¡°El fuego es un animal salvaje, tienes que entender c¨®mo se alimenta y c¨®mo mata¡±
John Vaillant, autor de un libro extraordinario sobre los grandes incendios, advierte que nos esperan muchas cat¨¢strofes como la de Los ?ngeles: ¡°Ya nunca m¨¢s habr¨¢ seguridad¡±
No es casual que el hombre que nos explica mejor el fuego y su ferocidad sea el mismo que nos cont¨® como nadie al tigre. John Vaillant (Cambridge, Massachussets, 62 a?os), el escritor y periodista autor de aquel libro sensacional sobre las correr¨ªas de un enorme felino listado devorador de hombres en el Primorje, el lejano este de Rusia, tierra de Dersu Uzala (El tigre, Debate, 2011), ha alumbrado (y valga la palabra) el que posiblemente sea el m¨¢s impresionante y revelador libro sobre los grandes incendios con que nos est¨¢ tocando lidiar: El tiempo del fuego (Capit¨¢n Swing, 2024), una obra que se lee con el sobrecogimiento de andar entre llamas y que no puede ser m¨¢s dram¨¢ticamente oportuna. Vaillant describe otros incendios anteriores al actual de Los ?ngeles, especialmente el apocal¨ªptico de Fort McMurray, ciudad canadiense de 88.000 habitantes en el norte de Alberta, que devast¨® la localidad en mayo de 2016, pero su libro va mucho m¨¢s all¨¢ del relato (magistral) de aquel infierno, en el que los bomberos se vieron obligados a regar sus propios veh¨ªculos a fin de que no ardieran, para ser la primera cr¨®nica de una nueva era de incendios: el piroceno, la edad del fuego. ¡°Ya nunca m¨¢s habr¨¢ seguridad¡±, advierte.
En el nuevo mundo abrasador, Vaillant, que vive en Vancouver y se encuentra precisamente en Los ?ngeles, desde donde habla telef¨®nicamente con este diario, el fuego es la nueva bestia aniquiladora a la que la humanidad ha de enfrentarse tras retar insensatamente a la naturaleza. En los anillos de fuego de los incendios reconocemos el pelaje anaranjado del tigre del Amur cabreado. ¡°Me alegro de que vea esa conexi¨®n, s¨ª, me encanta, absolutamente, el fuego es un animal salvaje, tienes que entender c¨®mo ataca, c¨®mo se alimenta y c¨®mo mata¡±, establece con la voz serena y queda de un veterano cazador al acecho. Es irresistible preguntarle al otro lado de la l¨ªnea ?arde Los ?ngeles? El escritor no est¨¢ en el epicentro de la cat¨¢strofe, pero olfatea las se?ales y rastros de la gran tragedia. ¡°Desde aqu¨ª no se ve directamente, solo una l¨ªnea de humo, el reflejo en el oc¨¦ano y las autopistas colapsadas, notas que hay una crisis en el aire, los incendios que avanzan y envuelven¡±. Vaillant lo tiene claro: todo lo que ¨¦l ha escrito sobre el fuego ha prendido en Los ?ngeles como una terrible confirmaci¨®n. Su libro anunciaba que esto ya no es una lucha puntual contra incendios separados sino una verdadera guerra global contra un depredador que, por nuestra culpa, se ha vuelto mucho m¨¢s letal y hambriento.
En el nuevo escenario, ¡°los incendios resultan m¨¢s explosivos, arden con mayor intensidad, se vuelven m¨¢s dif¨ªciles de extinguir¡± y crean una meteorolog¨ªa propia infernal que genera remolinos, ¡°piroc¨²mulos¡± y tornados de fuego que a su vez desencadenan nuevos incendios. Una versi¨®n ¡°ardiente e imparable¡± del fin del mundo. ¡°Si el bucle de realimentaci¨®n del calentamiento y la p¨¦rdida de humedad contin¨²a como hasta ahora, es posible que en el futuro se d¨¦ un escenario sin inviernos en el que el tiempo del fuego sea el ¨²nico tiempo y la temporada de incendios nunca termine. Australia y el oeste americano se enfrentan ya a esta realidad¡±, escrib¨ªa.
