El presidente del Gobierno candidato por la Uni¨®n del Centro
El presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez, ser¨¢ candidato a diputado en las pr¨®ximas elecciones como independiente dentro del centro, seg¨²n dijo durante la alocuci¨®n que durante 32 minutos y 42 segundos dirigi¨® a los espa?oles a trav¨¦s de Radio televisi¨®n Espa?ola. La alocuci¨®n de Su¨¢rez se bas¨® en tres puntos: justificaci¨®n de su decisi¨®n de presentarse; las razones que movieron al Gobierno a legalizar al Partido Comunista de Espa?a, ?acto de realismo y patriotismo?, dado que aqu¨¦l hab¨ªa modificado su l¨ªnea tras el refer¨¦ndum y aceptado la legalidad vigente y las relaciones internacionales de nuestro pa¨ªs, cuya proyecci¨®n estaba disminuida ante la falta de cohesi¨®n plural
El se?or Su¨¢rez dijo en su discurso: El Gobierno que un d¨ªa asumi¨® la tarea de dirigir la transici¨®n pol¨ªtica est¨¢ a punto de culminar una de sus etapas m¨¢s importantes. Se cumplen hoy diez meses de mi nombramiento como presidente de ese Gobierno y, cuando ya est¨¢n convocadas las elecciones generales, quiero volver a comparecer ante todos ustedes. Y quiero hacerlo con honestidad, con claridad, en obediencia al criterio, de realismo que nos hemos propuesto desde el principio como norma de nuestra gesti¨®n. Quiero comparecer, en respuesta a una demanda de la opini¨®n p¨²blica que exige con toda l¨®gica que se d¨¦ cuenta de nuestros pasos inmediatos, que se expliquen p¨²blicamente las acciones de la Administraci¨®n y que sometamos nuestros criterios al conocimiento y juicio de la opini¨®n. Pienso que s¨®lo se debe gobernar con una absoluta transparencia en el quehacer pol¨ªtico. El pasado d¨ªa 15, el Consejo de Ministros aprobaba el decreto de convocatoria de elecciones generales. Con este paso se culmina el programa pol¨ªtico del Gobierno y se abre la puerta a la gran meta que todos ustedes votaron el pasado mes de diciembre: hacer que el pueblo espa?ol decida sus destinos y que elija libremente, responsablemente, a sus pr¨®ximos representantes leg¨ªtimos; cuando casi podemos tocar con la mano nuevos horizontes de con vivencia, creemos que todo el pueblo espa?ol puede -sentirse satisfecho de s¨ª -mismo; ha superado, con tensiones y acritudes, pero con elocuente madurez, la gran prueba a que le somet¨ªa el cambio pol¨ªtico. Desde el Gobierno hemos servido ese fin, creo que con decisi¨®n, creo que con realismo, y, desde luego, con entrega sin reservas.Pasa a la p¨¢g. 10
"Contrastar con el voto una obra de Gobierno"
(Viene de la primera p¨¢gina)
Intuici¨®n que el pueblo es pa?ol es mayoritariamente moderado, y hemos procurado responder a esa cualidad con un esp¨ªritu abierto. Hemos dialogado en lo posible con las fuerzas pol¨ªticas para que el cambio no fuese una simple operaci¨®n de laboratorio, sino una suma de esfueirzos, ideas y cr¨ªticas de todos los partidos pol¨ªticos que s¨®lo tiene como destinatario y protagonista al pueblo espa?ol.
Se est¨¢n aplicando medidas de gracia, porque sabemos que la sociedad de 1977 quier e superar todas las causas de enfrentamiento y necesita instrumentos para la concordia. A nuestra normalizaci¨®n interior correspondi¨® un esfuerzo por normalizar nueltra presencia en el mundo. Han entrado en juego los partidos pol¨ªticos, estamos m¨¢s cerca de conseguir las bases para el pacto social...
Ante ello, s¨®lo cabe un resumen: la sociedad espa?ola se gan¨® trabajosamente, pero con una madurez que a todos nos honra, sus libertades y su derecho -ya indiscutible- a organizar su futuro.
