Setenta a?os de ¡®Vacaciones en Roma¡¯, la pel¨ªcula que cre¨® la imagen id¨ªlica de una ciudad de ¡®vespas¡¯ y helados
La capital italiana recuerda este verano el rodaje de la comedia de William Wyler que lanz¨® al estrellato a Audrey Hepburn y consagr¨® a Gregory Peck
Es una f¨¢bula y como tal sucedi¨® hace mucho tiempo en un lugar muy lejano. Al menos para los est¨¢ndares de Hollywood. Vacaciones en Roma fue una de las primeras grandes producciones estadounidenses en rodarse fuera de la meca del cine. Sucedi¨® en la capital italiana hace ahora 70 a?os. La pel¨ªcula de William Wyler lanz¨® al estrellato a Audrey Hepburn, que gan¨® el Oscar por su primer papel. Consagr¨® a Gregory Peck, su contraparte, como actor de comedia. Pero es la capital italiana la verdadera estrella de la pel¨ªcula. Roma era una ciudad luminosa y llena de vida que sal¨ªa del fascismo y la destrucci¨®n de la II Guerra Mundial. Sus calles bull¨ªan de vespas, sus caf¨¦s estaban a reventar de estrellas. Corr¨ªa el negroni, la vida era dolce y el cine, neorrealista por supuesto, estaba por todas partes. ¡°En la Roma de hoy en d¨ªa todo el mundo parece estar hablando de pel¨ªculas, haci¨¦ndolas o ayudando en el proceso¡±, dec¨ªa un art¨ªculo de The New York Times de 1952. Vacaciones en Roma, que se estren¨® en 1953 pero se rod¨® un a?o antes, reflej¨® a la perfecci¨®n esa ciudad, que hoy solo existe en la imaginaci¨®n. Y en el cine.
¡°Es una pel¨ªcula muy importante para Roma. Y para entender su importancia tenemos que situarnos¡±, explica por tel¨¦fono Gian Lucca Farinelli, presidente de la Fondazione Cinema per Roma y director de la Cineteca di Bologna. ¡°Estamos en 1952, la guerra ha terminado hace siete a?os, Italia se est¨¢ dando a conocer en el mundo a trav¨¦s del cine. El neorrealismo, las pel¨ªculas de Rosellini o De Sica suponen la llegada de Italia a la modernidad. Todo esto da una dignidad al pa¨ªs, que sale del fascismo, y permite que sea visto de una nueva manera¡±.
Paralelamente, a miles de kil¨®metros, Hollywood se est¨¢ convirtiendo en una industria internacional. En los a?os cincuenta, la mitad de los ingresos de sus pel¨ªculas se generan fuera de EE UU, especialmente en Europa. El cine empieza a expandirse bajo la atenta mirada de Washington, que usa las pel¨ªculas m¨¢s comerciales como instrumento de propaganda. En este contexto, rodar en Italia es una jugada maestra: supone una manera de contentar a los nuevos mercados, de reducir los costes y ofrecer, a la vez, una estampa ex¨®tica al mercado americano. Adem¨¢s, bajo la imagen de comedia amable, se esconde un instrumento de propaganda en el escenario de la Guerra Fr¨ªa. Con la historia de la princesa liberada de sus obligaciones, Hollywood quer¨ªa construir un relato de consumismo y libertad, vender la imagen de que hab¨ªa una Europa divertida, moderna y libre, una Europa que se reinventaba gracias al dinero del Plan Marshall.
No fue este el ¨²nico evento geopol¨ªtico que condicion¨® la pel¨ªcula. En una primera versi¨®n la mafia raptaba a la princesa, pero la presi¨®n de Italia hizo que esta idea fuera desechada. Tambi¨¦n meti¨® cuchara Inglaterra, que ve¨ªa en la trama del filme un paralelismo evidente con un esc¨¢ndalo que afectaba a su familia real. La princesa Margarita, hermana de la actual reina Isabel II, hab¨ªa saltado a las portadas de las revistas de sociedad por un amor prohibido y una escapada a Italia. Wyler ley¨® con fruici¨®n los art¨ªculos de la ¨¦poca para entender a qu¨¦ obst¨¢culos se enfrentaba una joven princesa europea. Los censores ingleses, por su parte, presionaron para que en la pel¨ªcula se dijera expresamente que Anna era la princesa de un peque?o pa¨ªs europeo.