¡°S¨ª, acababa con una advertencia: esto puede pasarte a ti, a cualquiera de nosotros, y as¨ª ha sido, seguimos ardiendo¡±, explica Vaillant, que lleva ocho a?os estudiando los incendios, desde su forma de arrancar (¡°un incendio comienza siempre de manera modesta¡±) hasta que llegan a su punto de no retorno (el ¡°cruzado¡± como lo denominan los bomberos) y su luciferina apoteosis, que describe con un lenguaje digno de la po¨¦tica del fuego de Gaston Bachelard, con el ojo cada vez m¨¢s avezado a la bestia. ¡°Ahora le ha tocado a la gente de Los ?ngeles, est¨¢n viviendo la terrible experiencia de lo que es ver tus casas en llamas, experimentando un fen¨®meno devastador y pavoroso que te deja indefenso y que reduce tu vida y tus esperanzas a cenizas; cuando hay temperaturas de 500? que funden el hormig¨®n, como est¨¢ pasando, lo llamamos cenizaci¨®n¡±. El escritor resalta, adem¨¢s de las p¨¦rdidas de vidas y propiedades, las consecuencias psicol¨®gicas de los grandes incendios. ¡°Nada te prepara para eso, no solo se quema tu casa, tu calle, tu vecindario, tu ciudad, sino tu identidad, todos los testimonios de tu vida, es un da?o muy primario, un asalto completo, una vor¨¢gine en la que todo desaparece, lo que se quema es tambi¨¦n tu memoria¡±.
Vaillant tiene muy claro ¡ªEl tiempo del fuego es adem¨¢s de una historia dram¨¢tica de cat¨¢strofe un libro que lo enfatiza y denuncia¡ª que los modernos incendios, en los que ¡°los motores de la civilizaci¨®n dejan de funcionar¡±, son causa del cambio clim¨¢tico. En ese sentido critica que en Los ?ngeles en muchos casos se est¨¦ escamoteando la importancia clave del fen¨®meno y habla de ¡°cobard¨ªa moral¡± a la hora de establecer la relaci¨®n de causa-efecto entre el cambio clim¨¢tico y los grandes incendios. No hay duda, se?ala, que es nuestro empecinamiento en el uso de los combustibles f¨®siles y las alteraciones en el clima que ha producido lo que est¨¢ detr¨¢s del nuevo tipo de megaincendios sat¨¢nicos a los que hemos de enfrentarnos. A prop¨®sito de ello, considera que la reelecci¨®n de Donald Trump, el Pedro Botero del Piroceno, no es solo un ¡°desastre para la democracia y la lucha contra el cambio clim¨¢tico¡±, sino lo peor para afrontar el apocalipsis de fuego que est¨¢ viniendo. ¡°Trump representa la locura institucionalizada¡±, advierte alzando la voz como si la habitaci¨®n se le llenara de humo.
Vaillant, que hace gala de un valiente activismo, se?ala varios elementos que desembocan en la nueva tormenta perfecta de fuego de los pavorosos incendios del Petroceno, como ha bautizado tambi¨¦n a nuestra obcecada edad de dependencia del petr¨®leo. El principal es el ¡°bucle¡± de temperaturas m¨¢s altas y humedad m¨¢s baja: todo el planeta se est¨¢ volviendo m¨¢s caliente y seco, mientras el fuego se relame. Otro es la ampliaci¨®n de la WUI, la wildland-urban interface, la interfaz urbano-forestal, es decir la extensi¨®n de las viviendas hacia el bosque, lo que da grandes oportunidades a los incendios. Y otro elemento m¨¢s es la ¡°inflamabilidad¡± intr¨ªnseca de nuestras vidas: todo lo que hay en nuestras casas de humanos de hidrocarburo o como propone Vaillant homo Flagrans, hombre ardiente, en el sentido m¨¢s estricto, no solo quema requetebi¨¦n sino que es acelerante del fuego y facilitador del flashover, la combusti¨®n repentina y generalizada. Desde las bombonas de las barbacoas y los cubos de pl¨¢stico a las bolsas de Doritos, y un mobiliario moderno, fabricado de pl¨¢stico y derivados de la madera, unidos con cola y resina y tapizados con poli¨¦ster o nailon y rellenos de poliuretano, que a diferencia del mucho m¨¢s s¨®lido y dif¨ªcil de prender de nuestros abuelos, es puro combustible. Todo es en nuestros hogares ¡°un buf¨¦ libre para el fuego¡±. De los ¨¢rboles, por cierto, el abeto negro es el que mejor arde; los bomberos los describen como ¡°un dep¨®sito de gas pinchado en un palo¡±.
