Ferm¨ªn y los truenos de agosto
El octavo mes del a?o, cuando se vac¨ªa la ciudad y nadie va a juzgarte por qui¨¦n eres, es el mejor momento de demostrar lo que vales. Aunque no vaya a verlo nadie
Barcelona se vaciaba, pero unos cuantos, sin planes de playa ni ganas de tenerlos, permanec¨ªa sobre el asfalto y se adue?aba de lo poco que segu¨ªa abierto en un lugar de aires protestantes en el que las vacaciones son tan sagradas como el trabajo. Algunos no ten¨ªamos nada mejor que hacer. Y, simplemente, esper¨¢bamos al mes de agosto para demostrar aquello de lo que ¨¦ramos capaces. No nos qued¨¢bamos porque tuvi¨¦semos que trabajar, ni tampoco porque nos retuviese alg¨²n encargo especial. Era nuestra pretemporada, un tiempo en el que nadie te juzgar¨ªa por tu n¨²mero en el dorsal. Si sal¨ªas a darlo todo, cerrabas los bares y lograbas disfrutar la ciudad de la mano de alguien de quien te pudieses llegar a enamorar, quiz¨¢ podr¨ªas redimirte el resto del a?o.
Ferm¨ªn L¨®pez Mart¨ªn pertenece a ese tipo de truenos de la tormenta de agosto. 20 a?os, criado en la cantera del Campillo, gol por la escuadra al Real Madrid de Bellingham en Texas, andando a entrenar a la ciudad deportiva del Bar?a en pleno verano. Como lo fue Pedrito. O lo fueron tantos otros. Tipos sencillos, sin remilgos por ganarse la vida como jornaleros del regate en campos de tierra. En Linares, o en la cancha del Premi¨¤ el 2 de septiembre de 2007, cuando debutaba y un pu?ado de periodistas con olfato y buen gusto fue a ver nacer un equipo que har¨ªa historia, pero que entonces jugaba todav¨ªa en Tercera. Lo contaba Ramon Besa en aquel art¨ªculo que titul¨® Komando Pedrito. Desde Abades (Tenerife) a Huelva. Bajitos, enclenques. Tambi¨¦n, a menudo, poco agraciados y tan preocupados por driblar o filtrar un pase, como por sonre¨ªr sin mostrar el pi?o roto o torcido. Eso es lo que somos la mayor¨ªa. La epifan¨ªa estival confiere a estos personajes una luz especial que resplandece de forma distinta cuando no hay nadie en la calle.
Agosto sol¨ªa ser un tercer tiempo. Y ocurr¨ªa en todas las ciudades antes de que la sesi¨®n continua del trabajo lo colonizase todo. En Barcelona nuestros d¨ªas transcurr¨ªan entre los parques, las piscinas municipales, los bares del barrio y las horchatas en la traves¨ªa de Parlament, esa encrucijada cultural entre el carrer de la Cera y Sant Antoni, donde viv¨ªan gitanos como Peret y se buscaban la vida marroqu¨ªes como Hassan, portador de todo lo necesario para pasar la tarde en un banco con un Aquarius y un librito de papel de fumar OCB. El scooter y las chanclas. Varios a?os as¨ª. Sin marcar con ning¨²n color especial los d¨ªas que se evaporaban del calendario. V¨ªctor, Nacho, Mar¨ªa y Laurita, en esos meses octavos en los que solo tem¨ªamos que regresara septiembre para convertirnos otra vez en monstruos.
Luego, cuando apareci¨® algo en lo que mantenerse ocupado durante el a?o, vi pasar otros tantos agostos por la ventanilla de la l¨ªnea 5 de Madrid: 14 paradas, casi siempre sin aire acondicionado. La Latina-Suances, y un pol¨ªgono industrial capaz de poner en duda casi todas las ilusiones de un periodista joven que imaginaba -como corresponde a un joven- que el periodismo suced¨ªa en otros lugares, digamos, menos perif¨¦ricos. Pero al final, qui¨¦n lo iba a decir, esos ser¨¢n los mejores recuerdos.
El problema del f¨²tbol, de Ferm¨ªn y muchos de los suyos, es que algunos les hicieron creer que su vida quedar¨ªa a medias si no llegaban a un gran estadio. El maldito cuento del triunfo de pocos y el fracaso masivo. Quiz¨¢ por eso los padres pierden los nervios en la banda y a veces el partido acaba como acaba. Ojal¨¢ no sea as¨ª. Lo nuestro, en todo caso, es distinto, como contaba Ram¨®n Lobo en una charla en la universidad. Est¨¢ en crisis, mal pagado, nos van a despedir en menos de lo que canta un gallo. Porque ya no somos lo que valemos, sino lo que costamos. Claro que s¨ª. Pero, ?y lo que nos hemos divertido en nuestros campos de tierra en agosto?
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