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Reportaje:EL D?A QUE SE APROB? LA CONSTITUCI?N

El salto a un nuevo d¨ªa

Ayer fue el mi¨¦rcoles 6-D. La historia espa?ola de estos ¨²ltimos a?os se nos est¨¢ llenando de siglas numeradas. Ayer fue el 6-D y fue un d¨ªa que para muchos dur¨® 48 horas. Ayer todo se sali¨® de la rutina y se impregn¨® de v¨¦rtigo y espera. A Felipe Gonz¨¢lez se le olvid¨® el cumplea?os de su hijo David, bloqueada su memoria paternal con papeletas. A Mart¨ªn Villa se le olvid¨® el carnet de identidad en el colegio electoral: a cada cual se le olvida lo m¨¢s significativo y sintom¨¢tico. Su¨¢rez no se le olvid¨® nada en todo el d¨ªa, desde que desayun¨® con su mujer, all¨¢ a las ocho. El Rey tuvo calma como para preparar discursos para el pr¨®ximo domingo. Fraga se compar¨® con las madrugadoras y muy c¨ªvicas monjas. Carrillo tuvo que sudar una bronquitis febril que le impidi¨® fumar sus m¨²ltiples cigarrillos. Leizaola estuvo preparando en Par¨ªs el archivo del Gobierno vasco para regresar a Espa?a. Y es que, quiz¨¢, con el 6-D volveremos de una vez todos a casa.

M¨¢s informaci¨®n
Comentarios de los l¨ªderes pol¨ªticos
Numerosas dificultades para votar
Denuncias por falta de precinto en las urnas
Pudo votarse "s¨ª" o "no" con papeletas en blanco
El refer¨¦ndum cost¨® 1.600 millones de pesetas
M¨¢s de 300.000 personas en el "aparato" de votaci¨®n
Normalidad absoluta en todo el pa¨ªs
La opini¨®n mundial valora el refer¨¦ndum como el fin del franquismo
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Ya est¨¢ el maldito despertador destrozando el ¨¢nimo y el o¨ªdo, como siempre. Como ayer se acost¨® m¨¢s ?arde que de costumbre (la chavala, los troncos, unos cubatas), Manolo el Vespa se siente hoy particularmente desgraciado, casi sin fuerzas para afrontar el madrug¨®n. Bueno, como hoy s¨®lo hay curro hasta las doce podr¨¢ dormir m¨¢s tarde. Las seis y med¨ªa. Hay que levantarse a las seis y media para llegar a tiempo al taller mec¨¢nico en el que trabaja, all¨¢ por la avenida de Arag¨®n, lej¨ªsimos. de la casa paterna, que est¨¢ en el barrio de Tetu¨¢n (Madrid). Pero el taller es de un familiar, y ya se sabe lo dif¨ªcil que est¨¢ la cosa del empleo, as¨ª es que Manolo lleva varios meses ah¨ª de aprendiz.A Manolo -diecinueve a?os, abundante pelo rizado, una estatura escasa que ¨¦l refuerza con botas de tac¨®n- le han puesto los compa?eros el sobrenombre de Vespa porque lo que quiere es ser como Angel Nieto, un campe¨®n de las dos ruedas, y durante mucho tiempo no ha tenido pasta mas que para una Vespa costrosa, y la gente es muy guasona, ya se sabe. Ahora, eso s¨ª, se acaba de agenciar una Ducati 250 cc., de segunda mano, pero que revisada y repintada por ¨¦l ha quedado la mar de maja.Pero hoy por si faltara algo para este maldito d¨ªa, est¨¢ lloviendo y se va a mojar a lomos de la moto.

Est¨¢ de mal humor hoy Manolo, est¨¢ deseando que pase de una vez el dichoso refer¨¦ndum, que los amigos le han estado dando la paliza de mala manera, que el Paco, ese del taller, el que est¨¢ en CC OO, ha estado comi¨¦ndole el coco una inmensidad, que si tienes que votar, macho, que si lo que quieres es que losfachas nos coman el terreno. Pues, no, Manolo el Vespa no vota. Aunque sea la primera vez que puede hacerlo. Que ya se sabe que los pol¨ªticos son todos unos chorizos que lo ¨²nico que hacen es jugar con la gente mientras van a lo suyo. Unos manipuladores, como dir¨ªa El Chepa, que es anarquista. As¨ª es que Manolo no vota, vaya. Y ya va siendo hora de levantarse, que despu¨¦s de todo va a llegar al curro tarde.

Pr¨®ximo a la plaza de Roma, poco antes de las siete y media de la ma?ana, Juan Garc¨ªa Carr¨¦s (?abogado, patriota, sindicalista y falangista de Jos¨¦ Antonio?, como ¨¦l mismo dice) despereza sus 108 kilos y se dispone a dar el salto a un nuevo d¨ªa. Y es la de hoy una fecha significativa: ?A¨²n es posible evitar la desmembraci¨®n de Espa?a; a¨²n no se ha consumado la operaci¨®n conjunta UCD-marxismo; a¨²n no se ha aprobado la Constituci¨®n.? Ha descansado bien: anoche, como la televisi¨®n estaba aburrida, se acost¨® pronto. Gracias a eso hoy se encuentra perfectamente l¨²cido, dispuesto a cumplir su responsabilidad ciudadana: trabajar¨¢ un poco en su despacho y luego ir¨¢ a depositar su muy sincero no a las urnas.

