Donde rugen los tigres: un libro de un experto repasa la gran aventura de los superdepredadores rayados y su historia cultural
De ¡®Shere Khan¡¯ al pol¨¦mico caso del moderno devorador de hombres ¡®Ustad¡¯, la obra de Jos¨¦ Luis Rivera aborda el mito, la realidad y los problemas de conservaci¨®n del ic¨®nico felino asi¨¢tico
Fiera ic¨®nica, verdadero rey de la jungla y se?or de los depredadores, bello, cruel, r¨¢pido, peligroso, al tigre (y su historia cultural) se le puede seguir el rastro en una excitante selva de libros. El gran carn¨ªvoro listado no ha dejado de rugir en el papel desde los viejos relatos de cacer¨ªas y el paradigm¨¢tico El libro de la selva de Rudyard Kipling hasta emocionant¨ªsimos libros modernos con perspectivas conservacionistas como el gran libro de referencia de George B. Schaller The deer and the tiger (The University of Chicago Press, 1967), Tigers in the snow, de Peter Matthiessen (The Harvill Press, 2000), centrado en los tigres del Amur ¡ªno todo iban a ser leopardos de las nieves¡ª, o El embrujo del tigre, de Sy Montgomery (Errata Naturae, 2018), sobre los tigres anfibios de los Sundarbans, tan proclives a convertirse en devoradores de hombres. Sin olvidar la extraordinaria aventura que nos cont¨® John Vaillant en El tigre, una historia real de venganza y supervivencia (Destino, 2011), de h¨¢lito cl¨¢sico, el ¨²nico libro en el que aparece un tigre siberiano en medio de la taiga esperando a sus perseguidores en un colch¨®n como si fuera el lobo de Caperucita y en el que podemos leer esta frase que deben grabarse en el coraz¨®n todos los acechadores, so?adores y amantes de los tigres: ¡°La ¨²nica certeza que hay en las huellas de tigre es: s¨ªguelas durante el tiempo suficiente y acabar¨¢s llegando a un tigre, a no ser que el tigre llegue antes a ti¡±. Tigre, tigre, luz flameante en los bosques de la noche...
Ahora, coincidiendo con la noticia el pasado octubre de la caza de una fiera antrop¨®faga (9 v¨ªctimas), el devorador de hombres de Champaran, en el Estado indio de Bihar, y la pol¨¦mica que ha desatado, volvemos a o¨ªr rugir al tigre en un nuevo libro muy bello, lleno de datos interesant¨ªsimos y de pasi¨®n, enriquecido con multitud de incre¨ªbles fotos, mapas y dibujos, incluidas infograf¨ªas a toda p¨¢gina de los parques nacionales indios. La obra de un enamorado de los tigres que los ha visto y los ha seguido, con alg¨²n susto gordo ¡ªes lo que tienen los tigres¡ª, por todos sus parajes. Los senderos del tigre, subtitulado Historias de tigres y humanos y escrito por el veterano organizador de viejes y expediciones sevillano Jos¨¦ Luis Rivera (Perdix Ediciones, 2022), es una maravilla de libro, ins¨®lito en nuestras latitudes (parece que todo lo que tiene que ver con tigres nos haya de llegar del mundo anglosaj¨®n; al menos para los leones tenemos a Jorge de Pallej¨¢ y su Simba). Se trata de un viaje por la historia, el mito y la geograf¨ªa del tigre (parques de Jim Corbett, Satpura, Pench, Kanha, Sundarbans, Chittwan y especialmente Ranthambore, entre otras reservas), cargado de documentaci¨®n y de an¨¦cdotas impagables, con un conocimiento de primera mano del felino.
¡°Llevo 22 a?os viendo tigres, he visto m¨¢s de medio centenar en su h¨¢bitat¡±, explica Rivera, de 58 a?os, director de la empresa Ecowildlife Travel, un hombre calmado y no muy atl¨¦tico de aspecto, al que a uno le cuesta imaginar detr¨¢s de un tigre, y menos a¨²n corriendo delante. Sin embargo, cuando se pone a hablar, su conversaci¨®n en una cafeter¨ªa en Barcelona es tan entusiasta y entusiasmante que hasta nos olvidamos de pedir caf¨¦. Medio centenar de tigres puede parecer poco (si no eres Gladiator, al que ya le parec¨ªan mucho tres, cuatro si contamos a Tigris el galo), pero son much¨ªsimos. ¡°A los tigres en libertad, taciturnos y solitarios, no los ves como a los leones, que viven en espacios abiertos en la sabana y en grandes grupos familiares. He llegado a ver 80 leones en una misma jornada en Masai Mara. Ver tigres en cambio es muy dif¨ªcil, hay que buscarlos mucho, si tienes suerte los encuentras una de cada tres veces que sales tras ellos¡±. Adem¨¢s, se calcula que quedan 22.000 leones en la naturaleza, y en cambio tigres, se?ala Rivera, s¨®lo unos 3.900, 3.000 de ellos en la India.
