Dioses, tumbas y nazis: la mala relaci¨®n del Tercer Reich con la egiptolog¨ªa
El antisemitismo y la obsesi¨®n del r¨¦gimen hitleriano por el pasado de los pueblos arios supusieron un frenazo en Alemania al estudio de la antigua civilizaci¨®n fara¨®nica, pese a lo que muestra ¡®En busca del Arca perdida¡¯
Cuando se piensa en los nazis y la egiptolog¨ªa, una relaci¨®n muy mala, lo primero que nos viene a la cabeza a muchos es la requemada palma de la mano del ficticio agente de la Gestapo Toht en la que se le ha quedado grabado el medall¨®n de Ra, clave para la localizaci¨®n del Arca de la Alianza en En busca del Arca perdida, la entrega inicial de las aventuras de Indiana Jones. El s¨¢dico Sturmbannf¨¹hrer Arnold Toht (el apellido tiene un gui?o egipcio al recordar el nombre del dios escriba Thot, aun...
Cuando se piensa en los nazis y la egiptolog¨ªa, una relaci¨®n muy mala, lo primero que nos viene a la cabeza a muchos es la requemada palma de la mano del ficticio agente de la Gestapo Toht en la que se le ha quedado grabado el medall¨®n de Ra, clave para la localizaci¨®n del Arca de la Alianza en En busca del Arca perdida, la entrega inicial de las aventuras de Indiana Jones. El s¨¢dico Sturmbannf¨¹hrer Arnold Toht (el apellido tiene un gui?o egipcio al recordar el nombre del dios escriba Thot, aunque este, consagrado a la sabidur¨ªa y la justicia, nunca se alinear¨ªa con la esv¨¢stica), es, con su indumentaria de cuero incluso en el desierto y su aire de Himmler pasado por los Monty Python, uno de los villanos m¨¢s conseguidos de la serie de Indy. Forma parte del equipo de nazis embarcados en la b¨²squeda en Egipto de la preciosa (y letal) reliquia, un grupo que integran tambi¨¦n otros dos oficiales, el Oberst (coronel) Herman Dietrich y su mano derecha el Major (comandante) Gobler. En el filme, Dietrich y Gobler est¨¢n en 1936 al frente militarmente de las excavaciones en la antigua ciudad fara¨®nica ¡°perdida¡± de Tanis, al este del Delta del Nilo, para encontrar el b¨ªblico artefacto, del que quiere apropiarse Hitler, informado de sus capacidades destructivas.
La imagen que muestra la pel¨ªcula de Spielberg de tropas alemanas ataviadas como el Afrika Korps, metralletas Schmeisser y rifles en mano, vigilando el trabajo de cientos de obreros egipcios es un estupendo disparate egiptol¨®gico. El arque¨®logo que codirige (civilmente) la excavaci¨®n para los nazis es un franc¨¦s, el archienemigo de Indy Ren¨¦ Emile Belloq, puesto al servicio de Hitler. Es cierto que en esa ¨¦poca se excavaba en Tanis y que lo hac¨ªa un franc¨¦s, pero no un mercenario sin escr¨²pulos como Belloq, sino un sabio abnegado y valiente, Pierre Montet (1885-1966), que hab¨ªa ganado la Croix de Guerre en la Primera Guerra Mundial. En 1939 Montet descubri¨® no el Arca perdida sino las tumbas de los reyes de las dinast¨ªas XXI y XXII, uno de los grandes hitos de la egiptolog¨ªa, comparable al descubrimiento en 1922 de la tumba de Tutankam¨®n.
Pese a lo que cuenta la peli de Indiana Jones y a que la idea de Hitler de una excavaci¨®n era sin duda de uniforme y tratando de apoderarse de algo (no muy diferente de invadir Polonia), los nazis tuvieron un inter¨¦s muy menor por el Antiguo Egipto y la egiptolog¨ªa. De hecho, el principal inter¨¦s que manifestaron por Egipto en general fue tratar de llevar los Panzer de Rommel hasta el Nilo y apropiarse del Canal de Suez. Y eso s¨®lo porque vieron la oportunidad de desestabilizar al imperio brit¨¢nico en una zona que en realidad Hitler consideraba el espacio de los italianos, con un clima ¡°debilitante¡± para la raza superior. Lo sintetiz¨® diciendo: ¡°Para nosotros la esfinge egipcia no tiene un inter¨¦s particular¡± (Las conversaciones privadas de Hitler, Cr¨ªtica, 2004).
