El Espanyol apea al Sporting y est¨¢ a un paso de Primera
El equipo blanquiazul, liderado por un Braithwaite omnipresente, sella el empate en casa (0-0) tras el triunfo a domicilio para disputar la final del ¡®playoff¡¯ ante el Oviedo
No sobr¨® el f¨²tbol pero s¨ª las ganas y la intensidad, la entrega de un Espanyol que se sabe de Primera por her¨¢ldica e historia. Lo padeci¨® el Sporting, que no ofreci¨® m¨¢s f¨²tbol ni tes¨®n, y que no tiene a un Braithwaite que vale para todo. ¡°?Que s¨ª, joder, que vamos a ascender!¡±, bram¨® la hinchada, ya con el pitido final y la voz castigada, jarana en el estadio blanquiazul, bandera al aire y estallido de j¨²bilo porque el ascenso a un solo escal¨®n, ahora contra el Oviedo en la final del playoff.
Tres horas antes de que comenzara el encuentro, las riadas de aficionados por los aleda?os del estadio del Espanyol ya eran de lo m¨¢s frondosas, hinchas con cierto nerviosismo y mucha ilusi¨®n, celebraci¨®n de la buena porque no son tantas las tardes de festejo para un club que acumula dos descensos en cuatro a?os, que en este curso no ha subido por la v¨ªa directa a Primera como dictaba la exigida hoja de ruta. La quemaz¨®n entremezclada con la tensi¨®n tambi¨¦n era palpable, comentarios de si no se gana se quema con todo, hastiados de un gobierno teledirigido desde China -el presidente Chen Yansheng- y de los sinsabores deportivos, tambi¨¦n de la Ley Seca con los fichajes despu¨¦s de que el mandatario haya invertido sin tino m¨¢s de 200 millones en ocho cursos. Pero primero el bal¨®n ten¨ªa que dictar sentencia y por eso las gargantas afinaban con canciones como Sweet Caroline o el Sar¨¤ perch¨¦ ti amo, ninguna como con el himno del Espanyol cantado a capela y acompa?ado por un tifo enorme para poner la piel de gallina. Aunque tambi¨¦n encontr¨® eco el c¨¢ntico nacido en El Molin¨®n en duelo de ida de la semifinal del playoff (0-1): ¡°Aleee, aleee; aleee, aleee. Nos van a ver volver, nos van a ver volver, nos van a ver volver; vamos a ascender¡±. Despu¨¦s del Sporting, lo tienen a la vuelta de la esquina,.
Sucedi¨®, sin embargo, que antes de que se cumpliera el primer minuto ya se tiraron todos las manos a cabeza, ojipl¨¢ticos porque Puado malogr¨® una contra de rechupete, una ocasi¨®n que ni pintada, pues Jofre profundiz¨® por la derecha para sacar un centro que dej¨® al punta en boca de gol y sin portero. Pero su remate, su desprop¨®sito, fue enviarla alta. Aunque al tiempo que Puado se vino abajo, Braithwaite, omnipresente como demostrar¨ªa en el partido, clam¨® a la grada por los aplausos porque no era noche de reproches, sino de aliento, de ir todos a una. Y eso hac¨ªa el Espanyol sobre el c¨¦sped, equipo de estrecheces entre las l¨ªneas, presi¨®n acompasada, defensa complicada de superar, que por algo lleva 18 duelos sin caer (11 empates y siete triunfos). Una losa para el Sporting, que quer¨ªa la pelota pero no se sal¨ªa con la suya, f¨²tbol rebajado porque si lograba superar la primera l¨ªnea despu¨¦s se quedaba sin ideas ni ingenio para expresarse en campo contrario. Acaso las carreras y los esl¨¢lones de Hassan, en ocasiones los desmarques de ruptura de Juan Otero.
Al Espanyol no le interesaba si su f¨²tbol era atildado o preciosista, sino que era m¨¢s bien rudo pero pr¨¢ctico, capaz en cualquier caso de hilvanar a sorbos buen juego si Gragera participaba. Pero el equipo, tan ordenado y plural en defensa solo era uno en ataque: Martin Braithwaite. El dan¨¦s, algo m¨¢s que un jornalero en Primera pero un superdotado en Segunda, era la navaja multiusos blanquiazul: la referencia para los pases largos desde atr¨¢s de un Cabrera que no se lo piensa dos veces y un Calero que las pone con intenci¨®n; tambi¨¦n el altavoz de los decibelios de la grada, toda vez que en una ocasi¨®n el portero se encar¨® con ¨¦l despu¨¦s de que siguiera una jugada que estaba invalidada, alharaca de la buena; y hasta el juerguista del ¨¢rea, pues cuando la pisaba, agitaba las revoluciones, dos remates de cabeza que se quedaron sin premio, uno al portero y el otro alto.
Pero sin m¨¢s mordiente que Braithwaite, el Espanyol qued¨® en parte reducido porque el Sporting se esmer¨® en las coberturas sobre ¨¦l para crecer y madurar en el partido, ya con el bal¨®n en los pies, casi siempre al son de Roque Mesa. Lleg¨®, por ejemplo, un centro de Pablo Garc¨ªa para un Juan Otero que puso el pie, pero no la direcci¨®n, bola que le hizo cosquillas al poste pero por fuera. Otra, m¨¢s clara todav¨ªa, fue de Mario, que en una contra pis¨® el ¨¢rea y ya ante Joan Garc¨ªa -un portero de los pies a la cabeza- cruz¨® en exceso. Pero poco m¨¢s. La pimienta, incluso tras el entreacto, estaba en el ¨¢rea rival. Porque cerrar a Braitwaite no era sencillo, menos en carrera. Se granje¨® una ocasi¨®n con un disparo con rosca que no cogi¨® porter¨ªa por los pelos y particip¨® en otra que resolvi¨® Keidi Bare con un chut demasiado blandengue. Y hasta se invent¨® un remate a la remanguill¨¦ que solo el palo se atrevi¨® a escupir. A Braithwaite, que era todo, el caviar y el langostino, la cr¨¦me de la cr¨¦me, solo le faltaba el gol.
Pero al Espanyol le val¨ªa con no encajarlo y este equipo sabe cantarle una nana a los partidos, cerrar los huecos y desdibujar al rival, siempre con Bare y Gragera gigantes en la tarea de zapa, espl¨¦ndidos Cabrera y Calero en negar a los delanteros, y puntual Joan Garc¨ªa y sus manoplas, como en esa parada en las postrimer¨ªas a un disparo lejano de Juan Otero. Por entonces, el cansancio ya hab¨ªa hecho mella y Manolo Gonz¨¢lez tiraba de la rueda de cambios, piernas nuevas para explicar que a su equipo no se le tose. El Espanyol se qued¨® con uno menos en el descuento por una entrada a destiempo de Omar. El conjunto gijon¨¦s apret¨® de lo lindo cuando se amenazaba con cerrar el tel¨®n, m¨¢s con sustos que con realidades, como as¨ª sucedi¨®. El Sporting apenas se pronunci¨® y el Espanyol comenz¨® a validar el c¨¢ntico de su hinchada, ese que despidi¨® la feliz noche en Cornell¨¤... ¡°Aleee, aleee; aleee, aleee. Nos van a ver volver, nos van a ver volver, nos van a ver volver; vamos a ascender¡±.
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