El autor no tiene duda de qui¨¦n es el rey. ¡°El tigre. Es m¨¢s grande. Seg¨²n las fuentes, cuando se los ha enfrentado siempre ha ganado el tigre. Un le¨®n macho puede llegar a pesar 250 o 300 kilos, un tigre casi 400¡å. ?Qu¨¦ tienen los tigres, que nos maravillan tanto? ¡°Una m¨ªstica. El tigre es imponente. El primero que ves no lo olvidas nunca. El silencio que se hace en la selva¡ Cuando entra en escena el tigre, la jungla calla. Es algo m¨¢gico, la majestad del tigre. Cada vez que da un paso parece que la selva temblara. Luego el langur empieza a chillar¡±.
El primer tigre de Jos¨¦ Luis Rivera, lo cuenta al inicio del libro, fue una hermosa tigresa de Bengala en 1998 en el Parque Nacional de Bandhavgarth, en una ma?ana fr¨ªa de noviembre. Fue como si toda la naturaleza se ensimismara s¨²bitamente para preparar su aparici¨®n. ¡°Probably tiger¡±, advirti¨® en un susurro el ranger que le acompa?aba. Y entonces surgi¨® la fiera. ¡°Sentimos como se apartaban algunas ramas, al mirar se nos hel¨® la sangre. A escasos cinco metros del coche y como brotado de las mismas entra?as del bosque, un bello ejemplar de tigre nos miraba y ol¨ªa. Continu¨® y sali¨® al camino. Iba de caza¡±.
Los senderos del tigre, prologado por Amit Sankhala, uno de los m¨¢s populares expertos en tigres, nieto de Kailash Sankhala, el fundador del Proyecto Tigre en 1973 (a la familia los conocen como ¡°los hombres tigre¡±), comienza por trazar el ¨¢rbol evolutivo del felino, sus antecesores, los terribles tigres dientes de sable, y sus diferentes subespecies. De las 9 modernas, tres se extinguieron en el siglo XX, el tigre del Caspio o persa (1970), el de Java (1979) y el de Bali (1937); quedan el de Indochina, el siberiano o del Amur, el m¨¢s grande; el de Bengala (Panthera tigris tigris), el de Malasia, el de Sumatra y el del sur de China (apenas 30 individuos).
En el libro, que tambi¨¦n es un libro de viajes con interesantes consideraciones antropol¨®gicas sobre las gentes y las costumbres de la India y una cr¨®nica muy personal, el autor recuerda sus salidas al campo sevillano con su abuelo Salvador, de cuyas trampas de humilde furtivo conocedor de la naturalea salta a la escopeta del brit¨¢nico nacido en Naini Tal, al pie del Himalaya, Jim Corbett, el c¨¦lebre cazador de devoradores de hombres, pionero del conservacionismo y escritor, al cual admira y del cual explica su historia. ¡°Corbett liber¨® a las poblaciones locales, corriendo grandes peligros, de 19 tigres y 14 leopardos, como el de Rudraprayag, que hab¨ªan causado la muerte en total de m¨¢s de 1.300 personas. S¨®lo la tigresa de Champawat mat¨®, en Nepal y el distrito indio de Kumaon, a 438 hombres, mujeres y ni?os¡±, apunta Rivera. De Corbett (1875-1955), Ediciones del Viento ha publicado sus preciosos libros Mi India y La sabidur¨ªa de la jungla; hay ediciones en castellano tambi¨¦n de sus famosas y emocionantes historias de caza de fieras antrop¨®fagas, El leopardo de Rudraprayag, El tigre del templo, ambas en Cairel y Las fieras cebadas de Kumaon (Ediciones del Sol, 1994). A Rivera en cambio, Dios le perdone (Fernando Savater y tantos lectores entusiastas de Devoradores de hombres, La llamada del tigre, o Esto es la jungla, no lo haremos), no le gusta Kenneth Anderson (1910-1974), que caz¨® man-eaters en el sur de la India, entre ellos siete tigres, y dej¨® relatos absolutamente inolvidables (publicados por Juventud). ¡°Pero no era un hombre integrado en la cultura indio como s¨ª lo estaba Corbett¡±, justifica para no incluirlo en su libro. Tampoco sale, ay, El tigre y el hombre, de Bengt Berg.
