Colin Thubron, decano de los escritores viajeros: ¡°En el Amur he descubierto mi fragilidad¡±
El autor brit¨¢nico de 82 a?os, que en su nuevo libro describe su arduo trayecto siguiendo el curso del gran r¨ªo ruso desde su origen hasta su desembocadura en el Pac¨ªfico, habla sobre lo que impulsa a viajar y la inexorable sensaci¨®n del paso del tiempo
La llovizna de esta tarde londinense gris y ventosa humedece el libro de Colin Thubron sobre su viaje al r¨ªo Amur, el d¨¦cimo m¨¢s largo del mundo, 4.500 kil¨®metros, y que discurre por los confines de Asia, desde el sudeste de Siberia hasta el Pac¨ªfico. Sin paraguas, no hay forma de proteger el volumen (The Amur River. Between Russia and China, Chatto & Windus, 2021) aunque lo aprietes contra el pecho. Es la hora de la cita con el gran escritor de viajes, considerado uno de los mejores del g¨¦nero en el mundo y, tras la muerte de sus amigos y mentores Jan Morris y Patrick Leigh Fermor, su decano, con 82 a?os; pero no se le ve por ninguna parte en el tr¨¢fago de peatones que corren, taxis y autobuses de dos pisos. Un hombre como ¨¦l, que ha recorrido Siberia y vagado por Samarcanda, dif¨ªcilmente se habr¨¢ perdido en su ciudad y menos a¨²n para llegar frente al British Museum, donde hemos quedado. Y al mirar hacia el edificio del museo, Thubron est¨¢ ah¨ª, entre las columnas de la entrada, en la gran escalinata, bajo el t¨ªmpano neocl¨¢sico. Quintaesencia del gentleman brit¨¢nico aventurero, elegante con su gabardina sobre americana de espigas y con una bufanda roja, el cabello blanco despeinado por el viento, parece instalado en una met¨¢fora del olimpo de los escritores viajeros. Al avanzar hacia ¨¦l, atravesando a paso r¨¢pido el ancho patio del museo, la mirada reconoce el paso del tiempo en las atractivas facciones.
Hace diez a?os del ¨²ltimo encuentro, en su casa en Kensington, por su peregrinaci¨®n al sagrado monte Kailash (Hacia una monta?a en el T¨ªbet, RBA 2012) y entremedio Thubron ha viajado por una de las zonas m¨¢s agrestes del planeta, y ha estado cerca de morir. Saluda efusivamente y propone conversar en el bar de la vecina London Review Bookshop, que resulta estar cerrado, as¨ª que acabamos al lado en el Ruckles Winebar & Restaurant, en una mesita junto a los ventanales por los que resbala la lluvia. ¡°Me siento mayor, tuve un accidente vascular en la cabeza y pens¨¦ que morir¨ªa¡±, explica Thubron ante dos copas de vino y un platillo de almendras que hemos encargado tras pronunciar el escritor, exalumno de Eton, esa frase deliciosa: ¡°Be my guest¡±. Puntualiza que la apoplej¨ªa no le ha dejado secuelas m¨¢s all¨¢ de una leve cojera y alguna dificultad para escribir a mano (hace un esfuerzo para poner una dedicatoria en el libro mojado y lo hace con una letra muy peque?a). Y sobre todo, que no fue resultado de la aparatosa ca¨ªda del caballo en Mongolia ¨Dcon casi 80 a?os¨D que describe en su libro y por la que se rompi¨® el tobillo y dos costillas (pero no se detuvo: lo supo al hacerse radiograf¨ªas meses despu¨¦s).
