Somos dif¨ªciles, somos orgullosos, somos f¨²tbol
Argentina est¨¢ pasando un momento muy dif¨ªcil en lo pol¨ªtico, en lo social y en lo econ¨®mico, una cat¨¢strofe atenuada durante un mes por la fuerza descomunal del Mundial
Argentina se sinti¨® pa¨ªs en Qatar gracias al f¨²tbol. Pa¨ªs unido, feliz e ilusionado. Por supuesto que abrazados al h¨¦roe providencial que siempre hemos necesitado, un Messi(as) al que hemos terminado adorando solo despu¨¦s de comprobar que era adorado por el mundo. Somos raros.
El pa¨ªs est¨¢ pasando un momento muy dif¨ªcil en lo pol¨ªtico, en lo social y en lo econ¨®mico, una cat¨¢strofe atenuada durante un mes por la fuerza descomunal del Mundial. Todo gracias a un equipo que no hizo m¨¢s que defender con orgullo nuestro f¨²tbol, que est¨¢ construido con muchos materiales que la emoci¨®n sabe descomponer hasta esa especie de locura colectiva que bajaba de las tribunas de Qatar. Somos apasionados.
Pero Qatar es solo el ¨²ltimo cap¨ªtulo de una historia que empez¨® con nosotros. Cuando Argentina se estaba haciendo con flujos migratorios de todas las latitudes, los ingleses nos legaron el f¨²tbol. Un juego recio, algo confuso y que se desenredaba con pases largos. Pero aquel estilo se acrioll¨® r¨¢pidamente con un aporte de picard¨ªa, habilidad y un coraje que se demostraba poniendo la pierna fuerte y pidiendo la pelota. Alejarse de los ingleses en el terreno futbol¨ªstico era una forma de construir identidad. Como ese estilo nos identificaba a ¡°nosotros¡± tanto como nos diferenciaba de ¡°ellos¡±, lo definimos como ¡°La nuestra¡±. Durante muchos a?os, ¡°La nuestra¡± fue un sentimiento que se hac¨ªa orgullo en la cancha, grito en las tribunas y discurso en el bar de la esquina. Si a?os m¨¢s tarde Maradona represent¨® como nadie ese f¨²tbol desde la acci¨®n, fue Cesar Luis Menotti quien le puso marco ideol¨®gico y lo llen¨® de contenido y orgullo. En estos d¨ªas en que el f¨²tbol es m¨¢s hijo de su tiempo que de un lugar, ¡°La nuestra¡± sigue viva en los pies de Messi, como estuvo, c¨®mo no, en esa unidad de medida que todav¨ªa es Maradona y en ese revolucionario que, mucho antes, fue Alfredo Di St¨¦fano. Somos orgullosos.
Como tantos otros, Leo complet¨® su aprendizaje en Europa, pero quien lo ve jugar en su barrio con 8 o 9 a?os, ver¨¢ que el patr¨®n creativo que le vimos en cada partido que jug¨® en el Mundial ya estaba desde entonces. Si fuimos a buscar el origen de ¡°La nuestra¡±, ahora corresponde buscar el de Messi, el hombre que se adue?¨® sentimental y futbol¨ªsticamente de este Mundial. Leo naci¨® en Rosario, en una zona agr¨ªcola ganadera que produce trigo, ma¨ªz, soja, carne y futbolistas. Todos, productos de exportaci¨®n de buena calidad. Rosario produce futbolistas de todos los perfiles, pero siempre se caracteriz¨® por su sensibilidad art¨ªstica a la hora de elegir a sus ¨ªdolos. En esa zona nacieron cientos de jugadores y entrenadores de gran nivel. Por eso me gusta decir que Rosario merec¨ªa un Messi tanto como Messi necesit¨® a Rosario. Porque si bien el genio es una cuesti¨®n gen¨¦tica, se alimenta de su entorno cultural.
El que lleg¨® a Qatar fue aquel Messi que conocimos desde ni?o, pero despu¨¦s de una larga traves¨ªa de m¨¢s de 1.000 partidos. Solo ¨¦l sabe lo que disfrut¨® y lo que sufri¨® en el camino, pero lo cierto es que supo qu¨¦ hacer con esa experiencia y hoy es genio y es sabio. Para demostrarlo hay que darle una pelota porque, aunque los espacios sean cada vez m¨¢s importantes, a esto se sigue jugando con una pelota. Cuando la recibe, le basta una carrera de 10 segundos llena de frenos, arranques, amagues, como contra Croacia, o aclarar una jugada con un toque torciendo el pie, como en el gol de Di Mar¨ªa en la Final. En todo lo que hace hay f¨²tbol del grande. ?C¨®mo se detecta? Porque emociona.
Nunca vi a tanta gente de tantos lugares deseando el triunfo de un pa¨ªs solo por un hombre. Esa fuerza, esa energ¨ªa, parecieron estar detr¨¢s del triunfo de Argentina. C¨®mo si el deseo predestinara. Hasta el f¨²tbol, que no respeta ninguna regla, cay¨® en esa seducci¨®n colectiva.
Pero hubo estructura, como gustan definir ahora al edificio futbol¨ªstico. Un equipo que supo jugar todos los partidos con momentos de gran f¨²tbol y un oficio adulto. Adem¨¢s supo sobreponerse a golpes terribles como la derrota frente a Arabia en el primer partido; como el empate contra Pa¨ªses Bajos en el minuto 101 que nos llev¨® a la pr¨®rroga; como el empate de Francia, que oblig¨® a empezar de nuevo la Final y hacerla inolvidable.
Todav¨ªa bajo el influjo de Messi, no quiero detenerme en nombres propios. Basta decir que Argentina fue un equipo porque tiene un entrenador que tom¨® buenas decisiones y porque cada uno llev¨® sus virtudes y su sacrificio hasta el m¨¢ximo de sus posibilidades. Todos se alimentaron de todos, como corresponde en un equipo sano, y la recompensa es que cada uno de ellos sale del Mundial con un estatus nuevo, que habr¨¢ tiempo de revisar.
Terminado ¨¦picamente este Mundial, no s¨¦ hasta cuando el pa¨ªs seguir¨¢ unido en torno al f¨²tbol porque tendemos a la divisi¨®n. Somos dif¨ªciles.
Pero de algo estoy seguro. Si alguna vez necesitamos un ejemplo de c¨®mo hacer algo, incluso un pa¨ªs, apelemos a Qatar, donde un grupo de apasionados jugadores desafiaron juntos todas las dificultades para llegar a lo m¨¢s alto, bajo el atronador optimismo de una hinchada que contagiaba fe y amor al f¨²tbol. Es que somos muchas cosas, pero tambi¨¦n, y ayer m¨¢s que nunca, demostramos que somos f¨²tbol.
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