Eran los de Corbett, recalca Rivera, tiempos muy distintos de los actuales o de los grandes d¨ªas del Raj, cuando hab¨ªa en la India 300.000 tigres y se organizaban, pervirtiendo el concepto de shikar, cacer¨ªas desenfrenadas del felino. El sult¨¢n de Sugurja lleg¨® a cobrar ¨¦l solo 1.100 tigres de Bengala. A principios del siglo XX el n¨²mero de tigres hab¨ªa descendido hasta 40.000 pero el gran susto lleg¨® cuando el censo encargado por Indira Gandhi en 1972 arroj¨® s¨®lo 1.800 tigres, al borde mismo de la extinci¨®n. A partir de ah¨ª se encendi¨® la alarma y empezaron los programas de recuperaci¨®n del felino, de lo que trata en diversos cap¨ªtulos Los senderos del tigre, trayendo a colaci¨®n otro cl¨¢sico de los libros sobre el gran carn¨ªvoro, The last tiger, strugglin for survival, de Valmik Thapar ( Oxford, 2006). ¡°La medicina tradicional china, que emplea partes del cuerpo del tigre, por las que se pagan enormes sumas que incentivan a los cazadores furtivos, y la presi¨®n demogr¨¢fica humana que les resta espacio convirtiendo grandes ¨¢reas de selva en zona de cultivos, son las principales amenazas para el tigre, que ha perdido el 93 % de sus territorios originales¡±. La creaci¨®n de parques nacionales ha sido una soluci¨®n, pero a costa de medidas tan radicales como el traslado de poblaciones humanas enteras.
Hay espacio para Kipling en el libro. Rivera es muy fan de El libro de la selva, su libro inici¨¢tico de tigres (adem¨¢s de Salgari y Sandok¨¢n), pese a que nos dej¨® para siempre el arquetipo del tigre malvado, Shere Khan, de ojos llameantes. ¡°S¨ª, me sabe mal esa imagen, es un tigre cebado, un antrop¨®fago. Pero hay que recordar que tiene un defecto f¨ªsico, que es lo que suele hacer a los tigres devoradores de hombres; su madre le llam¨® Lungri, cojo, lo es de nacimiento, y eso le impide cazar sus presas naturales y le reduce a depredar el ganado de los humanos y a ellos mismos. La villan¨ªa del tigre que estableci¨® Kipling es en todo caso un concepto ajeno a la mentalidad india, incluso en el caso de los devoradores de hombres. Ven al tigre como un poderoso ser de la selva, lo han hecho incluso la cabalgadura de dioses como Durga, cuyo vajana, su veh¨ªculo, es un tigre de Bengala¡±. Shere Khan, hay que recordar, comparte el triste destino de tantos de sus cong¨¦neres: muerto arrollado por los b¨²falos instigados por Mowgli, despellejado por este y convertido en alfombra para su baile con ir¨®nica y triste canci¨®n en la Pe?a del Consejo de los lobos.
Entre lo m¨¢s emocionante del libro de Rivera, que tambi¨¦n habla de los elefantes, los leopardos, los lobos, los osos bezudos o los rinocerontes unicornios, est¨¢n los relatos de avistamientos de tigres: Maya, la reina de Tadoba Andhari; Choti Tara y sus hijos, a los que pudo observar el autor mientras la madre los amamantaba; Krishna, jugando con sus cachorros ya mayores; incluso la famosa Machhli, la reina de los tigres, que batall¨® con un cocodrilo. Rivera ha visto tambi¨¦n varias veces cara a cara al terrible Ustad, el tigre antrop¨®fago, al que luego visit¨® cuando estaba preso en el zoo de Sajjangarh, entre ratas y royendo huesos, tras haber sido el rey en un territorio grande como la isla de Manhattan, en Ranthambore.
