Muere a los 83 a?os Manolo Santana, mucho m¨¢s que un tenista
El legado del legendario jugador, uno de los grandes ¡®quijotes¡¯ del deporte espa?ol, trasciende a los fabulosos logros en las pistas, en las que irrumpi¨® como un chico humilde en un juego de ricos. Alcanz¨® la cima y desafi¨® al imperio anglosaj¨®n
Manol¨ªn, Santana o, sencillamente, Manolo, como se le conoc¨ªa cari?osamente entre la familia del tenis y porque as¨ª ¨¦l lo quer¨ªa, dado siempre el madrile?o a reducir distancias, falleci¨® este s¨¢bado en Marbella (M¨¢laga) a los 83 a?os despu¨¦s de haber dejado una profund¨ªsima huella en el deporte espa?ol. Un legado ¨²nico. Reconocido como uno de los grandes impulsores de la raqueta, holl¨® la cima del circuito ¡ªalcanz¨® el n¨²mero uno en 1965¡ª y adem¨¢s conquist¨® cuatro grandes: Roland Garros (1961 y 1964), Wimbledon (1966) y el US Open (1965). En cualquier caso, su trascendencia va mucho m¨¢s all¨¢ de los ¨¦xitos.
Nacido el 10 de mayo de 1938, Santana populariz¨® el tenis en unos tiempos en los que este deporte estaba reservado a los estratos sociales m¨¢s pudientes y en el contexto de la posguerra. Procedente de una familia muy humilde ¡ªsu padre, Braulio, era electricista de la Empresa Municipal de Transportes y su madre, Mercedes, ama de casa¡ª, supuso el gran referente para las generaciones posteriores y fue uno de los grandes estiletes para el despegue triunfal del deporte espa?ol. Ah¨ª est¨¢n Rafael Nadal y tantos otros, pero sin Santana nada hubiera sido posible. Con ¨¦l y un peque?o pu?ado de intr¨¦pidos comenz¨® todo.
Santana es sin¨®nimo de victorias y de grandes pasajes, de un sinf¨ªn de an¨¦cdotas. Cosech¨® 72 t¨ªtulos, adem¨¢s del oro ol¨ªmpico individual y la plata del dobles en los Juegos de M¨¦xico de 1968, cuando el tenis era todav¨ªa un deporte de exhibici¨®n. Sin embargo, su magnitud va mucho m¨¢s all¨¢ de las pistas y apunta a la epopeya de un ni?o nacido en el seno de una familia muy humilde que atrap¨® un sue?o pr¨¢cticamente inalcanzable, en mitad de una ¨¦poca de oscuridad, la Espa?a franquista, y de un contexto profesional extremadamente complicado.
Santana era ese chico nacido en la calle madrile?a de L¨®pez de Hoyos en cuya casa se pasaba hambre y escaseaban los recursos, que un buen d¨ªa fue a llevar el bocadillo olvidado a uno de sus tres hermanos (recogepelotas) y que a partir de ah¨ª no se separ¨® del tenis. Aquella visita al Club Vel¨¢zquez, pura casualidad, marc¨® un antes y un despu¨¦s. Se fabric¨® una raqueta con el respaldo de una silla y empez¨® a desempe?ar todo tipo de labores para ayudar en casa con las propinas. El muchacho, un polvorilla con encanto y risa f¨¢cil, se gan¨® r¨¢pido a la acaudalada familia Romero Gir¨®n, que se encarg¨® de su formaci¨®n.
No al profesionalismo
En una Espa?a gris, fue abri¨¦ndose paso y proyect¨¢ndose hasta que con 20 a?os conquist¨® el Campeonato de Espa?a, en 1958. Fue su tarjeta de presentaci¨®n. Despu¨¦s, a los 23, elev¨® su primer Grand Slam en Par¨ªs y cogi¨® vuelo internacional, repitiendo el triunfo tres a?os despu¨¦s, antes de tomar la hierba de Nueva York en Forest Hills y, sobre todo, de emprender la captura de su gran objetivo: Wimbledon.
