El dilema energ¨¦tico
Al escribir este art¨ªculo, que ha de servir para iniciar el debate p¨²blico que EL PAIS ha tenido el acierto de organizar sobre la energ¨ªa nuclear, siento una preocupaci¨®n dominante: la de ser objetivo, huir de cualquier clase de apasionamiento.Mi condici¨®n de presidente del Forum At¨®mico Espa?ol me ayuda a ello, porque esta organizaci¨®n no pretende ser una especie de reuni¨®n familiar de partidarios a ultranza de las centrales nucleares, sino un centro de coordinaci¨®n e informaci¨®n, sobre las aplicaciones pac¨ªficas de la energ¨ªa nuclear, abierto a todos los que se interesan en el tema y que aspira a ser considerado como un organismo informador, cient¨ªficamente serio, fiable y, veraz.
No esperen, pues, los lectores, un art¨ªculo a favor o en contra de las centrales nucleares, sino, en todo caso, ?sobre? las centrales nucleares.
Se ha escrito y se ha discutido tanto sobre ellas, que lo dif¨ªcil ser¨¢ ahora acertar a definir con claridad la esencia del problema y de sus posibles soluciones.
La energ¨ªa -cualquiera que sea su origen- ha sido, y seguir¨¢ siendo, el motor del progreso. As¨ª, el grado de desarrollo de un pa¨ªs se mide por la energ¨ªa consumida por habitante en un a?o. Como unidad de medida se usa la tonelada de carb¨®n. Y cualquier tipo de energ¨ªa -hidr¨¢ulica, petr¨®leo, nuclear o el¨¦ctrica- se traduce a ?toneladas equivalentes de carb¨®n? para hablar, en el pa¨ªs de la energ¨ªa, un mismo lenguaje.
El consumo mundial de energ¨ªa fue, en 1976, del orden de los 8.500 millones de toneladas de carb¨®n, y crece todos los a?os. Por dos razones: la primera, porque la poblaci¨®n aumenta; la segunda, porque el hombre desea vivir cada vez mejor, y esto supone un mayor consumo de energ¨ªa por habitante.
?Qu¨¦ va a pasar en el futuro? Que aun suponiendo que los pa¨ªses de alto desarrollo detengan -voluntaria o forzosamente- su crecimiento de nivel de vida, habr¨¢ cada a?o m¨¢s habitantes en el mundo, y adem¨¢s, los pa¨ªses del Tercer Mundo -m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n del Globo- necesitar¨¢n una cantidad de energ¨ªa por habitante muy superior a la que hoy tienen. Los n¨²meros son terriblemente elocuentes: el consumo de energ¨ªa -siempre medido en toneladas de carb¨®n- en 1975 fue de once para un habitante de Estados Unidos y de 0,8 para un ciudadano del Tercer Mundo.
Estas consideraciones llevan, en la m¨¢s prudente de las hip¨®tesis, a cifrar las necesidades mundiales de energ¨ªa en el a?o 2020, es decir, dentro de 43 a?os, en el triple del consumo habido en 1976.
Este es el panorama mundial. El de Espa?a no es muy diferente, y para dibujarlo bastar¨¢ una sola pincelada. En 1977 nuestro consumo de energ¨ªa ser¨¢ del orden de 2,7 toneladas de carb¨®n por habitante. Pues bien, en 1975, hace dos a?os, la media del consumo de los pa¨ªses de la Comunidad Econ¨®mica Europea ya era superior a las cinco toneladas de carb¨®n. Concretamente, Alemania Federal cons um¨ªa 5,6 toneladas; B¨¦lgica, 6,1; Francia, 4,54; el Reino Unido, 5,2, e Italia, 3,25, por citar los pa¨ªses m¨¢s representativos. Posibilidades espa?olas Resulta dificil imaginarse c¨®mo Espa?a va a poder entrar con alguna perspectiva de ¨¦xito en l¨¢ dura competencia del Mercado Com¨²n si esta diferencia en disponibilidad de energ¨ªa no se va reduciendo de modo sustancial.
Conclusi¨®n: el mundo y Espa?a necesitan en un futuro inmediato, y de modo ininterrumpido, mayores cantidades de energ¨ªa.