Candidato independiente al Congreso de Diputados
Se me ha planteado, como ustedes saben, una dif¨ªcil decisi¨®n personal: mi posible presentaci¨®n como candidato. Hasta el ¨²ltimo minuto he procurado analizar las circunstancias, conocer los planteamientos de los distintos grupos y partidos pol¨ªticos, escuchar todas las opiniones -incluidas, como es l¨®gico, las idas en los medios de comunicaci¨®n social- y valorar objetivamente los datos de nuestra realidad. He tratado de subordinar mis preferencias personales a los superiores intereses de nuestra comunidad. En estos momentos se est¨¢n dibujando con mayor nitidez las opciones electorales sobre las que ustedes deber¨¢n manifestarse el pr¨®ximo 15 de junio. Ante ellas, mi obligaci¨®n como pol¨ªtico es manifestar claramente, desde el respeto profundo a las dem¨¢s tendencias, mi posici¨®n pol¨ªtica. Creo, modestamente, tener el derecho y al mismo tiempo el deber, de identificarme p¨²blicamente y no a escondidas, con aquellos grupos o personas que desde una posici¨®n de centro pretenden ofrecer a los electores lo que ha sido una constante de mi Gobierno, una alternativa pol¨ªtica que tienda a evitar peligrosos enfrentamientos, ofreciendo al mismo tiempo una plataforma de colaboraci¨®n para un entendimiento duradero entre los espa?oles.
Creo que es una opci¨®n que debe ser ofrecida al electorado junto a las dem¨¢s que existen en nuestro panorama pol¨ªtico y pienso que esta opci¨®n no perjudica a ninguna de las fuerzas que ya se han perfilado. con nitidez ante las elecciones. En todo caso, permite cubrir un espacio pol¨ªtico que, a mi juicio, todav¨ªa no est¨¢ suficientemente delimitado. Desde esta perspectiva he tomado la decisi¨®n de presentarme como candidato independiente al Congreso de Diputados. Ruego a todos ustedes, y muy especialmente a las fuerzas pol¨ªticas, que me hagan el honor de creer que es una decisi¨®n muy meditada, muy consultada, ciertamente inc¨®moda y con evidentes riesgos. Por eso, al presentarme como candidato no voy a buscar un voto f¨¢cil ni a hacer una solicitud de respald¨® personal. Nunca he perseguido, en mis acciones de gobierno, pedir nada para m¨ª. Se me encarg¨® la misi¨®n de llevar a buen puerto la reforma pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs, y debo comparecer a juicio p¨²blico cuando se establece la primera consulta democr¨¢tica. Esos son mis motivos. S¨¦ que, a pesar de ello, y porque estamos en plena dial¨¦ctica de partidos, mi decisi¨®n puede causar recelos en algunos grupos. Ante ellos, he de decir que concurro a las elecciones sin privilegio alguno de organizaci¨®n; sin apoyo de los ¨®rganos de gobierno, y por supuesto, sin ning¨²n apoyo de la Corona, que est¨¢ por encima de las opciones y contiendas. No concurro, se?oras y se?ores, siquiera como hombre de partido, sino en una coalici¨®n de partidos, grupos o personas independientes, que se sit¨²an en una posici¨®n de centro y que proclaman su coincidencia con los criterios, que inspiran mi actividad pol¨ªtica desde el d¨ªa de mi nombramiento.
Me siento identificado, como lo demuestra la gesti¨®n de casi trescientos d¨ªas, con todas aquellas fuerzas que hacen de la moderaci¨®n su principio: con quienes sienten la imperiosa necesidad de continuar la evoluci¨®n hasta que no haya ni una sola nota discordante entre la realidad social y la realidad legal del pa¨ªs; con quienes, partiendo del mandato popular del 15 de diciembre, aspiran a completar la transici¨®n pol¨ªtica con las elecciones generales, la definitiva articulaci¨®n de los textos constitucionales, las bases de ordenaci¨®n del sistema econ¨®mico, la reforma fiscal imprescindible para acometer una pol¨ªtica de justicia social, y la estructura de nuestras regiones, dentro de la unidad de Espa?a; con quienes quieren normalizar nuestra vida en com¨²n, corregirlos desequilibros sociales y asentar definitivamente en Espa?a los principios de moderaci¨®n, tolerancia y respeto mutuo; con quienes, en definitiva, sienten ¨¢nimo de pacto con todas las fuerzas sociales. Entendemos -y con esto explico la actitud del Gobierno como responsable ¨²nico de la iniciativa pol¨ªtica- que esta culminaci¨®n de la transici¨®n ha de hacerse desde el consenso de todas las fuerzas pol¨ªticas que obtengan representanci¨®n en las pr¨®ximas elecciones, independientemente del n¨²mero de votos.
