Las razones de una necesaria reflexi¨®n radical sobre la pol¨ªtica
Es dif¨ªcil negar que en Espa?a, y tambi¨¦n en el resto de las sociedades industriales avanzadas, la ¨¦poca actual contempla una profunda crisis de los partidos y organizaciones de la izquierda cl¨¢sica. Pero no es s¨®lo una crisis coyuntural, fruto del avance de la derecha y del fracaso de las estrategias de la izquierda; adem¨¢s de ello parece estar tambi¨¦n en crisis toda una concepci¨®n de la pol¨ªtica.La ra¨ªces ¨²ltimas de esta situaci¨®n cr¨ªtica puede que sean ¨¦stas:
a) La evoluci¨®n hist¨®rica de la clase obrera no responde a las cl¨¢sicas previsiones marxistas: las revoluciones de nuestro siglo han sido revoluciones campesinas en zonas perif¨¦ricas, y no revoluciones ?proletarias?, tal como pensaba Marx; y la integraci¨®n hoy de la clase obrera en los mecanismos de consumo alienado y forzado ha alejado toda esperanza de que desempe?e el papel de ?sujeto revolucionario? que el marxismo le sigue atribuyendo.
b) La concepci¨®n del partido obrero como vanguardia y dirigente del proletariado en su lucha revolucionaria ha llevado a un sustitucionismo que ha alejado a las clases populares de la acci¨®n pol¨ªtica, convirtiendo ¨¦sta en ocupaci¨®n de bur¨®cratas y pol¨ªticos profesionales. Los ?partidos obreros?, integrados cada vez m¨¢s en sus c¨ªrculos dirigentes por miembros de las clases medias, en lugar de luchar contra esta tendencia, se han dejado atrapar por ella: de ah¨ª su burocratismo, su reducci¨®n del trabajo pol¨ªtico a la lucha parlamentaria, su abandono de las luchas en la sociedad civil y su despreocupaci¨®n por los problemas cotidianos -que han debido plantear as¨ª los sectores y movimientos sociales llamados ?marginales?: ecologistas, parados, feministas, antimilitaristas, estudiantes, objetores de conciencia, presos, homosexuales, minusv¨¢lidos, emigrantes, etc¨¦tera.
El llamado ?movimiento obrero?, en las sociedades capitalistas avanzadas, encuadrado y dirigido por centrales sindicales verticales de obediencia a los grandes partidos pol¨ªticos, muestra, mientras tanto, su tr¨¢gica esterilidad en actos testimoniales que tanto nos recuerdan las formas institucionales de la Iglesia: la manifestaci¨®n procesi¨®n de recorrido oficial y el mitin-homil¨ªa-misa, en el aniversario oportuno.
c) La fe ilimitada que tanto la ?derecha? como la ?izquierda? cl¨¢sica y progresista comparten en el proyecto industrialista, con la consiguiente interiorizaci¨®n de una aut¨¦ntica creencia religiosa en el ?progreso? sin l¨ªmites del ?desarrollo de las fuerzas productivas? como medio de liberaci¨®n social, no tiene en cuenta las indeseables consecuencias que las relaciones t¨¦cnicas productivas y los procesos de trabajo y consumo alienado conllevan, en orden a la perpetuaci¨®n de la explotaci¨®n, dominaci¨®n y enajenaci¨®n humanas, y en lo que se refiere a la destrucci¨®n del medio natural -claramente limitado- en que dichos procesos se desarrollan.
El abandono de las reivindicaciones cualitativas y ¨¦ticas
La evoluci¨®n europea de los ¨²ltimos cincuenta a?os demuestra el agotamiento de las concepciones y esquemas cl¨¢sicos de la izquierda establecida. Los partidos socialistas y comunistas, incapacitados por su divisi¨®n para hacer frente al avance del fascismo, no han sido capaces tampoco de conseguir cambios sustanciales favorables a las clases populares tras el restablecimiento de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos. A lo sumo, benefici¨¢ndose de la etapa de prosperidad econ¨®mica coincidente con la reconstrucci¨®n europea tras la segunda guerra mundial, impulsaron el establecimiento del llamado ?Estado del bienestar? en los pa¨ªses centrales, con total olvido de que ello pod¨ªa llevarse a cabo merced a la sobreexplotaci¨®n sin l¨ªmites de los trabajadores -y los recursos- de los pueblos y pa¨ªses de la periferia ?subdesarrollada? del proceso mundial de la acumulaci¨®n del capital.