¡°Empec¨¦ el viaje siguiendo el Amur, desde el Onon, en agosto del 2018, en invierno par¨¦ y volv¨ª en primavera de 2019 para acabar y llegar hasta la desembocadura, cinco meses de viaje en total¡±, explica el escritor. ?Por qu¨¦ el Amur? ¡°Buena pregunta. Pese a su gigantesco tama?o y su importancia hist¨®rica, es un r¨ªo elusivo y del que la gente sabe poco, y descubrir lo desconocido es un reto para m¨ª. Ah¨ª est¨¢n todas esas historias de sufrimiento humano, de matanzas, de exploradores (como el transamuriano Arseniev de Dersu Uzala) y soldados, de brutales pioneros como Yerofei Khabarov, de capitanes en vapores de palas, o la del ¨²ltimo emperador, Pu Yi, prisionero de los rusos cinco a?os y cuya villa prisi¨®n visit¨¦ en Khabarovsk. Seguirlo desde la fuente hasta el final, desde su nacimiento a su muerte, ten¨ªa adem¨¢s un sentido metaf¨®rico que me apelaba. Y era un empe?o muy serio, importante, siempre me he propuesto no hacer libros innecesarios. Es durante mucho de su recorrido la frontera, prohibida, entre Rusia y China, la m¨¢s larga del mundo, y eso lo hace muy sugestivo, con el trasfondo del nacionalismo chino y las complejas relaciones entre Pek¨ªn y Mosc¨², con los numerosos tratados firmados a lo largo de la historia. Vi mucha hostilidad, sobre todo por parte de los rusos. Esa confrontaci¨®n chino-rusa all¨ª es de lo m¨¢s interesante. Es un punto donde dos culturas muy distintas, y dos imperios hist¨®ricos, chocan. Tambi¨¦n me produc¨ªa excitaci¨®n entrar en una zona que est¨¢ en buena medida prohibida a los extranjeros; tuve varios momentos complicados con la polic¨ªa de ambos pa¨ªses¡±.
En alg¨²n momento del viaje le dejaron un m¨®vil y habl¨® con su mujer. ?Es mejor o peor poder tener hilo umbilical con casa? ¡°Fue algo muy puntual, Margreta entiende la necesidad de soledad en mis viajes. Tienes que sentirte cortado de tu casa, esa especie de libertad. Concentrarte en lo que haces, en el momento. Mi mujer se enter¨® de que en una etapa de mi viaje, en Tsugol, hab¨ªa unas grandes maniobras conjuntas ruso-chinas, y se alarm¨®, pero me dijo: ¡®No pienses en m¨ª hasta que vuelvas, piensa en tu viaje¡±.
Es obligado hablar con Thubron, autor de libros como Entre rusos (Pen¨ªnsula, 2001) y En Siberia (RBA 2008), de la guerra en Ucrania. ¡°Se hace m¨¢s horrible cada minuto, la invasi¨®n rusa me llena de rabia y desesperaci¨®n de que nadie pueda ayudar a los ucranianos. Amigos rusos me han expresado su disgusto con su propio r¨¦gimen. Esta tr¨¢gica invasi¨®n vuelve atr¨¢s el reloj de la historia y nos devuelve a una ¨¦poca que pens¨¢bamos haber superado¡±. ?Qu¨¦ va a pasar? ¡°Imagino que acabar¨¢ con Putin instalando un r¨¦gimen t¨ªtere en Kiev y anexion¨¢ndose esas ¨¢reas del este de Ucrania que ya ha dicho que considera que son rep¨²blicas separadas. Pero esta guerra y sus severas consecuencias s¨®lo exacerbar¨¢n la divisi¨®n entre las dos naciones que los viejos chauvinistas sovi¨¦ticos afirman que son hermanos eslavos. Al final, el tiempo y un profundo resentimiento nacional ucraniano mostrar¨¢n lo anacr¨®nica que es la visi¨®n de Putin, y en ¨²ltima instancia la barrer¨¢n¡±. El viajero advierte que ocupar Ucrania no es f¨¢cil: ¡°Es muy grande, no es Chechenia¡±.
Como es habitual en sus viajes (que han dado lugar a 11 preciosos libros del g¨¦nero), Thubron, que habla el ruso y se defiende en un oxidado mandar¨ªn, se acompa?a en el del Amur de los relatos de antiguos viajeros, el m¨¢s inesperado, Anton Ch¨¦jov, que en 1890 viaj¨® hasta el final del r¨ªo y en cuya soledad y melancol¨ªa (¡°Rusia ha olvidado el Amur¡±) halla un eco. ¡°Es fascinante lo que cuenta, aunque, claro, al igual que Flaubert en Egipto, son muy diferentes las cosas que explica en las cartas a su familia de las que cuenta a sus amigos, como que en Blagoveshchensk pas¨® el tiempo con una habil prostituta japonesa¡±.
