Habla un nuevo testigo para entender el ¡®caso Puig Antich¡¯
El periodista Manuel Calder¨®n, autor de ¡®Hasta el ¨²ltimo aliento¡¯, un relato sobre el tiroteo que le cost¨® la condena a muerte en el garrote vil al joven anarquista, recibe un nuevo testimonio de un polic¨ªa que ten¨ªa entonces 21 a?os
Lo que sucedi¨® a las seis de la tarde del 25 de septiembre de 1973 en el portal de la calle Girona n¨²mero 70 de Barcelona pudo haberse evitado, pero el guion de esta tragedia parec¨ªa estar escrito y deb¨ªa cumplirse. Una operaci¨®n policial ten¨ªa el objetivo de detener a unos miembros del Movimiento Ib¨¦rico de Liberaci¨®n (MIL), un grupo armado libertario, anticapitalista, herederos del Mayo del 68 y sus empachos ideol¨®gicos, educados en buenas familias e inmersos en la contracultura de Barcelona, entonces la ciudad m¨¢s libre de la Espa?a franquista¡ pero todo sali¨® mal.
¡°Inopinadamente¡± ¡ªdec¨ªa el informe policial¡ª, se present¨® a la cita Salvador Puig Antich, armado con dos pistolas y una navaja, con el prop¨®sito de ayudar a cruzar la frontera al miembro m¨¢s d¨¦bil de la organizaci¨®n: Santiago Soler Amig¨®. Fue ¨¦l, el te¨®rico del grupo, el que guio a la polic¨ªa hasta la cita: hab¨ªa sido detenido el d¨ªa antes, fue custodiado en su casa para evitar que contestase al tel¨¦fono en caso de que el encuentro se suspendiese, y ¡°se prest¨® a colaborar si no se le imputaba¡±.
Cuando Puig Antich se vio rodeado por tres polic¨ªas, pudo levantar las manos y dar por terminada su aventura: una docena de atracos y acciones armadas en apenas un a?o. Pero tom¨® la peor decisi¨®n: todo acab¨® con la muerte del subinspector Francisco Anguas Barrag¨¢n, de 24 a?os de edad, y la detenci¨®n de Puig Antich, de 25. Cinco meses despu¨¦s, el 2 de marzo de 1974, era ejecutado de forma vengativa a garrote vil. El ¨²ltimo ajusticiado en Espa?a por este cruel m¨¦todo.
Este relato se detalla en el libro Hasta el ¨²ltimo aliento (Tusquets Editores, Premio Comillas en 2024), obra de quien esto firma y que tras la publicaci¨®n ha recibido un testimonio que aporta algunos datos nuevos que, si bien no cambian la responsabilidad final del suceso, s¨ª ayudan a entender lo que pas¨® y alg¨²n error procesal. Se trata de uno de los agentes que participaron en el operativo, que corrige algunos supuestos que siempre se han dado como veraces. El principal confirma la tesis de que el cuerpo del subinspector asesinado por el antifascista presentaba m¨¢s impactos de bala de lo que se declar¨® en la autopsia. Su nombre es Luis Algar, ten¨ªa entonces 21 a?os, era su primer destino y hac¨ªa pareja con Francisco Anguas, montados en una Ducati Road 350.
El grupo estaba identificado y la desarticulaci¨®n era cuesti¨®n de esperar un error. Otro m¨¢s. Con un cierto elitismo, siempre alardearon de su osad¨ªa y despreciaban a aquellos polic¨ªas supuestamente ineficaces. Sin embargo, seg¨²n el nuevo testimonio de Algar, ahora sabemos que el due?o del parque de atracciones Caspolino, donde incomprensiblemente Puig Antich dej¨® olvidado encima de un futbol¨ªn un bolso con todo lo que la polic¨ªa necesitaba para acabar con el MIL, era un confidente. El momento hab¨ªa llegado.
Participaron seis agentes al mando del inspector Santiago Bocigas. ¡°Llegamos con tiempo para tomar posici¨®n. Anguas y yo entramos en el bar Funicular y tomamos una coca-cola y una fanta de lim¨®n. En el portal dejamos a Santiago Soler Amig¨®, vigilado por Enrique Mu?oz, sin posibilidad de escapar por sus problemas f¨ªsicos¡±, dice Algar. Estaba afectado por poliomielitis desde ni?o y sufr¨ªa crisis de epilepsia. Muri¨® en 1999.
A las seis de la tarde, Anguas y Algar se sit¨²an en la esquina de Consell de Cent, ven c¨®mo cruza el sem¨¢foro de la calle Girona Xavier Garriga ¡ªque, como el otro de los te¨®ricos, tampoco iba armado¡ª junto a un joven de melena oscura: se trataba de Puig Antich. Bocigas se identifica como polic¨ªa, y entre los tres intentan detener a Puig Antich, que se resiste y trata de huir, pero Bocigas le pone la zancadilla y cae al suelo. ¡°En la pelea, la chaqueta de Puig Antich me da en el costado y noto un objeto duro, meto la mano en el bolsillo y saco una pistola del 6,35¡å, recuerda Algar. Anguas golpea dos veces a Puig Antich en la cabeza con la culata de su rev¨®lver, un Smith & Wesson 357. Bocigas dice que hay que meterse en el portal: est¨¢n rodeados de vecinos.
