Los timadores que enga?aron a la Rep¨²blica cuando trataba de armarse: estafas, instrucciones en lituano y aviones desmontados
El historiador Miguel ?. Campos detalla en un ensayo c¨®mo el Gobierno espa?ol tuvo que recurrir durante la Guerra Civil a comisionistas y al contrabando para luchar contra los sublevados ante la pol¨ªtica europea de no intervenci¨®n
Telegrama urgente: ¡°Nos hemos visto sorprendidos por un golpe militar peligroso. Ruego disponga ayuda con armas y aeroplanos¡±. Jos¨¦ Giral, reci¨¦n nombrado presidente del Consejo de Ministros, envi¨® la noche del 18 de julio esta comunicaci¨®n a su hom¨®logo franc¨¦s, el socialista L¨¦on Blum. El Gobierno de la Rep¨²blica solicitaba 20 bombarderos, mil fusiles, un mill¨®n de cartuchos y ocho ca?ones de 75 mil¨ªmetros con su munici¨®n. Esta primera llamada de auxilio fue el comienzo de una desesperada b¨²squeda de armamento a cualquier precio para pelear. Sin embargo, a lo que se vieron abocados los dirigentes espa?oles, ante la pol¨ªtica de no intervenci¨®n promovida por Francia y el Reino Unido, fue al contrabando, corrupci¨®n, comisionistas y tipos sin escr¨²pulos, a veces enviados por ellos mismos, ansiosos por llenarse los bolsillos de dinero. As¨ª lo cuenta Miguel ?. Campos (Madrid, 37 a?os) en Armas para la Rep¨²blica (Cr¨ªtica), la obra de debut de este profesor de Historia Contempor¨¢nea.
Docente en la Universidad Rey Juan Carlos de Fuenlabrada (Madrid), Campos se?ala sobre su libro, que aborda un tema muy poco estudiado, que ¡°el primer objetivo fue meter en ¨¦l los tres a?os de guerra¡±, pero cuando empez¨® a investigar y a recabar kilos de documentaci¨®n vio que ¡°era inviable¡±. As¨ª que el resultado final, con 472 p¨¢ginas y pr¨®logo del historiador ?ngel Vi?as, llega hasta mayo de 1937, cuando Juan Negr¨ªn asume la presidencia del Gobierno. ¡°Ese primer a?o de guerra es clave, despu¨¦s est¨¢ casi todo perdido para la Rep¨²blica debido a la pol¨ªtica de no intervenci¨®n. Eso oblig¨® a la Rep¨²blica a girar hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica y al mercado negro, donde no pudo adquirir lo que necesitaba y fue v¨ªctima de chanchullos y chantajes. Mientras, los sublevados se beneficiaban del suministro de Italia y Alemania¡±.
Para este ensayo, Campos ha consultado numerosas fuentes, entre las que destacan el Archivo General de la Administraci¨®n (AGA), en Alcal¨¢ de Henares; otros particulares, como los del socialista Indalecio Prieto, entonces ministro de Marina y Aire, y F¨¦lix Gord¨®n Ord¨¢s, embajador espa?ol en M¨¦xico; fuera de Espa?a, el de Asuntos Exteriores de Francia y uno in¨¦dito, el del embajador de M¨¦xico en Par¨ªs, Adalberto Tejeda.
Precisamente, el papel del Gobierno franc¨¦s ocupa la primera de las tres partes del libro. ¡°Hoy nos llama la atenci¨®n que Par¨ªs no ayudara, pero hay que verlo en la coyuntura internacional. Francia estuvo tambi¨¦n cerca de una guerra civil por las luchas ideol¨®gicas y hab¨ªa muchas tensiones internas en su Gobierno. Blum cambi¨® en 15 d¨ªas su postura favorable a la de la no intervenci¨®n. A partir de ah¨ª la ayuda fue soslayada, clandestina¡±, explica Campos. El motivo de este viraje fue ¡°el miedo a la Alemania nazi, a sufrir una nueva humillaci¨®n, como en Sed¨¢n, en 1870 [en la guerra franco-prusiana]¡±. ¡°Adem¨¢s, los brit¨¢nicos les presionaron porque no quer¨ªan otra guerra mundial, estaban por el apaciguamiento con Hitler. Claramente, les dicen a los franceses: si colaboran con la Rep¨²blica y Alemania les ataca por ello, Londres no les va a ayudar¡±.
Todas estas circunstancias convirtieron la Embajada de Espa?a en Par¨ªs en ¡°un verdadero Oriente, un aut¨¦ntico bazar en el que personas de todas las cataduras entraban y sal¨ªan a todas horas¡±, como describi¨® el diplom¨¢tico Pablo de Azc¨¢rate, embajador espa?ol en Londres. ¡°Es parecido a lo que se ha vivido ahora con las mascarillas, ante la necesidad se compra al precio que sea en el mercado negro¡±, a?ade Campos, que pone un ejemplo: ¡°La competencia entre diferentes comisionistas enviados en nombre de la Rep¨²blica motiv¨® que una partida de cartuchos en B¨¦lgica duplicara su precio¡±. A mayor demanda, los vendedores pod¨ªan frotarse las manos.
