La (mala) prensa y Luis Enrique
El t¨¦cnico espa?ol del PSG recibe cr¨ªticas de los medios en Francia sobre sus respuestas en las entrevistas, especialmente tras el partido de Champions ante el Arsenal
Viendo la serie documental sobre Luis Enrique que acaba de estrenar Movistar+ apetece entregar el carn¨¦ de columnista, o de comentarista, y apuntarse al Frente Internacional de Liberaci¨®n del Periodismo. Con matices, claro, pues casi todo en esta vida se puede matizar, incluido el descr¨¦dito al que a menudo se somete nuestro gremio en pos de un espect¨¢culo que apenas sirve para cargar de razones a los que opinan que los llamados a analizar o comentar cuanto sucede en las grandes competiciones del f¨²tbol profesional no tenemos ni... idea. As¨ª, precisamente, se titula la citada serie por recomendaci¨®n del propio Lucho: No ten¨¦is ni... idea. Rellene usted, libremente, la l¨ªnea de puntos.
Tras dos partidos en la Ligue One, algunos de los m¨¢s afamados comentaristas franceses le dedican al asturiano los titulares m¨¢s graves que uno pueda asociar al desprecio profesional. Por evitar los entrecomillados, ni destrozarles la impresi¨®n del primer visionado, a Luis Enrique vienen a decirle esas primeras may¨²sculas que es poco m¨¢s que un mamarracho, que se cree el inventor del f¨²tbol, que sus decisiones no pueden estar m¨¢s alejadas del sentido com¨²n o que entregarle las riendas del gigante parisino empieza a parecer una boutade t¨ªpica de Napole¨®n. Pero ni siquiera del Napole¨®n franc¨¦s, el Emperador, sino del Napole¨®n protagonista de Rebeli¨®n en la granja, aquel cerdo al que Orwell convert¨ªa en l¨ªder caprichoso primero y en despiadado dictador despu¨¦s.
Sobre el car¨¢cter de Luis Enrique y su relaci¨®n con la prensa ¨Ccomo si eso fuese lo realmente importante, como si caer bien a los l¨ªderes de opini¨®n y a los pizarristas pesase en la balanza lo mismo que la capacidad de liderazgo o los conocimientos t¨¢cticos- ya nos hab¨ªamos hecho una idea mucho antes de que el asturiano cruzase la frontera pirenaica y buscase, en Par¨ªs, un nuevo reto acorde a sus galones. A nadie pueden sorprender sus reticencias, pero s¨ª llama la atenci¨®n esa facilidad con la que incurre en la generalizaci¨®n y tropieza en el trazo grueso que tanto achaca a quienes priorizan el titular carnicero al an¨¢lisis sosegado, incluso ponderado.
Nada descubrimos al afirmar que su carrera parece reducida a una lucha desigual entre sus m¨¦ritos y la imagen que los grandes medios de comunicaci¨®n deciden trasladar al gran p¨²blico, detalles nimios sobre su persona, sus formas p¨²blicas y su manera de relacionarse con el mensajero. De lo primero dan fe los resultados: en el filial del Bar?a, en el Celta, en el antiguo Bar?a de mayores (ahora es casi una guarder¨ªa) y hasta en la Selecci¨®n, con la que se qued¨® m¨¢s de una vez a pocos pasos de la gloria. Y, sin embargo, no es tarea imposible encontrar su nombre asociado a la palabra fracaso, como si no vencer en un deporte donde solo gana uno fuese raz¨®n suficiente para enzarzarse en los peores sustantivos.
Hay m¨¢s de un Luis Enrique dentro de Luis Enrique, que a lo largo del documental se va mostrando como una mu?eca rusa hasta terminar en el fondo del entrenador, en el tu¨¦tano de la persona. Cualquier consideraci¨®n err¨®nea termina chocando de frente contra unos hechos que no son discutibles: es uno de los mejores t¨¦cnicos del mundo y una persona excepcional. Sobre lo primero puede discutirse cuanto haga falta con sosiego y objetividad, nunca desde el rencor y preferiblemente sin inquina. De lo segundo no puede quedarnos ninguna duda a estas alturas salvo que uno se empe?e en reducirlo todo a un caso pr¨¢ctico de mala prensa: la suya y la nuestra.
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