El Kraken: un cuento de navidad
La edici¨®n de un breviario con textos acerca de la m¨ªtica bestia incluye la posibilidad de escribir tu propio relato sobre ella
Kraken: un sonoro y siniestro nombre que conjura a una de las criaturas legendarias m¨¢s terribles creadas por la imaginaci¨®n humana. No se sabe a ciencia cierta qu¨¦ es un kraken, pero asusta con s¨®lo nombrarlo. Hay consenso en que se trata de un monstruo marino, y uno grande, enorme. Pero c¨®mo es concretamente est¨¢ sujeto a opiniones, algo relacionado, sin duda, con que pocos de los que lo han visto han sobrevivido al lance. Se lo ha identificado con el Leviat¨¢n y con la m¨ªtica y gigantesca serpiente de mar. Borges (El libro de los seres imaginarios) da cr¨¦dito a la especie de que se tratar¨ªa de una magnificaci¨®n del pulpo; pero tambi¨¦n recoge la desconcertante idea de que las islas flotantes ¡°son siempre krakens¡±. Para Richard Ellis, que barre para casa en su libro de referencia sobre el sobrecogedor y misterioso calamar gigante (The search for the giant squid), no hay duda: en el mito del Kraken lo que se esconden son estupefactos encuentros con ese maravilloso y elusivo cefal¨®podo, conocido por los cient¨ªficos como Architeuthis dux y que puede llegar a medir 22 metros. La palabra Kraken derivar¨ªa del noruego ¡°¨¢rbol desraizado¡±, por la similitud con un calamar (lo se?alan ?ngel Guerra y ?ngel F. Gonz¨¢lez en su monograf¨ªa sobre el Architeuthis publicada por el CSIC). No podemos dejar de mencionar el estupendo ron Kraken (Kraken Black Spiced Rum), etiquetado con una sensacional imagen del monstruo y descubierto para quien escribe estas l¨ªneas por ese rastreador de animales invisibles y criptozo¨®logo con fedora que es Jordi Serrallonga (gracias desde aqu¨ª, y a tu salud, Jordi).
Estas Navidades, y eso es el origen de todo esto, el regalo que me he hecho a m¨ª mismo es un librito parad¨®jicamente formidable, El breviario del Kraken, editado por Aventuras literarias, de Segovia, y que re¨²ne una serie de textos evocadores sobre el susodicho bicho con la finalidad de satisfacer nuestra curiosidad, pero sobre todo de excitar nuestra imaginaci¨®n y nuestro sentido de lo maravilloso. Un op¨²sculo que le hubiera encantado al propio Borges. Consta de s¨®lo 90 p¨¢ginas, y, sin embargo, nos sumerge de manera estremecedora en el ancho y proceloso mar del Kraken. La selecci¨®n, presentada en orden cronol¨®gico y sin distinguir entre escritos de corte cient¨ªfico y literarios, arranca con un texto de Plinio el Viejo sobre el polypo, un monstruo marino de terrible hedor al que se dio muerte dificultosamente con tridentes. Puede leerse luego un fragmento de la saga de ?rvar-Oddr que menciona al tambi¨¦n monstruo acu¨¢tico Hafgufa (neblina de mar): ¡°Es la naturaleza de esta criatura tragar hombres y barcos, e incluso ballenas¡±. Entre los autores convocados figura el anticuario y m¨¦dico dan¨¦s Olaus Wormius, citado por H. P. Lovecraft, maestro del terror tan vinculado al Kraken. Est¨¢n tambi¨¦n en el breviario el vicario de las Feroe Lucas Jacobson Debes (1623-1675), que identifica las islas flotantes con el diablo, y el sueco Urban Hi?rne, que, se nos informa en una presentaci¨®n (todos los textos las llevan y no tienen desperdicio), ¡°en 1676 form¨® parte de la comisi¨®n nacional que investig¨® la magia y la brujer¨ªa, desde donde trat¨® de destapar los prejuicios y la manipulaci¨®n que condujeron a la quema por bruja de Malin Matsdotter¡±.
No pod¨ªa faltar Erik Ludvigsen Pontoppidan, sacerdote y ornit¨®logo dan¨¦s, obispo de Bergen y uno de los grandes divulgadores del Kraken, al que pone cuernos y del que nos informa que los marinos lo llaman soe-trolden, ¡±da?o del mar¡±. Thomas Pennant apunta que no debemos navegar sin un hacha para cortar los brazos del Kraken cuando nos atrape. De Pierre D¨¦nys de Montfort, malac¨®logo franc¨¦s, se nos dice que su obsesi¨®n por el Kraken le llev¨® al descr¨¦dito y la miseria. Mientras que su compatriota Louis Agustin Guillaume Bose sostiene que el Kraken, capaz de hacer zozobrar un barco como muestra muy gr¨¢ficamente Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto, ¡°parece ser algo m¨¢s que una sepia¡±. De jibia ¡°colosal¡± califica al Kraken el pionero de la zoolog¨ªa en Australia George Shaw, que explica que en ardua lucha unos marineros le cortaron un brazo, grueso como un palo de mesana y con las ventosas del tama?o de tapas de ollas.