El centro, factor de equilibrio
A estas alturas del proceso poI¨ªtico, creo que los grandes esfuerzos nacionales -y especialmente de sus l¨ªderes y dirigenteshan de centrarse en evitar que se dibujen poligrosamente enfrentados los grupos pol¨ªticos. Debemos evitar entre todos que se repita -real o dial¨¦cticamente- la divisi¨®n pol¨ªtica de los espa?oles en dos frentes antag¨®nicos, porque ahora que estamos estrenando la democracia, podr¨ªa tener muy graves consecuencias para nuestra Patria.
Y porque la historia nos ense?a que debemos tomarnos muy en serio esta posibilidad, y porque estamos convencidos de que existe un mayor pluralismo, me parece imprescindible presentar al pueblo espa?ol un posible factor de equilibrio, sin la amenaza permanente de la divisi¨®n de los espa?oles en dos mitades, como si esa fuese nuestra realidad nacional. El hecho de que respetemos profundamente a quienes est¨¢n situados a nuestra derecha y a nuestra izquierda; el hecho de que hayamos garantizado que, pueda no frecer su opci¨®n al pueblo espa?ol, no impide, no debe impedir, que tratemos de evitar aquellos riesgos de los que la Historia nos ofrece tristes ejemplos.
Sin embargo, al tomar esta decisi¨®n la gran dificultad estriba en hacer compatible mi presentaci¨®n como candidato con el ejercicio de las funciones de presidente del Gobierno. Podr¨ªa renunciar a ellas, pero no debo hacerlo, porque eso supondr¨ªa entrar en una crisis pol¨ªtica que pienso no leconviene al pa¨ªs en estos momentos. Pero ello no impedir¨¢ que las elecciones sean absolutamente libres, transparentes y claras. El Gobierno que presido va a actuar con la m¨¢xima -neutralidad, equilibrio y objetividad, comprometi¨¦ndose a no beneficiar ni perjudicar a ninguno de los grupos y partidos pol¨ªticos que participen en la contienda electoral. Para garantizar esta posici¨®n del Gobierno, hemos adoptado dos medidas que rigen en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos en los que, como ustedes saben, los presidentes, los ministros y los altos cargos de la Administraci¨®n, participan normalmente como candidatos en las distintas elecciones.
En primer lugar, trasladar el controI de la libertad y de la limpieza de las elecciones a unos ¨®rganos distintos del Gobierno y de la Administraci¨®n. As¨ª, la ley Electoral determina claramente que la fiscalizaci¨®n de las elecciones cbrfesponde a las Juntas Electorales Central, Provinciales y de Zona, aut¨¦nticos ¨®rganos jurisdiccionales, presididas por representantes del poder judicial y que est¨¢n completamente al margen de la posible influencia del Gobierno a de la Administraci¨®n.
En segundo t¨¦rmino, permitir que los partidos pol¨ªticos que participan en las elecciones -todos sin excepci¨®n- puedan tambi¨¦n, por los medios establecidos, actuar como aut¨¦nticos fiscales y jueces del proceso electoral. Constituir¨¢n as¨ª la mayor garant¨ªa para el pueblo espa?ol de que en ning¨²n caso se alteran o modifican los supuestos fundamentales que permitan a los veintid¨®s millones de electores expresar libre y claramente su libertad soberana. Por ¨²ltimo, puedo asegurarles que, dadas las especiales caracter¨ªsticas de nuestro momento pol¨ªtico, renuncio a una dedicaci¨®n activa en la campa?a electoral, que pueda prestarse a equ¨ªvocos o malentendidos o que pudiera limitar mi plena ocupaci¨®n en las tareas de Gobierno, porque, desde hoy hasta que se exprese la voluntad popular, hay que seguir gobernando el pa¨ªs.
