Cuando el tenis gana aire a cambio de perder alma
El colorido de la afici¨®n anfitriona, esa explosi¨®n de j¨²bilo en la grada apoyando a sus jugadores, se ha desvanecido al reestructurar los formatos
En un deporte tan solitario como el tenis, donde el momento de la verdad se produce en ausencia de otros, competir en equipo produce una sensaci¨®n similar a la de volver a casa. Es un resguardo agradable, templado, hasta necesario. Acostumbrado a decidir por s¨ª mismo, el tenista que se integra en un grupo se siente protegido, y hasta en deuda por devolver los esfuerzos que le brindan cuando es el ¨²nico centro de atenci¨®n.
Estos d¨ªas se celebra una nueva edici¨®n de la Copa Davis, la competici¨®n por equipos nacionales m¨¢s hist¨®rica e importante del tenis profesional. Puede equivaler a un campeonato mundial de cualquier otra disciplina, aunque se celebra todos los a?os en el circuito. En definitiva, es una cita en la que el deporte nacional exhibe su nivel ante el resto del planeta; en el tenis, la posibilidad de demostrar la uni¨®n y el potencial de grupo del vestuario.
Estas citas se esperan con ilusi¨®n en la mente del jugador. Si tu deporte consiste en dar la vuelta al mundo enfocada en ti misma y tu reducido c¨ªrculo cercano, este torneo implica abrir la mente y ampliar el inter¨¦s hacia lo colectivo. El grupo lo integra un delegado de equipo, el m¨¦dico, los fisioterapeutas, un encordador, el fot¨®grafo, el jefe de seguridad, un sparring¡ En definitiva, un numeroso grupo humano, liderado por un capit¨¢n, remando por un objetivo com¨²n. La meta no es la victoria, algo que escapa a nuestro completo control, sino trabajar juntos para darnos la mejor oportunidad de competir por cada punto de la serie, partido a partido. Nuestro deporte disfruta en torneos de este tipo con un especial calor de la afici¨®n. El tenista no defiende unos colores cada semana, no tiene garantizados unos ¨¢nimos por pertenecer a una entidad, depende de la simpat¨ªa personal que despierte en la grada para disfrutar de apoyos. Competiciones como la Copa Davis ¡ªo la Copa Federaci¨®n en el femenino¡ª modifican ese factor de una manera fundamental. O al menos lo hac¨ªan anteriormente.
Como sabr¨¢n, ambas competiciones han afrontado cambios de formato en la fase final. Se han dejado atr¨¢s las eliminatorias tradicionales, disputadas en el hogar de una de las naciones participantes, para agrupar el desenlace en una ¨²nica sede. El colorido de la afici¨®n anfitriona, esa explosi¨®n de j¨²bilo en la grada apoyando a sus jugadores, se ha desvanecido de manera clara al reestructurarse el formato. Eran d¨ªas de fiesta absoluta donde la grada entregaba todo y t¨², como jugador, encontrabas ese extra que devolver a la afici¨®n. Por ganar aire en el calendario, se ha perdido buena parte del alma.
El deporte es muchas veces un reflejo de la vida, donde las cosas no siempre llegan como a uno le gustar¨ªa. Un escenario en el que se debe aceptar aquello que est¨¢ fuera de nuestro control para no perder el rumbo de nuestros pasos. Espa?a afronta esta vez un torneo repleto de rasgu?os: la anticipada ausencia de Rafael Nadal, la lesi¨®n inesperada de Roberto Bautista o la baja de ¨²ltima hora de Carlos Alcaraz, apartado por una infecci¨®n de covid-19, han afectado a la solidez del equipo. Es en momentos como este donde florece la fuerza del grupo.
Espa?a ha demostrado en los ¨²ltimos a?os una influencia creciente a nivel mundial. Con seis Ensaladeras y cuatro finales, se ha erigido en uno de los pa¨ªses m¨¢s respetados en la competici¨®n. Este a?o, los aficionados espa?oles tienen la suerte de poder animarles en casa, algo que ha dejado de ser una garant¨ªa para el futuro. La posibilidad de arengar como locales ya no es un plus peri¨®dico y eso, en mi opini¨®n, es un motivo de tristeza. Pocas cosas provocan m¨¢s impacto que lo vivido, en la memoria del veterano y en la ilusi¨®n del ni?o.
El aficionado dedica el tiempo libre y parte de sus recursos a valorar el trabajo del atleta. Algo que nunca deber¨ªa ser olvidado.
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