Cavendish se acerca a los grandes
El brit¨¢nico gana su 19? etapa en el Tour, la cuarta en esta edici¨®n, y Voeckler cumple una semana de amarillo en v¨ªsperas del d¨ªa de descanso prealpino
Dicen muchos, los directores de los equipos tambi¨¦n, que para ver una etapa y saber lo que realmente pasa, nada como la televisi¨®n. Por eso instalan en sus coches, que viajan a cola de pelot¨®n, lejos, muy lejos de la acci¨®n, como en un cortejo f¨²nebre a veces, serios los ch¨®feres con sus gorras, una kerm¨¦s de feria otras, acelerones y frenazos, cl¨¢xones ensordecedores, peque?as pantallas de plasma para ver lo que no pueden ver.
Se equivocan en esto, como en tantas otras cosas, las mentes que deciden qu¨¦ deben hacer sus chicos en la carretera.
Como en moto, en ninguna parte, aunque se est¨¦ tan lejos de la acci¨®n, por delante o por detr¨¢s, como en coche. Desde la moto, por ejemplo, se huele. Hierbabuena y tomillo, past¨ªs y olivos, atravesando los vi?edos del sur de Francia, por los pueblos en los que los ni?os de Brassens salen a cazar mariposas. En el coche, los cristales hasta arriba para no desperdiciar aire acondicionado, se oye. John Lelangue, por ejemplo, el director del BMC de Evans y ch¨®fer de su m¨¢nager, Jim Ochowitz, se deleita con el dormir de este, que sue?a, apoyada la cabeza en un suave y enorme coj¨ªn rosa, quiz¨¢s con Evans de amarillo, mientras, entre ronquido y ronquido, Radio Tour relata, precisa, met¨®dica, los avatares de una etapa agitada a ritmo del mistral que azota al pelot¨®n y controlada con mano de firme timonel por el equipo de Cavendish. Permitieron de salida una fuga f¨¢cil, cinco corredores, a los que concedieron en nada tres minutos y a tres minutos los tuvieron, desesperadamente, los 190 kil¨®metros de la etapa, sin sobresaltos ni capacidad de sorpresa. Al final, en la circunvalaci¨®n interminable que permiti¨® apreciar la realidad multicultural y multi¨¦tnica de Montpellier, se desenvolvieron con la misma facilidad para que ganara el chico de Man, que firm¨® su cuarta victoria en este Tour, la 19? de su carrera en la grande boucle, a¨²n lejos de las 34 de Merckx, pero m¨¢s cerca de algunos de los grandes hist¨®ricos en el oficio de esprintar, como Darrigade (24).
Desde la moto se comprueba tambi¨¦n, visual y sonoramente, que la calidad de un l¨ªder, la fe que tenga su equipo en ¨¦l, depende en general del tama?o y el porte del corredor que se detiene a su lado cuando responde a la llamada de naturaleza en la cuneta. As¨ª se descubre que el corredor-sombra, as¨ª los designa el argot a los ayudantes en el llano, del l¨ªder Voeckler, todo un gentleman, es Yohan Gene, antillano, el primer ciclista negro del Tour, y que Jens Voigt, tan grande, vale para todo en casa de los hermanos luxemburgueses. La calidad y la frecuencia de las paradas fisiol¨®gicas, revelada tambi¨¦n por la cantidad de multas impuestas diariamente por los comisarios a los ciclistas por "orinar en p¨²blico" -como si fuera f¨¢cil encontrar un tramo de carretera sin una familia haciendo un picnic o un ni?o arriesgando la vida por cazar una chucher¨ªa de la caravana publicitaria-, contradice ligeramente la tesis que dice que la imposibilidad de efectuar una rehidrataci¨®n conveniente con los ciclistas desde la prohibici¨®n de los sueros intravenosos y de la entrega de bidones en los 20 ¨²ltimos kil¨®metros de las etapas est¨¢ detr¨¢s del descenso general del rendimiento del pelot¨®n en las etapas pirenaicas.
Otra tesis, que desgraciadamente no se puede contrastar desde la moto pues su s¨ªntoma revelador m¨¢s notable -la hiperflatulencia- se escapa a la observaci¨®n desde tan lejos, se?ala que la obligatoriedad de tomar productos recuperantes -vitaminas, minerales, amino¨¢cidos- solo por v¨ªa oral, habitualmente por medio de pastillas -unas 20 al d¨ªa debe tomarse cada corredor, incluidos un sobre de omeoprazol ma?ana y tarde- rebaja ineluctablemente su capacidad de rendimiento etapa tras etapa a la vez que, en proporci¨®n inversa, aumenta su malestar estomacal e intestinal.
Los franceses son m¨¢s directos y festejan la primera semana de Voeckler en amarillo apelando a su viejo y querido tema del ciclismo de dos velocidades, que, dicen, solo echan de menos los nost¨¢lgicos del horror.
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