Se?oras y se?ores: Les he hablado de mi posici¨®n personal respecto a las elecciones, tambi¨¦n desde esta perspectiva electoral era absolutamente necesario encontrar un campo de juego para todas las fuerzas pol¨ªticas que aceptasen la legalidad constitucional.
Sin embargo, algunos recientes actos del Gobierno realizados con esta inspiraci¨®n han sido vividos como factores de perturbaci¨®n de la normalidad. Me refiero, naturalmente, a la legalizaci¨®n del Partido Comunista de Espa?a. Yo s¨¦ con cu¨¢nta preocupaci¨®n ha sido vista esta medida por muchos ciudadanos. Y porque lo s¨¦, y porque estoy convencido de la necesidad de ese paso, y porque soy responsable de todas y cada una de las acciones del Gobierno, quiero exponer aqu¨ª nuestras razones. Cuando en el verano de 1976 las Cortes Espa?olas aprobaron la reforma del C¨®digo Penal, todos entendimos que el Partido Comunista, tal y como se presentaba en aquellas fechas, quedaba afectado por la nueva redacci¨®n del art¨ªculo 172 y, por tanto, excluido de la legalidad. Y con mucha raz¨®n, con gran coherencia l¨®gica. Porque, en aquellas circunstancias, el Partido Comunista se defin¨ªa como un enemigo declarado, como un grupo que rechazaba completamente las opciones pol¨ªticas fundamentales que defin¨ªan aquella situaci¨®n. El Partido Comunista se colocaba fuera de la legalidad, y como tal, deb¨ªa ser tratado.
Pero ?qui¨¦n duda, se?ores, de que las circunstancias pol¨ªticas han cambiado desde aquel momento? ?Puede alguien dudar que las normas de conv¨ªvenc¨ªa y su aceptaci¨®n por los partidos pol¨ªticos han cambiado sustancialmente? ?Qui¨¦n puede negar que fuerzas pol¨ªticas que entonces estaban marginadas hoy optan por participar en la normalidad? Todo, esto fue posible porque las mismas Cortes que en julio entend¨ªan clara la exclusi¨®n del Partido Comunista, en el mes de noviembre aprobaban la ley para la Reforma Pol¨ªtica y, sobre todo, porque ustedes mismos la aprobaron masivamente el pasado 15 de diciembre.
El PCE acepta la convivencia legal
El nuevo marco pol¨ªtico hizo que muchos partidos solicitasen su legalizaci¨®n. Entre ellos figur¨® el Corriunista, quien present¨® unos estatutos perfectamente legales, no contradichos en su conducta p¨²blica de los ¨²ltimos meses.
Ante esta voluntaria solicitud de someterse a las reglas de juego del Estado, al Gobierno le cab¨ªan tres opciones: el rechazo, que ser¨ªa incoherente con la realidad de que el Partido Comunista existe y est¨¢ organizado; la lucha contra ¨¦l, que s¨®lo se podr¨ªa ejercer por la represi¨®n. Por ¨²ltimo, aplicar la legalidad, recabando la informaci¨®n jur¨ªdica oportuna para comprobar si encajaba o no encajaba en la ley. La conclusi¨®n despu¨¦s de la sentencia del Tribunal Supremo y del dictamen del fiscal del Reino, ha sido que no hab¨ªa contraindicaci¨®n legal para su
inscripci¨®n en el Registro, dado que el Gobierno ni nadie puede juzgar sospechas, sino conductas, y la conducta era compatible con la ley, el Gobierno procedi¨® a la legalizaci¨®n.
Acepto por completo la responsabilidad de esta decisi¨®n, que se fund¨® en dos principios b¨¢sicos: el del realismo y el del patriotismo. Realismo, porque entiendo que no es buena pol¨ªtica la que se basa en cerrar los ojos a lo que existe. Patriotismo, porque el servicio que en estos momentos nos exige Espa?a, es aclarar las reglas del juego y numerar a los participantes.