Siguiendo el Amur, que arranca en los viejos predios de Gengis Khan y su leyenda, entre lobos, Thubron halla la memoria de la colonizaci¨®n rusa del Este, un Far Est m¨¢s cerca de la India que de Mosc¨² que guarda paralelismos con el Far West norteamericano. ¡°Est¨¢n las expediciones militares, los tramperos, la lucha con el medio y con los ind¨ªgenas, los pueblos precarios y los fuertes que jalonan el camino. Los cosacos que eran la punta de lanza del ej¨¦rcito ruso tambi¨¦n perpetraron masacres como la caballer¨ªa de EE UU. Pero hay grandes diferencias: el que encontraron los rusos era un mundo mucho m¨¢s duro, no es buena tierra para campesinos, el clima sin duda es mejor en California. Y sobre todo el Amur, pese a todas las esperanzas de que fuera el Misisipi ruso, no result¨® la llave, el camino directo hacia el Pac¨ªfico y el destino imperial de Rusia en el Este que parec¨ªa: es muy dif¨ªcil de navegar, con muchos bancos de arena, y en invierno se cierra por el hielo¡±. Thubron escribe la cr¨®nica de sucesivos fracasos, incluido el de los koljoses sovi¨¦ticos, y describe monumentos abandonados, ciudades en ruinas, museos y gabinetes de curiosidades trasnochados, las ostentosas tumbas de la mafia rusa del Este, o una foto amarillenta de Solzhenitsin en una pared en Ust-Karsk. En alg¨²n lugar ,Thubron es el primer extranjero que han visto y una mujer de etnia Evenk le pregunta si en Inglaterra hay chamanes. ¡°Como los de aqu¨ª no¡±, responde.
En la frontera del Amur, al que los chinos llaman Heilongjiang, r¨ªo Drag¨®n Negro (el origen del nombre Amur es incierto, no es ruso y parece que significa ¡°Gran R¨ªo¡±), se encontraron por primera vez dos imperios que no se conoc¨ªan y no ten¨ªan nada que ver uno con el otro, el ruso y el chino. A los rusos les parecieron muy extra?os los chinos y su aversi¨®n por ellos, que puede percibirse a¨²n en la zona, resucitaba el viejo temor al peligro amarillo nacido durante la invasi¨®n y el dominio mongol de Rusia, el yugo t¨¢rtaro de la Horda de Oro. ¡°Ese sentimiento ruso de miedo al Este sigue vigente. En t¨¦rminos generales China sube y Rusia baja en influencia en la regi¨®n, la econom¨ªa china tira m¨¢s y podr¨ªa transformarse en el futuro en soberan¨ªa pol¨ªtica en el Amur. Hoy los rusos no tienen nada que dar a los chinos, que los llaman ¡®los peludos¡¯ y los desprecian. Demogr¨¢ficamente la cosa est¨¢ muy clara: las tres provincias rusas a lo largo del Amur suman una poblaci¨®n declinante de dos millones, mientras que las tres provincias chinas de la otra orilla cuentan al menos 110 millones. Los chinos, cuya civilizaci¨®n ciertamente es la de m¨¢s continuidad en el mundo, se sienten muy superiores, en tanto que los rusos tienen hist¨®ricamente el complejo de no ser muy civilizados¡±. Caray, y eso pese a tener a Dostoievski. ¡°S¨ª, pese a tener a Dostoievski, y a Tolst¨®i¡±.
Resguardados de la lluvia en el acogedor bar frente a las copas de vino, ?qu¨¦ recuerdo del viaje al Amur le viene a la cabeza a Thubron cuando cierra los ojos? ¡°Interesante¡±, r¨ªe. ¡°Quiz¨¢ la ca¨ªda del caballo en la primera etapa del viaje, pens¨¦ que era el fin. Podr¨ªa estar muerto si hubiera llevado botas de montar porque el calzado se me qued¨® atrapado en el estribo y acab¨® solt¨¢ndose, pero con la bota enganchada no habr¨ªa sido as¨ª y el caballo me habr¨ªa arrastrado todo el rato. Otro momento es el encuentro y la conversaci¨®n con Liang, el chino de Heihe chapado a la antigua, un hombre fiel a la veneraci¨®n a los antepasados y a la tradici¨®n en un mundo nuevo; recuerdo su dignidad y su tristeza¡±. Los chinos llaman a Thubron Tubelong y dicen que es muy viejo, pero sabe usar palillos.