A las ocho menos cuarto, Rodolfo Mart¨ªn Villa se despierta en Castellana, 5 (eso de haber tenido que dejar-su bonira casa de la zona del paseo de La Habana para vivir aqu¨ª, por raz¨®n del cargo, por trabajo y seguridad, es una pena, pero ... ) y piensa que hoy le espera un d¨ªa largo y agotador. Ha dormido bien, sin embargo, el ministro del Interior, tiene una sorprendente capacidad para conciliar el sue?o -esas siete horas que le son tan necesarias- pase lo que pase. Y hay que reconocer que a ¨¦l le pasan muchas cosas. Bueno: lo primero es echar una mirada a los peri¨®dicos, recibir los sucesos y, sobre todo, tomar contacto con el Gabinete de Informaci¨®n de Orden P¨²blico, ese gabinete especial para el refer¨¦ndum, que funciona desde las doce de la noche del d¨ªa 4. Est¨¢ previsto que se le manden informes de dos en dos horas, a las nueve, a las once, a la una, as¨ª sucesivainente. Hoy va a tener que estar atado a su silla de despacho, que tambi¨¦n est¨¢n ah¨ª en constante funcionamiento las l¨ªneas directas telef¨®nicas con todos los gobiernos civiles. Claro que tiene que ir a votar.

En principio, puede marchar tras el informe de las once. En su colegio, en la calle de Honduras, estar¨¢ esper¨¢ndole su mujer, Maripi, que est¨¢ de interventora por UCD. Hoy no van a poder ver a los ni?os, a Gonzalo y Rodolfo, o Popi, como le llaman en casa, y coneso de que no tienen clase pueden dar una guerra infernal a sus cuidadores. Todo est¨¢ a punto: el rostro de Mart¨ªn Villa, mientras sorbe su caf¨¦ ma?anero, adquiere esa expresi¨®n de reconcentrado enfurru?amiento que le es tan propia en momentos de actividad y urgencia.

En este mi¨¦rcoles lluvioso el pa¨ªs se ha puesto madrugador. Algunos arrastran por sus colegios ojeras de vigilia. A primera hora de la ma?ana se han reunido Su¨¢rez y el teniente general Guti¨¦rrez Mellado. Despu¨¦s, sobre las nueve y media, han salido a votar, cada uno con su mujer respectiva; es un deber familiarmente compartido. Amparo, la mujer de Su¨¢rez, deposita primero su papeleta; son las diez de la ma?ana. Inmediatamente despu¨¦s, el presidente. Luego tiene que responder a las preguntas de los informadores, ya se sabe, ?vislumbramos un futuro optimista que ... ?, ?conseguiremos llevar a este pa¨ªs a las cotas de libertad ... ?, esas frases coyunturales que Su¨¢rez expresa con firmeza y en un tono sabiamente impregnado de serenidad - y - confianza - en -el -futuro. Se ha levantado a las ocho y hoy ha de hablar con Manuel Ortiz, con Meli¨¢, con Mart¨ªn Villa, con Ros¨®n... A ¨²ltima hora de la ma?ana despachar¨¢ con el Rey, quiz¨¢ se quede a comer incluso en La Zarzuela. Por ahora, parece que todo marcha bien.

La cara empolvada

Presurosos y algo h¨²medos, los ministros, los ministrables, la posici¨®n y la Oposici¨®n se acercan a las mesas electorales. Son los protagonistas de las primeras horas, porque en ¨¦sta ma?ana temprana no hay muchos votantes, realmente. Los pol¨ªticos s¨ª. Los pol¨ªticos acuden como un solo hombre. Ros¨®n inaugura su colegio. Oreja no ha sido reconocido y ha tenido que ense?ar su carnet de identidad a la mesa, perdone usted, se?or ministro, pero es que... Fraga, enfundado en un abrigo beige, vota a las nueve y diez, bien rodeado por sus guardaespaldas. Democr¨¢ticamente, Fraga Iribarne ha guardado cola. Despu¨¦s, saluda con en¨¦rgicas sonrisas a los vecinos que se acercan a hablarle. Los fot¨®grafos disparan sus flashes. Unas monjitas, con sutiles y evang¨¦licos codazos, han logrado situarse junto al l¨ªder en el momento de los retratos. Fraga est¨¢ exultante: ?Soy un ciudadano responsable?, dice, orgulloso de su germ¨¢nica puntualidad. ?Aqu¨ª hay ciudadanos responsables que madrugan: monjas, profesionales, yo mismo.? Cuando se desprenda de las monjitas se trasladar¨¢ a la sede de Alianza Popular (AP) a seguir las incidencias del d¨ªa. Un breve descanso previsto: una comida. con amigos. Todos de AP, por supuesto.

Hay monjas por todas partes, s¨ª. Su¨¢rez salud¨® a unas en su colegio electoral. Las religiosas de clausura del Real Monasterio de las Huelgas, en Burgos, van saliendo a votar al mundo ancho y ajeno de dos en dos, sucesivamente, para que la clausura sea s¨®lo rota en plazos. ?A qui¨¦n escuchar¨¢n m¨¢s estas monjitas, al cardenal primado de Espa?a, Marcelo Gonz¨¢lez, que mand¨® su no por correo el pasado jueves? ?A Taranc¨®n, quiz¨¢?, que al votar a las diez de la ma?ana ha dicho que la Constituci¨®n significa la confirmaci¨®n de la democracia? Un periodista ha preguntado a Taranc¨®n si Dios ayuda a quien madruga: es una pregunta que apunta a Fraga. Y el cardenal ha contestado: ? Dios est¨¢ para otras cosas. ?

La vida espa?ola carece hoy de fuertes tensiones. ?Aburrimiento? S¨ª, quiz¨¢ sobrenade cierto aburrimiento popular en el ambiente. En el colegio Divina Pastora, en la calle Garc¨ªa Morato, de Madrid, un joven moreno preside la mesa. Eso no es extraordinario. Lo sorprendente, el pasmo, comienza al ver su indumentaria: sombrero de fieltro negro, camisa ibicenca, pajarita amarilla, traje negro y chaleco. Tiene la cara empolvada y en ella se pinta una amplia sonrisa blanca de payaso. Algunos votantes se indignan: ?S¨ª, s¨ª, a ese le conocemos, es un simpatizante de Fuerza Nueva.? Enrique Herranz, sin embargo, dice que no pertenece a ning¨²n partido. Estudia Arquitectura y est¨¢ a punto de terminar la carrera: ?Yo no conecto con organizaciones sino con la gente, ?sabes? Me he pintado as¨ª porque creo que es m¨¢s adecuado, ?no? Su claque, unos cuantos amigos que han venido a acompa?arle, le animan y jalean unos metros m¨¢s all¨¢. Y. como suplente de su misma mesa est¨¢ su padre, el rostro serio y enfadado. ?Se conoce que el se?or no quer¨ªa presidir una mesa?, comenta un cabo de la Polic¨ªa Armada de la puerta, se?alando al blanquecino presidente, ?pero como es muy educado y no arma foll¨®n y s¨®lo protesta as¨ª, pues nada, ah¨ª est¨¢?.