Lo que invita a hablar sobre el debate de la colisi¨®n de derechos entre tigres y humanos en la India (70 % de la poblaci¨®n mundial de tigres pero s¨®lo el 25 % de su h¨¢bitat), cuya expresi¨®n m¨¢s tr¨¢gica es cuando los tigres matan a la gente (unas 40 o 50 v¨ªctimas al a?o); lo hacen al entrar las personas en sus dominios a coger le?a, llevando a pastar su ganado o para hacer sus necesidades, algo habitual en el subcontinente, donde escasean los lavabos. ?Dormir¨ªamos tranquilos en occidente de haber tigres cerca de casa? ¡°No, aqu¨ª tenemos miedo de cualquier cosa as¨ª que imag¨ªnate de un tigre. En el debate sobre su protecci¨®n somos a veces muy hip¨®critas, si tuvi¨¦ramos que convivir nosotros¡ Mira lo que pasa en el Pirineo con el oso¡±.
A Ustad, explica Rivera se le atribuyen cuatro muertes en la reserva. Hab¨ªa evidencias de que se hab¨ªa convertido en un man-eater, pero se pasaron por alto porque un tigre es hoy algo muy valioso econ¨®micamente, para atraer turismo. Hasta que no lo pillaron literalmente con las garras en la masa (llevando el cad¨¢ver del guarda forestal de 56 a?os Rampal Saini entre las fauces), no se plante¨® liberar al mundo de un tigre que hab¨ªa devenido un monstruo. Lo capturaron y lo trasladaron a un zoo. Y entonces empez¨® una ins¨®lita campa?a en las redes a su favor. Responsabilizando a las v¨ªctimas del tigre de haber invadido su territorio y pidiendo su libertad.
Para Rivera (y para muchos expertos en tigres), no hay duda: a un tigre as¨ª hay que eliminarlo, sin falsos sentimentalismos; es como podar una rama podrida de un ¨¢rbol. Una vez comienzan a devorar personas no paran. ¡°Cuando matan gente no hay que darle vueltas, matar a un tigre as¨ª es lo mejor, no puedes translocarlo, soltarlo en otro sitio, es una irresponsabilidad. Y encerrarlo es una crueldad. Ustad muri¨® el a?o pasado viviendo de una manera miserable¡±. Su conversi¨®n en devorador de hombres, considera, se debi¨® a exceso de intervenci¨®n en su comportamiento, y a un encadenamiento de malas praxis: se lo trat¨® repetidamente, manipul¨¢ndolo para ello, de enfermedades que lo hubieran hecho morir de manera natural, entre ellas un estre?imiento cr¨®nico que lo volvi¨® peligrosamente hura?o.
En cuanto a los tigres antrop¨®fagos de los Sunderbans, Rivera es de los que achacan esa (mala) costumbre a la salinidad del agua, que los vuelve m¨¢s agresivos; tambi¨¦n a que el cambio clim¨¢tico hace que cada vez haya menos tierra firme en el delta y los tigres y los humanos tengan que competir por el espacio y los recursos: los pescadores y los recolectores de miel se adentran cada vez m¨¢s profundamente en el h¨¢bitat del tigre.
De la caza el pasado 8 de octubre del devorador de hombres de Champaran, oficialmente T-104, critica el show, el innecesario despliegue con 200 batidores, elefantes, francotiradores e incluso alg¨²n cazador medi¨¢tico, pero insiste en que a un tigre cebado y declarado oficialmente ¡°peligroso para la vida humana¡± lo mejor es matarlo.
Rivera opina que manejando bien el tema y con dinero se puede salvar a los tigres y a la gente a la vez, y aplaude las iniciativas de involucrar a las comunidades que viven en zona de tigres, como los mogya, de casta baja y acreditados furtivos, en tareas de gesti¨®n y protecci¨®n de los felinos, de manera que se aprovechen tambi¨¦n ellos del beneficio del turismo.
Pese a todos los problemas de conservaci¨®n y la dificultad de la coexistencia con los humanos, que ha aumentado al recuperarse la poblaci¨®n de tigres en los ¨²ltimos a?os,, Rivera cree que el tigre, tan enraizado en nuestra cultura desde Clemenceau a La vida de Pi pasando por Tiger Woods y el Hobbes de Calvin, tiene el futuro garantizado. Por lo que supone de valor econ¨®mico como factor tur¨ªstico pero tambi¨¦n gracias en parte a un personaje inesperado y tan impopular como Vladimir Putin, que parad¨®jicamente ha logrado convertir hoy al tigre siberiano y a los dem¨¢s por extensi¨®n en un animal tan popular como hicieron los chinos al panda.
Babelia
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