Javier Mar¨ªas, un triste recuerdo
Eduardo Mendoza recuerda a su amigo: ¡°El que mejor escrib¨ªa en Espa?a y el que mejor trataba a las mujeres¡±
A finales de los ochenta, a ra¨ªz de la presentaci¨®n de una novela suya, dije, y de eso queda constancia escrita, dos cosas que pensaba entonces y sigo pensando hoy: que Javier Mar¨ªas era el que mejor escrib¨ªa en Espa?a y el que mejor trataba a las mujeres. Me refer¨ªa, claro, a los personajes femeninos de su obra, pero la literatura y la realidad nunca van muy disociadas. En aquellos a?os las novelas de Javier Mar¨ªas ten¨ªan defensores y detractores entre los cr¨ªticos y un p¨²blico fiel pero minoritario. M¨¢s tarde le lleg¨® la fama que se merec¨ªa y mis dos afirmaciones recibieron ratificaci¨®n internacional y, a veces a rega?adientes, tambi¨¦n nacional.
Como ¨¦ramos amigos de antiguo, presentamos algunos libros a la rec¨ªproca: ¨¦l los m¨ªos, yo los suyos. En la presentaci¨®n de una novela suya en Barcelona un p¨²blico mayoritariamente femenino desbordaba una sala espaciosa. No iban a ver a un famoso, sino a manifestar su inter¨¦s y su aprecio. En el extranjero gozaba del prestigio m¨¢s alto. Aunque estuvo influido por Juan Benet, como tantos escritores de su generaci¨®n, incluido yo, Javier Mar¨ªas encontr¨® una voz, una tem¨¢tica y un estilo tan propios que lo convirtieron en un fen¨®meno exc¨¦ntrico, dentro de la literatura espa?ola y quiz¨¢ tambi¨¦n para s¨ª mismo. La escritura de Javier Mar¨ªas no se parece a ninguna otra. Es f¨¢cil de parodiar, es imposible de imitar. Varias veces le o¨ª decir que hab¨ªa escrito su ¨²ltima novela, que no ten¨ªa nada m¨¢s que decir. Al cabo de unos meses confesaba que hab¨ªa empezado otra novela, casi contra su propio criterio. Y este otro Mar¨ªas, que le obligaba a escribir, cada vez lo hac¨ªa mejor. Tambi¨¦n ha sido, y eso quiz¨¢ no lo mencionen muchos, un espl¨¦ndido editor: la editorial Reino de Redonda es un reflejo de su amor por la literatura fant¨¢stica que ilumin¨® sus lecturas juveniles. Personalmente, ten¨ªa el sentido del humor de los cascarrabias. Ya he dicho que ¨¦ramos amigos, ahora lo reitero: era un compa?ero leal, generoso, afectuoso, inteligente, culto y divertido.
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