En toda Espa?a se vota. En Tarragona, una empresa ofrece a sus trabajadores 2.000 pesetas en lugar de las cuatro horas de permiso para no interrumpir la cadena de producci¨®n, pero s¨®lo aceptan dos obreros.

En Granada, capital y provincia, j¨®venes con brazaletes rojiazules de Fuerza Nueva revolotean por los colegios: miran amenazadoramente, algunos votantes tienen miedo y se retraen. En Fuentevaqueros (la patria chica de Garc¨ªa Lorca) y en Cijuela, incluso, una decena de muchachos han intentado echar del colegio electoral al apoderado del PSOE: gritos, empujones, tensiones. Al final, no lo consiguen. Empiezan a aparecer papeletas extra?as y volanderas por toda Espa?a: dicen s¨ª, han sido repartidas en los buzones, y el papel est¨¢ te?ido de rosa o azul celeste. Son unas papeletas que invalidar¨ªan el voto; se habla de una maniobra de dispersi¨®n amparada en esa delicada trampa de color.

En Barcelona, una se?ora de avanzada edad se presenta en su colegio con tres papeletas de no en la mano: ?Tiene usted que utilizar una sola?, dice el presidente de mesa, ?un solo no, se?ora?. A lo que ella responde: ? ?Pero si lo que yo quiero es votar s¨ª! ?

"Os vais a mojar"

En el Poblado de la Alegr¨ªa -ir¨®nico nombre para un poblado madrile?o de miseria y chabolismo- noventa familias esperan la llegada de su l¨ªder, Antonio, el que trabaja con Juan de Dios, el diputado gitano, que es el que sabe de estas cosas. S¨®lo esperan que la Constituci¨®n les arregle las casas. ?Nos las dieron por cinco a?os y ya llevamos catorce. Y mi casa se me cae?, dice una gitana arrugadita, mostrando su chabola. Son, sin embargo, franquistas estas familias gitanas: prefieren no tener jaleos, han mascado mucho miedo. ?Lo primero, que nos arreglen lo de la vivienda. Despu¨¦s, lo de la cultura. Y ahora esperaremos al Antonio; cuando venga, por la tarde, votaremos.? Amparados unos con otros en ese cobijo mutuo del marginado.

Madrid est¨¢ atascado por un tr¨¢fico perezoso y erizado de bocinas. Mart¨ªn Villa espera la llegada del Rey al colegio de El Pardo durante m¨¢s de media hora; ha cambiado sobre la marcha sus planes del d¨ªa, con tanto tap¨®n de coches, con los retrasos. Al fin llegan los Reyes, sobre las once y cuarto. Sigue lloviendo y se protegen con paraguas y gabardinas. ?Os vais a mojar?, dice don Juan Carlos a un grupo de ni?os que le miran t¨ªmidamente. Ahora, el Rey ha de volver a La Zarzuela, tiene citado a Adolfo Su¨¢rez. Por la tarde, aprovechando que hoy en principio no hay audiencias previstas, puede que se dedique a trabajar en el discurso de recepci¨®n del presidente de Finlandia, que llegar¨¢ a Espa?a el pr¨®ximo domingo. Y esperar¨¢ los resultados.

Despu¨¦s de acompa?ar al Rey, Mart¨ªn Villa parte presuroso a su colegio. Maripi, su mujer, le besa: es un publicitario beso de interventor ucedista. Con las prisas -se ha hecho ya tarde, tan tarde- el ministro del Interior olvida en la mesa el carnet de identidad. Es Maripi quien ha de alcanzarle y devolv¨¦rselo. Ha de volver a su despacho. Leyendo los ¨²ltimos informes, ya sentado en su conocido sill¨®n, comenta: ?Hay mucha tranquilidad.?

?Qu¨¦ pensar¨¢ do?a Carmen?

Tranquilidad y alto abstencionismo, tambi¨¦n, en el Pa¨ªs Vasco. Se habla de un posible boicot a las votaciones por parte del PNV: ?esos presidentes de mesa que no admiten votos cuando el carnet de identidad est¨¢ caducado, esos colegios electorales que tardan infinitamente en despachar las inquietas y enfurecidas colas de votantes? Hoy, con 78 a?os, ha muerto la madre de Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s, el senador de Euskadiko Ezkerra.

En zonas conflictivas del pa¨ªs, como en el Pa¨ªs Vasco, ha sido aplicada la fase alarma del plan especial de seguridad. En el resto de Espa?a se vive la fase alerta, que no altera en modo alguno la vida cotidiana. En la plaza Mayor de Madrid varios equipos de obreros han comenzado a instalar las casetas de venta de futuros y navide?os confetis, serpentinas, pastorcitos y bolas plateadas.

Jos¨¦ Fonseca, cabo primero de la Polic¨ªa Armada, madrile?o, 46 a?os, cumplir¨¢ el que viene sus bodas de plata con el Cuerpo. Ha en trado de servicio a las siete de la ma?ana por tiempo indefinido: ?Con el otro refer¨¦ndum nos pas¨® lo mismo: hasta que no se recuentan los votos no podemos irnos a casa.? Es un largo d¨ªa y una agotadora noche, por tanto, lo que le es pera por delante. Pero, por lo menos, todo est¨¢ en calma: ?Est¨¢ saliendo todo muy bien, ?verdad??, comenta Fonseca, ?yo vot¨¦ ayer por correo, como cualquier otro ciudadano?.