Junto a la descripci¨®n de los paisajes y la naturaleza (aqu¨ª hay grullas, cisnes, cormoranes o las miles de ranas que croan en Komsomolsk, pero tambi¨¦n un Amur muy contaminado por los afluentes chinos), la galer¨ªa de personajes es de lo mejor siempre en los libros de Thubron, y Amur River no es una excepci¨®n: los caballistas mongoles con los que cabalga y que se preguntan cu¨¢nto aguantar¨¢ el viejo ingl¨¦s, un monje que le muestra una foto de su monasterio en un iPhone, contrabandistas de caviar y de pieles de marta, la polic¨ªa Medusa que le interroga en Aginskoye, cazadores furtivos, gente que venera a los osos y cree que se aparean con mujeres, pescadores ilegales del salm¨®n y el esturi¨®n (incluido el gigantesco kaluga), con los que pesca, o el noble (cuando est¨¢ sobrio) e inolvidable Alexander, que le gu¨ªa por los lugares salvajes de la ¨²ltima etapa del viaje. ¡°En un trayecto as¨ª encuentras a mucha gente, no es que todos sean interesantes, claro, haces una selecci¨®n. Hay algo muy instintivo en conectar con determinadas personas, un click de entendimiento. A veces se produce una empat¨ªa muy profunda. A m¨ª me es f¨¢cil entenderme con gente que ha sufrido¡±.
En la ruta del Amur encontr¨® mucha gente que se preocup¨® por ¨¦l. ¡°S¨ª, muchos me ayudaron, quiz¨¢ porque me ve¨ªan viejo, me result¨® muy desconcertante¡±. Colin Thubron esboza una sonrisa triste. El ¨²ltimo viaje le ha hecho tomar conciencia de su edad en la mirada piadosa de los dem¨¢s. ?l mismo se describe observ¨¢ndose con sorpresa en el espejo, o pensando con simpat¨ªa en los ancianos que conoci¨® de joven al tener dificultades para desenvolverse agachado sobre el agujero de una letrina. ?El descubrimiento de la propia fragilidad es doloroso o simplemente sorprendente? ¡°Las dos cosas. Para los que, como yo, no hab¨ªan pensado mucho en su propia mortalidad, estar enfermo y pasar de los 80 llega como una (rid¨ªculamente tard¨ªa) llamada para despertar¡±.
?Hubo alg¨²n momento de peligro, aparte de la ca¨ªda del caballo? ¡°No, los rusos me dec¨ªan que correr¨ªa muchos riesgos cruzando al lado chino del r¨ªo, pero eran sus prejuicios. No me parece que sea una zona, la del Amur, especialmente peligrosa, geogr¨¢ficamente muy dura, eso s¨ª. ?He tenido suerte? Puede. Hay un instinto que te hace saber si puedes confiar o no en determinada persona, y ese instinto se afila con los a?os y la experiencia. En general la gente trata de ayudarte, en el Amur les parec¨ªa raro, inusual, que un ingl¨¦s estuviera por all¨ª y se interesaban por m¨ª y me echaban una mano¡±.
Colin Thubron era el joven de la gran generaci¨®n de viajeros brit¨¢nicos, la de Leigh Fermor y Jan Morris. ¡°S¨ª, y ahora soy el patriarca del g¨¦nero. El tiempo ha pasado muy deprisa. Sin Paddy y Jan, mis mentores y a los que estoy muy agradecido, me siento no exactamente hu¨¦rfano, pero s¨ª extra?o. Los dos tienen una plaza asegurada en el g¨¦nero, no tanto porque sus viajes fueran grandes empresas (Jan amaba las grandes ciudades y Paddy se centr¨® en Grecia) como por el puro esplendor de su escritura. Para m¨ª, encontrarme con sus libros cuando ten¨ªa apenas veinte a?os, antes de lanzarme a escribir a tiempo completo, me ense?¨® de manera brillante que eso era posible. Venecia y Mani en particular fueron piedras de toque, junto con las obras de Freya Stark¡±. Habla con nostalgia de los dos. ¡°Llegu¨¦ a ser amigo suyo. Los dos eran conversadores inagotables: Paddy exuberante y generoso, pero curiosamente proclive a la depresi¨®n. Jan con m¨¢s humor, un humor ir¨®nico, con un toque refrescantemente ¨¢cido Ambos eran mucho m¨¢s complejos de lo que parec¨ªan¡±. Thubron dice que no era propiamente un grupo, pero estaban tambi¨¦n, recuerda, Bruce Chatwin, Paul Theroux, que tiene 80 a?os, y Jonathan Raban, de 79. ¡°Paddy era 10 a?os mayor que Jan y otra diferencia es que Jan hab¨ªa sido periodista¡±. Dice que hay mucho material de Leigh Fermor a¨²n por revisar, ¡°cajas y cajas¡±.
