I?¨¢rritu desvela todas sus inseguridades en el festival de cine de Venecia
El creador mexicano vuelve a filmar en su tierra natal con ¡®Bardo¡¯, 21 a?os despu¨¦s de ¡®Amores perros¡¯, y compone su obra m¨¢s personal, centrada en su vida y sus tormentos
Silverio Gama se pasa el d¨ªa criticando a los Estados Unidos. Pero all¨ª construy¨® su exitosa carrera y crio a sus hijos. El cineasta y periodista se cuenta entre los mexicanos m¨¢s famosos del planeta. Y, aunque reivindica a menudo su tierra, hace tiempo que apenas la pisa. Busca constantemente el reconocimiento de gente que le desprecia. Defiende un transporte p¨²blico que no ha cogido en su vida. Ataca un sistema capitalista que disfruta y alimenta. Y cada poco promete que se volver¨¢ un padre mejor, justo antes de volver a desaparecer en otro de sus viajes on¨ªricos.
Todo esto debe de pasar a diario por la mente del director Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu. Poco a poco, siete a?os despu¨¦s del triunfo de El renacido, el creador ha volcado inquietudes, dilemas, inseguridades y contradicciones en un alter ego y en una pel¨ªcula: Bardo. Falsa cr¨®nica de unas cuantas verdades. He aqu¨ª uno de los cineastas m¨¢s aplaudidos del mundo, autor de Birdman o 21 gramos. Y su obra m¨¢s personal, su regreso a M¨¦xico 21 a?os despu¨¦s de Amores perros, con la promesa de un desnudo emocional. Es decir, uno de los filmes m¨¢s esperados de la temporada, que se estren¨® este jueves en el concurso del festival de cine de Venecia. Y dej¨® al p¨²blico preso a su vez de las dudas: ?lo amaron? ?Lo odiaron? ?O incluso las dos cosas?
El t¨ªtulo original, Limbo, ofrece otra pista sobre el proyecto. Y el propio t¨¦rmino bardo, que en algunas escuelas budistas evoca una zona a medio camino entre la muerte y el renacimiento. ¡°Esta pel¨ªcula, a diferencia de las otras, no la hice con la cabeza, sino con todo mi coraz¨®n. Es una biograf¨ªa emocional que no pretende ser verdadera, sino honesta. Lo m¨¢s dif¨ªcil es compartirla¡±, afirm¨® I?¨¢rritu en su rueda de prensa. Y revel¨® que justo este jueves se cumplieron 21 a?os desde que su familia dej¨® atr¨¢s Ciudad de M¨¦xico para mudarse a Los ?ngeles. Para un a?o, en teor¨ªa. A¨²n no han vuelto. Tanto que el creador controla perfectamente ambos idiomas, pero, al menos en esta ocasi¨®n, quiso contestar solo en espa?ol. ¡°Lo que m¨¢s se hace presente cuando uno deja su tierra es la ausencia de ese pa¨ªs. Y todo pa¨ªs es un estado mental, una gran cantidad de historias y mitos que nos dan un sentimiento de pertenencia e identidad¡±, a?adi¨®.
Algunos han comparado el filme con Roma, de Alfonso Cuar¨®n, con el que comparte incluso algunos miembros del equipo y un rodaje medido al mil¨ªmetro. Hasta el comentario que hizo I?¨¢rritu sobre Netflix, productoras de ambos largos y m¨¢s volcada en su plataforma que en las salas, recuerda al que en su d¨ªa dio su compa?ero de profesi¨®n. ¡°Me han garantizado apoyo y libertad absolutos. Cuando estudiaba cine, m¨¢s all¨¢ de muestras y festivales, los trabajos de Bergman, Bu?uel o Fellini los vi en televisi¨®n, en VHS de calidad terrible¡±, asegur¨® el creador de Bardo.
Roma tambi¨¦n fue considerada la pel¨ªcula m¨¢s ¨ªntima de Cuar¨®n; eso s¨ª, Bardo no alcanza el estatus de obra maestra inmediata. Tampoco toca las cumbres emotivas de Fue la mano de Dios, el largo de Paolo Sorrentino sobre su juventud truncada. Ni contagia la tristeza existencial de Dolor y gloria, la obra m¨¢s autobiogr¨¢fica de Pedro Almod¨®var. Lo cual no la hace peor. Simplemente, distinta. Porque el filme de I?¨¢rritu est¨¢ lleno de virtudes que ofrecer: las suyas propias.
