¡®The Innocents¡¯: despiadada aproximaci¨®n a la crueldad de los ni?os

Un ni?o y una ni?a asolados por la guerra y la destrucci¨®n juegan tumbados en el suelo con una cucaracha que se cuela entre sus vidas. El cr¨ªo levanta una afilada pluma de escribir, apunta, y la atraviesa con sa?a. La cr¨ªa protesta y clama entre sollozos: ¡°?No hay que matarlos! ?No hay que matarlos!¡±. Pero el cr¨ªo, seguro de s¨ª mismo, con calma y espontaneidad, lanza una contrarr¨¦plica terrible: ¡°Para enterrarlos tienen que estar muertos¡±.

La secuencia, parte de Juegos prohibidos (1952), de Ren¨¦ Cl¨¦ment, una de las m¨¢s espeluznantes radiograf¨ªas de la infancia, de sus impulsos, de su falta de certezas y de su desolaci¨®n, es casi un inocente entretenimiento infantil en comparaci¨®n con The Innocents, pel¨ªcula de Skil Vogt presentada en la secci¨®n Una cierta mirada del festival de Cannes. Seguramente la obra m¨¢s despiadada que se haya visto sobre la crueldad infantil. A la que podr¨ªamos calificar como exploraci¨®n de su universo si en realidad se atreviera a explorar algo, y no a ser un mero cat¨¢logo de atrocidades.

En el principio estaba la envidia. Hasta ah¨ª, bien. Una cr¨ªa de apariencia angelical de unos 6 o 7 a?os parece resentida por el especial cuidado de sus padres hacia su hermana mayor, con una enfermedad que desde el inicio del relato no se sabe bien si es una par¨¢lisis cerebral o un caso de autismo severo. Reclama atenci¨®n con constancia y, cuando no la encuentra, acelera sus desmanes, comenzando por los pellizcos salvajes y continuando con la introducci¨®n de cristales en los zapatos de su hermana. Pero en ella, al menos, hay unos razonamientos. Atroces, pero razonamientos al fin.

Porque la cr¨ªa, despu¨¦s de una mudanza familiar, va a encontrar con sobrenatural eficacia a unos nuevos amigos, todos ellos con poderes, que van desde la telequinesis a la conversaci¨®n mental sin necesidad de pronunciar alguna, y alguno a¨²n m¨¢s desalmado que ella para la destrucci¨®n de lo que les molesta. The Innocents no tendr¨ªa particular inter¨¦s cinematogr¨¢fico si no fuera por el talento de Vogt para la construcci¨®n de im¨¢genes perturbadoras. El noruego, coguionista habitual de Joachim Trier en obras tan formidables como Oslo, 31 de agosto y La peor persona del mundo, adem¨¢s de director de Blind, fascinante experiencia sensorial alrededor de la ceguera, con extraordinarios juegos de sonido, de puesta en escena y de narrativa el¨ªptica, sabe c¨®mo crear desasosiego cinematogr¨¢fico con las fechor¨ªas de los chavales.

El problema es que, en un relato en el que los padres parecen meras comparsas, y a los que tampoco se puede acusar de provocar los comportamientos de los peque?os, las sugerencias de Vogt parecen meros caprichos basados en la provocaci¨®n. No hay reflexi¨®n social, cultural ni psicol¨®gica. Solo ni?os muy peque?os machacando cabezas de gatos, provocando con la mente fracturas abiertas de tibia, y acuchillando madres (buenas) simplemente porque s¨ª. Y poco tiene que ver la pel¨ªcula de Vogt con otras aproximaciones a la iniquidad y a la venganza infantiles en torno al cine de terror, de Carrie a Suspense pasando por El pueblo de los malditos, ?Qui¨¦n puede matar a un ni?o? o El otro. En buena parte de ellos, junto al ejercicio del cine de g¨¦nero, hab¨ªa cavilaci¨®n y hasta delicadeza. Y en los que no, sobre todo en la pel¨ªcula de Chicho Ib¨¢?ez Serrador, se impon¨ªa la distancia a causa de la ausencia de matices en los cr¨ªos, casi meros robots (o zombis).

El trabajo de Vogt con la interpretaci¨®n de los ni?os es fant¨¢stico. Y, desde luego, la capacidad del director para componer im¨¢genes crudas es innegable. Pero lo que nos quiere decir con todo ello es mucho m¨¢s difuso. Inclusive que el m¨¢s ominoso de los personajes, y el ¨²nico sin redenci¨®n, sea el chico de tez oscura hijo de la inmigraci¨®n en la muy rubia y blanca Noruega.