Un pedazo de la historia de Espa?a contado a trav¨¦s de 10.000 fotos de DNI tiradas en la calle
Alberto Garc¨ªa y Paco G¨®mez recopilan en un libro una selecci¨®n de retratos tomados en el estudio de E. Rodr¨ªguez entre 1966 y 1983 y hallados en un contenedor hace dos d¨¦cadas
A pesar de que la gen¨¦tica no entiende de ¨¦pocas, hay personas que tienen cara de otro tiempo, no se explica por qu¨¦, rostros que desentonar¨ªan en esta d¨¦cada, pero que encajan a la perfecci¨®n en los a?os sesenta o setenta. Quiz¨¢s ayude el contexto, esos peinados que ahora pueden resultar trasnochados, esas gafas de culo de botella, esas inevitables corbatas en el atuendo masculino (esos hombres j¨®venes que, por la ropa, parecen mayores).
Es lo que se piensa al mirar algunas de las m¨¢s de 10.000 fotos que formar¨¢n parte del fotolibro Documento Nacional (Fracaso Books). Fueron tomadas entre 1966 y 1983 en el estudio de E. Rodr¨ªguez, en el centro de Madrid, y halladas a finales de siglo por Alberto Garc¨ªa, fot¨®grafo y realizador de televisi¨®n. ¡°Era de noche, volv¨ªa de tomar algo con unos amigos y me encontr¨¦ todas estas fotos en un contenedor de obra, por la plaza del ?ngel¡±, recuerda. Estuvo un rato recopil¨¢ndolas de entre los escombros, limpi¨¢ndoles el polvo, poni¨¦ndolas en orden en sus cajas, y luego consigui¨® llev¨¢rselas a duras penas a su casa del barrio de La Latina. ¡°Intent¨¦ no dejar ni una¡±, cuenta. Eso fue hace m¨¢s de 20 a?os.
En estos dos decenios, Garc¨ªa ha custodiado el tesoro fotogr¨¢fico en casa. ¡°Lo ense?aba a los amigos, le daba vueltas a ver qu¨¦ pod¨ªa hacer con ¨¦l¡±, explica. Entonces sucedi¨® algo: en la calle Ibiza de Madrid se empezaron a encontrar, tambi¨¦n tirados en un contenedor, parte de los archivos fotogr¨¢ficos de la revista Cambio 16. Era septiembre de 2021 y se mont¨® un buen revuelo en redes sociales: las masas perdidas volvieron la cabeza hacia el que es algo as¨ª como el sumo sacerdote de las fotograf¨ªas antiguas encontradas en la calle de Espa?a: el fot¨®grafo Paco G¨®mez. Le ped¨ªan consejo sobre qu¨¦ hacer con ese valioso material.
G¨®mez se ha especializado en los ¨²ltimos a?os en investigaciones basadas en hallazgos fotogr¨¢ficos, como se refleja en algunos de sus libros, por ejemplo, Los Modlin o Wattebled o el rastro de las cosas, ambos publicados en su propio sello, Fracaso Books. Obras en las que el autor muestra una inusual pericia para tirar del hilo de las historias, como un detective, as¨ª como una gran sensibilidad a los azares y las coincidencias de las vidas. As¨ª que Garc¨ªa, que hab¨ªa sido espectador asombrado de todo el caso de Cambio 16, se puso en contacto con G¨®mez y le mostr¨® el bot¨ªn: aquellos 10.000 rostros que le miraban desde una Espa?a pret¨¦rita.
Ahora ambos trabajan en el dise?o del libro que recupera algunas de aquellas fotos poni¨¦ndolas en su contexto hist¨®rico: los a?os 60, la Transici¨®n, los albores de la democracia. El asesinato de Che Guevara en el 67, la primera emisi¨®n de Barrio S¨¦samo en el 69, el refer¨¦ndum constitucional en el 78, el estreno de Los Bingueros, con Pajares y Esteso, en el 79. Durante todos esos momentos hist¨®ricos hubo gente que fue al estudio de E. Rodr¨ªguez de la plaza del ?ngel a retratarse y ahora, a trav¨¦s de esas fotograf¨ªas, se puede intentar imaginar qui¨¦nes eran esas personas de las que solo sabemos qu¨¦ aspecto ten¨ªan el d¨ªa que se colocaron delante del objetivo. El libro es, de alguna manera, una forma de reivindicar el trabajo de todos aquellos fot¨®grafos del pueblo que devolv¨ªan al pueblo su imagen impresa.