El volumen de ese crecimiento va a depender del grado de aceptaci¨®n que la sociedad manifieste ante las disyuntivas de: vivir mejor, vivir igual o vivir peor. No olvidemos que dentro de la poblaci¨®n espa?ola hay tambi¨¦n -como ocurre en el panorama mundial- desigualdades que, por razones obvias, es preciso corregir, y que el t¨¦rmino ?vivir igual?, que puede ser soportable para alguna regi¨®n espa?ola, no lo es en absoluto para los habitantes de otras zonas.
Eso, el crecimiento demogr¨¢fico y la carrera hacia una Europa en la que no es deseable figurar como el pariente pobre, son tres de las directrices que van a determinar el volumen de las necesidades de energ¨ªa en nuestra Patria.
La pregunta inmediata es de d¨®nde vamos a obtener esa energ¨ªa.
A nivel mundial, la respuesta acaba de darla, en el pasado mes de septiembre, el Congreso Internacional de la Energ¨ªa, celebrado en Estambul, que estudi¨® el panorama energ¨¦tico hasta el a?o 2020.
M¨¢s de 3.000 expertos, de todas las razas e ideolog¨ªas, examinaron las reservas mundiales de los llamados recursos convencionales: hidr¨¢ulicos, carb¨®n, petr¨®leo, gas natural y sus posibilidades de utilizaci¨®n desde el doble punto de vista t¨¦cnico y econ¨®mico. Un gran n¨²mero de sesiones fue dedicado a la energ¨ªa nuclear y su futuro, abarcando los problemas t¨¦cnicos desde el mineral de uranio a los desechos radiactivos y prestando especial atenci¨®n a los aspectos de opini¨®n p¨²blica, de seguridad y de impacto ecol¨®gico.
Y en este inventario exhaustivo de las posibilidades humanas de obtenci¨®n de energ¨ªa tambi¨¦n estuvieron presentes los grandes especialistas en las llamadas energ¨ªas nuevas: la solar, la geot¨¦rmica, el viento y el mar.
Las conclusiones obtenidas pueden sintetizarse as¨ª:
1. La energ¨ªa ser¨¢ un producto cada vez m¨¢s escaso y m¨¢s caro. Por tanto hay que administrarla cuidadosamente.
2. Los dos grandes soportes del consumo de energ¨ªa en el a?o 2020 ser¨¢n el carb¨®n y la energ¨ªa nuclear. Y, dentro de ¨¦sta, tendr¨¢n un papel importante los reactores r¨¢pidos. El petr¨®leo continuar¨¢ con importancia creciente hasta el a?o 1990, en que iniciar¨¢ un lento pero continuado declive.
3. Las energ¨ªas naturales, especialmente la solar, no presentan perspectivas pr¨®ximas de aplicaci¨®n pr¨¢ctica que permitan esperar a corto plazo una utilizaci¨®n importante. En el m¨¢s optimista de los casos se atribuye a estas energ¨ªas nuevas un 10 % del total energ¨¦tico en el a?o 2020.
La nueva etapa
Muy probablemente una gran parte de la humanidad no se da cuenta del momento trascendental que estamos viviendo. Puede decirse, sin temor a exageraciones, que estamos ?volviendo una p¨¢gina? en el gran libro de la historia del hombre o que hemos llegado a uno de esos grandes hitos que marcan el final de una etapa y el principio de otra llena de esperanzas, pero tambi¨¦n con su inevitable acompa?amiento de incertidumbres y de riesgos.
A la etapa de la energ¨ªa muscular sigui¨® la de la madera como combustible, hasta la aparici¨®n del carb¨®n, que protagoniz¨® la gran revoluci¨®n industrial, y que en el primer tercio de nuestro siglo fue sustituido por el petr¨®leo.
La aceleraci¨®n de la ciencia y de la tecnolog¨ªa han hecho posible que, dentro de este mismo siglo, estemos ya en el momento en que la etapa nuclear inicia su vida con toda la fuerza que determinan sus dos caracter¨ªsticas fundamentales: que es necesaria y que es fiable.