Vacaciones en Roma fue el sue?o americano de un comunista, pues el que firmaba todo el libreto era Dalton Trumbo, uno de los Diez de Hollywood, acusado de pertenecer al Partido Comunista y encarcelado por la caza de brujas del macartismo. Trumbo hizo figurar en los t¨ªtulos de cr¨¦dito a su amigo Ian McLellan Hunter y su nombre no fue integrado hasta que se restaur¨® la pel¨ªcula en 2002. Y su honorabilidad. Pero Vacaciones en Roma no fue una mirada americana y exotizante a un pa¨ªs extranjero, el libreto fue adaptado a la realidad romana por dos plumillas locales, Ennio Flaiano y Suso Cecchi D¡¯Amico, quienes despu¨¦s escribieron para Fellini, Visconti, Monicelli¡ ¡°Escribieron la gran parte de las obras de arte de la edad de oro del cine italiano¡±, apunta Farinelli. Son ellos los que dan una p¨¢tina (neo)realista a la postal romana de Wyler.
Vacaciones en Roma se rod¨® entre junio y octubre de 1952, en un verano especialmente caluroso. Hepburn aparece en la pel¨ªcula con un solo vestido en su paseo por la ciudad, pero en producci¨®n ten¨ªan listos varios modelos de ese mismo traje para que pudiera cambiarse en cuanto empezara a sudar. El ambiente de rodaje fue relajado. Incluso con varios parones como el de Ferragosto, festividad italiana del 15 de agosto, cuando el director detuvo el rodaje para organizar un fin de semana de playa en la cercana localidad de Fregene. Todas estas an¨¦cdotas las desgrana Caroline Young en su delicioso libro Roman Holiday: The Secret of Hollywood in Roma.
¡°Ese maravilloso verano romano fue probablemente la experiencia en un plat¨® m¨¢s feliz de mi vida¡±, lleg¨® a decir Gregory Peck. Es f¨¢cil adivinar por qu¨¦. El actor se aloj¨® en una villa a las afueras de Roma, rodeado de vi?edos, junto a su esposa y sus hijos. Hepburn, que por entonces era una actriz desconocida, se hosped¨® en un hotel m¨¢s modesto, en lo alto de la escalinata de la plaza de Espa?a. La qu¨ªmica entre ambos fue instant¨¢nea y evidente, tanto que muchos especularon con un romance que en realidad nunca lleg¨® a traspasar la ficci¨®n. Es m¨ªtico y sobradamente conocido que la secuencia de la Bocca della Verit¨¢, en la que Peck finge haber perdido la mano, fue improvisada, y la asustada reacci¨®n de Hepburn, real. Hoy en d¨ªa, millones de turistas la imitan en ese mismo lugar.
Todos se enamoraron de Roma, pero quien lo hizo de forma m¨¢s evidente fue Hepburn, quien se mud¨® a la capital italiana, donde vivi¨® durante 20 a?os. All¨ª se la pod¨ªa ver tomando una copa en V¨ªa Veneto, enfundada en su Givenchy (¡°Sus trajes son los ¨²nicos en los que soy yo misma¡±, dec¨ªa) saludando a los paparazzi. Su hijo Luca Dotti cuenta en el libro Audrey en Roma que la actriz ten¨ªa una relaci¨®n cordial con los fot¨®grafos de la ciudad, que la sacaban bella y elegante en fotos que hoy ser¨ªan catalogadas como ¡°posados-robados¡±. ¡°Su amistad con Pierluigi Praturlon, quiz¨¢ el paparazzi m¨¢s emblem¨¢tico de la Roma de los cincuenta, le garantiz¨® un respeto casi reverencial por parte de la prensa¡±.
