Una especie en extinci¨®n
La picard¨ªa del regate parece algo del pasado. Cuando regresa equivale a una cita en lat¨ªn
No han faltado emociones en este Mundial donde caen goles decisivos cuando el partido no parece tener remedio. Hemos visto s¨®lidos remates de cabeza, excepcionales tiros de media distancia, triangulaciones que culminan en fusilamientos de ¨¢rea chica. Los aciertos han superado a las inevitables pifias de los porteros, los autogoles y la inclemente justicia de los penaltis.
El esplendor en la hierba es evidente, pero algo falta: un lance antiguo que cuando regresa resulta tan sorprendente como el ajustado chaleco del entrenador ingl¨¦s Gareth Southgate en una ¨¦poca de tatuajes. Me refiero al regate, que en algunos pa¨ªses se llama dribbling, en recuerdo de los fundadores del f¨²tbol que, cosa rara, practicaron poco ese asombro que se convertir¨ªa en patrimonio de brasile?os, argentinos y algunos exaltados europeos.
En el partido Espa?a-Rusia vimos a los mejores mediocampistas del planeta pasarse el bal¨®n sin resultado alguno. Los anfitriones del Mundial recurrieron a la estrategia que tantos dividendos les ha dado ante las invasiones: abandonaron la tierra quemada y se refugiaron en su ¨¢rea para resistir como en el sitio a Stalingrado. Ten¨ªan poco f¨²tbol pero ten¨ªan una idea. ?C¨®mo romper esa muralla? Los viejos profetas aconsejan tiros desde fuera del ¨¢rea, jugadas de pared que desemboquen en un pase al hueco, el viejo recurso de sortear al adversario.
Alguna vez Jorge Valdano coment¨® a prop¨®sito de Hugo S¨¢nchez: ¡°Se retir¨® del f¨²tbol sin que supi¨¦ramos si sab¨ªa driblar porque nunca lo intent¨®¡±. Experto en el remate, Hugo no se complic¨® la vida con jugadas que no desembocaran en las redes.
Esa parece ser la t¨®nica del f¨²tbol actual. La picard¨ªa del enga?o parece algo del pasado. Cuando regresa equivale a una cita en lat¨ªn.
La ideolog¨ªa de la competitividad ha limitado las jugadas de riesgo y fantas¨ªa en las que se puede perder el bal¨®n. Incluso un virtuoso como Neymar, que se adiestr¨® en campos donde las fintas son m¨¢s importantes que los goles, ha ca¨ªdo en un oportunismo judicial: no intenta el regate para marear a un defensa, sino para que le cometa una falta y ¨¦l pueda simular una agon¨ªa.
Lionel Messi, m¨¢ximo custodio del regate contempor¨¢neo, no tuvo su Mundial. ?Qu¨¦ perdemos con la desaparici¨®n de esta suerte?
El periodista argentino Borocot¨®, que brill¨® en las p¨¢ginas de El Gr¨¢fico, propuso un monumento al dribbling protagonizado por un h¨¦roe de potrero: ¡°Un pibe de cara sucia, con una cabellera que le protest¨® al peine el derecho a ser rebelde¡ Unos remiendos unidos con poco arte servir¨¢n de pantal¨®n. Una camiseta a rayas argentinas, demasiado descotada y con muchos agujeros hechos por los invisibles ratones del uso¡ Su actitud debe ser caracter¨ªstica, dando la impresi¨®n de que est¨¢ realizando un dribbling con la pelota de trapo¡±.
El regate no pertenece al virtuosismo in¨²til porque en el f¨²tbol la magia es el pr¨®logo de la eficacia. Esa sabidur¨ªa de barrio, con la que Maradona logr¨® el mejor gol de los Mundiales, se ha vuelto tan esquiva como el tigre blanco.
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