En las p¨¢ginas de El tiempo del fuego encontramos, descritas escalofriantemente, las mismas escenas que contemplamos estos d¨ªas en televisi¨®n. El rugido y el crepitar del fuego, el viento abrasador y cargado de chispas y cenizas como si estuviera vivo, el humo negro y acre, las llamas de 30 metros que avanzan en un frente que parece no tener bordes ni fin. Vaillant nos introduce con gran pulso literario en un vendaval ardiente, un v¨®rtice voraz, un escenario de barrios enteros ardiendo, destellos azules brillando entre las llamas anaranjadas: los transformadores y los fusibles que explotan. Y donde enviar a los bomberos a luchar ¡°es como pedirle a un fontanero que arregle una presa rota¡±. En una de les descripciones m¨¢s alucinantes, digna de la pluma apocal¨ªptica de J. G. Ballard, un coche en plena huida en un mundo que parece hecho de fuego, con el calor (66?) formando ampollas en la pintura de la carrocer¨ªa, choca contra algo: es un ciervo que tambi¨¦n huye, corriendo a ciegas, y al que ¡°le ard¨ªa el pelaje, humeante y resplandeciente¡±.
¡°Ten¨ªa las orejas rojas, perd¨ª las cejas, ten¨ªa los nudillos quemados¡±, explica en otro episodio un testigo del incendio de Fort McMurray. ¡°Mientras las llamas se acercaban, tuve que rociarme entero con agua. Volv¨ª a mojar los ¨¢rboles y la valla. Cada casa tardaba en venirse abajo entre cinco y seis minutos¡±. En un momento determinado del infierno desatado, Vaillant describe como el fuego acecha una vivienda en la que hay una pecera, ¡°con seres vivos que han quedado atr¨¢s¡±. De repente, ¡°el fuego abre un agujero en el cristal de la ventana y la atraviesa como un pu?etazo, provocando el mismo sonido. Eso es el terror: una entidad maligna de otra dimensi¨®n que irrumpe en esta¡±. Se oye un sonido siseante; el agua de la pecera ¡ªtoda la sala en realidad¡ª supera la temperatura de ebullici¨®n¡±. Otro testimonio: ¡°Miraba por la ventana, hacia el garaje y el bosque, y ?zas!, una llamarada de un metro apareci¨® de la nada y los ¨¢rboles empezaron a arder por todas partes. Conect¨¦ los aspersores, me met¨ª en el garaje y, de repente, las llamas rodearon la casa. Derriti¨® el revestimiento y rompi¨® los cristales. Llam¨¦ a mi hijo en Ottawa y le dije: ¡®Estoy en un aprieto, colega¡¯. ?l lo ve¨ªa por las noticias. Me tumb¨¦ en el suelo, tom¨¦ un par de tragos de vodka y le dije: ¡®No s¨¦ si voy a salir de esta¡±.
El apocalipsis de Fort McMurray se denomin¨® oficialmente ¡°Incendio 009¡å y de manera extraoficial, precisamente, ¡°la Bestia¡±. Vaillant reflexiona si no habr¨ªa que considerar al fuego una criatura viva dadas ¡°la vitalidad, flexibilidad y ambici¨®n que su comportamiento manifiesta y que se asocian a menudo a los animales inteligentes¡±. De contemplarlo de esa manera procede parte de la fascinaci¨®n y la fuerza con que el escritor describe los incendios. Autor de tres libros de no ficci¨®n extraordinarios (The Golden Spruce, centrado en un tipo de abeto dorado considerado sagrado por los haida de la Columbia Brit¨¢nica, El tigre y El tiempo del fuego) y una novela (The Jaguar¡¯s Children, sobre un emigrante mexicano atrapado en un el tanque de agua de un cami¨®n abandonado en el desierto), Vaillant posee, adem¨¢s de una mirada de una sensibilidad excepcional sobre las relaciones del ser humano con la naturaleza, una capacidad inaudita para las met¨¢foras. ¡°Tengo que traducir a palabras fen¨®menos y escenas poderosos¡±, dice al respecto de su ¨²ltimo libro. ¡°Y para ello he de hablar el lenguaje del fuego¡±, se?ala. ¡°He querido llevar al lector al centro del incendio y hacerle sentir c¨®mo es estar all¨ª¡±, dice, y se despide, acuciado por llamadas que le piden su opini¨®n en medio de la cat¨¢strofe con una ¨²ltima reflexi¨®n, que suena a advertencia: ¡°Vivimos en un mundo peligroso¡±.
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