Mal podr¨ªamos entrar en una campa?a electoral sin saber d¨®nde est¨¢ cada uno de los grupos o partidos pol¨ªticos. Mal podr¨ªamos intentar que el Estado fuera s¨®lido, si no lo creemos capaz y lo hacemos capaz de albergar en su seno y en sus instituciones a todas las fuerzas pol¨ªticas que aceptan la legalidad de ese mismo Estado. Mal podr¨ªamos, se?oras y se?ores, mirar a nuestro futuro de concordia si dej¨¢semos que hubiese una acci¨®n pol¨ªtica socavando los cimientos, en lugar de sacarla con todos los derechos, pero tambi¨¦n con todas las obligaciones, a la luz del d¨ªa.
La pol¨ªtica, se?oras y se?ores, si queremos que sea positiva, no se debe hacer a base de sentimientos, sino sobre los datos de la realidad. Una gran naci¨®n no se construye s¨®lo sobre nobles impulsos del coraz¨®n, sino con el estudio detallado de los hechos que tenemos delante.
Ser¨ªa parad¨®jico, por ejemplo, que cuando hemos establecido relaciones diplom¨¢ticas plenas con los pa¨ªses del Este, mantuvi¨¦semos al margen de la ley a aquellos comunistas del interior que aceptan una convivencia legal. Ser¨ªa parad¨®jico que, queriendo hacer una democracia en la normalidad, margin¨¢semos deliberadamente a quienes aseguran desear participar en ella.
Pienso que s¨®lo la ley puede marcar los caminos. Y en este sentido, el Gobierno recuerda el principio de la igualdad de todos ante la ley y est¨¢ dispuesto a aplicarla con el m¨¢ximo rigor en defensa de la unidad de Espa?a, de la Instituci¨®n Mon¨¢rquica, as¨ª como para impedir el establecimiento de cualquier sistema totalitario, o la subversi¨®n del orden y de la paz p¨²blica, independientemente de la ideolog¨ªa de quienes lo intenten, como creo que este Gobierno ya demostr¨® en repetidas ocasiones. En cuanto al Partido Comunista, o cualquier otro, si su conducta posterior -directa o indirectamente- incurriera en ilegalidad, pueden tener ustedes la seguridad de que caer¨ªa sobre ellos todo el peso de la ley.
No soy comunista, pero s¨ª dem¨®crata
Yo, se?ores, no s¨®lo no soy comunista, sino que rechazo firmemente su ideolog¨ªa, como la rechazan los dem¨¢s, miembros del Gabinete que presido. Pero s¨ª soy dem¨®crata, y sinceramente dem¨®crata. Por ello pienso que nuestro pueblo es suficientemente maduro -y lo demuestra a diario- como para asimilar su propio pluralismo. Pienso que este pueblo nuestro -no quiere encontrarse fatalmente obligado a ver las c¨¢rceles llenas, de gente por motivos ideol¨®gicos-. Pienso que en una democracia todos somos vigilantes de nosotros mismos, testigos y jueces de nuestros actos p¨²blicos; que hemos de instaurar el respeto a las minor¨ªas legales; que entre los derechos y los deberes de la convivencia figura el de aceptar al adversario y, si hay que hacerle frente, hac¨¦rselo en competencia civilizada...
En la dificil tarea de dirigir la pol¨ªtica del pa¨ªs, el Gobierno que presido ha procurado ejercer el poder con absoluta delicadeza, procurando por encima de todo no herir a nadie, ofrecer la posibilidad de un lugar bajo el Sol a todas las opciones y respetar e incorporar las opiniones contrarias.
