¡°Idilio y crimen¡±: c¨®mo la bella regi¨®n b¨¢vara de Berchtesgaden gestiona su terrible pasado nazi
El remozado centro de documentaci¨®n levantado en la zona donde Hitler pasaba sus vacaciones reabre sus puertas con una exposici¨®n que pone en contraste la vida ¨ªntima del dictador con las horribles decisiones que tom¨® all¨ª
La id¨ªlica imagen que proyecta la regi¨®n b¨¢vara de Berchtesgaden, famosa por su maravilloso paisaje monta?oso de los Alpes y su espectacular lago K?nigssee, contrasta con su terrible pasado nazi. Un pasado que no siempre conocen los turistas que viajan a la zona para pasear por sus impresionantes monta?as, pero est¨¢ ah¨ª. Obersalzberg no es una monta?a cualquiera. Fue el lugar elegido por Adolf Hitler para pasar sus vacaciones. Y tambi¨¦n donde tom¨® algunas de sus decisiones m¨¢s terribles durante la II Guerra Mundial.
La regi¨®n lleva tiempo inmersa en la ardua tarea de c¨®mo acercar su pasado a los cientos de miles de visitantes que acuden atra¨ªdos por la belleza de una de las zonas m¨¢s bonitas de Alemania, en la frontera con Austria, pero sin convertirla en un sitio de peregrinaje de la extrema derecha. Este contraste entre el hermoso lugar y el nazismo es el hilo conductor de la nueva exposici¨®n del Centro de Documentaci¨®n de Obersalzberg, reabierto a finales del pasado a?o tras una profunda renovaci¨®n.
Bajo el t¨ªtulo de Idilio y crimen, las im¨¢genes de Hitler disfrutando de su c¨ªrculo ¨ªntimo y de la naturaleza se ponen en contexto con los terribles actos que se desencadenaron desde all¨ª. Desde la invasi¨®n de Polonia, en 1939, que desat¨® la guerra mundial, hasta la deportaci¨®n de los jud¨ªos de Hungr¨ªa o el programa para eliminar a enfermos mentales y personas con discapacidad.
¡°Antes no hab¨ªa un trabajo de memoria serio en Obersalzberg sobre el pasado nazi, la gente ven¨ªa y visitaba solo la casa de t¨¦ en lo alto de la monta?a Kehlstein¡±, explica Albert Feiber, subdirector del Centro de Documentaci¨®n de Obersalzberg, sobre la decisi¨®n de Baviera de montar una exposici¨®n para contar lo que all¨ª sucedi¨®. Durante a?os la regi¨®n se mostr¨® preocupada por c¨®mo gestionar su pasado. ¡°Apenas hay un lugar en Alemania que haya estado, y siga estando, tan estrechamente asociado a Hitler como este¡±.
La zona es un im¨¢n tur¨ªstico para los amantes de la naturaleza, pero dejar de lado los cap¨ªtulos m¨¢s oscuros de su historia no hace que estos desaparezcan. Feiber recuerda que, al principio, en 1999, la inauguraci¨®n del primer centro de documentaci¨®n provoc¨® un rechazo masivo de la poblaci¨®n local, que preguntaba qu¨¦ ten¨ªa que ver Obersalzberg con Auschwitz o con los cr¨ªmenes nazis. ¡°Hoy eso ha cambiado. Ahora Berchtesgaden se enfrenta a su historia¡±.
¡°El mensaje central sobre el que gira la exposici¨®n es el contraste entre lo id¨ªlico y el crimen. Por un lado tenemos a Hitler mirando desde su casa en la monta?a, la naturaleza. Por otro, ?qu¨¦ se decidi¨® aqu¨ª? La invasi¨®n de Polonia se prepar¨® aqu¨ª. Mostramos siempre la imagen id¨ªlica de Obersalzberg y al lado la foto del crimen relacionado con aquel momento¡±, indica el historiador.
El centro se encuentra muy cerca de donde se ubicaba la llamada Berghof, la casa privada donde el dictador se reun¨ªa con su c¨ªrculo m¨¢s ¨ªntimo y a donde se retiraba cuando ten¨ªa que tomar decisiones importantes. De ese tiempo hay im¨¢genes, como una en la que se ve a Hitler caminando con Heinrich Himmler (l¨ªder de las SS) por la monta?a. ¡°No sabemos lo que hablaron en ese d¨ªa, pero fue precisamente en aquel momento cuando se anunci¨® la invasi¨®n de Hungr¨ªa por parte del Ej¨¦rcito alem¨¢n y la deportaci¨®n de los jud¨ªos h¨²ngaros. Eso significa que cuando Himmler ven¨ªa a Obersalzberg, algo que no hac¨ªa muy a menudo, no ven¨ªa a hablar con Hitler del buen tiempo, sino a tomar decisiones pol¨ªticas importantes¡±. Esa imagen de Hitler con Himmler se contrapone en la exposici¨®n con im¨¢genes de Varsovia destruida o de Auschwitz. ¡°Estos son los jud¨ªos h¨²ngaros que llegaron a la rampa de Auschwitz¡±, indica.
