Las cinco m¨¢scaras de Milan Kundera
Negarse a hablar de s¨ª mismo no era una actitud moral, ni una postura de orgullosa retirada, sino un rechazo novelesco al despotismo de los medios de comunicaci¨®n
El ¨¦xito de un autor suele ir acompa?ado de malentendidos cada vez m¨¢s numerosos sobre ¨¦l. Despu¨¦s del ¨¦xito mundial de La insoportable levedad del ser, no dejaron de surgir incomprensiones. De todo el mundo llegaban solicitudes de entrevistas y sus palabras sol¨ªan tergiversarse. La leyenda del disidente de Praga amenazaba con eclipsar su obra, que ¨¦l hab¨ªa intentado proteger de los bi¨®grafos con su constante labor de traducci¨®n y edici¨®n. Su seminario en la EHESS, la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Par¨ªs, estaba siempre lleno de periodistas e intelectuales necesitados de un maestro pensador. Uno de ellos me dijo al salir de un seminario: ¡°?Podr¨ªa ser el nuevo Sartre!¡±.
Hab¨ªa que tomar una decisi¨®n, que consisti¨® en un neologismo: ¡°beckettizarse¡±, una alusi¨®n a la negativa de Samuel Beckett a aparecer en p¨²blico. Y eso es lo que hizo a partir de 1986. Se acabaron las entrevistas. Se acabaron las fotos. Su seminario estaba reservado a una veintena de alumnos, que yo me encargaba de seleccionar en funci¨®n de sus trabajos. A partir de 1986, mi funci¨®n de asistente consisti¨® muchas veces, m¨¢s que en ¡°ayudar¡± a Kundera, en ahuyentar a las personas molestas.
En vez de aplacar los comentarios, su retirada voluntaria de la escena p¨²blica solo sirvi¨® para alimentar las sospechas. Uno no desaparece porque s¨ª, insinuaron sus detractores. ?Tendr¨ªa algo que ocultar? Tras mucho buscar, en 2008 encontraron, por fin, un informe de la polic¨ªa comunista de Praga de 1950, en el que se le acusaba de haber sido un delator cuando ten¨ªa 18 a?os. Un juicio kafkiano en forma de anacronismo. Yasmina Reza, en Le Monde, lo defendi¨®: ¡°Es dif¨ªcil que se perdone a un hombre por ser grande e ilustre. Pero menos a¨²n, si re¨²ne estas cualidades, por guardar silencio. En el imperio del ruido, el silencio es una ofensa. Cualquiera que no se preste a revelarse, a alguna forma de contribuci¨®n p¨²blica aparte de la obra, es una figura molesta y un objetivo prioritario¡±.
Para Kundera, negarse a hablar de s¨ª mismo no era una actitud moral, ni una postura de orgullosa retirada, sino un rechazo novelesco al despotismo de los medios de comunicaci¨®n, una estrategia destinada a poner en primer plano las obras, la vida de las formas literarias, y no la de los autores. Negarse a hablar de s¨ª mismo era la ¨²nica reacci¨®n posible a la tendencia de la mayor¨ªa de los cr¨ªticos literarios y los bi¨®grafos a estudiar al escritor, su personalidad, sus opiniones pol¨ªticas y su vida privada, en vez de estudiar sus obras. ¡°La aversi¨®n a tener que hablar de uno mismo¡± era, en su opini¨®n, el rasgo fundamental del talento del novelista.
Se ha hablado y escrito tanto sobre Milan Kundera que, en muchas ocasiones, el ruido en torno a su vida ha ocupado a menudo el lugar de sus novelas. Los periodistas, esos grandes informadores sobre almas ajenas, no han dejado de perseguirlo, de seguir sus pasos de Brno a Praga y de Rennes a Par¨ªs, de rebuscar supuestos secretos tras la puerta cerrada de la intimidad, como si las novelas no fueran suficientes por s¨ª solas y hubiera que apoyarlas en una biograf¨ªa, colgarlas en un muro de celebridades.
Hay dos maneras de abordar el fen¨®meno Kundera. La primera es biogr¨¢fica y consiste en se?alar las diferentes etapas de su vida, que, a trav¨¦s de una serie de pruebas, le llevaron desde las ilusiones l¨ªricas de su juventud hasta la madurez desencantada de la edad adulta. Es la novela de formaci¨®n de un joven escritor seducido y despu¨¦s decepcionado por la revoluci¨®n comunista de 1948, que culmin¨® en la Primavera de Praga de los a?os sesenta y la ocupaci¨®n sovi¨¦tica de 1968.