Fue precisamente en Via Veneto donde el pasado julio se proyect¨® una copia de Vacaciones en Roma al aire libre, para celebrar el 70 aniversario de su rodaje. ¡°Es cierto que esta calle no sale en la pel¨ªcula¡±, concede Farinelli, que como presidente de la Fondazione Cinema per Roma fue el encargado de organizar el evento. ¡°Pero s¨ª lo hace en una pel¨ªcula muy relacionada. Yo creo que La dolce vita no habr¨ªa existido sin Vacaciones en Roma¡±, reflexiona Farinelli. ¡°Es, de alguna forma, una especie de remake, pues cuenta la misma historia. Habla de un periodista que va persiguiendo una primicia, de una princesa, que aqu¨ª es Anitona [sobrenombre con el que el director Federico Fellini se refer¨ªa a la actriz Anita Ekberg], la diva de Hollywood que desembarca en la ciudad. Y juntos descubren los lugares, la magia de Roma¡±. Hay otros puntos en com¨²n, personajes como los paparazzi, t¨¦rmino que fue acu?ado en el filme de Fellini, pero de los que ya habl¨® el de Wyler. Tambi¨¦n se repiten escenarios, como la Fontana di Trevi, que en ambos casos acaba sirviendo de improvisada piscina, en un caso para un grupo de ni?os, en otro para una diva et¨ªlica y fascinante.
No es la ¨²nica pel¨ªcula que est¨¢ emparentada con este cl¨¢sico. En su momento muchos vieron Vacaciones en Roma como una relectura de La Cenicienta con un final inverso, la plebeya se convertir¨¢ en princesa cuando termine el encanto. ¡°Wyler consigue insertar elementos de esta f¨¢bula antigua en una ciudad como Roma, en la que la escenograf¨ªa es perfecta¡±. La escalinata de Plaza de Espa?a hace las veces de la escalera donde Cenicienta pierde un zapato. El baile no es en palacio, sino a la orilla del T¨ªber. ¡°Algunos enclaves de la ciudad se convierten as¨ª en lugares m¨¢gicos, Roma se convierte en una ciudad de f¨¢bula¡±, se?ala. Desde el presente es f¨¢cil emparentarla con otro cl¨¢sico de Disney: Aladdin cuenta la historia de una princesa hastiada de la vida en palacio que se enamora de un plebeyo junto con el que descubre la ciudad. Esta inspiraci¨®n se canibaliza con naturalidad, pues Vacaciones en Roma, en el fondo, es un cuento cl¨¢sico que encaja a la perfecci¨®n en el universo de las princesas Disney.
Puede que la pel¨ªcula de Wyler tuviera en cuenta la realidad local, aunque no deja de ser una producci¨®n estadounidense que idealiza una ciudad extranjera. Ofrece una visi¨®n edulcorada y monumental de una Roma en la que las peluquer¨ªas tienen vistas a la Fontana di Trevi, las fiestas se hacen a las puertas del Castel Sant¡¯Angelo, y un humilde periodista que no puede pagarse el alquiler vive en un precioso apartamento con terraza en el centro. En este sentido, Vacaciones en Roma tambi¨¦n fue pionera, estableciendo una forma de vender las ciudades al extranjero como una sucesi¨®n de postales en movimiento, donde la belleza pl¨¢stica de los escenarios se impone a la l¨®gica de la trama. Un modelo que se ha estandarizado (y rentabilizado) en producciones de todo tipo, desde Emily en Par¨ªs hasta las pel¨ªculas de Woody Allen.
Muchas lo hacen, pero pocas alcanzan la maestr¨ªa del original, porque Vacaciones en Roma supone la sublimaci¨®n de la ciudad a los ojos del turista, el disfrute del espectador que descubre la capital de la mano de su protagonista: al darle al play se convierte en Audrey Hepburn recorriendo las callejuelas an¨®nimas del centro de Roma a lomos de una Vespa, quiere un helado en Plaza de Espa?a, una copa de champ¨¢n frente al Pante¨®n. El espectador se convierte en turista y se sorprende como ella ante el despliegue de los encantos de una ciudad m¨¢gica. Quiz¨¢ porque no hab¨ªa dinero de por medio, porque el amor de Wyler por Roma era genuino. O porque est¨¢ retratando una ciudad en estado de gracia. ¡°Cada ciudad, en su g¨¦nero, es inolvidable¡±, explicaba la princesa Anna en la escena final de la pel¨ªcula. ¡°Sin embargo, si me preguntan cu¨¢l es mi preferida, les dir¨¦ que es Roma¡±. Audrey Hepburn repiti¨® la frase, palabra por palabra, en la promoci¨®n de la pel¨ªcula. Cre¨® as¨ª un juego de espejos entre realidad y ficci¨®n cuyo reflejo llega hasta nuestros d¨ªas, 70 a?os despu¨¦s.
Babelia
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