?Y Wilfred Thesiger? ¡°Era muy especial, la gente le ten¨ªa miedo; lo ve¨ªa muy de tanto en tanto, era la quintaesencia del ingl¨¦s, incluido el tab¨² de la sexualidad. Lo caracterizaban su austeridad, su impulso de hacer viajes tan dif¨ªciles, duros, de mucho sufrimiento, como el cruce del desierto del Rub al-Jali a lomos de camello y en compa?¨ªa de beduinos. No se ve¨ªa a s¨ª mismo como escritor¡±.
?Ad¨®nde ir¨¢ ahora Thubron? ¡°Ahora toca novela, siempre alterno libro de viajes y novela. Luego, a cualquier sitio que no haya estado. Chile primero, creo. Me gustar¨ªa navegar esa larga costa donde los glaciares caen en el Pac¨ªfico, hacia la Tierra del Fuego¡±. Seg¨²n su experiencia, ?qu¨¦ cree que lleva a viajar? ¡°La curiosidad. Experimentar otras culturas y entornos. Me ha gustado desde la infancia. Y la fascinaci¨®n por el Otro. Y cuanto m¨¢s extra?o mejor: as¨ª el coraz¨®n de mi carrera ha estado dedicado a tierras que mi generaci¨®n hab¨ªa aprendido a temer: Rusia y China¡±. ?Qu¨¦ reflexiones le provoca la pandemia en relaci¨®n con el viaje? ¡°El anhelo de viajar de la gente ha sido insoportablemente frustrado, por supuesto, e imagino un resurgir del viaje serio al igual que del turismo tan pronto como se levanten del todo las restricciones¡±.
Antes de acabar hablamos del nature wtiting (escritura sobre la naturaleza), una etiqueta por la que Thubron siente mucha simpat¨ªa. ¡°Comparto su mirada nost¨¢lgica hacia la naturaleza¡±, dice antes de mencionar que ha le¨ªdo y le ha gustado mucho un libro con el que su viaja al Amur guarda relaci¨®n, B¨²hos de los hielos del Este (Siruela, 2022), de Jonathan C. Slaght, sobre la b¨²squeda del b¨²ho manch¨² o b¨²ho pescador en la provincia rusa de Primorie. Lo que nos lleva al famoso b¨²ho disecado del escritor. ¡°Ya tiene nombre, le hemos puesto el tuyo¡±.
Salimos del bar y paseamos hacia Charing Cross para que Thubron coja el metro. Est¨¢ oscuro y huele a la lluvia que ha dejado de caer y encharca las calles. Es f¨¢cil imaginar que caminamos junto al Amur. ?Le decepcion¨® no encontrarse en su viaje con los famosos tigres y con alg¨²n oso? ¡°S¨ª, en realidad nunca confi¨¦ en ver tigres, aunque mucha gente de los pueblos se los ha encontrado, pero ten¨ªa la esperanza de ver osos. Los rusos con los que camin¨¦ por ¨¢reas remotas a menudo daban pisotones fuertes o gritaban para alertarlos y que se fueran. Yo siempre esperaba que no lo hicieran¡±. Conversamos sobre Shakespeare, la obra que prefiere es La tempestad. El escritor dice que su lugar favorito es Siria y que a?ora Damasco, aunque viaj¨® recientemente y ¡°reinaba una gran tristeza¡±. Junto a la boca del metro se despide con un inesperado y c¨¢lido abrazo. Y el gran viajero desciende poco a poco las escaleras hasta perderse de vista bajo tierra.
La belleza del viaje
He aqu¨ª algunas frases de The Amur River (sin fecha de publicaci¨®n a¨²n en castellano) que demuestran una vez m¨¢s la calidad literaria de la escritura de Thubron:
- ¡°La noche arriba ard¨ªa de estrellas, y al otro lado del inmenso cielo de Mongolia la V¨ªa L¨¢ctea se mov¨ªa en un helado torrente de luz¡±.
- ¡°Sobre laderas m¨¢s lejanas, franjas de edelweiss llevadas por el viento formaban una capa de palidez escarchada durante millas¡±.
- ¡°El sol brilla por primera vez en una semana. Y de repente el Amur est¨¢ debajo de nosotros, fluyendo salvaje ahora, y en su orilla lejana, en un denso tapiz de bosque, descansa China. Los abedules aparecen incandescentes en todas las tonalidades de dorado, rojo y esmeralda¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.