Para Superliga, la Eurocopa
El torneo, con partidos apote¨®sicos, realza el f¨²tbol como objeto de pasi¨®n, no de consumo, con selecciones sublevadas y una Espa?a api?ada ya sin fronteras
Asiste el planeta f¨²tbol a una dichosa Eurocopa, contrapeso de la fallida, por ahora, Superliga. El f¨²tbol como dep¨®sito sentimental, de ricos y pobres. Ah¨ª resisten con sus bienaventuranzas Dinamarca, Rep¨²blica Checa, Ucrania y Suiza, hoy en el centro del escenario, mal que les pese a los plut¨®cratas del Ibex del f¨²tbol.
En formato Superliga, ninguna de esas selecciones ya en cuartos de final hubiera sido invitada a la pasarela de Italia, B¨¦lgica, Inglaterra y Espa?a, los cuatro representantes de la nomenclatura que a¨²n tienen dictado en el campeonato. Claro, se han escurrido iconos de primera como Mbapp¨¦, Cristiano, Kroos y otros muchos franceses, portugueses, alemanes y hasta holandeses. Todos puestos a dieta ni m¨¢s ni menos que por el propio f¨²tbol, el de todos, el de los presuntos parias, modestos que pueden improvisar la gloria, y el de los que son vistos como el centro del universo. ?Y? El juego de lo imprevisto. El colmo para el negocio, que hubiera recusado a checos, suizos, daneses y ucranios. Una charlotada para los endomingados del comercio y nada m¨¢s. Hay otro fil¨®n. M¨¢s sentimental, claro, pero menos c¨¦lebre para los patricios. Aquellos tan poco munificentes que sin divisa en mano litigan como sea contra el advenimiento de los no llamados a su exclusivo casino vip.
Obvian, sin reparos, una veta que tambi¨¦n les dar¨ªa cuartos. La de mucho palique entre las gentes que abarrotan con pasi¨®n los bares y calles de Sevilla, Copenhague o San Petersburgo, donde las hinchadas metabolizan hasta el tu¨¦tano esas proezas pulgarcitas. La clientela, como as¨ª la definir¨ªan los pr¨®ceres del tinglado, no solo jalona el testado del consorcio de messis y cristianos, desde luego aquellos que hechizan el negocio y a las gentes. Hay otras bandas sonoras, aquellas, muchas, todav¨ªa permeables al f¨²tbol que remite a la vida, donde, a veces, por suerte, prevalece el hero¨ªsmo de la debilidad. La futboler¨ªa no se rinde al chasco de los mbapp¨¦s. Proliferan las ch¨¢charas sobre los dioses abdicados, sobre aquellos tot¨¦micos abismados que ya est¨¢n de parranda veraniega.
Eso tambi¨¦n es f¨²tbol. El que da y quita seg¨²n la meritocracia puntual. El f¨²tbol como objeto de pasi¨®n frente al f¨²tbol de consumo. El mismo que hubieran disfrutado Eduardo Galeano y otros muchos de su cuerda. As¨ª transita esta Eurocopa, un motor de emociones, con partidos apote¨®sicos, con irreverentes frente a los vedetismos. La propia Espa?a.
Los convocados por Luis Enrique llegaron quejosos al torneo. En su sopor¨ªfera burbuja rumiaban de mala gana que se les versionara como un equipo de soldaditos rasos a los que nadie reconocer¨ªa en un paseo por la Gran V¨ªa o las Ramblas. Un ultraje, sosten¨ªan, ante esos comentarios que pon¨ªan en jaque su presunto linaje internacional. Una nueva cepa de futbolistas sin p¨®steres. Deb¨ªan gan¨¢rselos, m¨¢xime tras el inicial desapego popular. El desafecto ha terminado por api?ar de lo lindo a un grupo en el que bajo la trompeta de ese espartaco Luis Enrique emerge otra selecci¨®n civil, sin cutrer¨ªos patri¨®ticos.
Comienza a florecer la Espa?a del maduro y reflexivo Unai Sim¨®n, del fresco y descarado ni?o que es Pedri, del abnegado Koke, del silencioso senador que es Busquets, del mancomunado Azpilicueta, del admirable Morata que sobrecarga con una inmerecida mochila... Y la Espa?a de aquellos llamados a sublevarse a la carrera como Dani Olmo, Ferran Torres, Pau...
El grupo funciona como grupo. Nadie est¨¢ por encima, lo que subraya la fraternidad, por m¨¢s que de puertas afuera la gente no d¨¦ a¨²n con los referentes, con los abanderados. Queda la Roja F¨²tbol Club, la que lleg¨® al torneo como un equipo de descampado. Ni siquiera esa Espa?a que frente a Croacia puso patas arriba a Espa?a estar¨ªa en lo que quieren llamar Superliga. Para Superliga, esta multifutbolera Eurocopa. La de todos.
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