Como cualquier otro ciudadano ha ido a votar Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, por la ma?ana, a su colegio de Aravaca, cerca de Madrid Pero su nombre no figuraba en el censo. Con buen humor volvi¨® a su casa. Al poco, ha llegado un atribulado agente de la autoridad, disculpe usted, se ha tratado de un error... Y hay que volver a desplazarse al Colegio.

Santiago Carrillo, mientras tanto, cuida sus bronquios en la cama, esos bronquios castigados por tan tos a?os de cigarrillos. Hoy se ha levantado febril y enfermo, af¨®nico de los m¨ªtines, tirit¨®n de quiz¨¢ cercanas gripes. As¨ª es que, tras ir a votar a las nueve de la ma?ana bien envuelto en una bufanda abrigadora, ha decidido (o han decidido los compa?eros de Castell¨® calle en la que se encuentra la sede del PCE, por donde ha pasado un momento) meterse en la cama Como su mujer, Carmen, est¨¢ de interventora en su mismo colegio, Santiago ha de contentarse con rumiar en solitario su bronquitis. El term¨®metro no es nada alentador: el mercurio ha alcanzado los 39 grados.

En la sede del PSOE, en Garc¨ªa Morato, todo habr¨ªa estado hoy perfectamente tranquilo s¨ª no fuera por la barah¨²nda que organizan los muchos ni?os que hay all¨ª. Tal parecer¨ªa que los ejecutivos del partido han sido este mi¨¦rcoles sustituidos por sus delfines. Pero es que los ni?os de socialistas -ellas y ellos-, que hoy est¨¢n sin colegio y con unos padres extremadamente ocupados, han de recogerse en alg¨²n sitio. Precisamente hoy es el cumplea?os de David, el hijo me diano de Felipe Gonz¨¢lez, y cuan do ¨¦ste se ha levantado a las nueve y media de la ma?ana ha recordado el dato familiar con espanto con tanto traj¨ªn se hab¨ªa olvidado de la fecha y no hay nada previsto para festejar al peque?o. Menos mal que ah¨ª est¨¢ ese personaje tan valioso, Juanito, el ch¨®fer-secretario-amigo-confidente, que se encargar¨¢ de comprar tarta, regalos, velas, todo lo necesario para dar a David un cumplea?os constitucionalmente normal.

A las once fueron a votar Felipe y Carmen, y los vecinos han empe zado a canturrear a su paso: ?Que se vea, que se vea.? El voto, claro est¨¢. As¨ª es que Felipe ha ense?ado su s¨ª impreso, antes de depositarlo en la urna, antes de regresar a casa. Hoy piensa pasar en casa la ma?a na y para festejar el d¨ªa invita a sus cuatro polic¨ªas y a los dos compa?eros del PSOE que le siguen a todas partes -esa escolta obligada- a tomar con ¨¦l un caf¨¦ y una copita de co?ac. Tras unas cuantas risas, los cuatro polic¨ªas se han levantado en combinada acci¨®n: ?Bueno, tambi¨¦n nosotros nos vamos a votar, volvemos luego.? Hoy es uno de esos extra?os y felices d¨ªas en los que Felipe Gonz¨¢lez va a poder comer en casa.

Carmen Polo de Franco, que ha votado en El Pardo, tambi¨¦n come en casa con su hija y alguno de sus nietos. No piensa salir hoy: la votaci¨®n ha sido y ser¨¢ la ¨²nica incursi¨®n en el Madrid lluvioso. ?Qu¨¦ pensar¨¢ do?a Carmen? ?Qu¨¦ habr¨¢ pensado durante la campa?a del refer¨¦ndum, ?para acabar con las leyes del franquismo??

Blas Pi?ar. Blas Pi?ar, por ejemplo, fue a votar a primeras horas de la ma?ana a su colegio. Casualmente le toca el situado en la Fundaci¨®n General¨ªsimo Franco. Lleg¨® sobrio y serio, dijo que su voto ?ha sido un no con el tama?o que permite la papeleta, porque si no hubiera sido mayor?.

Y Garc¨ªa Carr¨¦s. Despu¨¦s de trabajar durante tres horas en su despacho (ese retrato de Gir¨®n al ¨®leo, esas fotos m¨²ltiples de Franco, de uniforme o de paisano, esa instant¨¢nea en la que se ve a Garc¨ªa Carr¨¦s, voluminoso y atento, dando el p¨¦same a la se?ora de Meir¨¢s) ha salido a eso del mediod¨ªa a votar: con su no intentar¨¢ ganar la ¨²ltima batalla contra la nueva democracia. Por la calle, camino del .colegio, dos se?oras le detienen: ?Seguro que habremos votado lo mismo usted y yo?, dice una, sonriente. Es un saludo-consigna. ?La popularidad no me molesta?, comenta, afable, Garc¨ªa Carr¨¦s. ?A m¨ª me quiere mucha gente.? Ya en el colegio, ?la vida es un pa?uelo, tengo que votar en la Mutualidad de Actividades Diversas?, Garc¨ªa Carr¨¦s explica su voto negativo con algunos amigos: ? Dudo que los resultados sean sinceros... ?C¨®mo te puedes fiar de estos dem¨®cratas de hoy que, en mis tiempos, me ped¨ªan que les incluyera en las audiencias que me conced¨ªa Franco? Porque a m¨ª Franco siempre me distingui¨® en sus audiencias. Me llamaba a despachar con mucha frecuencia. De pronto, sus ayudantes me llamaban y me dec¨ªan: que su excelencia quiere verte. Y yo iba a El Pardo y charl¨¢bamos durante mucho tiempo. Le preocupaba, fundamentalmente, la situaci¨®n de los m¨¢s humildes.?