Aparece en el breviario tambi¨¦n un fragmento de El pirata, de Walter Scott, en el que surge el Kraken. ¡°El m¨¢s enorme de los seres vivientes, que descansa en las simas del Oc¨¦ano del Norte¡±. Y el poema de Tennyson en que la bestia es protagonista (The Kraken, 1830) y cuyos versos obviamente influyeron en el Cthulhu de Lovecraft: ¡°Lejos, muy por debajo del mar abisal/, anciano, sin sue?os, sin inmutarse, /el Kraken duerme (¡) / yace ah¨ª desde hace siglos, y yacer¨¢¡±. Asimismo, figuran Melville, Victor Hugo (su pulpo es ¡°una viscosidad con voluntad¡±) y, claro, Julio Verne, Nemo y Ned Land.
Sin embargo, lo mejor de El breviario del Kraken es que lo acompa?a, incluida en el mismo precio de 16 euros, una libreta en blanco ¡ªcon un impactante dibujo de un ser pulposo en la portada¡ª. Es evidente que dicho cuaderno es una sugerencia a escribir nuestra propia historia del Kraken (la favorita de los editores parece ser la de la destrucci¨®n por el mar del Centro del Calamar Gigante de Luarca en 2014). As¨ª que ah¨ª va la m¨ªa, y que perdonen Verne o Pontoppidan:
Fui con mi madre a ver el Kraken. Lo anunciaban como estrella del ¡°gran espect¨¢culo viviente de los monstruos marinos¡±. El circo David Show, propiedad de una familia italiana de Salerno ¡ªMassi Maria y Vittorio Calvaruso, supe despu¨¦s¡ª, estaba instalado con su carpa y sus grandes caravanas pintadas en un descampado en el paseo mar¨ªtimo de Castelldefels, junto a la playa, cerca de donde viv¨ªan mis padres. Inclu¨ªa, seg¨²n los dram¨¢ticos carteles a todo color, la anaconda gigante ¡°terror del Amazonas¡±, cinco tiburones, ¡°las terribles morenas tropicales¡±, un grupo de cocodrilos y un gran le¨®n marino. Era la tarde de un d¨ªa de octubre de 1998 y no hab¨ªa funci¨®n. Yo hab¨ªa visto los carteles y me pareci¨® un buen plan acercarnos a curiosear un poco. A mi madre le gustaban los prodigios.
Llamamos a la puerta de una de las caravanas y una mujer con un ni?o en brazos y el pelo enmara?ado nos se?al¨® con gesto displicente hacia la carpa descolorida. Entramos. Sobre el suelo de tierra se alineaban unas sillas de tijera. Apareci¨® una chica con sandalias de goma y un cubo lleno de mejillones. Pese a su aspecto desastrado era muy bella y me sonri¨® con picard¨ªa. Escuch¨¦ un silbido y me di la vuelta: nos miraba con ojos inquisitivos un joven guapo y fibroso de flequillo grasiento. Le pregunt¨¦ si pod¨ªamos echar un vistazo al Kraken, al que presentaban entusi¨¢sticamente como ¡°la piovra [el pulpo] gigante della Bermude, 650 chilogrammi di musculo gelatinoso, 8 enormi tentacoli¡±. El joven adujo con una sonrisa de farandulero que el Kraken dorm¨ªa y se limit¨® a se?alar una enorme caja met¨¢lica y a advertir ¡°no lo molesten¡±. No lo ver¨ªamos sin pasar por taquilla. Nos acercamos y pusimos la oreja: me pareci¨® escuchar un susurro de ventosas acariciando las paredes de la prisi¨®n fr¨ªa. Pens¨¦ que a lo mejor el Kraken so?aba un sue?o anhelante de submarinos rotos y marinos muertos. Emanaba de la caja, por unos peque?os orificios que permit¨ªan ver apenas un agua turbia y sombras, un olor a salitre, pescado, amoniaco y bestia cautiva. Una presencia inmensa y temible, cansada. Me vino a la cabeza una frase de Ray Bradbury: ¡°Due?o de un fragmento de eternidad en una oscura feria ambulante¡±.
Nos fuimos de all¨ª. Notaba en la espalda la mirada burlona del salernitano y en el alma la decepci¨®n y una pena que crec¨ªa. Acompa?¨¦ a mi madre a su casa. ¡°No importa¡±, dijo con una sonrisa para consolarme. Fue una de las ¨²ltimas veces que la vi, ya estaba muy enferma, un c¨¢ncer del que nunca habl¨¢bamos. Regres¨¦ a la playa; por el camino arranqu¨¦ uno de los carteles del circo y su monstruo. Camin¨¦ hasta la orilla y me sent¨¦ en la arena. Recorr¨ª con la mirada el reino fronterizo en el que el mar se purga y vomita sus portentos. No hab¨ªa leviatanes varados, ni siquiera una masa de algas en la que poder inferir un misterio. Esper¨¦ y esper¨¦ sin perder de vista la espuma, confiado en que la fiebre de las aguas alumbrar¨ªa alg¨²n milagro. No lo habr¨ªa. Cuando se hizo de noche, me levant¨¦, y dej¨¦ que el aire que soplaba desde tierra arrastrara hacia las olas el cartel del circo.
Babelia
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