Los tres no cab¨ªan por la puerta. Bocigas lo sujeta por el brazo derecho y Anguas por el izquierdo, pero este no consigue pasar, qued¨¢ndose atr¨¢s, mientras Puig Antich se deja caer con todo su peso y es imposible levantarlo. Es ah¨ª cuando este se lanza al interior de portal y, al intentar sujetarlo, cae de espaldas sobre Bocigas. Su intenci¨®n era ponerle las esposas, que s¨ª llevaban, seg¨²n afirma Algar, rebatiendo otro de los supuestos que han perdurado hasta ahora.
Esto es lo que vio Algar: ¡°Durante la ca¨ªda, Puig Antich saca otra pistola que llevaba en la parte trasera del pantal¨®n y dispara cinco tiros a Anguas, que hab¨ªa quedado a medio metro del arma¡±. Es el inspector Timoteo Fern¨¢ndez Sant¨®rum, quien segundos despu¨¦s dispara a Puig Antich: ¡°Hab¨ªa subido unos pelda?os de la escalera para decirle a unos vecinos que bajaban que volvieran a sus casas; al bajar de nuevo, Timoteo dispara dos veces: primero le da en el hombro y luego en la cara; sangra por la boca y suelta el arma. Todo esto pas¨® en cinco segundos¡±.
A Anguas y a Puig Antich los trasladan juntos al hospital Cl¨ªnico en una furgoneta de una lavander¨ªa. Conduc¨ªa Bocigas, a su lado iba Algar. Los dos heridos estaban tendidos sobre las bolsas de la ropa, roz¨¢ndose. Puig Antich hab¨ªa perdido el conocimiento, pero segu¨ªa vivo ¡ª¡±nosotros cre¨ªamos que estaba muerto¡±¡ª; Anguas estaba p¨¢lido, agonizando. No lo duda: ¡°Vi los cinco impactos marcados en el cuerpo, uno en la pierna¡±.
El m¨¦dico de guardia que atiende a Anguas es Ramon Barjau y su ayudante es Joaquim Latorre. El primero se limita a decir en el informe: ¡°Reconocido el cad¨¢ver, presenta varias heridas por arma de fuego¡±. Es Latorre, m¨¦dico residente de 28 a?os ¡ªque adem¨¢s extrajo las balas a Puig Antich¡ª, quien, cincuenta a?os despu¨¦s, no duda en describir el cuerpo desnudo de Anguas: ¡°Como m¨ªnimo ten¨ªa cinco impactos y uno de ellos, en la pierna¡±. Coincide con el subinspector Luis Algar. No obstante, queda la duda de si fueron cinco orificios o cuatro, pues uno de los impactos dio en el tercer escal¨®n de la escalera y todav¨ªa puede verse ah¨ª.
Esta versi¨®n no coincide con el informe de la autopsia. Se realiza en la comisar¨ªa de Enrique Granado ¡ªes legal, aunque anormal¡ª y la firman los m¨¦dicos forenses Gabriel S¨¢nchez y Rafael Espinosa. Concluyen: ¡°Los tres disparos pueden corresponder al mismo tipo de proyectil¡±.
En la comisar¨ªa de V¨ªa Laietana les parec¨ªa imposible que Puig Antich siguiera vivo. Fern¨¢ndez Sant¨®rum dispar¨® con un rev¨®lver del calibre 38, pero ¡°la bala qued¨® incrustada en el paladar¡±. ¡°Le preguntamos al m¨¦dico ¡ªprosigue Algar¡ª c¨®mo era posible y nos dijeron que el paladar es el hueso m¨¢s duro del cuerpo y al ser c¨®ncavo dificulta su rotura¡±.
El que fuera uno de los abogados de Puig Antich, Francesc Caminal, dice que la versi¨®n de Algar coincide con lo que declararon los m¨¦dicos ¡ªBarjau y Latorre¡ª en el Tribunal Supremo en el recurso de 2005. No pudieron hacerlo en el Consejo de Guerra del 8 de enero de 1974. ¡°Lo que ahora me interesa es la verdad de los hechos, no la procesal, ni mucho menos la ideol¨®gica¡±, afirmaba hace unos d¨ªas Caminal.
El padre de Puig Antich, Joaqu¨ªn Puig Quer, nunca visit¨® a su hijo en la c¨¢rcel Modelo, ni respondi¨® a sus cartas. A Luis Algar le impresion¨® ver a un hombre llorando entrar en la Brigada Criminal diciendo que sent¨ªa mucho lo que hab¨ªa sucedido. ¡°Fue entonces cuando entend¨ª el verdadero drama de lo que hab¨ªa pasado¡±, dice. Recuerda: ¡°Creo que fue el d¨ªa siguiente. Se present¨® en V¨ªa Laietana, pidi¨® perd¨®n por la acci¨®n de su hijo al polic¨ªa que estaba en la puerta y lo subieron arriba, donde sigui¨® pidiendo perd¨®n a todo el mundo. Lo recibi¨® el jefe superior de polic¨ªa, G¨®mez Alba, y sigui¨® llorando. Estuvo sentado un rato, mirando el suelo, hasta que se fue¡±.
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