Peinados estratosf¨¦ricos y cocodrilos de Lacoste
¡°Todas las fotos han pasado por delante de nuestros ojos, aunque sea por una mil¨¦sima de segundo¡±, dice G¨®mez. As¨ª, con visionados r¨¢pidos de hojas enteras de contactos y fi¨¢ndose de su intuici¨®n fotogr¨¢fica, han ido seleccionando las m¨¢s de 500 im¨¢genes reproducidas en el volumen. A veces las han agrupado por sus peinados estratosf¨¦ricos, otras veces por la profusi¨®n de collares de perlas, en otras dominan el panorama los peludos abrigos de piel. O las insignias del Real Madrid. En algunas p¨¢ginas se congregan curas, militares y otras fuerzas vivas del r¨¦gimen franquista. Se dan curiosidades, como el mismo hombre que aparece fotografiado en a?os diferentes. O la eclosi¨®n de las prendas de la marca Lacoste y de los jers¨¦is en un momento determinado del tiempo. Hay grises funcionarios, mujeres hippies, j¨®venes progres con pinta de haber corrido delante de los grises. El estilo de algunos espa?oles de los a?os 70, con barbas largas y gafas de pasta, no desentonar¨ªa demasiado en el ambiente retrohipster actual. Todo vuelve.
Han ido apareciendo algunos parientes de las personas retratadas, como las hijas de Sebasti¨¢n Rodr¨ªguez, que fue sastre, pero, sobre todo, ha aparecido la familia de E. Rodr¨ªguez, el propietario de varios exitosos estudios de foto en el centro de Madrid. La semana pasada tres de sus hijos, Cristina, Eduardo y Marta Rodr¨ªguez (faltaba una hermana, residente en Valladolid), se reunieron con los art¨ªfices del hallazgo en el estudio de G¨®mez en el barrio de Carabanchel. ¡°Estoy emocionada con que se recupere de esta manera la memoria de nuestro padre¡±, dice Cristina, la mayor.
Seg¨²n el relato de los v¨¢stagos, la empresa ten¨ªa su sede principal en la calle Montera y adem¨¢s otras cuatro sucursales, donde trabajaban hasta 25 empleados, y eran comunes las colas de gente que quer¨ªa retratarse, para el DNI o para otros menesteres. Tambi¨¦n ofrec¨ªan servicios de fotograf¨ªa en bodas y eventos. ¡°La gente es muy vanidosa: como se ve¨ªa guapa, volv¨ªa¡±, dice Eduardo, que entr¨® a trabajar en la empresa familiar a los 14 a?os. Los estudios fotogr¨¢ficos hab¨ªan sido fundados por su abuelo en 1943, pero tras su fallecimiento, en 1947, su padre tom¨® las riendas con apenas 18 a?os.
Los hijos recuerdan con emoci¨®n la etapa de esplendor de la empresa. Debajo de la sede de Montera estaba la Federaci¨®n Espa?ola de Boxeo, de modo que su padre fotografiaba a grandes estrellas de la ¨¦poca como Legr¨¢ o Urtain, as¨ª como a B¨¢rbara Rey cuando gan¨® el certamen de Miss Espa?a. Este fue de sus mejores trabajos, se?ala Cristina. Aunque m¨¢s que a celebridades, E. Rodr¨ªguez se dedicaba a la gente normal, al espa?ol medio, al ciudadano de a pie. ¡°Otros fot¨®grafos trabajaban con famosos, pero le dec¨ªan a mi padre que luego no pagaba ni Dios¡±, recuerda divertida la hija.
En aquellas ¨¦pocas, acudir a un estudio era la ¨²nica manera asequible de tener una fotograf¨ªa, que muchas veces se regalaba a los dem¨¢s como un detalle; las de los seres queridos se llevaban en la cartera. Luego vino el declive. ¡°No solo el nuestro, sino el de todos los estudios¡±, apunta Eduardo. Fue con la llegada de los fotomatones, y luego las c¨¢maras compactas y baratas, despu¨¦s con la fotograf¨ªa digital y finalmente las c¨¢maras en los m¨®viles. En el lugar donde estaba el estudio de la plaza del ?ngel, donde se hallaron los negativos, se instal¨® posteriormente el c¨¦lebre taller literario de Clara Obligado, pionero en el sector de la ense?anza literaria en Espa?a. La naturaleza de la fotograf¨ªa ha cambiado radicalmente en solo un par de d¨¦cadas y ha perdido parte de su aura para convertirse pr¨¢cticamente en un compendio de im¨¢genes de usar y tirar. ¡°Lo nuestro era arte comercial¡ pero arte¡±, concluye Eduardo con cierta melancol¨ªa.
Babelia
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