rumores. Google ya funcionaba muy bien: es m¨¢s, ya era indispensable. Alg¨²n d¨ªa, cuando introduje ¡°Susana Cato Ciudad de M¨¦xico¡± apareci¨® el nombre ¡°Indira¡±. Me era suficiente por muchas razones que no son del caso en esta cr¨®nica: Gabo ten¨ªa una hija. Por supuesto, a¨²n no lo ¡°sab¨ªa¡± realmente y no he tratado de averiguarlo. Mientras tanto, varios amigos y otras personas me lo han ¡°confirmado¡±: entrecomillo la palabra, pero ya me es obvio que ten¨ªan raz¨®n; y que en varios casos sus motivos eran de los mejores. (Habl¨¦ con m¨¢s de cuatrocientas personas para escribir la biograf¨ªa empezando con la madre del novelista, do?a Luisa Santiaga; la inmensa mayor¨ªa ya est¨¢n muertos, pero dos sobrevivientes muy especiales comentaron el caso conmigo en los ¨²ltimos a?os, no s¨¦ si quer¨ªan que publicara la noticia. Y ?c¨®mo he extra?ado a Carmen Balcells en los ¨²ltimos d¨ªas!, ?qu¨¦ me habr¨ªa dicho Carmen?)
M¨¦xico es el pa¨ªs latinoamericano que mejor conozco. Pas¨¦ un a?o en el DF, entre 1968 y 1969, el a?o de Tlatelolco, sobre lo cual entiendo que Susana Cato ha escrito un libro, y he regresado al pa¨ªs entre veinte y veinticinco veces desde entonces. Pero sucede que en los ¨²ltimos diez a?os mis viajes han sido hacia el Per¨² y no he visitado M¨¦xico en todo este tiempo. De haberlo hecho habr¨ªa contactado a Susana e Indira y les habr¨ªa pedido un encuentro. Intuyo que me lo habr¨ªan concedido, pero qui¨¦n sabe. Yo no habr¨ªa tratado de insistir y tampoco habr¨ªa informado a nadie de lo que hab¨ªa pasado si la respuesta fuera negativa. Si me hubieran invitado a revelar su situaci¨®n lo habr¨ªa hecho, pero yo no lo habr¨ªa sugerido y no habr¨ªa tratado de persuadirlas. Se ve ¡°de lejos¡± que son mujeres interesantes y comprometidas con el mundo en que viven, pero qui¨¦n sabe qu¨¦ pensar¨ªan del ¡°bi¨®grafo de Garc¨ªa M¨¢rquez¡±. Tampoco importa.
Aqu¨ª una confesi¨®n. A veces funciona el olfato biogr¨¢fico ¡ªde hecho, y m¨¢s bien autobiogr¨¢ficamente, mi nariz es enorme¡ªy deber¨ªa contar lo siguiente. Cuando termin¨¦ la biograf¨ªa decid¨ª que quer¨ªa incluir el nombre de Susana Cato en el ¨ªndice. Yo estaba ¡°seguro¡± y ¡°me constaba¡± que era un nombre importante, pero en realidad no sab¨ªa, fue intuici¨®n no m¨¢s. Insert¨¦ una referencia a un art¨ªculo suyo fechado en 1989 en una nota a pie de p¨¢gina y, en el texto del libro, otra referencia a otro art¨ªculo suyo fechado en 1996 para que apareciera no s¨®lo en las notas sino en el ¨ªndice. Fue una especie de apuesta conmigo mismo, como un mensaje cifrado en una botella lanzada al mar que volvi¨®, eventualmente, a la playa. Espero que sea un buen augurio y que todo salga bien para ambas, madre e hija.
Algunos lectores ¡ªy no pocos periodistas (y todos nos sentimos periodistas ahora, en la ¨¦poca de Facebook y Google)¡ª parecen pensar que habiendo metido mi nariz vanidosa en los asuntos del Gabo ¡ªuna celebridad idolatrada o aborrecida, seg¨²n¡ªme incumbe ahora estar permanentemente en alerta para sacar o subrayar primicias, ¡°revelaciones¡± y ¡°secretos¡± y para comentarlas¡ª como un compilador de Wikipedia, quiz¨¢s. Repito que no soy reportero, oficio que respeto, pero que no es el m¨ªo; soy bi¨®grafo, historiador. (historiador, entre otras cosas, de la interfaz entre lo p¨²blico y lo privado, entre la fr¨ªa distancia y la c¨¢lida cercan¨ªa. Nadie comprendi¨® el juego mejor que Gabo). Lo que s¨ª me incumbe es evitar impertinencias y clich¨¦s, si puedo.
No s¨¦ cu¨¢ndo se publicar¨¢ una segunda edici¨®n de mi biograf¨ªa y, adem¨¢s, estoy en otra cosa. Si sale alg¨²n d¨ªa tendr¨¢ primicias y nuevas revelaciones, pero ninguna m¨¢s extraordinaria que ¡°la hija de Garc¨ªa M¨¢rquez¡±. No olvidar¨¦, sin embargo, que Indira Cato es una persona, un ser humano, una joven mujer totalmente independiente y, seguramente, autodeterminante. No es un personaje ni una personalidad. Nos incumbe suponer y aceptar que ella decidir¨¢ siempre qui¨¦n es, cu¨¢l es su identidad, qu¨¦ quiere decir, qu¨¦ secretos quiere guardar, qu¨¦ quiere ser en la vida. Por ahora otros est¨¢n especulando, otros la est¨¢n inventando, casi siempre sin base alguna para hacerlo, y habr¨ªa que esperar que ninguno de ellos tendr¨¢ sobre ella un poder duradero y definitivo. Yo soy parte de la ¡°ronda¡±, ya lo s¨¦ (aqu¨ª me tienen), pero perm¨ªtanme salir del c¨ªrculo por un momento y desearle, sencilla y sinceramente, todo lo mejor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.