Guardiola: la ilusi¨®n de controlar el f¨²tbol
El juego tarde o temprano muestra su poder abusivo y en estos d¨ªas le dijo a Pep: ¡°aqu¨ª mando yo¡±. Llega al Bernab¨¦u debilitado, pero que nadie se conf¨ªe
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El f¨²tbol otorga premios al m¨¦rito y se vale de alg¨²n enredo para consagrarte como h¨¦roe, pero si le das tiempo, tiene mil artima?as para hacerte sentir una mierda. En los dos casos act¨²a con la misma indiferencia: es su personalidad. Esa arbitrariedad para volvernos un d¨ªa grandioso y otro insignificante, es uno de sus poderes. En todo caso, por muy serio que te pongas, el f¨²tbol es siempre arena que se escurre entre los dedos.
Hay individuos, como Guardiola, que han conseguido proyectar una ilusi¨®n: la de controlarlo. Durante mucho tiempo tuve la sensaci¨®n de que el f¨²tbol iba por detr¨¢s de Guardiola, como si Pep estuviera al mando con todos sus grandes atributos: el conocimiento, la pasi¨®n, la garra ganadora¡ Hasta lograba una dualidad casi imposible, la de atar un m¨¦todo eficaz con el arte. ¡°Con esos jugadores, cualquiera¡±, dec¨ªa el instinto popular. Mentira, ese grado de excelencia no lo consiguen ni once messis si no hay una direcci¨®n sabia. Por esa raz¨®n, Pep es una de las cumbres del f¨²tbol.
Nos terminamos por acostumbrar a esa m¨¢quina de ganar y deslumbrar que construy¨® en distintos equipos de distintos pa¨ªses. Un poco porque deslumbraba, mucho porque ganaba y bastante porque el f¨²tbol es un contenido televisivo mundial, se convirti¨® en un referente. Para los jugadores que entren¨® fue un privilegio y para la salud del f¨²tbol fue una suerte.
Y de pronto, esto. No est¨¢bamos preparados para esta voladura descontrolada de su City. Hay fatiga de materiales (¡°nos hemos vuelto viejos¡±, dijo hace algunos d¨ªas), lesiones que tocaron el centro neur¨¢lgico del equipo, derrotas que fueron hijas de la ambici¨®n cuando el equipo estaba debilitado¡ Cosas s¨®lidas que se agrietan y su correspondiente cadena de consecuencias: la suerte que da la espalda, la confianza que flaquea, los rivales que antes le trataban de usted y que ahora se animan a faltarle el respeto.
A Bilardo fue al primero que le o¨ª decir que ¡°los equipos son de cristal¡± y cuando se rompen cuesta mucho trabajo juntar los pedazos. Lo sorprendente es que este cristal parec¨ªa de murano, brillante y duro, y sobre ¨¦l Guardiola segu¨ªa tallando soluciones originales para sorprender al mundo una y otra vez. En ning¨²n caso pod¨ªamos imaginar que ah¨ª hab¨ªa algo fr¨¢gil.
Hay que ser ingenuo para creer que el f¨²tbol hace excepciones, si uno de sus juegos favoritos consiste en consagrar y en condenar. A Pep lo honr¨® con veinte a?os de ¨¦xitos, lo que es una exageraci¨®n. Seguramente porque admiraba la obra o porque no es ajeno al m¨¦rito, como ha demostrado durante m¨¢s de cien a?os con los grandes cracks y los grandes estrategas. A todos los supo reconocer. Pero tarde o temprano muestra su poder abusivo y en estos d¨ªas le dijo a Pep: ¡°aqu¨ª mando yo¡±.
Aunque considere este juego el amor de su vida, Guardiola siempre desconfi¨® de ese poder salvaje que se gasta el f¨²tbol. Aun cuando levantaba un trofeo al cielo con las dos manos, sospechaba. Fue admirable su manera de moldearlo como si fuera de plastilina, el modo en el que afront¨® conflictos p¨²blicos y seguramente privados, su actitud ante la monta?a rusa de emociones que siempre propone el f¨²tbol de m¨¢ximo nivel. Ese bagaje le har¨¢ falta ahora para juntar los trozos rotos.
Le espera el Bernab¨¦u una vez m¨¢s, lugar al que tiene representado como el domicilio del enemigo desde la infancia. En cuanto al Real Madrid, nadie significa tanto, para mal, como Pep. Simplifiquemos: es odiado. Por primera vez, Pep llega a una eliminatoria debilitado. Pero que nadie se conf¨ªe. Porque si bien el f¨²tbol tiene reacciones incomprensibles, Guardiola tambi¨¦n, y mejor ser¨¢ tener cuidado.
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