Zverev, la triste realidad de un finalista errante

No sabe d¨®nde meterse Alexander Zverev, convertido en un zombi. Ojos vidriosos y voz quebrada. Mirada perdida del alem¨¢n, abatido por segunda vez en la final de un gran escenario y, de alguna forma, prorrogando esa suerte de estigma que se comparte en la trastienda del tenis, donde contin¨²a expandi¨¦ndose la idea de que tal vez naci¨® a la hora equivocada, quiz¨¢ a destiempo, y de que de haber tenido un punto m¨¢s de fortuna podr¨ªa ser hoy una figura de m¨¢ximo relumbr¨®n. Tiene algo de tenista maldito el gigant¨®n, negado hace cuatro a?os en el desenlace de Nueva York por el austriaco Dominic Thiem, en una final que ten¨ªa encarrilada, y reducido otra vez por Carlos Alcaraz. Severo castigo de nuevo. Otro disparo al limbo.

Se expresa el de Hamburgo elegante, elogiando las numerosas virtudes del rival y reconociendo la inferioridad. Consciente, tambi¨¦n, del error determinante que ha cometido en la recta final, cuando una de sus lagunas mentales ha desnivelado la balanza a favor del espa?ol: una ligera desconexi¨®n, un par de quejas que le hacen perder la concentraci¨®n, y vuelta a las andadas. De nuevo, adi¨®s. Otro grande que se le escapa. Tiene 27 a?os y t¨ªtulos de todos los colores, pero sigue falt¨¢ndole la muesca diferencial de un grande. Finalista errante Zverev.

¡°Siento que lo he hecho bien, pero ha habido momentos muy desafortunados en el quinto set. He escuchado que su saque en el 2-1 fue malo, lo he visto de los datos del Ojo de Halc¨®n. Y si le hubiera roto ah¨ª...¡±, introduce, refiri¨¦ndose a un instante en el que el juez termin¨® considerando que el saque de Alcaraz hab¨ªa entrado en el cuadro, y que por lo tanto no exist¨ªa la doble falta. ¡°Luego he tenido opciones de break en los siguientes juegos y podr¨ªa haber ca¨ªdo del otro lado. Pero es lo que hay. ?l ha jugado incre¨ªble, mejor que yo en el cuarto y el quinto set. Siento que en esta final he hecho todo lo que he podido. En el US Open baj¨¦ los brazos, as¨ª que es un poco diferente¡±, precisa.

No cabe duda de que el Zverev de hoy es distinto a aquel que tend¨ªa a quebrarse emocionalmente con facilidad. Sin embargo, contin¨²a careciendo de ese plus y de esa chispa que diferencia a los buenos de los mejores, a aquellos que resisten a la tormenta psicol¨®gica de los que no. Crece, progresa y transita en direcci¨®n a una interesante madurez, pero por ahora su tenis no le alcanza y la sombra de dos nuevos y j¨®venes fen¨®menos se cierne sobre sus posibilidades futuras. Tras aguantar el azote de Federer, Nadal y Djokovic, se enfrenta ahora al ascenso irremediable de dos fueras de serie, Sinner y Alcaraz.

¡°Los dos somos fuertes f¨ªsicamente, pero ¨¦l es una bestia. Un animal. La intensidad con la que juega al tenis es diferente en comparaci¨®n con los dem¨¢s. Puede hacer muchas cosas distintas¡±, describe al murciano. ¡°Creo que ha cambiado mucho su t¨¢ctica en el quinto set. Empez¨® a jugar mucho m¨¢s alto, m¨¢s profundo para que yo no creara tanta potencia; se ha vuelto todo m¨¢s lento, especialmente con las sombras en pista. Es un jugador fant¨¢stico, f¨ªsicamente tambi¨¦n. Tengo que ver junto con mi equipo lo que puedo hacer para estar al mismo nivel¡±, agrega, pasando por alto en el an¨¢lisis una faceta determinante.

De las 23 opciones de rotura de las que ha dispuesto, tan solo ha logrado aprovechar seis, por las nueve de Alcaraz (de 16). Es decir, sigue falt¨¢ndole el colmillo de los grandes campeones, ese instinto que eleva a los elegidos en las circunstancias m¨¢s delicadas. ¡°Tercer Grand Slam con 21 a?os, es incre¨ªble¡±, se dirige al adversario en la ceremonia final. ¡°Son tres distintos y ya es una carrera impresionante. Una carrera de Sal¨®n de la Fama. Y tienes¡±, repite, ¡°21 a?os¡±. La sana envidia que siente Zverev es razonable, porque el murciano est¨¢ donde hace una d¨¦cada se preve¨ªa que pod¨ªa estar ¨¦l, profesional inmaduro que con el tiempo ha ido corrigiendo la direcci¨®n. Hay voluntad y, en cualquier caso, meritorio su trazado de estas dos semanas, apeando a Rafael Nadal de entrada y desembarcando en la estaci¨®n ¨²ltima. Le falt¨®, otra vez, el ¨²ltimo golpe de ri?¨®n.

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