Emilio Sanz de Soto, el faro tangerino de la modernidad
El historiador y cr¨ªtico desparram¨® su conocimiento y brillantez y en tantas conversaciones y clases impartidas, pero sin dejar una obra escrita a la altura de su sabidur¨ªa. En su centenario es obligado destacar la importancia de su trabajo y su magisterio.
La etapa m¨ªtica del T¨¢nger Internacional tuvo en Emilio Sanz de Soto Lyons (1924-2007) a su mejor cronista. Pon¨ªa voz a su memoria proyectando sobre aquel escenario m¨ªtico el halo de un mundo fascinante e irrepetible. Conoci¨® all¨ª a todos los que hab¨ªa que conocer, comparti¨® sus historias y secretos, y contaba al mundo como nadie los misterios de esa ciudad encantada que viv¨ªa con adelanto al otro lado del Estrecho la modernidad prohibida. Confidente de Jane Bowles, de Carmen Laforet y Geraldine Chaplin. Estudioso del cine del exilio y la huella espa?ola en Hollywood, colabor¨® con Saura y otros cineastas, como Bu?uel y Borau, aportando desde su atalaya tangerina sentido y sensibilidad a la d¨¦bil cultura espa?ola del franquismo. Era el faro de la modernidad anclado en el T¨¢nger m¨¢s internacional. En la hora de su centenario es obligado destacar la importancia de su trabajo y su magisterio.
Cautivador, charlat¨¢n, dadivoso. Quiz¨¢ mejor que ninguno le cuadraba este ¨²ltimo vocablo que seg¨²n la RAE encierra ser ¡°generoso, desprendido, espl¨¦ndido, liberal, rumboso, campechano, maniabierto y raj¨®n¡±. Emilio era todo eso y a la vez el mejor gu¨ªa para descifrar el mapa humano de T¨¢nger. Cuando le entrevist¨¦ para compartir sus recuerdos de aquel periodo, describ¨ªa con entusiasmo a la escritora norteamericana afincada en T¨¢nger Jane Auer Bowles afirmando que ¡°Jenny era una especie de fuegos artificiales continuos, que en cierta forma parte de su genialidad la malgast¨®. Bueno, la malgast¨®, pero los que ¨¦ramos amigos suyos la recibimos¡±.
Debe aplicarse esta descripci¨®n al propio Emilio, que desparram¨® su conocimiento, brillantez y capacidad evocadora en tantas conversaciones, charlas y clases impartidas, pero sin dejar una obra escrita a la altura de su sabidur¨ªa. El magisterio hablado de Emilio fue de tal dimensi¨®n que, parafraseando, quienes fueron sus amigos reconocen su genialidad, sus fuegos artificiales, su brillantez y su aportaci¨®n a la apertura y modernizaci¨®n de la estrechez cultural espa?ola de los a?os cincuenta y sesenta. Sonr¨ªe con ternura su hermana Lydia al comentar que ¡°cualquier cosa que le preguntabas, te daba una charla de cuatro horas. No te atrev¨ªas a preguntar porque se extend¨ªa tanto que no acababa nunca. Habr¨ªa sido un buen catedr¨¢tico¡±. Realmente lo fue. Su magisterio sobre la historia del cine lo recibieron especialmente los alumnos estadounidenses que asist¨ªan a sus clases en el Instituto Internacional de la calle Miguel ?ngel de Madrid. La p¨¢tina del T¨¢nger internacional nunca abandon¨® a Emilio. Hijo de inglesa tangerina y de un madrile?o enviado a dirigir el Banco de Espa?a en T¨¢nger, Emilio abraz¨® el cosmopolitismo y la cultura en libertad.
Tambi¨¦n dej¨® una serie de trabajos sobre historia del cine que se conservan editados en dos tomos bajo el t¨ªtulo gen¨¦rico Resultas de una vieja memoria, divididos en un cap¨ªtulo ¡°de letras y de arte¡± y otro ¡°de cine¡±, incluidos dentro del legado que hoy custodia la Residencia de Estudiantes en Madrid, que cuenta con 4.000 registros entre libros, revistas, cartas y fotograf¨ªas.
