Good bye Liga
Durante unos cuantos minutos del derbi, el Atl¨¦tico y el Madrid se condujeron como si no se hubieran descolgado del Bar?a y siguieran en el mundo desaparecido del curso pasado
Cuando el Atl¨¦tico y el Real Madrid se despertaron del derbi, volv¨ªa a ser noviembre de 2017 y ya no estaban a ocho puntos del Barcelona, sino a diez. Durante algunos minutos del partido del Metropolitano, se condujeron como si a¨²n vivieran en la temporada pasada, en la vuelta de las semifinales de Champions, por ejemplo; un mundo desaparecido, en el Calder¨®n, cuando ambos dominaban (sobre todo el Madrid) o se encontraban en disposici¨®n de dominar Europa. El Atl¨¦tico mord¨ªa arriba, Correa roz¨® el gol en un mano a mano con Casilla y el estadio temblaba cuando la cog¨ªa Cristiano, y le pitaba para espantar el temblor. Como cuando Cristiano met¨ªa goles, un hat trick el curso pasado en la Liga en el Calder¨®n.
Apretaban y se embest¨ªan como si nada hubiera cambiado y por delante en la tabla no tuvieran al Valencia y al Bar?a. Ensimismados en aquella cumbre que comenzaron a hollar juntos en la final de Lisboa. En las vibraciones del derbi a¨²n resonaba todo aquello. Como si nada de lo de este curso hubiera pasado. Suced¨ªa algo as¨ª en la pel¨ªcula Good bye Lenin. Christiane, la madre de Alexander Kerner, entra en coma en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana en octubre de 1989, d¨ªas antes de que la ca¨ªda del Muro, en la noche del 9 al 10 de noviembre. Cuando despierta, en un mundo que nada tiene que ver con el anterior, Alexander, interpretado por Daniel Br¨¹hl, para protegerla del shock finge que nada de eso ha pasado. Durante semanas consigue que el orden nuevo no penetre en su apartamento, ¨²ltimo enclave occidental del comunismo.
Ella, sin embargo, va notando cosas: una se?al de Coca Cola que aparece, una estatua de Lenin que desaparece. Pero ¨¦l insiste: edifica un relato en el que aquello podr¨ªa encajar a¨²n con la ortodoxia comunista. Construye incluso noticiarios falsos. Y la farsa alarga su vida, contra toda evidencia. Como sigui¨® en el Metropolitano un duelo de alto voltaje, con su conato de tangana, empujones, penaltis reclamados y una nariz rota. Pero Cristiano no acertaba y Griezmann ni tir¨® a puerta, y no se le vio un solo regate.
Al final de la pel¨ªcula, poco antes de morir, Christiane se da cuenta del montaje y entiende el esfuerzo de su hijo por mantenerlo en pie. As¨ª que muere sin decir nada, fingiendo ahora ella que sigue en octubre de 1989, para protegerlo a ¨¦l. Al Atl¨¦tico y al Real Madrid, apagado el fragor del derbi, no hay quien los proteja. Es noviembre de 2017 y, en efecto, el Barcelona va en cabeza con diez puntos de ventaja.
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