Era f¨¢cil, sin duda, rendirse a la tentaci¨®n de cerrar las puertas de nuestros despachos y olvidarse de las realidades visibles. Pero nuestro compromiso, y el encargo del pueblo espa?ol en el ¨²ltimo refer¨¦ndum, es conseguir que todo el juego pol¨ªtico se desarrolle bajo el amparo de la Corona y sometido al imperio de la ley. Entre todos hemos construido trabajosamente, con renuncias personales incalculables, el marco para una democracia. Pero, ?no es cierto que ha llegado la hora de eliminar la clandestinidad como procedimiento habitual de acci¨®n pol¨ªtica? ?Cree alguien que nuestro proceso de democratizaci¨®n ser¨ªa fiable si se basase en exclusiones de unos a otros y en excepciones que no se le pueden hacer al pueblo espa?ol? ?No es preferible que el Partido-Comunista de Espa?a acepte p¨²blicamente, como ha procla mado, las bases de nuestra convi vencia, en lugar de verse obligado -porque todos sabemos que existe- a luchar para destruirla, a fin de encontrar por esa v¨ªa un lugar en el mapa pol¨ªtico espa?ol?
?No debemos, acaso, hacer absolutamente sinceras las elecciones, para que nadie pueda ar gumentar, en perjuicio de la esta estabilidad nacional, que no hubo igualdad de oportunidades?
?No pagar¨ªamos muy caro, en un futuro quiz¨¢ no lejano, el precio de negar ahora evidencias que alg¨²n d¨ªa tendr¨ªamos que reconocer?
Sinceramente, se?ores: ?No es preferible contabilizar en las urnas lo que, en caso contrario, tendr¨ªamos que medir sobre la pobre base de algaradas callejeras?
? No es nuestra obligaci¨®n colectiva llevar el di¨¢logo a las Cortes, en vez de tener que soportarlo en nuestras calles, con deterioro del orden conseguido? ?No es preferible una oposici¨®n, aunque fuese radical, comprometida con los intereses nacionales, y aceptando p¨²blicamente las bases de nuestra convivencia, en vez de verla obligada a rechazar todo lo que se propone al pa¨ªs? ?Hemos de vemos obligados a privar de libertad a sus afiliados, cuando eliminan la acci¨®n violenta como procedimiento y aceptan los criterios de la reforma pol¨ªtica?
?No es cierto que los intereses leg¨ªtimos del pueblo espa?ol necesitan, a la hora de las soluciones, el contrapeso de una izquierda definida en sus peculiaridades y que s¨®lo ahora se puede presentar con los matices necesarios?
?No demuestra la experiencia de otros pa¨ªses que la legalizaci¨®n y concurrencia electoral de los grupos pol¨ªticos ha sido el procedimiento m¨¢s eficaz para evitar la toma del poder por partidos totalitarios?
?No es hora, se?ora y se?ores, de que la moderaci¨®n del pueblo espa?ol sea contrastada sin falsificaciones por el ¨²nico procedimiento v¨¢lido que es el de las urnas?
Creo honestamente que las respuestas a estas preguntas han de coincidir, por parte de ustedes, con los criteriosdel Gobierno que presido.
En cualquier caso, y aceptando de antemano la cr¨ªtica y la disconformidad, pienso que no puede dudarse de que lo ¨²nico que nos gu¨ªa es ¨¦l servicio a una comunidad que queremos limpia de clandestinidades; un esfuerzo por responder con hechos al realismo que nos hemos propuesto, y la evidencia de que, por encima de nuestras convicciones personales -y m¨ªas en particular- est¨¢ la gran meta de construir una Espa?a digna, con una legalidad suficientemente amplia como para que sea aceptada por todos...
La sociedad espa?ola no es una sociedad de miedos
Con esta condici¨®n podremos llegar con serenidad a las elecciones que acaban de ser convocadas. Quiero en este momento, volver a recordar aquella trase,de que s¨®lo se puede tener miedo al mismo miedo. La sociedad espa?ola de hoy no es una sociedad de miedos, aunque todav¨ªa sea una sociedad con tensiones nacidas en gran medida de injusticias que subsisten. Es, por el contrario, una sociedad que tiene los mismos procedimientos de otorgar licitudes y representatividades que los dem¨¢s pa¨ªses de nuestro nivel de desarrollo y cultura del mundo occidental.
Nos asalt¨® el terrorismo y sigui¨® presente la violencia ahora planteada como arma contra la democratizaci¨®n. En aras del realismo que nos hemos propuesto, nada puede asegurar que no vuelvan a resurgir algunos de estos brotes.