Se carte¨® con Bu?uel y los grandes del cine espa?ol de la ¨¦poca. Hay una importante correspondencia con Bardem, Patino, Berlanga, Mu?oz Suay, Marsillach, Paco Rabal y Borau. Pero la correspondencia m¨¢s abundante fue con Carlos Saura y con Geraldine Chaplin. Era un erudito del cine que fascin¨® con su conocimiento a los m¨¢s j¨®venes cineastas espa?oles de los sesenta y setenta que recurr¨ªan a ¨¦l como enciclopedia viva.
Su gran pasi¨®n fue descubrir y relatar las andanzas de los espa?oles en la meca del cine americano. El cine del exilio era su fuerte. Angelina y el honor de un brigadier (1935), dirigida por Louis King, justifica por s¨ª sola el cine espa?ol hecho en Hollywood, con las aportaciones del guion de Jardiel Poncela y la actuaci¨®n de Rosita D¨ªaz Gimeno, quien se casar¨ªa en el exilio con el hijo de Negr¨ªn. Sanz de Soto cre¨ªa firmemente que ¡°no se puede separar el cine espa?ol de nuestra Edad de Plata. Aunque su aportaci¨®n fuese m¨ªnima, algunos nombres que hicieron posible ese resurgir cultural se acercaron al cine con mayor o menor fortuna¡±, dec¨ªa: ¡°Pienso en Bu?uel, Neville, Jardiel, Eduardo de Ugarte e incluso a dos actrices exiliadas, Catalina B¨¢rcena y Rosita D¨ªaz Gimeno¡±. Hay que reconocer a Sanz de Soto autoridad en la materia, que estudi¨® como nadie en su vertiente interna e internacional. Algunos de estos asuntos fueron objeto de su correspondencia con Bu?uel (¡°tu carta es la m¨¢s interesante que he recibido en mi vida¡±) o Borau.
Hasta la fecha su correspondencia de ida y vuelta con Carmen Laforet es la ¨²nica explorada y publicada al completo, en una detalla edici¨®n de Jos¨¦ Teruel, con el que coincidi¨® como profesor en el Instituto Internacional. Teruel le describe como ¡°hombre de gran curiosidad intelectual, enormemente culto y con gran intuici¨®n art¨ªstica, dotado adem¨¢s de gracia, bondad y una inmensa generosidad¡±. Remata se?alando que fue ¡°un defensor de la tercera Espa?a o de una Espa?a posible¡±.
La atm¨®sfera tangerina dot¨® a Emilio de una mirada larga y limpia, sin miedos ni cortapisas, aunque ya le toc¨® sufrir cr¨ªticas y represalias de las autoridades franquistas en la ciudad del protectorado. ¡°Te pareces a la dama de Elche, la eterna desconocida¡±, le dice Saura en una de sus largu¨ªsimas y frecuentes cartas a Emilio. Ser¨ªa muy importante rescatarlas para un retrato completo del director aragon¨¦s que habla de proyectos imposibles como llevar El Jarama de Ferlosio al cine, se refiere a cuestiones como ¡°el problema de como insertar lo documental con la ficci¨®n¡±, pero sobre todo confiesa sus dudas al encarar algunos proyectos y hasta secretos sobre sus relaciones. Un Saura sentimental al desnudo. ¡°Me gusta mucho Geraldine, pero que quede entre nosotros¡±. Sesenta y seis cartas enviadas por Saura se recogen en el legado, que abarcan del a?o 1960 al 94. Sin duda las misivas m¨¢s especiales y divertidas son las que escribe Geraldine, que desarrollo una complicidad con Emilio como la de Laforet. ¡°Emilio sab¨ªa m¨¢s cosas de su padre (Charles Chaplin) que ella misma¡±, comenta su hermana Lydia.