Dinero a cambio del "no"

Dice Garc¨ªa Carr¨¦s que ¨¦l lleg¨® a las Cortes por el sindicalismo: ?A m¨ª un d¨ªa me llam¨® Carrero y me dijo: "Convendr¨ªa que t¨² estuvieras en las Cortes." Yo le dije: "Pues que el Caudillo me haga consejero nacional." "No es posible -me respondi¨®-, ya est¨¢n cubiertos." Entonces me ofrecieron el Sindicato de Actividades Diversas.? Y cuando ha de depositar el voto, Garc¨ªa Carr¨¦s pregunta si es necesario cerrar el sobre. La presidenta de la mesa contesta con una sonrisa. ? Seguro que ha pensado que no era necesario?, dice Carr¨¦s, ?pues sabe que he votado no?.j

J¨®venes ultraderechistas, mientras tanto, han escamoteado en diversos colegios electorales las papeletas del s¨ª. Dicen que en Almer¨ªa, en el barrio obrero de Pescader¨ªa, la pareja de la Polic¨ªa, Armada que abri¨® el colegio retir¨® al mismo tiempo las papeletas afirmativas con discreta eficacia. En la casa del pueblo del PSOE en Madrid un grupo poco numeroso de militantes derechistas han intentado forzar la fuerta. Revientan la cerradura, pero no consiguen abrirla. Algunas amenazas de bomba, repartidas por Espa?a: luego son mentira.

Y en Valladolid, la nota nost¨¢lgica y estent¨®rea que protagoniz¨® esa se?ora de edad madura, la que se dirigi¨® a la urna para depositar su voto componiendo una extra?a figura de ballet sin m¨²sica, el brazo en alto y gritando ?Viva Franco y Arriba Espa?a.? Y en Barcelona, en el barrio San Gervasio, han denunciado el sinuoso comportamiento de algunas personas que, apostadas a la puerta del colegio, ofrec¨ªan dinero a cambio de votos con el no.

?Yo no he votado.? Lo dice Eleuterio S¨¢nchez, el Lute. Y no es que no quiera hacerlo, no. La Constituci¨®n le gusta, le parece un paso importante. Pero El Lute, n¨®mada cuando no ha sido preso y preso cuando no ha sido n¨®mada, no est¨¢ en ning¨²n censo. En esta situaci¨®n se encuentra la mayor¨ªa de los presos. As¨ª es que entre esto y que los que est¨¢n censados pasan de Constituci¨®n, hay en las c¨¢rceles de Madrid un clima de abstenci¨®n generalizada. Como dice ese viejo recluso anarquista: ?En la c¨¢rcel vemos las cosas como presos. Y la Constituci¨®n no mejora nuestra vida, incluso la empeora. Proh¨ªbelos indultos generales.? Los presos de Carabanchel han podido votar por correo. Para informarles se han repartido cuatrocientos ejemplares del texto constitucional y han tenido la prensa, la radio, la televisi¨®n. ?Pero muchos d¨ªas estamos sin luz. Un d¨ªa s¨ª y otro no, por no decir m¨¢s.? Total, que de Carabanchel no han salido m¨¢s all¨¢ de diez votos. Patxi Etxebarr¨ªa ser¨¢ juzgado el pr¨®ximo d¨ªa 11, acusado de terrorismo. Est¨¢ en el sumario del asesinato del anterior director general de Prisiones, Jes¨²s Haddad, aunque no como ejecutor. ? Me detuvieron a tiros. A poco no me matan. Un guardia result¨® herido.? Patxi est¨¢ en contra de la Constituci¨®n: ?Soy de los GRAPO. Somos los representantes de los presos pol¨ªticos y estamos en huelga de hambre desde ayer, como protesta contra esta Constituci¨®n. Con ella s¨®lo se acent¨²an los poderes represivos del Estado. La Constituci¨®n es otra manera de ejercer la represi¨®n sobre nosotros, como la c¨¢rcel.?

Tambi¨¦n est¨¢n en huelga militantes de ETA, y los de la Copel. Y mientras tanto, Carabanchel muestra sus dos galer¨ªas restauradas y todav¨ªa vac¨ªas hasta que est¨¦n totalmente terminadas, y otras dos casi completamente derruidas, en las que se encierran m¨¢s de novecientos presos, el triple de su capacidad real, viviendo este d¨ªa gris, de abstenci¨®n casi total, este d¨ªa que se impregna de la monoton¨ªa carcelaria.

La aldea de los cuatro votos

La secci¨®n abierta de Alcal¨¢ de Henares tampoco vota mucho, Alcal¨¢, como dice el recluso David, ?es la preser¨ªa de lujo?. Y a?ade: ?Dentro de una c¨¢rcel con 36 millones de presos, nosotros somos los que estamos en celdas de castigo. Y no hablo por Alcal¨¢, hablo por los presos en general. ?

En el Palacio de Congresos y Exposiciones, donde est¨¢ el Centro de Prensa del Refer¨¦ndum, la tensi¨®n va aumentando, y se espera que el m¨¢ximo de concurrencia e intensidad sea a la 1,30 o dos de la madrugada, cuando se den los primeros resultados generales. De todas formas, la tensi¨®n ya se ha cobrado la primera v¨ªctima: a eso de las once de la ma?ana, Salvador Echave, de dieciocho a?os, empleado en el servicio de reprograf¨ªa del Centro de Prensa, se ha tragado nueve grapas en un momento de aturdimiento constitucional. mientras archivaba unos comunicados de prensa con las fat¨ªdicas grapas en la boca. Trasladado al botiqu¨ªn del Palacio de Congresos el m¨¦dico de guardia le ha recetado que se coma una buena cantidad de esp¨¢rragos para facilitar la expulsi¨®n de los objetos met¨¢licos. Y dispuesto a devorar toda la tarde, Salvador se dio la baja y se march¨® a su casa.