Lo hizo Santana todo como amateur, rechazando varias propuestas para sumarse al profesionalismo y, por tanto, desmarc¨¢ndose de compa?eros como Jos¨¦ Luis Arilla o Andr¨¦s Gimeno. Si lo descart¨® fue por la mediaci¨®n del dirigente Juan Antonio Samaranch, que le proporcion¨® soporte econ¨®mico y le convenci¨® para que se concentrara en la Davis y en tratar de expandir la pr¨¢ctica del tenis en el pa¨ªs.
Se destap¨® el espa?ol en un territorio dominado por los anglosajones y se adue?¨® del All England Tennis Club cuando el c¨®digo ¨²nico era el saque-volea. Tenaz y persistente, habiendo guiado ya a Espa?a a la primera de sus dos finales de la Copa Davis (1965 y 1967), fue escaneando a los poderosos australianos, los mejores de la ¨¦poca, y compartiendo entrenamientos con los Laver, Newcombe, Roche o Emerson hasta dar con el gran premio. Aquel menudo espa?ol, con el pelo zaino, dentadura prominente y simpatic¨®n, ya se hac¨ªa respetar.
Las ca¨ªdas de Newcombe y Emerson despejaron el cuadro y en la final, contra el estadounidense Dennis Ralston ¡ªun tipo fuertote que le hab¨ªa derrotado previamente en Queens¡ª, venci¨® por 6-4, 11-9 y 6-4. Lo hizo con el escudo del Real Madrid en el pecho, pese a que la normativa lo prohib¨ªa, y salt¨¢ndose luego el protocolo con un beso a la duquesa de Kent.
Es el gran hito deportivo del pionero, del embajador, del tenista que a nivel nacional posee casi todas las plusmarcas en la Copa Davis: m¨¢s triunfos en total (92), en individuales (69) y dobles (23), m¨¢s series jugadas (46). Colg¨® la raqueta oficialmente en 1973, aunque ofreci¨® un par de reapariciones testimoniales y siempre estuvo estrechamente ligado a su deporte. Capitane¨® al equipo espa?ol en dos etapas, de 1980 a 1985 y de 1995 a 1999.
Un se?or con may¨²sculas
¡°Yo soy tenis¡±, sol¨ªa decir con su habitual cercan¨ªa y buen humor, afable fuera cual fuera la circunstancia. Presente en todos los rincones del circuito, se dejaba ver en casi todos los grandes torneos hasta hace dos a?os, cuando comenz¨® a disminuir su presencia p¨²blica.
Casado cuatro veces ¡ªdeja viuda a Claudia Rodr¨ªguez¡ª y padre de cinco hijos, Santana se adentr¨® en territorios completamente insospechados para un deportista espa?ol de aquella ¨¦poca. Viajes transoce¨¢nicos, el ingl¨¦s, personalidades de toda ¨ªndole. Hablar de Santana supone hacerlo de raquetas de madera y del blanco y negro; tambi¨¦n, de un se?or con may¨²sculas que se gan¨® el respeto y la admiraci¨®n de su deporte. Elogiado aqu¨ª y all¨¢, desde los colegas australianos a los que trataba de imitar hasta el distinguido Roger Federer. ¡°El gran caballero, con todas las letras¡±, defin¨ªa al suizo, aunque sent¨ªa especial devoci¨®n por Rafael Nadal. ¡°Un fen¨®meno¡±, describ¨ªa al balear con cari?o.
De 2002 a 2018 ejerci¨® como director del Mutua Madrid Open, y tras delegar en Feliciano L¨®pez se retir¨® felizmente a su domicilio de Marbella para disfrutar del buen clima y pelotear a diario en su club. All¨ª, como en la Caja M¨¢gica, el Club de Tenis Puente Romano tambi¨¦n le concedi¨® su nombre a la pista principal. Pese a la edad y al declive f¨ªsico, no dudaba en coger un avi¨®n y desplazarse a Nueva York, Montecarlo, Par¨ªs o Londres acompa?ado de su esposa. Ahora, reconocido internacionalmente y querido en todos lados, el tenis se pone a sus pies para despedir a uno de sus grandes.
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