La historia de la egiptolog¨ªa alemana en la ¨¦poca nazi estuvo marcada por el desprecio del r¨¦gimen hacia lo meridional y africano y por el antisemitismo que llev¨® a que se marginase y expulsase de las universidades a los egipt¨®logos jud¨ªos. Antes de la llegada de Hitler al poder, Alemania estaba considerada un lugar importante de los estudios egiptol¨®gicos, y de hecho, celebridades como James Henry Breasted, que consigui¨® su licenciatura en la Universidad de Berl¨ªn (y, por cierto, fue una de las inspiraciones para el personaje de Indiana Jones), estudiaron en el pa¨ªs. El ministerio de Asuntos Exteriores financiaba el Instituto Arqueol¨®gico Alem¨¢n (con una sede en El Cairo), desde el que se desarrollaban importantes investigaciones. En el campo de la egiptolog¨ªa, recuerda Jason Thompson en Wonderful things, a history of egyptology (AUC Press, 2018), destacaban personalidades como el ling¨¹ista y epigrafista Kurt Sethe, Adolf Erman, que colabor¨® en desvelar la gram¨¢tica de la escritura egipcia; Ludwig Borchardt, que hab¨ªa descubierto y llevado a Alemania el famoso busto de Nefertiti, o Heinrich Sch?fer, con sus trabajos que abrieron nuevas perspectivas para comprender el arte egipcio. La llegada de los nazis que envenen¨® la disciplina como lo hizo con todos los ¨¢mbitos de la vida en Alemania, signific¨® que historiadores afectos a sus ideas como Helmunt Berve, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Leipzig, llegaran a cuestionar la existencia misma de la egiptolog¨ªa como ¨¢rea de estudio y animaran a concentrarse en el de ¡°pueblos afines a nosotros en t¨¦rminos de raza y mentalidad¡±. Otros estudiosos propon¨ªan alinear la egiptolog¨ªa con los nuevos requerimientos de la ciencia nazi. Walther Wolf fue de los que aprovecharon los nuevos vientos para medrar y daba clases con el uniforme de las SA, de forma que no sab¨ªas si iba a hablarte del Tercer Periodo Intermedio o a cantarte el Tomorrow belongs to me.
Entre los egipt¨®logos que perdieron su puesto (a los que hay que sumar los que cayeron durante la guerra) figuran Herman Ranke, que hab¨ªa excavado con Borchardt y Herman Junker y ense?aba en Heidelberg, y Hans Wolfgang M¨¹ller, ambos a causa de tener esposas no arias. Paul Ernst Kahle fue expulsado en Bonn por contratar como asistente a un jud¨ªo polaco. Hedwig Jenny Fechheimer-Simon, pionera en el estudio del arte egipcio y su influencia en la escultura moderna y miembro del comit¨¦ de adquisiciones del Museo Egipcio de Berl¨ªn vio c¨®mo le prohib¨ªan la entrada al centro por hebrea y, tras tratar de escapar de Alemania, se suicid¨® junto a su hermana en 1942. El mencionado Erman, la gran estrella de la egiptolog¨ªa alemana de la ¨¦poca, fue desprovisto de sus cargos y honores acad¨¦micos por tener un abuelo jud¨ªo. Otro gran estudioso, Georg Steindorff, fundador y director del Instituto Egiptol¨®gico de Leipzig escap¨® en 1939 a EE UU con lo puesto (que afortunadamente inclu¨ªa su biblioteca especializada). Borchardt, como jud¨ªo, observaba con horror el ascenso de los nazis, pero esos a?os viv¨ªa fuera de Alemania (muri¨® en 1938 en Par¨ªs); su hermano Georg Hermann, escritor, fue asesinado en Auschwitz en 1943. En cuanto al gran Herman Junker, supo contemporizar e incluso se mostr¨® partidario de la tesis de que las pir¨¢mides las hab¨ªan construido en realidad antepasados de los alemanes.
