Cory Doctorow, la ciencia ficci¨®n como arma frente al metaverso: ¡°No somos libres y no lo sabemos¡±
El escritor y activista lucha publica nuevo libro y alerta de la imposici¨®n de una realidad por defecto controlada por ¡°las ¨¦lites de siempre¡±
Escribe en un garaje. Quiere estar a salvo de todas las miradas. Tambi¨¦n de las virtuales. Cory Doctorow (Toronto, 51 a?os), escritor de ciencia ficci¨®n, zuckervegan y activista en favor de los derechos digitales, no puede creerse que el resto del mundo viva como si no fuera una colecci¨®n de datos que est¨¢ siendo comprada y vendida a sus espaldas todo el tiempo. ¡°No somos libres y no lo sabemos¡±, sentencia el escritor, para quien Mark Zuckerberg y su conglomerado virtual ¡ªsu metaverso en ciernes¡ª a la cabeza pisotea sin descanso un nuevo tipo de derechos humanos de los que no se habla lo suficiente. ¡°Puede haber cambios en el mundo, pero, de fondo, hay una corriente que no controlamos, que est¨¢ imponiendo una realidad por defecto, que intenta reimponer aquello contra lo que se est¨¢ luchando mientras nos mantiene entretenidos¡±, dice.
Si el nombre de su hija ¡ªPoesy Emmeline Fibonacci Nautilus Taylor Doctorow¡ª es casi tan interminable como el del protagonista de su ¨²ltima novela, la poderosa y dist¨®pica Walkaway (Capit¨¢n Swing), un jugoso cruce entre Bret Easton Ellis, Douglas Coupland y Dave Eggers, es porque quiere poder despistar a los coleccionistas de datos tanto como le sea posible. ¡°Cu¨¢nto m¨¢s largo es tu nombre, m¨¢s irrastreable te vuelves. De alguna forma, con un nombre as¨ª, est¨¢s hackeando el sistema. Est¨¢s complic¨¢ndole las cosas a todos esos hombres blancos, heterosexuales, ricos, las ¨¦lites de siempre, que siguen detr¨¢s de todo aquello que hoy consideramos el mundo¡±, dice Doctorow, quien recuerda ¡ªdesde su casa en Los ?ngeles, a trav¨¦s de una videollamada¡ª que son los mecanismos del sistema los que acaban decidiendo, por ejemplo, qu¨¦ es y qu¨¦ no es una familia ¡°cuando solo tienen en cuenta a aquellas que ellos consideran como tal¡±.
As¨ª, explica, cuando el Foro DVD ¡ªuna organizaci¨®n fundada en 1995 que inclu¨ªa a empresas de hardware, software, medios de comunicaci¨®n y el mism¨ªsimo Hollywood¡ª decidi¨® en qu¨¦ televisiones se instalaban las placas ¡°esp¨ªa¡± para descubrir qu¨¦ contenidos deb¨ªan favorecerse, prioriz¨® o ¡°directamente solo incluy¨® familias de al menos cuatro miembros, que viv¨ªan en, por ejemplo, Londres, y pod¨ªan permitirse una pantalla en el coche¡±. ¡°Si has nacido en Manila y tienes un hijo construyendo un estadio en Qatar, lo que ves en televisi¨®n no importa lo m¨¢s m¨ªnimo para ellos, porque no te consideran una familia¡±, a?ade. ¡°Hay gente decidiendo qu¨¦ es y qu¨¦ no es cierto en nuestra vida a partir de datos que extraen de forma il¨ªcita, y que refuerzan una idea del mundo que va en sentido contrario a la que se intenta construir¡±, dice tambi¨¦n.
Por eso es tan importante tomar conciencia, asegura. En Walkaway ocurre que Hubert Vernon Rudolph Clayton Irving Wilson ¡ªy as¨ª hasta completar los 21 nombres que tiene el protagonista de la historia, m¨¢s conocido como Etc¨¦tera precisamente por eso¡ª y su mejor amigo, Seth, deciden unirse a Natalie, una rica heredera inevitablemente rebelde ¡ªse conocen en una fiesta comunista, porque eso es lo ¨²nico que queda del comunismo en ese futuro aparentemente perfecto: fiestas pretendidamente solidarias¡ª, y abandonar lo que se conoce como ¡°la sociedad por defecto¡±. El mundo que imagina Doctorow es tan parecido al nuestro que podr¨ªa no ser otro, o ser el mismo, pero sutilmente sofisticado. Es decir, los restaurantes adaptan autom¨¢ticamente sus cartas al gusto del cliente, y todo se ¡°imprime¡±, no se ¡°fabrica¡±: las impresoras 3D hacen todo el trabajo.
