Un ind¨ªgena llega moribundo a la choza de una curandera en lo profundo del Amazonas brasile?o. Ha huido de una mina que extrae oro en plena debacle econ¨®mica del r¨¦gimen militar, en 1974. La mujer le unta p¨®cimas, le da peque?os golpes en el est¨®mago con un racimo verde y escupe agua por todo el cuerpo, que no parece tener signos vitales. Al mismo tiempo que el cad¨¢ver desaparece, dejando solo sus pertenencias, entra en la habitaci¨®n un jabir¨², un ave de pico largo y de postura se?orial que parece haber recibido el ...

Un ind¨ªgena llega moribundo a la choza de una curandera en lo profundo del Amazonas brasile?o. Ha huido de una mina que extrae oro en plena debacle econ¨®mica del r¨¦gimen militar, en 1974. La mujer le unta p¨®cimas, le da peque?os golpes en el est¨®mago con un racimo verde y escupe agua por todo el cuerpo, que no parece tener signos vitales. Al mismo tiempo que el cad¨¢ver desaparece, dejando solo sus pertenencias, entra en la habitaci¨®n un jabir¨², un ave de pico largo y de postura se?orial que parece haber recibido el alma del indio. Historia y fantas¨ªa se dan la mano en esta escena de Eureka, la nueva pel¨ªcula del argentino Lisandro Alonso, que se proyecta esta semana en el festival de Gij¨®n ¡ªque finaliza el s¨¢bado¡ª y que forma parte de una nueva ola de filmes latinoamericanos que revisan el pasado doloroso de la regi¨®n ¨Ddictaduras, guerrillas, huella colonialista¨D con un giro de tuerca surreal, fant¨¢stico, surgido del realismo m¨¢gico.

La visi¨®n en versi¨®n fantaterror de la dictadura chilena contada con un Pinochet vampiro en El conde (2023), de Pablo Larra¨ªn; la conversaci¨®n entre un cineasta y Hern¨¢n Cort¨¦s en una secuencia de Bardo (2022), de Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu; un mes¨ªas revolucionario que vuelve de la muerte para liderar una secta durante la ocupaci¨®n estadounidense en Rep¨²blica Dominicana en Liborio (2021), de Nino Mart¨ªnez Sosa; la aparici¨®n de un ser mitol¨®gico en forma de mujer a unos extractores de chicle, durante la d¨¦cada de 1920, en la frontera entre M¨¦xico y Belice en Selva tr¨¢gica (2020), de Yulene Olaizola; la manifestaci¨®n de un espectro antes del genocidio, a finales del siglo XIX, de la tribu de los selknam en Tierra del Fuego (Chile), en Blanco en blanc (2019), de Theo Court; o los esp¨ªritus que alertan de la bonanza marimbera de los setenta en Colombia en P¨¢jaros de verano (2018), de Ciro Guerra y Cristina Gallego. El cine de Latinoam¨¦rica fusiona realidad y sobrenaturalidad para contar su pasado y rechaza la pel¨ªcula de ¨¦poca o el biopic. ¡°Lo fant¨¢stico, el quiebre espacio-temporal, me da elementos l¨²dicos para probar herramientas cinematogr¨¢ficas y agrandar el espectro como cineasta¡±, comenta a EL PA?S Lisandro Alonso, que estren¨® Eureka en Cannes y que llegar¨¢ a salas comerciales espa?olas en el segundo trimestre de 2024.

La producci¨®n cinematogr¨¢fica latinoamericana busca historias en su pasado porque mantiene heridas abiertas con la memoria. Entre ellas, la deuda pendiente de los cr¨ªmenes de los gobiernos militares ¨Dcon ejemplares soluciones en Argentina, pero a¨²n sin juzgar en pa¨ªses como Guatemala o Brasil¨D y la matanza impune de comunidades ind¨ªgenas en nombre de la ¡°modernidad¡±. ¡°Para que exista una reconciliaci¨®n se debe hablar de ese pasado traum¨¢tico que mucha poblaci¨®n y gobiernos no quieren ver o quieren borrar¡±, argumenta por videollamada Paul Schroeder Rodr¨ªguez, profesor de Cine Latinoamericano Documental en la Universidad de Amherst (Massachusetts) y autor del libro Una historia comparada del cine latinoamericano (Iberoamericana Vervuert, 2020). El ¨²ltimo cap¨ªtulo, uno de los dedicados al siglo XXI, se titula La memoria compartida, en el que escribe: ¡°Lo que ha venido ocurriendo en Am¨¦rica Latina en torno a la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica es un fen¨®meno regional (...) Un estudio de la memoria en el cine m¨¢s reciente tiene mucho que decirnos sobre estos procesos en la regi¨®n y nos ayuda a responder por qu¨¦ todav¨ªa ning¨²n pa¨ªs latinoamericano ha logrado encarar del todo los miedos y los mitos que aun generan sus traum¨¢ticos pasados¡±.