Corre la voz por Madrid: mucha abstenci¨®n en el Pa¨ªs Vasco; mucha, tambi¨¦n, en Galicia. En un colegio electoral de Oroso, en la provincia de La Coru?a, la mesa electoral est¨¢ instalada en una escuela destartalada. En otra mesa cercana a la de la urna, un grupo de personas est¨¢ montando un nacimiento navide?o, ajenas a todo. En la pared, Franco y su testamento, tambi¨¦n el Rey y el mensaje de la Corona. Tres horas y media despu¨¦s de ser abierto el colegio de Oroso, s¨®lo han acudido a votar 47 personas, de un censo de 1.140. Dominga Ra?a, una mujer de 68 a?os de la aldea de Trasmonte que ha tenido que viajar cinco kil¨®metros para llegar aqu¨ª, comenta: ?Vengo a votar para ver lo que pasa: el que sale de casa siempre ve algo.? Hay otra mujer, mayor tambi¨¦n, que se enfada porque no le cogen los votos que tra¨ªa de parte de varios familiares y vecinos. Es esta una pr¨¢ctica muy com¨²n en Galicia, y se permiti¨® todav¨ªa en algunos casos en junio del 77. Est¨¢ a¨²n pendiente de los tribunales de justicia un caso en el que votaron tres muertos y varios emigrantes que tienen su residencia en Am¨¦rica desde hace muchos a?os a ra¨ªz de las pasadas elecciones de C¨¢maras Agrarias en la provincia de Orense.

Y en Murcia. En Murcia, en el municipio de La Uni¨®n, el presidente de mesa Rufo de Garra exige a sus padres que le muestren el documento de identidad, cumpliendo as¨ª qui¨¦n sabe qu¨¦ secreta venganza filial o respetando con milim¨¦trica conciencia las leyes electorales.

En algunos sitios las votaciones ya han terminado. En los municipios peque?os, en las aldeas, como Penalc¨¢zar, en Soria- son s¨®lo cuatro vecinos, de modo que tres formaron la mesa electoral -todo un despliegue democr¨¢tico frente al cuarto vecino-, y luego de recibir el voto, depositaron ellos mismos, unos tras otros, su papeleta. Ni una sola abstenci¨®n, curiosamente.

Tarradellas, que vot¨® por la ma?ana, ha recibido despu¨¦s al duque de Kent. Una charla distendida, muy a lo gentleman. M¨¢s tarde, almuerzo de la C¨¢mara de Comercio, Industria y Navegaci¨®n. Y despu¨¦s, una tarde presidencial repartida entre el despacho y el descanso dom¨¦stico.

Xirinacs, un voto y dos pell¨ªculas

Lluis Mar¨ªa Xirinacs, en cambio, ha preferido ofrecerse a s¨ª mismo una tarde m¨¢s amena en esta Barcelona com¨²n. Se ha levantado pronto Xirinacs y ha estado trabajando, analizando el proceso de elaboraci¨®n del Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a. Despu¨¦s fue a votar, como a las doce. Un voto, como proclam¨® a todos los periodistas ?que es y ser¨¢ secreto?. Aunque en las Cortes haya votado no. Ahora, Xirinacs se va a permitir una tarde de asueto. Se va al cine, al Ars, a ver un buen programa doble: Winstanley, de Browlow, y Jon¨¢s cumplir¨¢ los veinticinco en el a?o 2000. Y despu¨¦s, naturalmente, una cena temprana y bien acompa?ada en el restaurante Casal de la Pau, junto con los miembros de un colectivo de no-violentos, por supuesto.

Gonzalo Mart¨ªn Vivaldi, periodista, profesor de Redacci¨®n, est¨¢ algo alica¨ªdo en este d¨ªa. Lleva desde el lunes con una fuerte gripe y sin salir, pero pese a la fiebre va a acercarse al colegio electoral, a decir s¨ª. S¨ª, entre otras cosas,"para que no se reproduzcan las situaciones que vivi¨® en aquel a?o 47, cuando el refer¨¦ndum de Franco. Cuando ¨¦l fue nombrado -bien a su pesar- suplente de uno de los adjuntos de la mesa. Despu¨¦s el adjunto fall¨® y ¨¦l tuvo que ir al colegio, all¨ª, en el barrio de Figares, de Granada, un colegio electoral de lente acomodada, de burgues¨ªa media. Y bueno, all¨ª fue testigo, cuando se cerr¨® la urna, del recuento. Apenas el 50% de s¨ªes, incre¨ªble. En una mesa de gente m¨¢s bien acomodada. En un sector en el que se esperaba la afluencia de votantes. Y all¨ª, all¨ª tambi¨¦n, Mart¨ªn Vivaldi fue testigo inerme y escandalizado de la soluci¨®n tomada por el presidente de la mesa: hab¨ªa que llegar a un porcentaje afirmativo superior. Y el presidente y otros dos compa?eros rellenaron pacientemente papeleta tras papeleta. Aquel colegio dio el 92% de votos afirmativos. Y Mart¨ªn Vivaldi, hoy, s¨ª vota.

De su misma ¨¦poca, de parecidas vivencias por tanto, pero decididamente abstencionista, Eduardo Prada, vicepresidente de Acci¨®n Republicana Democr¨¢tica Espa?ola (ARDE), ha ido a trabajar corno todos los d¨ªas a la compa?¨ªa de seguros en la que est¨¢ empleado. No vota, pero permanece atento a la radio y a la televisi¨®n. Mantenerse al tanto de los acontecimientos es una labor pol¨ªtica.

?Hola. ?D¨®nde se vota??. Gloria Hern¨¢ndez, dieciocho anos reci¨¦n cumplidos, estudiante de Medicina en la Aut¨®noma de Madrid, ha abordado al guardia de la puerta con su pregunta. El agente la mira unos segundos: ?Pero, qu¨¦ secci¨®n tiene usted?? ??Yo? Creo que la mesa. B?, ?Pero, ?y la secci¨®n??, insiste el polic¨ªa. Gloria ha de salir de nuevo a consultar las listas y vuelve a entrar: ?Oiga, que lo de la secci¨®n no lo pone?. ?Lo tiene que poner, mujer?. La hermana de Gloria, Macu, de diecisiete a?os, que ha venido en plan de acompa?ante, comenta con ce?o fruncido: ? Pues si van a empezar a poner inconvenientes... armamos la de Dios es Cristo?, termina expeditivam¨¦nte la frase Ana, una amiga adolescente. Son los nuevos votantes, los que est¨¢n a estrenar sus costumbres democr¨¢ticas, los jovenc¨ªsimos, los dieciochoa?eros. Unos han pasado por las urnas. Otros se abstienen. Como El Chepa, el amigo anarquista de Manolo El Vespa. Manolo el Vespa no.