No me resisto a se?alar la relaci¨®n de los nazis con La momia, la maravillosa pel¨ªcula original de 1932. Su director Karl Freund, alem¨¢n de Bohemia radicado desde los 11 a?os en Berl¨ªn, desarroll¨® la primera parte de su carrera en Alemania (fue camar¨®grafo con Murnau, Lang y Lubitsch). Como jud¨ªo tuvo la suerte de irse a trabajar a EE UU en 1929 pero su exmujer, Susette Liepmannssohn, y su hija, Gerda, se quedaron. La joven (v¨¦ase el estupendo libro del 90 aniversario de La momia, Notorious, 2023) se involucr¨® en actividades antinazis y el padre fue a rescatarla en 1937 y consigui¨® llev¨¢rsela con ¨¦l. En cambio, Susettte se qued¨® y fue deportada a Ravensbr¨¹ck, donde muri¨® en 1942. Tambi¨¦n la protagonista de La momia, la inolvidable Zita Johan, era, aunque rumana, de ra¨ªces alemanas (de los suabos del Banato) y desde jovencita estaba obsesionada con los libros del m¨¦dium, ocultista y vidente estadounidense Edgar Cayce ¡ªque sosten¨ªa que bajo las garras de la Esfinge de Gizah se halla un ¡°archivo de los secretos¡± que guarda conocimientos esot¨¦ricos¡ª, lo que sin duda le ayud¨® a la actriz a crear su papel de la reencarnada Anck-es-en-Amon, objeto de los amores de Im-Ho-Tep (Boris Karloff).
Hitler, como queda dicho, estaba poco interesado en la historia del Antiguo Egipto y no era tampoco muy dado a las historias sobrenaturales, de misterios y momias que popularmente se asocian con la civilizaci¨®n fara¨®nica. Los nazis m¨¢s proclives a eso eran por naturaleza Himmler y Rudolph Hess (que adem¨¢s hab¨ªa nacido en Alejandr¨ªa y al que en el partido llamaban ¡°el yogui de Egipto¡±, por el yoga no por el oso). Interesados ambos, Himmler y Hess, en el esoterismo, el ocultismo y la parapsicolog¨ªa, al segundo es f¨¢cil imaginarlo vestido de sacerdote jud¨ªo de mentirijillas como Belloq pero con las cejas sobresaliendo del Mitzn¨¦fet, la mitra, en la escena final de apertura del Arca, y al primero derriti¨¦ndose como Gestapo Toht por buscar lo que no deb¨ªa. En todo caso, a Himmler le interesaban otras cosas no menos disparatadas como el Grial, la lanza de Longinos o el martillo de Thor pero que no se situaban en Egipto.
Arqueol¨®gicamente, los nazis prefer¨ªan mirar al norte (Carelia, el Bohusl¨¢n sueco, Hedeby) y hacia las supuestas antiguas tierras de origen de los arios que les obsesionaban, como el T¨ªbet, adonde Himmler envi¨® la famosa expedici¨®n capitaneada por Ernst Sch?fer. La Ahnenerbe (Herencia Ancestral) de las SS y la Amt Rosenberg practicaron arqueolog¨ªa ¨¤ la nazi, es decir con finalidades ideol¨®gicas y propagand¨ªsticas y que en general eran puro desatino. El Antiguo Egipto era un campo que no les atra¨ªa a los nazis. Algunas ideas de esa civilizaci¨®n, como el poder del fara¨®n, la preminencia militar o la centralidad del Estado les pod¨ªan interesar, pero en general los antiguos egipcios eran definitivamente un pueblo no ario y con creencias, aunque anteriores al detestado judeocristianismo, demasiado abigarradas para la mentalidad nacionalsocialista.
A Akenat¨®n, por ejemplo, egipt¨®logos pro-nazis como Wolf y Herman Kees, lo denostaron por poseer rasgos contrarios a la idea de la raza superior. Akenat¨®n, sin embargo, como explica Dominic Montserrat en el apasionante Akhenat¨®n, historia, fantas¨ªa y el Antiguo Egipto (Dilema 2022), sufri¨® tambi¨¦n un intento de apropiaci¨®n por parte de algunos sectores antisemitas y neopaganos que incluso trataron de verle un componente ario, estimulados por la imagen occidentalizada del fara¨®n que construyeron egipt¨®logos fascinados con el personaje como James Henry Breasted y Arthur Weigall. Gustaba el ingrediente de pureza de su culto al sol y la relaci¨®n que establec¨ªa como l¨ªder espiritual de su pueblo.
De hecho, lo contempl¨® como prefiguraci¨®n del F¨¹hrer la devota de Hitler, simpatizante nazi, te¨®sofa y esp¨ªa Savitri Devi (1905-1982, en realidad francesa de or¨ªgenes griegos). Pero el propio Hitler dif¨ªcilmente se identificar¨ªa a s¨ª mismo con un personaje como el fara¨®n de Amarna, que le interesaba tanto a Freud y cuya interpretaci¨®n fue tan significativa para la historia del psicoan¨¢lisis. Por no hablar del aspecto grotesco de sus representaciones. Adolf Hitler era m¨¢s del emperador Barbarroja Hohenstaufen y de Federico el Grande. Sin embargo, el l¨ªder nazi fue un inesperado defensor del busto de Nefertiti. Cuando Goering y otros mandatarios del Reich se mostraron partidarios de devolver la escultura a Egipto para favorecer las relaciones, Hitler sali¨® al paso declarando tajantemente que ¡°lo que el pueblo alem¨¢n tiene lo conserva¡± (por suerte Indy le birl¨® el Arca). Dijo que hab¨ªa contemplado el busto muchas veces y que siempre le maravillaba, y que uno de sus sue?os era instalar a Nefertiti en un nuevo museo egipcio en Berl¨ªn con una sala bajo una gran b¨®veda s¨®lo para ella. Es curioso pensar que le gustar¨ªa c¨®mo se encuentra ahora.
