El humor frente a la Europa de los v¨¢ndalos
La idea de no tomarse las cosas en serio y escapar de la gravedad es una alternativa sensata cuando la cultura, como alguna vez quiso Milan Kundera, ha dejado de ser ya el referente del viejo continente
?De qu¨¦ est¨¢ hecha la Europa de hoy, hacia d¨®nde camina? La pregunta es pertinente: los que se est¨¢n batiendo en Ucrania para frenar la invasi¨®n de la Rusia de Putin lo est¨¢n haciendo porque quieren formar parte de Europa y, de alguna manera, luchan hasta morir para proteger a esa Europa que todav¨ªa les resulta lejana, esquiva. Milan Kundera recordaba en un art¨ªculo publicado en los ochenta una situaci¨®n parecida. Cuando los tanques rusos invadieron Hungr¨ªa en 1956, y poco antes de que la artiller¨ªa aplastara su despacho, el director de la agencia de prensa de ese pa¨ªs lanz¨® al mundo una llamada desesperada que terminaba con estas palabras: ¡°Moriremos por Hungr¨ªa y por Europa¡±.
Es lo que est¨¢ pasando hoy. Moriremos por Ucrania y moriremos tambi¨¦n por Europa. Y est¨¢n muriendo. ?Pero a qu¨¦ se refieren cuando hablan de Europa, en qu¨¦ est¨¢n pensando? Muchos encontrar¨¢n trasnochado a Kundera si leen las dos piezas que se han rescatado ahora en el volumen Un Occidente secuestrado y en las que, de alguna manera y aunque fueran escritas en 1967 y en 1983, responde a esa pregunta, a qu¨¦ Europa aspiraban los que, por ejemplo, se lanzaron a las calles de Budapest para cortarles el paso a los tanques que llegaban para imponer la brutal ortodoxia comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Kundera mira hacia atr¨¢s y resume as¨ª la querencia de aquellos a?os ¡ªtambi¨¦n en Checoslovaquia y Polonia hubo revueltas, y tambi¨¦n fueron reprimidas violentamente¡ª: ¡°Europa central quer¨ªa ser la imagen condensada de Europa y de su variada riqueza, una peque?a Europa archieuropea, modelo miniaturizado de la Europa de las naciones concebida en esta regla: la m¨¢xima diversidad en el m¨ªnimo espacio¡±. Y se preguntaba: ¡°?C¨®mo pod¨ªa no horrorizarle Rusia, que, frente a ella, se basaba en la regla contraria, la de la m¨ªnima diversidad en el m¨¢ximo espacio?¡±.
Esa Europa central era un mito que apuntaba a una ¨¦poca de sofisticaci¨®n y tolerancia, amiga de lo marginal y lo transitorio, que reconoc¨ªa la enorme ambig¨¹edad que hay en los prop¨®sitos y proyectos y sue?os, y en las propias identidades (siempre mestizas), y que valoraba la lentitud para detenerse en los detalles y en lo superfluo. Esa Europa central est¨¢ hoy muerta y no hay seguramente nadie que la reclame en las trincheras de Ucrania. La Europa de hoy todav¨ªa sigue siendo m¨¢s diversa que la Rusia de Putin, pero est¨¢ envenenada por otra figura que Kundera retrat¨® as¨ª en su texto de los sesenta: ¡°El v¨¢ndalo es la orgullosa estrechez de esp¨ªritu que se basta a s¨ª misma y que est¨¢ dispuesta a reclamar sus derechos en cualquier momento¡±. Esto es hoy, por desgracia, lo corriente: la afirmaci¨®n de una identidad rotunda, que se reclama a s¨ª misma como v¨ªctima y que exige con insistencia qu¨¦ hay de lo m¨ªo.
As¨ª que est¨¢n muriendo en Ucrania para salvar a Europa y, si lo consiguen, ?descubrir¨¢n que solo existe ah¨ª estrechez de miras y exigencias inmediatas? Un personaje de una novela posterior de Kundera, La fiesta de la insignificancia, de 2014, ten¨ªa ya olvidada la cultura de la vieja Europa central como horizonte y rebaj¨® sus aspiraciones. ¡°Comprendimos desde hace mucho que ya no era posible subvertir el mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia delante. Solo hab¨ªa una resistencia posible: no tomarlo en serio¡±. Huir de la gravedad, recuperar el humor.
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