Hitler se rodeaba de su c¨ªrculo m¨¢s ¨ªntimo, formado por unas 20 personas, entre las que estaban su pareja, Eva Braun; Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi; Martin Bormann, jefe de la canciller¨ªa del partido nazi; Albert Speer, arquitecto y ministro de Armamento, y Hermann G?ring, comandante en jefe de las Fuerzas A¨¦reas. Estos tres ¨²ltimos ten¨ªan incluso su propia casa de vacaciones all¨ª y acud¨ªan con sus familias. Formar parte de ese c¨ªrculo era un privilegio. ¡°El grupo de Berghof lo integraban diferentes personas de diferentes rangos, que formaban una especie de corte de Hitler, como si fuera un emperador¡±, explica Feiber.
Al principio, Hitler era un veraneante m¨¢s. Se enamor¨® de la regi¨®n en su primer viaje, en abril de 1923. Dos a?os despu¨¦s alquil¨® una caba?a de madera en el bosque donde escribi¨® parte del segundo tomo de su diatriba Mein Kampf (Mi lucha) y tres a?os m¨¢s tarde, una casa de campo llamada Wachenfeld, que posteriormente comprar¨ªa en 1933. Posteriormente la transform¨® en la lujosa Berghof, con inmensas ventanas panor¨¢micas a las monta?as y una terraza donde tomar caf¨¦.
La residencia de verano se convirti¨® en su segunda sede de gobierno, donde pas¨® una cuarta parte de su tiempo en el poder (1933-1945). Tambi¨¦n con barracones de las SS y edificios administrativos. A pesar de lo que afirmaron muchos de sus asistentes despu¨¦s de la guerra, en Obersalzberg viv¨ªan en comunidad y estaban al tanto de los planes nazis, aunque despu¨¦s alegar¨ªan que solo trataban temas triviales. Es lo que la fil¨®sofa Hannah Arendt denomin¨® la banalidad del mal.
Pol¨ªticos, jefes de Estado y l¨ªderes militares de todo el mundo acudieron a Obersalzberg, donde Hitler negoci¨® con el primer ministro brit¨¢nico Neville Chamberlain en 1938 y cen¨® con el italiano Benito Mussolini en varias ocasiones. Tambi¨¦n recibi¨® en noviembre de 1940 al entonces ministro de exteriores espa?ol, Ram¨®n Serrano Su?er.
Al mismo tiempo, el paisaje alpino de postal proporcion¨® a Hitler el tel¨®n de fondo perfecto para presentarse como un l¨ªder cercano a la naturaleza y al pueblo. Fotos suyas mirando pensativo a lo lejos, acariciando cabezas de ni?os rubios, estrechando manos o sentado en la terraza con su c¨ªrculo ¨ªntimo dieron la vuelta al mundo.
Era habitual que diera paseos despu¨¦s de comer hasta una peque?a casa de t¨¦ con vistas panor¨¢micas. El sendero era peque?o y solo pod¨ªan caminar dos personas juntas. Esto permit¨ªa a Hitler conversar con la persona escogida durante los 20 minutos de trayecto. Posteriormente, Bormann mand¨® construir en 1937 otra casa de t¨¦ en lo alto de la monta?a Kehlstein, a 1.834 metros de altitud, que es la que se conoce hoy en d¨ªa como el Nido del ¨¢guila, pero en la que apenas estuvo una docena de veces Hitler.
Los bombardeos sobre Alemania llevaron al F¨¹hrer a construir un sistema de b¨²nkeres de cerca de seis kil¨®metros entre 1943 y 1945, debajo de pr¨¢cticamente todos los edificios de Obersalzberg. De esa red ahora solo se puede visitar el 10%. ¡°Hab¨ªa calentadores, ba?os, suelos de madera, dormitorios, cocinas. Todo lo que pudieras necesitar. Era relativamente moderno y generosamente equipado. Hitler, G?ring y Bormann ten¨ªan b¨²nkeres completamente funcionales, con suministros de agua, generadores de energ¨ªa subterr¨¢neos, nidos de ametralladoras e instalaciones de comunicaci¨®n completas¡±, explica el escritor Florian Beierl, que pudo entrar a los b¨²nkeres para documentarse para su libro La monta?a de Hitler.
La ¨²ltima vez que Hitler se aloj¨® aqu¨ª fue en julio de 1944. Gran parte de Obersalzberg fue destruida el 25 de abril de 1945, durante un bombardeo brit¨¢nico. Posteriormente, Berghof fue incendiado por las tropas nazis para no dejar ning¨²n ¡°trofeo¡± a los vencedores. El ej¨¦rcito estadounidense se instal¨® en Berchtesgaden tras el final de la guerra, en mayo de 1945, y permaneci¨® all¨ª hasta 1995. Para evitar el peregrinaje de curiosos que en la d¨¦cada de los cincuenta se acercaban a la zona, decidieron finalmente destruir lo que quedaba en 1952.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.