No escriban la cr¨®nica antes de la final
La ¨²nica conclusi¨®n es que el f¨²tbol es al¨¦rgico a las simplificaciones. Aunque manejemos todos los secretos del juego, puede ocurrir que Sterling la mande al cielo a medio metro del arco y sin portero
El coraz¨®n de la m¨¢quina
Hace tiempo que al f¨²tbol alem¨¢n dejamos de representarlo como una m¨¢quina. El t¨®pico nos pon¨ªa siempre ante un equipo con un funcionamiento eficaz, aunque fr¨ªo y previsible como una cadena de montaje. Pero si algo define a este Bayern que lleg¨® a la final de la Champions dando un paseo (gan¨® todos los partidos con un promedio de m¨¢s de cuatro goles), es la pasi¨®n. M¨¢quina, s¨ª, por la insistencia con la que taladra, gana y golea, pero con coraz¨®n. Como el esfuerzo no se negocia, los veteranos corren tanto o m¨¢s que los j¨®venes, y como son insaciables, el gol m¨¢s importante es siempre el pr¨®ximo. Esa capacidad para invadir con siete la trinchera del ¨¢rea contraria y, en la siguiente jugada, defender con siete el ¨¢rea propia (todo esto sin jugar con 14 jugadores) nos habla de la fiabilidad del equipo. Si tambi¨¦n el f¨²tbol fuera fiable, habr¨ªa campe¨®n antes de jugar la final.
Si hay privilegios no hay equipo
El PSG se ha sanado de los estragos que produce el exceso de talento. Que no se me entienda mal, el talento nunca sobra, pero en ocasiones confunde. El error, que no es nuevo, consiste en creer que el tama?o del talento autoriza a distintos niveles de obligaciones. Por ejemplo, cuando unos se encargan de jugar y otros, con menos estatus, de correr. Por fin, en el PSG la suma de individualidades ha cristalizado en equipo. Si algo ha dejado claro Lisboa es que para jugar se requiere compromiso y, para defender, esfuerzo. Pero colectivo. Solo con jugadores que no se esconden con y sin el bal¨®n, el funcionamiento se estabiliza para defender y se despliega para atacar. Resulta m¨¢s f¨¢cil conseguirlo con jugadores j¨®venes o medianos, gente que no pide privilegios. El sistema de castas que algunos clubes permiten hace imposible la competitividad que exige, en estos momentos, el m¨¢ximo nivel.
F¨²tbol es todo
Amigos como somos de los prejuicios, podemos escribir la cr¨®nica de la final antes de empezar. Si gana el Bayern habr¨¢ ganado el sentido de equipo, y su fuerza colectiva siempre estar¨¢ por encima del talento; y si gana el PSG se deber¨¢ a la explosi¨®n de sus grandes talentos, imparable para cualquier equipo. Las dos teor¨ªas podr¨¢n ir acompa?adas de datos estad¨ªsticos y contundentes ejemplos hist¨®ricos, pero no por eso dejar¨¢n de ser mentiras. Vemos el f¨²tbol desde nuestra obsesi¨®n favorita, que puede ser t¨¢ctica, t¨¦cnica, f¨ªsica, an¨ªmica¡ Y tenemos tantas ganas de tener raz¨®n, que forzamos la realidad a nuestro gusto. Lisboa nos puso ante equipos de todo pelaje, con notables fortalezas y debilidades. La ¨²nica conclusi¨®n es que el f¨²tbol es al¨¦rgico a las simplificaciones. Aunque manejemos todos los secretos del juego, puede ocurrir que Sterling la mande al cielo a medio metro del arco y sin portero.
Tango
Cuando vuelvo a Argentina un amigo suele decirme que hay una sola buena noticia y es que ¡°hemos tocado fondo¡±. Me lo repite desde hace treinta a?os, lo que demuestra que la decadencia no tiene fondo. Algo por el estilo le viene pasando al Bar?a Champions tras Champions hasta que, en Lisboa, como dice el tango, se encontr¨® con ¡°la burla de la realidad¡±. Se supone que tocar fondo sirve para tomar impulso, pero cuesta saber d¨®nde est¨¢ el punto de apoyo cuando se pierde 8 a 2 sin el amparo del orden ni del talento ni de la rebeld¨ªa. En medio del caos, es muy posible que Messi haya terminado tarareando el final del aludido tango: ¡°Perd¨®n si me ven lagrimear, los recuerdos me han hecho mal¡±. Solo que la nostalgia no sirve para reconstruir lo que est¨¢ roto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.