Las impresoras est¨¢n, por supuesto, teledirigidas por una inteligencia artificial que, si es capaz de radiografiar a sus clientes, es porque no es m¨¢s que una de esas colecciones de datos. Salir de una sociedad as¨ª solo puede hacerse si se empieza a caminar y alejarse de los centros de poder ¡ªy de todo aquello que te ata al sistema¡ª, si te conviertes en lo que se ha dado en llamar andantes, suerte de beatniks, o supervivientes de una realidad dist¨®pica que niega la propia realidad: lejos de esas pobladas y controladas urbes hay un desierto, en el que, las consecuencias devastadoras del cambio clim¨¢tico, impiden que crezca nada. Pero donde todo lo que existe es real, como sol¨ªa serlo. Y es aqu¨ª donde la obra de Doctorow apunta y dispara en la misma direcci¨®n y con el mismo efecto que lo hicieron en su momento los cl¨¢sicos de Aldous Huxley y Ursula K. Le Guin.
¡°Se me acusa de ludita, y a los luditas se les acusaba de algo que nada ten¨ªa que ver con ellos. No es que estuvieran en contra de los avances tecnol¨®gicos, estaban en contra del uso que se hac¨ªa de ellos. De que pudiera eliminarse la infancia, como se hizo, porque se pod¨ªa poner a trabajar a ni?os, gracias a las m¨¢quinas. No estoy en contra de la tecnolog¨ªa. Cuando recuerdo cu¨¢nto tardaba en empapelar el barrio de octavillas para luchar a favor de algo cuando era joven, no puedo creerme que baste con un clic hoy en d¨ªa para que el mundo entero pueda enterarse de lo que has puesto en marcha. Pero necesitamos un equilibrio. Los cambios solo ser¨¢n reales si actuamos de forma anal¨®gica. Es decir, el mundo digital debe ser un mundo de encuentro, pero debemos seguir en la calle. Es lo anal¨®gico lo que produce el cambio¡±, expone.
Pese a su zuckerveganismo ¡ªesto es, no usa ninguna tecnolog¨ªa que pertenezca al creador de Facebook porque Mark Zuckerberg, dice, ¡°no respeta nuestros derechos digitales¡±¡ª, se confiesa adicto a Twitter. ¡°Es un error no tener en cuenta las relaciones virtuales. ?Nos salvaron durante la pandemia! No podemos negar que han hecho nuestra vida m¨¢s f¨¢cil. Mi mujer y yo nos conocimos cuando ella viv¨ªa a¨²n en Londres y yo ya estaba en Canad¨¢. Parte de nuestra relaci¨®n, al principio, se desarroll¨® de forma virtual. La tecnolog¨ªa tiene un potencial enorme, es la forma en que estamos siendo usados mientras la utilizamos lo que no est¨¢ bien. ?O no tiene sentido que estemos ahorrando combustible porque ya no tenemos que reunirnos f¨ªsicamente en ning¨²n lugar? Deber¨ªamos tomar conciencia, eso es todo¡±, insiste.
Devoto de Judith Merril, la escritora de ciencia ficci¨®n que le hizo amar el g¨¦nero ¡ª un aut¨¦ntico hurac¨¢n creativo, impulsora de publicaciones y talleres literarios en su Toronto natal¡ª, Doctorow considera que ¡°la ¨²nica forma de ganar una batalla ideol¨®gica es extinguiendo la imaginaci¨®n, y eso es lo que est¨¢ intentando el neoliberalismo a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa¡±. ¡°Si he querido ser escritor de ciencia ficci¨®n desde el principio es porque creo que el g¨¦nero presenta alternativas, y es el ¨²nico que lo hace, al mundo en el que vivimos. Nos dice que las cosas podr¨ªan ser de otra forma¡±, dice. Y pese a todo, se muestra optimista. ¡°Mi hija de 15 a?os sabe que el sistema no puede ofrecerle nada y, como ella, lo saben el resto de los chavales. Ninguno de ellos tiene futuro en el sistema de hoy, y esto es lo que las ¨¦lites no han entendido a¨²n y lo que puede derrotarles¡±, concluye, esperanzado.
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