En la guatemalteca La llorona (2019), el director Jayro Bustamante recurre a una leyenda de terror local sobre el esp¨ªritu de una mujer que llora por sus hijos para rendir cuentas de la masacre contra los mayas quiches en los ochenta perpetrada por los militares. Un ficcionalizado Efra¨ªn Rios Montt, presidente de facto que orden¨® la muerte de m¨¢s de 200.000 ind¨ªgenas por considerar que ayudaban a las guerrillas comunistas en la guerra civil, es acechado por el fantasma de una de las madres que asesin¨® junto a sus hijos. Intenta hacer la justicia que el Estado no pudo. ¡°El genocidio es un tema que todav¨ªa provoca mucho dolor a los descendientes de los asesinados. Tratarlo de la manera m¨¢s realista posible era meter el dedo en la llaga. Sin embargo, al vestirlo como leyenda lo hice m¨¢s accesible para las v¨ªctimas; el realismo m¨¢gico me permit¨ªa contarlo de forma digerible¡±, asegura Bustamante.

El director chileno-espa?ol Theo Court retrata otra matanza ind¨ªgena en Blanco en blanco, la de los selknam, a finales del siglo XIX, a manos de latifundistas ingleses interesados en Tierra del Fuego. El exterminio es visto a trav¨¦s de los ojos de un fot¨®grafo contratado por un terrateniente ingl¨¦s. Antes de inmortalizar la matanza con su c¨¢mara de placas, se le aparece una entidad llena de plumas relacionada con los rituales de la comunidad. ¡°Me parec¨ªa contradictorio c¨®mo algo tan m¨¢gico como ese elemento pod¨ªa dar pie a la matanza, una especie de temor a lo que no conocemos y lo tenemos que aniquilar. No quer¨ªa hacer algo pegado a la realidad porque de alguna forma te constri?e como creador¡±, sostiene por videollamada Court.

La colombiana Cristina Gallego coincide en que tampoco pod¨ªa filmar una pel¨ªcula realista si lo que quer¨ªa era contar la visi¨®n de los protagonistas del auge del tr¨¢fico de la marihuana en P¨¢jaros de verano. Lo mismo le pas¨® al dominicano Nino Mart¨ªnez a la hora de abordar la resistencia frente a la invasi¨®n de los marines en Liborio. Tanto los way¨²u, en el caso de la primera, la tribu que experiment¨® la desdicha del narco en los setenta, como los liboristas, campesinos seguidores de un curandero/l¨ªder, en Liborio, tienen otra percepci¨®n del entorno. ¡°P¨¢jaros de verano pas¨® de ser un relato hist¨®rico a uno de realismo m¨¢gico cuando empezamos a regirnos por los c¨®digos de la cultura way¨²u, que es m¨¢gica, on¨ªrica y m¨ªstica¡±, explica Gallego. Mart¨ªnez comenta por su parte: ¡°Los liboristas, al igual que gran parte del campesinado en el Caribe, construyen la realidad de una forma distinta que los urbanos, que tenemos una mentalidad m¨¢s cartesiana y objetiva. No tienen una diferencia entre el mundo vivido y el so?ado¡±.

Historias ind¨ªgenas contadas por ind¨ªgenas

Al mostrar sus formas de percibir la vida, los pueblos ind¨ªgenas y comunidades originarias participan de estas pel¨ªculas no solo como actores naturales, sino en la construcci¨®n de su historia. En P¨¢jaros de verano se habla en wayunaiki todo el largometraje y fueron los relatos de la tradici¨®n oral los que le permitieron llegar al coraz¨®n de la historia, seg¨²n Gallego. Los m¨¢s de 300 figurantes en La llorona son mayas, que buscan justicia para sus antecesores y los practicantes del liborismo son parte de la pel¨ªcula de Mart¨ªnez.