Ese es nuestro riesgo. Frente a ¨¦l, est¨¢ la seguridad de que nuestro proceso es irreversible; de que nuestro pueblo, con una madurez que se impuso a los grupos y a sus actitudes, desea hacer una vida normal, sin otras tensiones que las normales, como los dem¨¢s pa¨ªses de nuestro entorno; de que ese mismo pueblo ha recuperado su protagonismo, con todos los derechos, y en ¨¦l radican todas las garant¨ªas de futuro.
Cuando miramos hacia ese futuro, la sociedad de 1977 se encuentra con unas seguridades con las que pocas veces cont¨®: una Corona a la que orgullosamente servimos, capaz de integrar a todos los espa?oles; unas Fuerzas Armadas cuyos ejemplos de patriotismo y disciplina deben ser exigencia en todos y para todos; unos grupos pol¨ªticos y sociales que consiguieron crear un clima de civismo, sin el que todos los esfuerzos por la normalidad ser¨ªan in¨²tiles; unos medios de comunicaci¨®n que luchan honestamente por un clima de libertades p¨²blicas y defienden la necesidad de ho frustrar la esperanza de un nuevo orden de convivencia; y en la base, un cuerpo social en cuyo equilibrio se asientan nuestros deseos de concordia.
Hace apenas 48 horas he vuelto de mi viaje por M¨¦xico y Estados Unidos. En los dos pa¨ªses he tenido ocasi¨®n de constatar que la consistencia interna de Espa?a cuenta con una atenci¨®n y con unas potencialidades ciertas e innegables. Nuestra proyecci¨®n internacional se encontraba disminu¨ªda por el insuficiente grado de cohesi¨®n plural de nuestra comunidad. Esa nueva presencia internacional que est¨¢ haciendo de Espa?a un interlocutor en pie de igualdad con los dem¨¢s pa¨ªses, es tarea imprescindible que a todos compete y a todos los miembros de nuestra comunidad interesa. S¨®lo quisiera trasmitirles mi convicci¨®n de que la presencia internacional de Espa?a, en l¨ªnea con su deseo de paz y entendi miento con los dem¨¢s miembros de la comunidad internacional, debe atender a tres principios fundamentales: participar activamente en el sistema de seguridad de Occidente, propiciando esquemas que pongan fin a la ca rrera de armamentos; favorecer la cooperaci¨®n, contribuyendo a una m¨¢s perfecta justicia distributiva en el plano universal; impulsar la salvaguarda de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, cuya violaci¨®n es la ra¨ªz de tantas tensiones y conflictos.
Estamos a punto de construir, de una vez por todas, un sistema pol¨ªtico en libertad que haga factible, por encima de la tensi¨®n, diaria, la concordia nacional.
Vamos a hacer posible que no parezcan m¨¢s quienes m¨¢s se oyen, sino que se oigan m¨¢s quienes son mayor¨ªa, con profundo respeto a las minor¨ªas. En la frontera de una esperanza renovada, vuelvo, como tantas veces, a convocarles. Les convoco a aceptar con realismo, por encima de las convicciones personales, la necesidad de que el Estado y sus instituciones amparen a todos los espa?oles.
Les convoco a un pacto de no enfrentamiento a la hora de presentar y defender las diversas opciones electorales:
Les convoco a caminar en estas ¨²ltimas semanas previas a las elecciones con la certeza de que se est¨¢ alumbrando un nuevo, horizonte.
Les convoco a hacer posible elentendimiento social y pol¨ªtico que nuestra naci¨®n requiere. Les convoco, se?oras y se?ores, a una misi¨®n de paz y de futuro en la que todos seamos protagonistas y nadie se considere marginado. Si todos hemos ganado laboriosamente la paz y una porci¨®n de bienestar, vamos a conservarlo. Pero sin artificios. Con normalidad. Exigiendo lajusticia y aceptando la responsabilidad de cada uno. Esta gran naci¨®n que se llama Espa?a debe ser el resultado de un esfuerzo solidario. Su convivencia, el fruto del respeto mutuo. El ma?ana ciertamente no est¨¢ escrito, pero ustedes, y s¨®lo ustedes, lo van a escribir. Ese es el reto y la grandeza del momento que vivimos. Muchas gracias.
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