Emilio fue director de arte en pel¨ªculas de Saura (Peppermint Frapp¨¦, Stress-Es Tres Tres), y dej¨® finalmente un T¨¢nger que se marchitaba para establecerse en Madrid. Al inter¨¦s de los cineastas, le seguir¨ªa tambi¨¦n el de otros artistas espa?oles que buscaron en Emilio el rescoldo de aquel T¨¢nger m¨ªtico y mitificado.
Sanz de Soto recordaba que el verano del 49 fue el m¨¢s explosivo en la historia del T¨¢nger internacional. La capacidad de derroche y disfrute de los residentes extranjeros era ilimitada. Paul Bowles la retrat¨® en su novela Let it come down (D¨¦jala caer). Corr¨ªa el dinero y hab¨ªa una gran permisividad. Los artistas encontraron all¨ª un refugio glorioso tocados por la arena y el agua del norte de ?frica. Emilio Sanz de Soto manten¨ªa una memoria viva. As¨ª nos lo cont¨® en el documental Mapas de agua y arena: ¡°La verdad es que ese grupo norteamericano, que ha mitificado T¨¢nger, sobre todo dentro del mundo anglosaj¨®n y ahora dentro del mundo en general, viv¨ªa totalmente al margen de la vida de T¨¢nger. Ellos viv¨ªan en El Farhar, que era un sitio realmente paradisiaco, donde hab¨ªa unos peque?os bungal¨®s, y ten¨ªan esa cosa norteamericana maravillosa que, aunque se hubieran acostado a las cinco o las seis de la ma?ana, con bastante g¨¹isqui en el cuerpo, todos trabajaban por la ma?ana. Es una cosa que siempre me admir¨® un horror. Llegabas por la ma?ana a El Farhar, y o¨ªr todas las m¨¢quinas de escribir funcionando y o¨ªr a Paul componiendo al piano, esto era una cosa que me fascinaba, porque a una hora determinada todo se paraba y sol¨ªan bajar a la playa¡±.
A su manera, tan entusiasta y particular, Emilio ha sido un faro para todos los amantes del sue?o tangerino. Nuestro tangerino de cabecera. Historia viva y ambulante de una ¨¦poca dorada, que se vio obligado a recordar y a contar gustosa y repetidamente ante el antojo de las nuevas generaciones fascinadas por la ciudad m¨ªtica de Bowles y Capote, de Barbara Hutton y Jane Auer. Era el hijo del director del Banco de Espa?a y de la bolsa de la ciudad norteafricana, cuya realidad, enredada en historias de espionaje y negocios fronterizos, superaba a los guiones de Casablanca o novelas a lo D¨¦jala caer. Emilio la vivi¨® como nadie de su ¨¦poca. Revolote¨® entre las familias cristianas de aquel T¨¢nger multicolor, entre las celebraciones jud¨ªas y la vistosidad de la morer¨ªa de la casba. Todo lo vio y removi¨®. Jaleaba a los pintores, como Runyan y Pepe Hern¨¢ndez. Mov¨ªa el cine club con Pepe Carleton. Se entusiasmaba con la literatura y alababa a su amigo del alma ?ngel V¨¢zquez, autor de La vida perra de Juanita Narboni.
Sali¨® por ¨²ltima vez en p¨²blico, ya en silla de ruedas, para homenajear a su querid¨ªsima Geraldine Chaplin, en la cena de la medalla de oro de la Academia de Cine. Geraldine era su mujer favorita, como antes lo fueron Carmen Laforet y Jane Bowles. Como ellas, vivi¨® sus propias dudas y angustias. Todos le anim¨¢bamos a escribir m¨¢s, a completar uno de esos libros de memorias llenos de sabidur¨ªa y personajes, pero ¨¦l prefer¨ªa recitarlos en sus clases para alumnos norteamericanos y en las tertulias para los amigos, mostr¨¢ndose como monumento vivo de la memoria de una ciudad irrepetible. El alma de T¨¢nger hab¨ªa habitado para siempre a Emilio, y ¨¦l nos la hizo so?ar y sentir para siempre.
Babelia
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