Alonso convierte la reserva nativa de Pine Ridge en Estados Unidos y sus habitantes en el centro de la segunda de las tres historias que conforman Eureka. En la primera, un vaquero encarnado por Viggo Mortensen busca a su hija en el lejano oeste del siglo XIX. ¡°Quer¨ªa seguir con la tem¨¢tica de los nativos que ya estaba en mi anterior trabajo. Lo primero era saber qui¨¦n los retrato y se me vino a la cabeza el w¨¦stern. Despu¨¦s [en la segunda historia], llevo al p¨²blico a un lugar donde observa las consecuencias que tuvo esa colonizaci¨®n del oeste: una comunidad que vive encerrada, sin documentos ni ley, donde el promedio de vida es de 50 a?os y el ¨ªndice de suicidio, galopante¡±, comenta el bonaerense, que en su pasada pel¨ªcula, Jauja (2014), ya se inmiscu¨ªa en el pasado del continente con elementos de fantas¨ªa.

Schroeder Rodr¨ªguez puntualiza que las experiencias y visiones de los pueblos originarios han sido hist¨®ricamente contadas por otros. ¡°El cine indigenista, que surge con fuerza en los a?os treinta, pon¨ªa el foco sobre estas comunidades pero era contado por autores mestizos y criollos. Los llamaban ventr¨ªlocuos¡±, lamenta. Con la llegada del cine digital y su consiguiente democratizaci¨®n, continua, son ellos ahora los autores de sus propias pel¨ªculas que circulan en circuitos propios y son valoradas con sus propios criterios.

La colombiana Los reyes del mundo (2022), ganadora de la Concha de Oro, no se remonta a un episodio concreto de la regi¨®n del siglo XX. No obstante, refleja las consecuencias de un hecho hist¨®rico ¨Del conflicto armado colombiano¨D para retratar a las v¨ªctimas del desplazamiento forzado: cinco chicos de la calle buscan recuperar la tierra de la abuela de uno de ellos gracias a la Ley de V¨ªctimas y Restituci¨®n de Tierras. Los actores son naturales, provienen de entornos desfavorecidos y conflictivos, y manejan un lenguaje propio de las calles de Medell¨ªn. ¡°Seg¨²n las descripciones de los personajes seleccionamos actores naturales. Todos ellos vienen de estratos problem¨¢ticos y humildes¡±, recuerda la directora, Laura Mora, quien ahora se encuentra dirigiendo tres episodios de la serie Cien a?os de soledad.

Para Mora, el ¡°punto neur¨¢lgico¡± del conflicto en Colombia es el territorio. ¡°Ha habido una cantidad absurda de gente que ha perdido sus tierras a manos de terratenientes, de ¨¦lites o por el tema del narcotr¨¢fico. Cuando salieron los acuerdos de paz en 2016, en La Habana, uno de los temas m¨¢s dif¨ªciles fueron las tierras, un tema del que muy poca gente quiere hacerse cargo¡±, resalta. La pel¨ªcula est¨¢ llena de momentos on¨ªricos y m¨¢gicos, en los que la realidad se va mimetizando con lo hipn¨®tico de la naturaleza del Bajo Cauca.

Realismo m¨¢gico, un termino pol¨¦mico

A pesar de que tiene sus or¨ªgenes en la pintura posexpresionista alemana, el realismo m¨¢gico ha estado siempre relacionado con la ficci¨®n latinoamericana, principalmente en la literatura. Algunos consideran el t¨¦rmino como una etiqueta banalizadora y dirigida a la exportaci¨®n. Mart¨ªnez cree que la palabra magia no tiene un cariz positivo: ¡°Estas formas de entender las realidades que son distintas para otros yo no las denigrar¨ªa utilizando la palabra magia, porque conlleva un truco, un enga?o¡±. Court, por su parte, prefiere hablar de lo ¡°extra?o maravilloso¡± o ¡°extra?o cotidiano¡±.

Del otro lado, para Bustamante, m¨¢s all¨¢ de ser un movimiento art¨ªstico, el realismo m¨¢gico le parece una ¡°manera de vivir que los latinoamericanos lo utilizamos en nuestro cotidiano¡±. Gallego coincide en que lo esot¨¦rico y lo m¨¢gico es algo propio de la regi¨®n, una herencia de la parte india. Una forma de sobrevivencia, acota Mora, para hacer frente a la realidad dolorosa y sangrienta que atraviesa la regi¨®n, pues ¡°sin imaginaci¨®n y belleza, la existencia se torna imposible¡±.