Manolo ha decidido votar, al fin, derrumbado ante la insistencia de algunos compa?eros, abrumado por las palizas verbales que le han dado. Y dispuesta a votar s¨ª, marcha a la b¨²squeda de su colegio.

Los de la Galaxia

Empieza a caer la tarde. La mayor¨ªa de los que quer¨ªan votar ya lo han hecho. El pa¨ªs comienza a esperar. Esperar los recuentos, los primeros datos, las primeras noticias. ?Ojala que esta vez no pase como con las elecciones, que fueron tan pesados y tardaron tanto...?.. ?Quita ya, hombre,, esta vez es todo mucho m¨¢s sencillo?. Los camareros de la cafeter¨ªa Galaxia, de Madrid, la mayor¨ªa afiliados a CC OO, han votado s¨ª en bloque: ?No queremos salvadores de la patria como los que se reunieron aqu¨ª... Nosostros estamos contra los fascistas-capitalistas. Aqu¨ª, por la zona, viene mucho facha. Antes ven¨ªan los del Ministerio del Aire, pero desde que se supo lo del complot no han vuelto a aparecer.?

El ex comandante Luis Otero, que fue de la UMD (Uni¨®n de Militares Dem¨®cratas) est¨¢ convencido de la importancia de esta Constituci¨®n: ?Aunque la mentalidad de las Fuerzas Arniadas no vaya a cambiar de la noche a la ma?ana por la aprobaci¨®n constitucional, este texto las hace depender de la soberan¨ªa popular, ya que la dependencia del jefe del Estado es m¨¢s bien simb¨®lica?. Otero vot¨® s¨ª, claro est¨¢. Ha abandonado la oficina a las once de la ma?ana, para recoger a su mujer y sus dos hijos; el peque?o acaba de cumplir los dieciocho A?os y ha tenido, que acreditarlo.

Javier Solana, secretario de informaci¨®n del PSOE, que ha votado muy temprano en su colegio de Majadahonda (Madrid), se ha encerrado despu¨¦s en los locales de la ejecutiva. ?A ver si puedo trabajar hoy algo, sin tantas reuniones.? Quiz¨¢ pueda darle vueltas al proyecto de declaraci¨®n que, en estrecha colaboraci¨®n con G¨®mez Llorente, ser¨¢ presentada a la ejecutiva una vez sean conocidos los resultados del refer¨¦ndum. Es una declaraci¨®n que, probablemente, tiene que tocar el tema de la Monarqu¨ªa. Pero las horas pasan muy aprisa y en los locales de la ejecutiva, al caer la tarde, ha empezado a reunirse ya mucha gente. Se va a dar una copichuela, una tortilla, esas cosas, a la espera de los resultados. Y as¨ª no hay quien trabaje.

Ram¨®n Rubial, presidente del PSOE y del Consejo General Vasco, empieza a sentir el cansancio de la tarde. Se ha levantado hoy muy pronto. Ha sido un d¨ªa muy importante (?Es uno de los d¨ªas m¨¢ emocionantes de mi vida.?) y Rubial, tornero de profesi¨®n, pero pol¨ªtico de hecho, se ha puesto un elegante traje gris, corbata granate y camisa rayada. Acompa?ado por su hija se traslad¨® al hospital de Cruces, para visitar a su esposa: han tenido que hacer una delicada intervenci¨®n quir¨²rgica y est¨¢ in gresada. ?M¨ª mujer no tiene salud, si no estar¨ªa aqu¨ª para votar. ? Para votar s¨ª, naturalmente. Tambi¨¦n vot¨® s¨ª la hija, ?no por disciplina familiar, sino por disciplina ideol¨®gica?.

Mientras tanto, en Par¨ªs, Jes¨²s Mar¨ªa de Leizaola, presidente del Gobierno vasco, ha dedicado una ma?ana apacible a ordenar los materiales de archivo del G¨®bierno vasco, con objeto de prepararlos para un eventual traslado a Euskadi: ?Volveremos cuando se apruebe el Estatuto de Autonom¨ªa y haya un Gobierno vasco, al que entregaremos nuestros poderes. El d¨ªa, pues, no est¨¢ muy lejano.? No ha estado muy preocupado por el refer¨¦ndum en todo el d¨ªa Leizaola, no lo ha estado. Como dice su secretario, el presidente se muestra ?impert¨¦rrito? ante, la Constituci¨®n. Sin embargo, sobre las tres de la tarde, Leizaola ha comentado: ?Reconstruir la paz,es tan dif¨ªcil como terminar la guerra. La Constituci¨®n es un preparativo importante para la paz final. ?

Conversaci¨®n en los vestuarios

Sin embargo, Telesforo Monz¨®n, que apoya la coalici¨®n. Herri Batasuna, piensa lo contrario que Leizaola, desde su casa de San Juan de Luz: ?No me interesan los resultados del refer¨¦ndum. Ni siquiera he escuchado la radio. Cumpl¨ª lo prometido cuando dije que no me acercar¨ªa a menos de 150 metros de las urnas. Dije y digo que no voto esta Constituci¨®n porque es una Constituci¨®n extranjera.? Tampoco ha votado Ir¨ªbar, El Chopo, miembro de la junta de apoyo de Herri Batasuna. Y hoy, en el entrenamiento matinal del Athl¨¦tic de Bilbao, en sus instalaciones de Lezama (Vizcaya), ha faltado su presencia. En las duchas, tras los entrenamientos, los futbolistas comentaban el posible voto: ?A m¨ª no me interesa la pol¨ªtica y me voy a abstener?, dijo Rojo. Dani coment¨®: ?Yo me lo voy a ir pensando en el camino de vuelta a Bilbao.? Pero Irureta mantuvo su secreto: ?Mi decisi¨®n de voto es personal e intransferible.?