En la primera perspectiva se suceden tres escritores, tres Milan Kundera, uno dentro de otro como unas mu?ecas rusas: el joven poeta, compa?ero de viaje del comunismo en 1948; el intelectual org¨¢nico de la Primavera de Praga en los a?os sesenta; y, despu¨¦s de la ocupaci¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia en 1968, el opositor a la normalizaci¨®n, al que se excluye de la vida p¨²blica y se obliga a exiliarse en los a?os setenta (se instal¨® en Rennes en 1975 y en Par¨ªs cuatro a?os m¨¢s tarde). Despu¨¦s de la ocupaci¨®n sovi¨¦tica, Kundera escribi¨® tres novelas: El libro de los amores rid¨ªculos, La vida est¨¢ en otra parte y La despedida, que, junto con La broma, forman el grupo de novelas escritas en Praga. Luego lleg¨® el exilio y Kundera volvi¨® a desdoblarse en el hombre del Este y el disidente, el exiliado ap¨¢trida, privado de su ciudadan¨ªa por el r¨¦gimen comunista, y el escritor ¡°asimilado¡± a quien el presidente Mitterrand concedi¨® la nacionalidad y que escribi¨® sus primeros ensayos y todas sus novelas posteriores en franc¨¦s.
Por consiguiente, si hacemos caso a los bi¨®grafos, no hay un solo Milan Kundera sino cinco, cinco m¨¢scaras que muestran su efigie. ?Qu¨¦ otra cosa vamos a pensar de este reparto de papeles sino lo que dijo el propio Kundera sobre uno de sus personajes?: ¡°Cuando echaba la vista atr¨¢s, su vida carec¨ªa de coherencia: lo ¨²nico que encontraba eran fragmentos, elementos aislados, una sucesi¨®n incoherente de cuadros¡ El deseo de justificar a posteriori una serie de acontecimientos dispersos supon¨ªa una falsificaci¨®n que pod¨ªa enga?ar a los dem¨¢s, pero no a ¨¦l¡±. Y yo reflexiono: ?no es precisamente eso la biograf¨ªa? ?Una l¨®gica artificial que se impone en una ¡°sucesi¨®n incoherente de cuadros¡±?
Pero hay otro enfoque posible, que no se llena de detalles biogr¨¢ficos y se centra en lo fundamental, que empieza in medias res, con arreglo al ¡°arte de la elipsis¡± que Kundera consideraba esencial en la composici¨®n novel¨ªstica. Es un enfoque ¡°fenomenol¨®gico¡±, aunque Kundera, a quien molestaban las etiquetas filos¨®ficas, habr¨ªa rechazado sin duda la palabra y habr¨ªa preferido un enfoque que habr¨ªa calificado de problem¨¢tico, es decir, empe?ado en describir y hacer comprensible un conjunto de problemas relativos a la obra y no a la vida del novelista.
Es imposible comprender el papel y el lugar de Kundera en el Par¨ªs de los a?os ochenta sin tener en cuenta el contexto literario e intelectual de la ¨¦poca: la crisis del marxismo, el fin de los grandes relatos y el declive de la figura del intelectual comprometido, materializado en la muerte y el entierro de Sartre, el 15 de abril de 1980. Fue aquel un momento crucial que nos ayuda a comprender su estrategia como escritor: ¡°?El 50 % del talento de un escritor est¨¢ en su estrategia!¡±, me confi¨® durante mi primera entrevista con ¨¦l, en diciembre de 1981. Aquel instante coincidi¨® con su llegada a Par¨ªs, cuando su obra sal¨ªa gradualmente del ¨¢mbito literario checo o centroeuropeo (lo que ¨¦l llamaba el peque?o contexto) y escapaba as¨ª a los problemas de la disidencia, que iban a perder su atractivo con la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. El fin de la historia, el fin de las ideolog¨ªas y de los grandes relatos de emancipaci¨®n.
Podr¨ªamos decir que ese instante fue el del impasse narrativo, el comp¨¢s de espera entre dos siglos: el siglo XX, que lleg¨® a su fin en 1989, y el siglo XXI, que, seg¨²n los medios de comunicaci¨®n, no comenz¨® hasta el 11 de septiembre de 2001. Es en ese momento cuando, parad¨®jicamente, las obras de Kundera, sus novelas y ensayos, escritos sobre todo en checo o en franc¨¦s, cobran el sentido de un retorno a la novela, una gran recapitulaci¨®n, un gran instante retrospectivo, retroeuropeo: como escribi¨® en El arte de la novela, ¡°europeo es quien siente nostalgia de Europa¡±.
Christian Salmon es escritor franc¨¦s, autor de Storytelling, La ceremonia can¨ªbal y La era del enfrentamiento. Entre 1982 y 1988 fue asistente de Milan Kundera en el EHESS de Par¨ªs.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.