Tres pintores sevillanos
Tres pintores sevillanos. Galer¨ªa Iolas-Velasco. Zurbano, 88
Hubo un tiempo en que la pintura sevillana era pura clausura de convento, pura cigarrera, puro caminito del Roc¨ªo. M¨¢s fea a¨²n se puso la cosa el d¨ªa en que los vencedores -insolentes como en ning¨²n otro sitio- impusieron el p¨¢ramo art¨ªstico. Entonces las m¨¢s t¨ªmidas escapadas parecieron revolucionarias.En torno a 1970, cuando no se ve¨ªan todav¨ªa banderas verdiblancas, cuando Creix era el amo y se?or de Sevilla y Clavero (preocupado que estaba con sus estudiantes revoltosos) no hab¨ªa descubierto a¨²n la autonom¨ªa, ya se ve en aquella tierra una pintura que nada tiene en com¨²n con el cromo andalucista. Los cuadros de Carmen Laffon, Joaqu¨ªn S¨¢enz o Claudio configuraban un paisaje en el que sentirse. implicado. Hasta la Andaluc¨ªa negra que pintaban otros no parec¨ªa entonces tan de cart¨®n piedra como ahora. Pero lo que m¨¢s interesaba, era la abstracci¨®n. Mucho se aprendi¨® de los maestros de los cincuenta, y mucho se discuti¨® de teor¨ªa. Las estancias de Fernando Zobel constitu¨ªan ineludible y estimulante punto de referencia.
Jos¨¦ Ram¨®n Sierra, Gerardo Delgado y Juan Su¨¢rez aparecieron en escena por.esos a?os. En 1967, exposici¨®n de Sierra: ?Doce paisajes divididos en tres cap¨ªtulos sobre la Rendici¨®n de Breda?. En 1968, Gerardo Delgado: ?Obra Abierta?. En 1970, Juan Su¨¢rez y Manolo G¨®mez: ?Ap¨®crifos/Cajas?. Tres t¨ªtulos como tres manifiestos. El espectador sevillano que se acercaba a La Pasarela quedaba desconcertado. Todo aquello, que era el principio de algo, tal vez fuera tambi¨¦n el final de un determinado per¨ªodo heroico. En los a?os siguientes, aunque hayan seguido siendo pr¨¢cticamente a?os sin mercado, la vida cultural se ha ido pareciendo m¨¢s a la del resto del pa¨ªs. La Galer¨ªa Juana de Aizpuru lanza al exterior a los artistas sevillanos. Los tres citados, y otros como Tovar, Molina o Salinas, han adquirido una cierta proyecci¨®n ciudadana. Pero no zanja la cuesti¨®n, la oportunidad hist¨®rica (indudable) de esta ?vanguardia en provincias?.
Sierra fue en su momento, pintor de una gran radicalidad. Pocas obras espa?olas iban tan lejos y con semejante econom¨ªa de medios. Con los a?os, su pintura ha ido perdiendo en densidad conceptual lo que ha ganado en artificio. Como si la m¨¢quina funcionara sola: tics, trucos espaciales, ret¨®rica colorista. Fachada, decorado.
Algo parecido le ocurre a Su¨¢rez, s¨®lo que en ¨¦l la cosa viene de m¨¢s lejos. Navega por las aguas de la pintura-pintura, como en su momento naveg¨® por las de la abstracci¨®n geom¨¦trica. Se pliega a juegos sobre la pintura (?rusa?, ?americana?) y ornamenta sus cuadros decorativos con piezas, se supone que ir¨®nicas. Todo realizado muy pulcramente, sin duda.
Sin Gerardo Delgado, la exposici¨®n habr¨ªa quedado lo que se dice digna y vacua. O pulcra, tanto da.
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