Unas cuantas secuencias prodigiosas, de esas que obligan a visitar la sala (Bardo se beneficia de una flexibilidad in¨¦dita para Netflix: estar¨¢ en los cines siete semanas antes de debutar online, el 16 de diciembre). Una galer¨ªa de maravillas t¨¦cnicas y de inventiva, un viaje entre sue?o y realidad que invita a abrir la boca por el asombro en lugar del bostezo, pese a un metraje de tres horas. Unas secuencias familiares tan dulces como universales, entre hijos adolescentes que se alejan, beb¨¦s que nunca fueron y padres que ya no est¨¢n, o ya no son ellos mismos. Y un sinf¨ªn de asuntos y frases que, una vez apagada la pantalla, se quedan con el espectador: el imperialismo estadounidense, el s¨ªndrome del impostor, la dura realidad mexicana, la sangrienta conquista de Hern¨¢n Cort¨¦s, el desarraigo de quien vive entre dos fronteras, la vacuidad del cine. Etc¨¦tera. Etc¨¦tera. Etc¨¦tera.
¡°Solo los mexicanos son capaces de transformar una derrota tr¨¢gica en una victoria ¨¦pica¡±, se dice en el filme. Y el propio director ha logrado convertir sus tormentos en uno de sus mayores ¨¦xitos. Aunque el metraje tambi¨¦n incluye otro intercambio que resume el quiz¨¢s ¨²nico problema serio del largo. ¡°No pudiste con tu pinche ego¡±, le espeta al protagonista su examigo Luis, un personaje que parece evocar a Guillermo Arriaga, guionista de los primeros filmes de I?¨¢rritu hasta que rompieron relaciones y el escritor le acusara de traicionarle y robarle ideas. Porque es cierto que Silverio Gama rebosa fallos y defectos. Pero tambi¨¦n lo es que, en el fondo, la pel¨ªcula le muestra como un hombre inteligente, entra?able, amado.
De acuerdo, sus contradicciones le corroen. Pero casi todas son comprensibles, aceptables. Y ah¨ª siguen y, presumiblemente, seguir¨¢n. Es como si, de alguna forma, antes de tumbarse en el div¨¢n I?¨¢rritu ya se hubiera garantizado la absoluci¨®n. Alguna vez Bardo excava hasta el fondo sombr¨ªo de su creador. Otras, apenas abre un corte superficial. As¨ª, es muy posible que parte del p¨²blico solo vea en el largo los superfluos agobios de un afortunado burgu¨¦s. El propio ¨¢lter-ego del director, eso s¨ª, responde en el filme:
¨DA lo mejor es solo la cr¨®nica de unas incertidumbres.
Al protagonista, en Bardo, le dan otra lecci¨®n: ¡°Al ¨¦xito hay que darle un trago, hacer unos buches y escupirlo, para no intoxicarse¡±. Se lo dice su propio padre, aunque la frase procede de verdad del progenitor de I?¨¢rritu. ¡°Para ¨¦l, el ¨¦xito ten¨ªa dos riesgos presentes y constantes. Uno era la tentaci¨®n de la soberbia. Y, por otro lado, su inevitable p¨¦rdida te lleva al dolor. Puede crearte una cantidad de expectativas, responsabilidades. Ha sido un camino de aprendizaje para m¨ª¡±, afirm¨® el cineasta. Y el actor principal, Daniel Gim¨¦nez Cacho, comparti¨® a su vez la recomendaci¨®n que recibi¨® de I?¨¢rritu: ¡°Me dijo: ¡®No leas al personaje, no lo estudies. No hagamos una cosa racional¡¯. Simplemente, hab¨ªa que permitir que sucediera¡±.
El otro filme del d¨ªa tambi¨¦n se mueve en terrenos pantanosos. Y supone otro regreso, tras una espera a¨²n m¨¢s larga. Han tenido que pasar 16 a?os desde Juegos secretos para que Todd Field volviera a ponerse tras la c¨¢mara. Ya durante la elaboraci¨®n del guion, eso s¨ª, ten¨ªa una certeza absoluta: ¡°Estaba escrito para Cate Blanchett¡±. ¡°S¨ª, para ti¡±, se dirigi¨® el autor a la actriz australiana, presente a su lado en la rueda de prensa. Y en pr¨¢cticamente cada fotograma de T¨¢r, que tambi¨¦n opta al Le¨®n de Oro. Y a saber si, en unos meses, al Oscar a la mejor actriz protagonista. En Venecia el filme ha despertado un gran entusiasmo.
La primera media hora de pel¨ªcula consiste en apenas tres conversaciones. Repletas, adem¨¢s, de referencias musicales cl¨¢sicas y palabras como tremolo y scherzo. Un aviso a los navegantes: el que no quiera complejidad puede marcharse. Quien se quede descubrir¨¢ la solid¨ªsima construcci¨®n del personaje de una directora de orquesta, as¨ª como las sombras de abuso de poder y cultura de la cancelaci¨®n que van oscureciendo su fulgurante carrera. ¡°Todd es muy bueno presentando las dos caras de las cosas¡±, asegur¨® la int¨¦rprete. En el mejor cine, casi nunca se encuentran las respuestas. Solo zonas grises, inc¨®modas. Contradicciones. Como las de I?¨¢rritu. Como las de todos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.