El t¨¦rmino ?fiable? no significa ausencia de riesgos, porque la energ¨ªa nuclear los tiene y muy graves. Pero hay que reconocer que tales riesgos son perfectamente conocidos, y ese conocimiento previo es el primer condicionante para abordar con ¨¦xito su prevenci¨®n o paliar sus consecuencias hasta reducirlas a eso que los hombres llamamos ?un riesgo soportable? como puede ser el circular por una autopista, viajar en avi¨®n o fumar una cajetilla diaria.
No quiero citar argumentos en pro ni en contra, porque me he propuesto ser absolutamente objetivo. Probablemente las personalidades convocadas por EL PAIS los expondr¨¢n en uno y otro sentido, y a buen seguro que lo har¨¢n con m¨¢s brillantez que yo pudiera hacerlo.
Pero una cosa parece clara, y es que la sociedad har¨¢ muy bien en exigir que los riesgos de la energ¨ªa nuclear se expliquen con claridad.
Simult¨¢neamente habr¨¢ que explicar tambi¨¦n con id¨¦ntica diafanidad los riesgos de no disponer de energ¨ªa nuclear.
Y dejar que la sociedad elija, co
El dilema energ¨¦tico
nociendo muy bien cu¨¢les van a ser las consecuencias de su elecci¨®n.Ahora bien, ser¨¢ preciso advertir que esta elecci¨®n no puede demorarse. Las soluciones tienen que avanzar, por lo menos, a la misma velocidad que las necesidades. Y desde que se toma la decisi¨®n de construir una presa, o una central, hasta que empieza a producir energ¨ªa, hay un largo plazo. Las decisiones de hoy van a fructificar dentro de cinco, seis o siete a?os. Y podemos vernos cogidos en la trampa de las discusiones entabladas en un confortable ambiente de energ¨ªa, pero ya sin plazo para evitar las restricciones de ma?ana.
Elecci¨®n r¨¢pida
No quisiera terminar estas l¨ªneas sin plantear a mis posibles lectores una reflexi¨®n que yo mismo me he hecho repetidamente, y que bien puede ser el colof¨®n de esta exposici¨®n general de la problem¨¢tica nuclear.
?Es que la desaparici¨®n de las centrales nucleares resuelve o disminuye los riesgos, indudables, que acompa?an a la energ¨ªa nuclear?
La respuesta, a mi juicio, es: no. Al menos, en la situaci¨®n previsible dentro de los pr¨®ximos cincuenta a?os.
Si se consigue hacer desaparecer todas las centrales nucleares hoy en funcionamiento -unos doscientos reactores-, o que desde ahora mismo no sea construida ninguna m¨¢s, est¨¢ claro que cada habitante del mundo, de ahora en adelante, dispondr¨¢ de una cantidad de energ¨ªa cada vez menor. Dentro de este panorama general habr¨¢ excepciones: los ciudadanos de los pa¨ªses poseedores de grandes reservas de carb¨®n, de petr¨®leo o de gas natural, es decir, Oriente Medio, Norte de Africa y Uni¨®n Sovi¨¦tica, por ejemplo.
La sociedad de la mayor¨ªa de los pa¨ªses industrializados, de esos que hoy son ?pa¨ªses fuertes?, se ver¨ªa condenada a un descenso progresivo en su nivel de vida, a vivir cada vez peor, en tanto que aquellos otros pa¨ªses hacen valer sus recursos naturales.
?Hasta qu¨¦ punto esta situaci¨®n, prolong¨¢ndose en los a?os, ser¨ªa soportable para las sociedades condenadas a un progresivo descenso?
?Hasta cu¨¢ndo, sabi¨¦ndose fuertes, con sus arsenales nucleares repletos de ?argumentos?, resistir¨ªan la tentaci¨®n comprensible de conquistar por la fuerza aquella raci¨®n de energ¨ªa que puede serles necesaria o quiz¨¢ imprescindible?
Dejo al lector que saque por s¨ª mismo la consecuencia, pero parece claro que s¨®lo una eliminaci¨®n total, es decir, de todo lo nuclear, civil y militar, desde la bomba de cobalto de los hospitales hasta las cabezas megat¨®nicas que se pasean impunemente por el fondo de los oc¨¦anos del mundo, alejar¨¢ el fantasma del riesgo nuclear. Confieso que la soluci¨®n me parece absolutamente ut¨®pica.
Pero el problema es real. Y es nuestro.
Verdaderamente, no es nada f¨¢cil ser hombre de hoy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.