Hitler no estuvo nunca en Egipto, pero s¨ª Joseph Goebbels, que hizo un sonado viaje rel¨¢mpago al pa¨ªs del Nilo en 1939, cinco meses antes de declararse la Segunda Guerra Mundial. El ministro de Propaganda lleg¨® al aeropuerto de El Cairo el 6 de abril a bordo de un Focke-Wulf C¨®ndor procedente de Rodas donde estaba de vacaciones. La visita, etiquetada como privada, provoc¨® el entusiasmo de la colonia alemana y puso bastante nerviosos a los brit¨¢nicos, y no digamos a los jud¨ªos que viv¨ªan en Egipto. Goebbels se aloj¨® en el Mena House, ofreci¨® una recepci¨®n en la Casa Alemana en Boulak y una comida en la delegaci¨®n de su pa¨ªs y, para lo que nos importa, visit¨® las pir¨¢mides de Giza, la necr¨®polis de Saqqara y el Museo Egipcio ¡ªaparte de recorrer, como todo turista, los mercados de Khan al-Khalili, donde compr¨® varias cosas para su mujer Magda (seguramente para hacerse perdonar tantas aventuras con actrices)¡ª.
Durante la visita a la Gran Pir¨¢mide le expres¨® (seg¨²n las informaciones de prensa de la ¨¦poca) a su gu¨ªa el mencionado y c¨¦lebre profesor Herman Junker, a la saz¨®n director del Deutsches Institut, su profunda admiraci¨®n por la civilizaci¨®n del Antiguo Egipto, y lo volvi¨® a hacer ante los objetos de oro de la tumba de Tutankam¨®n en el museo de El Cairo. Incluso protagoniz¨® un exaltado paseo en camello a la luz de la luna por las pir¨¢mides (algo que hubiera desaprobado Hitler, que alababa de Rommel que no sucumbiera a la tentaci¨®n de subirse a un dromedario y evitara as¨ª la indecorosa foto pintoresca: el mariscal deb¨ªa ir siempre en un blindado). No obstante, Goebbels no mostr¨® el mismo entusiasmo por el Antiguo Egipto que el que puso de manifiesto al visitar Grecia en 1936 (Atenas, Delfos, y diversas excavaciones) y admirar las grandes realizaciones de los griegos (en la Acr¨®polis sinti¨® estar en uno de ¡°los sitios m¨¢s nobles del arte n¨®rdico¡±). En Egipto incluso compar¨® negativamente el esfuerzo ¡°in¨²til¡± de construir las pir¨¢mides o la Esfinge con el ¡°socialmente provechoso¡± de las autopistas del III Reich de Hitler o la funcionalidad de la Nueva Canciller¨ªa dise?ada por Speer.
Un ¨²ltimo detalle curioso: uno de los personajes que se enfrentaron a Hitler y del que se dice que era una verdadera bestia negra para el l¨ªder nazi fue un egipt¨®logo, el brit¨¢nico John Pendlebury, que hab¨ªa sido director de las excavaciones en Amarna y luego fue nombrado vicec¨®nsul en Creta como cobertura de su trabajo en la inteligencia militar para enfrentar la invasi¨®n nazi de la isla, durante la que fue fusilado por los paracaidistas alemanes.
Ah, y no ser¨ªa justo, aunque no fuera egipt¨®logo ni estrictamente nazi, olvidarse del conde Alm¨¢sy. El personaje real que inspir¨® El paciente ingl¨¦s, el explorador h¨²ngaro L¨¢szlo Alm¨¢sy, realiz¨® operaciones especiales para el ej¨¦rcito alem¨¢n en el desierto durante la Segunda Guerra Mundial, llev¨® dos esp¨ªas tras la l¨ªneas enemigas y nunca dej¨® de buscar bajo las arenas egipcias, en parte con gasolina de Rommel, el ej¨¦rcito perdido del rey persa Cambises.