Aparte est¨¢n los episodios de pel¨ªcula de esp¨ªas de tercera que padecieron los republicanos. ¡°Los primeros aviones que llegaron desde Francia estaban desmontados y las instrucciones ven¨ªan en lituano porque originalmente eran para ese pa¨ªs. Tampoco ten¨ªan la gasolina espec¨ªfica que necesitaban, hab¨ªa que comprarla¡±.
O el caso de una compra de aviones civiles en B¨¦lgica. ¡°Casi el mismo d¨ªa los sublevados adquieren otros tantos, pero a mitad de precio y los sacan del pa¨ªs. Sin embargo, los aviones de la Rep¨²blica no salen, se quedan en un hangar y finalmente son bombardeados y destruidos por los nazis ya en 1940¡å. El historiador subraya que ¡°en las redes de contrabandistas de armas hab¨ªa muchos filonazis, que se chivaban a los franquistas cuando hab¨ªa alg¨²n buen cargamento para la Rep¨²blica para que pudieran sabotearlo o detenerlo¡±. ¡°Muchas veces sucedi¨® que por fin llegaba el material y al abrir las cajas en el primer piso estaban los cartuchos, pero los que estaban debajo ven¨ªan rellenos de escombros y ladrillos¡±. El libro incluye un anexo con detallados cuadros sobre las verdaderas cifras de las compras de armamento de la Rep¨²blica, que la historiograf¨ªa franquista siempre ha magnificado.
En ese ¡°desastre¡± hubo tambi¨¦n responsabilidades de dirigentes. Julio ?lvarez del Vayo, ministro de Estado, ¡°fue bastante nocivo¡±. El diplom¨¢tico Luis Jim¨¦nez de As¨²a, embajador en Praga, ¡°le enviaba muy buenos informes para que ?lvarez del Vayo se los remitiese a Indalecio Prieto, pero llega un momento en que As¨²a se da cuenta de que esa informaci¨®n no est¨¢ llegando¡±. Campos destaca que precisamente Prieto pidi¨® en varias ocasiones a Francisco Largo Caballero, ministro de la Guerra, que unificasen sus departamentos, como parec¨ªa dictar la l¨®gica. ¡°Largo Caballero se neg¨® repetidamente y cada ministerio tuvo sus enviados y comisionistas, que pod¨ªan acabar compitiendo. Por fin esa unificaci¨®n se har¨¢ con el Gobierno de Negr¨ªn, pero ya es tarde¡±. Tambi¨¦n sale mal parado el embajador de Espa?a en Par¨ªs, Luis Araquist¨¢in. ¡°No sab¨ªa negociar la compra de armas, ten¨ªa un gran ego y no cambi¨® la cifra de las comunicaciones de la embajada a pesar de que la conoc¨ªan los sublevados¡±.
La desesperaci¨®n llev¨® a la Rep¨²blica incluso a intentar comprar armas a la Alemania nazi. ¡°Es un episodio que han contado otros historiadores, pero he aportado la visi¨®n franquista¡±. Alemania hab¨ªa suministrado armas tradicionalmente al ej¨¦rcito espa?ol en el siglo XX. En la guerra, se mand¨® una comisi¨®n oficial, a la que se le dieron largas. Hermann Goering, preboste del nazismo y comandante de la Luftwaffe, ¡°sab¨ªa que las reservas de oro de la Rep¨²blica le vendr¨ªan bien para su programa de rearme y, a la vez, estaba convencido de que Franco iba a ganar la guerra, as¨ª que si les mandaba algo a los republicanos pod¨ªa alargar el conflicto sin poner en peligro la victoria de los sublevados¡±. Para complicar este juego maquiav¨¦lico, ¡°parece que Franco estaba al tanto, pero lo dej¨® pasar porque sab¨ªa que el material bueno se lo vender¨ªan a ¨¦l; finalmente los nazis solo enviaron cartucher¨ªa¡±.
El pa¨ªs que s¨ª ofreci¨® una ayuda, sin embargo, m¨¢s altruista que efectiva, fue M¨¦xico. ¡°Estaba el problema de la lejan¨ªa, aunque el presidente mexicano, L¨¢zaro C¨¢rdenas, dej¨® hacer al embajador espa?ol y dio ¨®rdenes al suyo en Par¨ªs para que comprara armas por toda Europa, pagadas por la Rep¨²blica, para desviarlas a puertos espa?oles¡±. Fue muy insuficiente para revertir el curso de la guerra. ¡°A la Rep¨²blica solo le quedaba agonizar¡±, se?ala Campos, que compara aquellos d¨ªas ¡°de traici¨®n y soledad¡± con lo que sucede en Ucrania. ¡°Franco, como Putin, quer¨ªa ganar la guerra palmo a palmo, en contra del criterio de sus aliados, que prefer¨ªan un conflicto r¨¢pido. Sin embargo, hay una gran diferencia con Ucrania: la Rep¨²blica no encontr¨® ni solidaridad ni ayuda internacional¡±.
Babelia
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