A las siete y media de la tarde, cerca de cuatrocientas personas hacen cola en el colegio Arias Navarro, en Torrej¨®n de Ardoz (Madrid). S¨®lo hay una mesa electoral y los sufridos votantes han de alinearse en una escalera, pese a que las aulas est¨¢n vac¨ªas. ?Esto no puede ser?, comenta una de las v¨ªctimas, ?el personal, aburrido, se est¨¢ marchando. Se conoce que, los que han organizado esto no tienen mucho inter¨¦s porque, en cambio, en las elecciones del 15 de junio pusieron tres mesas. Yo he ido ya tres veces y nada, me he tenido que marchar sin poder votar. Pero voy a insistir. Cuando lleguen las ocho nos tendremos que meter en el colegio y aunque cierren las puertas no nos moveremos de all¨ª hasta que lleguemos a la urna?.

Son horas de rumores, de ¨²ltimas an¨¦cdotas, de comentarios. En algunos peri¨®dicos madrile?os se comenta ahora una temprana y amable llamada que han tenido algunos directores de prensa: era Adolfo Su¨¢rez, dando las gracias, las gracias por la ayuda al proceso constitucional.

La novena y la espera

En Villal¨®n de Campos (Valladolid) una anciana de ochenta a?os ha pedido el certificado de haber votado porque hace colecci¨®n de ellos. Es analfabeta y empez¨® la recopilaci¨®n cuando la Rep¨²blica -inocente colecci¨®n de cromos pol¨ªticos-, y comenta su tesoro muy ufana: ?A pesar de que me mataron al marido y a m¨ª me cortaron el pelo los nacionales, la he mantenido siempre, incluso conservo el resguardo de cuando vot¨¦ en el cuarenta y tantos, cuando estaba en el colegio de pago, o sea, la c¨¢rcel?. Y en Encinazejos, ese pueblo de C¨®rdoba, han votado 246 personas de las 250 que componen el censo. Al conocerse la falta de estos cuatro votos, los j¨®venes de Encinarejos se han lanzado a la caza y captura de los abstencionistas dispuestos a conseguir una cifra redonda y completa de votantes: se ignora todav¨ªa si ha sido una b¨²squeda fructuosa.

Una se?ora de Albacete ha preguntado al presidente de su mesa: ?Oiga, ?es verdad que es de pobres votar s¨ª??. Y en Melilla, Guillermo Garc¨ªa Pezzi, secretario general de Fuerza Nueva, ha arengado a los vecinos de su mesa con grandes gritos: ?No, no, no?. Sin embargo, la jornada ha sido bien tranquila en toda Espa?a. A pesar de esas tensiones, esa leve contracci¨®n muscular que muchos han sentido en el est¨®mago durante todo el d¨ªa. Una tensi¨®n que quiz¨¢ provoc¨® que en Pamplona se hiciera un gran despliegue policial para detener a los ocupantes de un veh¨ªculo que iban sembrando de voces la ciudad, a trav¨¦s de un meg¨¢fono. Despu¨¦s result¨® que anunciaban la celebraci¨®n de una novena en honor de la Inmaculada Concepci¨®n. Eran megaf¨®nicos marianos, y no etarras. La confusi¨®n del momento, que calienta los ¨¢nimos. Como se calentaron en San Adri¨¢n de Bes¨®s, en Barcelona, cuando el presidente de la mesa de la calle Pompeu Fabra se neg¨® a quitar el retrato y la reproducci¨®n del testamento de Franco. El que quer¨ªa la defenestraci¨®n simb¨®lica del pasado era el interventor socialista. Los que se opon¨ªan eran el presidente y otros adjuntos de la mesa: ?Qu¨ªtese usted esa pegatina del PSOE que lleva puesta?. Todos quer¨ªan quitar algo al oponente y al final terminaron por despojarse todos: pegatinas, cuadros, testamentos. Fue una soluci¨®n al conflicto coyuntural y de concordia.

Se preparan las cenas. Santiago Carrillo, pese a las fiebres inoportunas, quiere levantarse para asistir, con sus companeros, al recuento. Mart¨ªn Villa marchar¨¢ tras la cena al Palacio de Exposiciones, de Madrid, donde est¨¢ instalado el centro de prensa, para quedarse all¨ª definitivamente hasta que el recuento termine. Ser¨¢ como a las siete de la ma?ana, y esta sola idea le produce escalofr¨ªos. Ya se sabe, se pone fatal cuando le faltan sus siete horitas de sue?o. A la madrugada aparecer¨¢ por all¨ª tambi¨¦n Adolfo Su¨¢rez, claro est¨¢. Todos a la espera de los resultados de ese refer¨¦ndum que, desde luego, ha de salir afirmativo. Pero ?por cu¨¢nto? M¨¢s de un pol¨ªtico traga apresuradas aspirinas en esta a¨²n temprana noche. Los nervios, las tensiones, el tr¨¢fico agotador, el trabajo, las citas, las conversaciones, las c¨¢balas. Salvador, el muchacho del Palacio de Congresos que se trag¨® las grapas, sigue en su casa, engullendo esp¨¢rragos con aire ab¨²lico y asqueado. Las urnas se han cerrado ya y no ha sucedido ning¨²n incidente m¨ªnimamente grave en ninguna parte. En general, la clase pol¨ªtica se siente satisfecha. El Rey espera resultados.

Manolo el Vespa ha llegado a su casa. Son casi las diez de la noche, y se encuentra deprimido, aburrido, reventado. Despu¨¦s de tantas discusiones, despu¨¦s de haberse decidido a votar, la estructura le ha resultado impenetrable. Fue a su colegio, s¨ª, bueno, al colegio de sus padres, ah¨ª, cerca del barrio de Tetu¨¢n. Lleg¨® con poco tiempo, y no se encontr¨® en las listas.

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