La lluvia de los Apeninos bendice a Mikel Landa en el Giro de Italia
Un ataque del alav¨¦s en la subida a Sestola selecciona a los grandes favoritos en la primera etapa dura, que corona a Dombrowski y viste de rosa a De Marchi
¡°?Miedo a la lluvia? ?Qu¨¦ dices? Que llueva, que llueva¡±. As¨ª habla Mikel Landa, mirando al cielo, a las nubes que cubren primero de bruma espesa la bella Plasencia, al pie de los Apeninos, luego de agua. Llueve y llueve y no deja de llover, lluvia suave todo el d¨ªa, aguaceros de primavera por las monta?as siempre tan verdes, llueve y Landa sonr¨ªe. ¡°Mucho mejor para las alergias¡±, dice Landa, que se empapa en el agua que le bendice, mira a su espalda, rostros tristes, alica¨ªdos, tan desnudos los ciclistas corren sin las gafas de sol que les protegen la mirada, que les transforma en enigmas que asustan, y ataca. Queda menos de un kil¨®metro del Passerino, m¨¢s un muro que un col, la puerta de entrada al pueblo de Sestola, la meta, dos kil¨®metros m¨¢s all¨¢, y el monte Cimone m¨¢s arriba, y el paisaje, los pueblos, los olores, las carreteras de cabras, no son tan diferentes a las de su Pa¨ªs Vasco.
M¨¢s que un ataque es una declaraci¨®n de intenciones, una proclamaci¨®n, un grito. Landa est¨¢.
Hace cinco a?os, y ning¨²n aficionado lo olvida, Landa, l¨ªder entonces del gran Sky, no pudo llegar a Sestola. Aquel Giro, la estaci¨®n de Tomba era el punto final de la d¨¦cima etapa, la que segu¨ªa a un d¨ªa de descanso que no le sent¨® nada bien. Se descolg¨® nada m¨¢s comenzar la etapa. Su fiel Mikel Nieve le acompa?¨® un rato. Luego se baj¨® de la bicicleta. La historia que fue una eleg¨ªa se repite como una epopeya. Y sigue lloviendo.
Delante pelean por la victoria de etapa y la maglia rosa algunos de los secundarios que han protagonizado los primeros cap¨ªtulos de la etapa, que ocupan 180 de los 187 totales, los kil¨®metros de desgaste, los de maldecir el agua en un trazado de subibaja tan verazmente descrito como rompepiernas, pues se les congelan en los descensos, y les duelen como el demonio cuando vuelven a subir; los de sufrir por sufrir, los de contar los kil¨®metros que parece que no acaban nunca, los que convierten al ciclismo en un deporte pleno, de resistencia y de dinamita; los que, al ritmo que marca Filippo Ganna, metamorfoseado en mula laboriosa y tenaz e incansable de rosa a¨²n gu¨ªa al pelot¨®n seg¨²n desea su jefe, Egan Bernal, y luego de la locomotora Cavagna, pe¨®n de Remco ambicioso, acaban con las fuerzas de Joao Almeida, que no es el mismo lusitano del a?o pasado, tan vivaz; los que dejan tocados a Nibali, que sigue quej¨¢ndose de dolores en la mu?eca tan recientemente operada, y a Marc Soler.
De la fuga inicial de 25 sobreviven dos. Son un norteamericano que, cuando pas¨® por el Sky promet¨ªa ser el heredero bueno de Armstrong, y acab¨® en el UAE, Joe Dombrowski, y Alessandro de Marchi, un italiano del Friuli, un pelirrojo que solo disfruta en las largas fugas. El yanqui de Christiana (Delaware), que cumple 30 a?os el mi¨¦rcoles 12, se lleva la etapa y se gana el sobrenombre, quiz¨¢s para siempre, de Joe DiMaggio (pero sin Marilyn); para el paisano de Ottavio Bottecchia, tambi¨¦n tauro (cumple 35 el mi¨¦rcoles 19), la primera maglia rosa de su vida, que es, as¨ª lo dice, un premio a tantos a?os fug¨¢ndose en el Giro.
Poco m¨¢s de tres minutos despu¨¦s, llegan los buenos del Giro, preparados para protagonizar el final de la pel¨ªcula. Les gu¨ªa Landa.
Landa ha cambiado. Cuando ataca, duro, duro, mantiene la calma aparente de siempre, el cuerpo arqueado, el culo bien levantado sobre el sill¨ªn, pero las manos ya no las deja abajo sino que agarra el manillar por las manetas, arriba. Y no vuelve a mirar atr¨¢s. Lleva en la cabeza grabadas las miradas de sus rivales a los que, durante varios kil¨®metros, ha torturado con un ritmo asfixiante su compa?ero, y amigo, Pello Bilbao. Imagina que despu¨¦s de su golpe se le unir¨¢n los mejores de entre los favoritos que le han visto partir. Lo intentan todos. Lo consiguen pocos. Son tres: Egan, el m¨¢s ¨¢gil, el que m¨¢s impresiona; el ruso Vlasov, que ya destac¨® en la contrarreloj, y el ingl¨¦s del Angliru, Hugh Carthy. Ni el otro ingl¨¦s importante, Simon Yates, ni Remco, el esperado, pudieron responder. Llegaron a 11s. Nibali y Soler, a 34s.
Landa desciende de la bici tan tranquilo como si volviera a casa despu¨¦s de hacer los recados y habla. Cuenta lo de las caras tristes de sus rivales. Le brillan los ojos de alegr¨ªa. Ni la m¨¢scara puede esconder su sonrisa de oreja a oreja. ¡°Pero me r¨ªo solo ahora, ?eh? Sobre la bici tambi¨¦n sufr¨ª¡±.
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