Ferrocarril subterr¨¢neo rumbo al Sur: la desconocida historia de los esclavos que hu¨ªan a M¨¦xico
La historiadora Alice Baumgartner vincula el estallido de la Guerra de Secesi¨®n estadounidense con la abolici¨®n de la esclavitud en el vecino del sur. ¡°La alianza de Lincoln y Ju¨¢rez contribuy¨® a estrangular a la Confederaci¨®n¡±, dice en una entrevista
El patr¨®n del Metacomet descubri¨® la deserci¨®n de los hermanos Frisby, George y James, cuando en el verano de 1857 el barco de vapor estaba listo para regresar de Veracruz a Nueva Orleans a por m¨¢s algod¨®n. El tipo dio aviso a la polic¨ªa, pero se guard¨® un dato: los Frisby eran negros, propiedad de un plantador de Luisiana, y, seg¨²n la Constituci¨®n reci¨¦n aprobada, cualquier esclavo se convert¨ªa en un hombre libre con solo poner un pie en M¨¦xico, cuyo Congreso hab¨ªa abolido la servidumbre humana en 1837. A George lo apresaron r¨¢pido. James supo esconderse mejor, pero sobre todo acert¨® al contar su historia a las autoridades cuando al fin dieron con ¨¦l. Por eso, no lo enviaron de vuelta al Metacomet, pese a la queja formal del embajador estadounidense.
La de los Frisby es una de las muchas historias humanas que la joven historiadora estadounidense (naci¨® en 1987) Alice L. Baumgartner, profesora de la Universidad del Sur de California, relata con pulso narrativo y empat¨ªa en South to Freedom (Sur hacia la libertad, cuyo subt¨ªtulo dice: ¡°Esclavos fugitivos a M¨¦xico y el camino que llev¨® a la Guerra Civil¡±). El ensayo revela que tambi¨¦n hubo un ferrocarril subterr¨¢neo (underground railroad) en el sur de Estados Unidos, una red de casas y personas que ayudaban a los fugitivos en su huida hacia M¨¦xico en busca de la libertad desde los estados esclavistas de Texas o Luisiana y, en menor medida, Carolina del Norte. Adem¨¢s, el libro analiza de una forma novedosa c¨®mo la decisi¨®n de erradicar la esclavitud precipit¨® las discusiones en el vecino del norte que acabaron desembocando en la Guerra de Secesi¨®n.
La ruta del sur no goz¨® de tanta fama como la del norte y fue menos transitada: Baumgartner calcula que si la frontera con M¨¦xico la cruzaron de tres a cinco mil fugitivos esclavizados, entre 30.000 y 100.000 atravesaron la l¨ªnea Mason-Dixon, divisi¨®n geogr¨¢fica y mental que separa a la altura de Pensilvania las dos Am¨¦ricas que se enfrentar¨ªan entre 1861 y 1865.
¡°Era m¨¢s f¨¢cil arriba. Quienes part¨ªan de los estados esclavistas m¨¢s al norte, Maryland, Virginia o Delaware, contaron con mejor ayuda, pero tambi¨¦n les aguardaba un peor porvenir¡±, explic¨® recientemente la historiadora en la elegante biblioteca del Instituto Cultural Mexicano en Washington, donde el d¨ªa anterior habl¨® sobre su libro como parte de los actos de conmemoraci¨®n del bicentenario de las relaciones diplom¨¢ticas entre M¨¦xico y Estados Unidos. ¡°En el colegio, todos conoc¨ªamos a [la l¨ªder antiesclavista] Harriet Tubman y el mito de una ruta de casas con velas encendidas en las que las personas esclavizadas pod¨ªan refugiarse. Ese mito dice que era una red formada fundamentalmente por blancos, cuando tambi¨¦n hubo negros libres que fueron esenciales. Esas ideas han sido revisadas en los ¨²ltimos tiempos¡±.
Fueran en la direcci¨®n que fueran, les esperaban el racismo y el riesgo de ser secuestrados. En M¨¦xico, adonde llegaban con permisos falsificados de sus due?os, se hac¨ªan pasar por blancos con pelucas falsas o montaban caballos robados, ten¨ªan dos opciones: sumarse a las colonias militares que defend¨ªan la frontera del Nordeste de las incursiones de los indios o integrarse en lo m¨¢s bajo de la fuerza laboral. ¡°Hay pruebas en los archivos de que algunos fueron capaces de reclamar tierra y la ciudadan¨ªa. Eso no pasaba en el norte, donde disfrutaban de lo que [el escritor y pol¨ªtico] Frederick Douglass defini¨® como ¡®una dudosa libertad¡¯. En la lucha entre el derecho a la propiedad y el derecho a la libertad tendi¨® a imponerse el primero incluso en las zonas antiesclavistas de Estados Unidos. Exist¨ªa el debate sobre si los descendientes de africanos pod¨ªan ser considerados ciudadanos en absoluto¡±, explica.
Baumgartner empez¨® a escribir su ensayo en 2012, sin saber que contar¨ªa con la ayuda del autor Colson Whitehead, que en 2017 sac¨® el ferrocarril subterr¨¢neo de los manuales de historia para instalarlo en la cultura popular con una novela hom¨®nima (publicada en espa?ol por Literatura Random House), que le vali¨® su primer Pulitzer y que luego adaptar¨ªa en una serie Barry Jenkins (Prime Video). La historiadora se hab¨ªa decidido por el tema a partir del caso de Hait¨ª; tras hacer la revoluci¨®n contra los franceses, el pa¨ªs tumb¨® la esclavitud en 1804, y promulg¨® en 1819 una ley que daba la libertad a quien pusiera un pie en su territorio. Eso provoc¨® turbulencias en los pa¨ªses vecinos. As¨ª que Baumgartner indag¨® en las consecuencias que tuvo en Estados Unidos la decisi¨®n de M¨¦xico de abolir la servidumbre, sobre todo tras la conquista de Texas en la guerra de 1848. ¡°En 1837, el Congreso prohibi¨® la esclavitud en todo el pa¨ªs. Esta pol¨ªtica de abolici¨®n elev¨® la moral entre los mexicanos, galvaniz¨® el apoyo internacional para el pa¨ªs¡±, escribe en el libro. ¡°Sin esa decisi¨®n, que puso nerviosos a los propietarios de esclavos¡°, aclar¨® en la entrevista, ¡°tal vez nunca se habr¨ªa dado la Revoluci¨®n de Texas, y qui¨¦n sabe si ese territorio seguir¨ªa siendo hoy mexicano. Estoy de acuerdo con [el historiador] Enrique Krauze, cuando dice que a los pecados originales de mi pa¨ªs, la esclavitud y el genocidio del pueblo ind¨ªgena, hay que sumar un tercero: la usurpaci¨®n de esos territorios mexicanos¡±.
La uni¨®n de esos puntos es tal vez la gran aportaci¨®n del libro, que toma un camino poco transitado: contar la historia de ambos pa¨ªses como un relato interconectado. ¡°A muchos les sorprendi¨® cuando lo publiqu¨¦; les costaba admitir que M¨¦xico hubiera tenido un papel en los debates estadounidenses de la ¨¦poca sobre la esclavitud¡±.
¡®Bad hombres¡¯
Fue, explica, otra expresi¨®n de la condescendencia con la que sus compatriotas acostumbran a mirar al sur. ¡°Hubo muchos momentos al revisar las fuentes del siglo XIX en los que no pod¨ªa evitar pensar en lo que cada d¨ªa ve¨ªa en las noticias. Por ejemplo, cuando [Donald] Trump empez¨® con la ret¨®rica de que los mexicanos eran bad hombres y violadores, o cuando dec¨ªa que har¨ªa que pagaran por el muro. Me record¨® a aquel pol¨ªtico estadounidense [Jacob W. Miller, congresista de Nueva Jersey], que dijo que M¨¦xico pagar¨ªa por la guerra contra Estados Unidos con su propio territorio. Me interes¨¦ por la historia del siglo XIX porque me parec¨ªa un lugar muy distinto de la vida moderna. Pero a veces resultan inquietantemente similares¡±.
Baumgartner explica que el virreinato de Nueva Espa?a fue siempre un lugar mucho m¨¢s diverso que Estados Unidos, y en cierto sentido, tambi¨¦n m¨¢s avanzado. ¡°Las diferencias demogr¨¢ficas explican las distintas aproximaciones al tema racial en ambos lugares. En 1810, hab¨ªa 10.000 esclavos en Nueva Espa?a, frente al mill¨®n aproximadamente de Estados Unidos¡±, recuerda. En el libro, lamenta que esa disparidad llevara a los historiadores de su pa¨ªs a concluir err¨®neamente que M¨¦xico aboli¨® en 1837 la servidumbre humana porque le era m¨¢s f¨¢cil, dado que su poblaci¨®n esclava estaba en declive. ¡°Creo que se tom¨® esa decisi¨®n por motivos humanitarios y pol¨ªticos, pero sobre todo se hizo con Texas en la cabeza, como una manera de parar los pies a los colonos¡±.
El libro, que llega hasta 1867, tambi¨¦n se detiene en las peripecias de algunos protagonistas del siglo XIX norteamericano. Como Vicente Guerrero, l¨ªder rebelde en la guerra de la independencia con Espa?a y descendiente de esclavos africanos que, durante su breve presidencia, aboli¨® la esclavitud por decreto en 1829. O Abraham Lincoln, que, siendo congresista, se opuso a la guerra de Texas, y Benito Ju¨¢rez, cuyas efigies destacan en el mural del Instituto Cultural de Washington, encargado a Roberto Cueva del R¨ªo por recomendaci¨®n de Diego Rivera.
¡°La alianza de Lincoln y Ju¨¢rez contribuy¨® a estrangular a la Confederaci¨®n¡±, considera Baumgartner. ¡°Y ah¨ª fue esencial la figura fascinante del diplom¨¢tico Mat¨ªas Romero, representante mexicano en Estados Unidos. Fue el primer enviado extranjero en felicitar a Lincoln tras lograr la presidencia. As¨ª empez¨® una interesante relaci¨®n entre ambos, recogida en sus cartas. Romero, desde el principio, vio algo que solo m¨¢s adelante Lincoln llegar¨ªa a ver: que M¨¦xico y Estados Unidos ten¨ªan el compromiso compartido con la igualdad y la libertad, y que eso podr¨ªa ser la base de la cooperaci¨®n entre los gobiernos de Ju¨¢rez y Lincoln¡±.
Aquel fue, considera la autora, uno de los momentos estelares de la relaci¨®n entre dos pa¨ªses separados (y unidos) por 3,200 kil¨®metros de frontera y condenados a entenderse. Una relaci¨®n que a¨²n define una socorrida frase atribuida inexactamente al presidente Porfirio D¨ªaz: ¡°Pobre M¨¦xico, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos¡±.
Babelia
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