Las ?conquistas econ¨®micas? de los trabajadores del ?centro? empiezan ahora a desaparecer, como consecuencia de la crisis econ¨®mica de nuestra d¨¦cada, que est¨¢ evidenciando en este sentido el car¨¢cter profundamente antisolidario, y reaccionario en algunos casos, de muchos de estos trabajadores en los pa¨ªses capitalistas centrales.
Dominados por la misma concepci¨®n del crecimiento econ¨®mico como objetivo supremo y final, el apoyo de los partidos socialistas y comunistas a las reivindicaciones cuantitativas ha ido acompa?ado por el abandono de las reivindicaciones cualitativas y ¨¦ticas, ¨²nicas capaces de establecer una nueva sociedad basada en la igualdad y la aut¨¦ntica emancipaci¨®n de los individuos que la forman.
Por si esto fuese poco, en el ¨²ltimo medio siglo entr¨® tambi¨¦n en crisis el mismo modelo ?revolucionario?. Frente a las esperanzas despertadas inicialmente por la revoluci¨®n rusa, su desarrollo hist¨®rico ha demostrado la imposibilidad de crear una nueva sociedad sin clases, libre e igualitaria, a partir de la ?dictadura del proletariado? y la nacionalizaci¨®n de los medios de producci¨®n: los partidos ?comunistas? en el poder en los pa¨ªses llamados ?socialistas? han favorecido la creaci¨®n de una nueva estructura de clases y de un r¨¦gimen de opresi¨®n pol¨ªtica que nada tiene que ver con el aut¨¦ntico socialismo.
La soluci¨®n a esta crisis estructural de la izquierda no se encuentra, en nuestra opini¨®n, en la creaci¨®n de nuevas organizaciones de extrema izquierda que -dejando inalteradas las bases ideol¨®gicas ya criticadas aqu¨ª- acabar¨¢n cayendo en los mismos errores. Tampoco parece encontrarse en el sangrante ritual del terrorismo.
Pero tampoco se encuentra en el abandono sin m¨¢s de la acci¨®n pol¨ªtica, al estilo del viejo anarquismo. Al igual que en el caso del marxismo cl¨¢sico, el anarquismo tradicional parece haber fracasado en cuanto organizaci¨®n revolucionaria. Su apoliticismo se apoyaba en la creencia de un triunfo cercano en el tiempo, y por ello intentaba evitar la desviaci¨®n de las energ¨ªas revolucionarias hacia actividades puramente reformistas; pero esta estrategia no resulta v¨¢lida cuando la expectativa de un triunfo revolucionario, si es que existe, es muy remota; por lo que limitarse a esperarla significa caer en el inmovilismo.
Por otro lado, las cr¨ªticas a la burocratizaci¨®n y el antiautoritarismo propios del pensamiento anarquista no han impedido que, dentro de las organizaciones anarquistas, se produjesen los mismos fen¨®menos criticados por sus te¨®ricos: concentraci¨®n del poder en pocas manos, imposici¨®n de concepciones ideol¨®gicas r¨ªgidas y cerradas, dificultades para el desarrollo de nuevas actitudes cr¨ªticas...
Superar la crisis
En nuestra opini¨®n, s¨®lo se podr¨¢ superar esta crisis cuando se definan nuevos planteamientos te¨®ricos y se proyecte una nueva forma de hacer pol¨ªtica, que trascienda la vieja forma actual de ejercicio de la misma como algo que nos resulta no s¨®lo ajeno a la gran mayor¨ªa de nuestros problemas cotidianos, sino carente en m¨²ltiples ocasiones de las consideraciones ¨¦ticas a las que no queremos renunciar en ning¨²n momento, como elemento fundamental de nuestra propia pr¨¢ctica pol¨ªtica.
Este es uno de los sentidos claves del radicalismo, tal como nosotros lo entendemos; que no puede ser -tal como creen algunos- un simple conglomerado de grupos marginados (ecologistas, parados, feministas, antimilitaristas y otros movimientos sociales), ni ?vanguardia? o ?conciencia pol¨ªtica? de estas organizaciones sectoriales o de otras -como ?directorio? o coordinador de sus luchas, seg¨²n pueden pensar a¨²n quienes todav¨ªa tienen una visi¨®n leninista de la organizaci¨®n.
Por el contrario, lo que define al radicalismo es una nueva forma de acci¨®n: en lugar de dejar la resoluci¨®n de los problemas a las c¨²pulas de las organizaciones pol¨ªticas o sindicales y limitarse a la utilizaci¨®n de las f¨®rmulas pol¨ªticas cl¨¢sicas (elecciones, actuaci¨®n parlamentaria), los radicales defendemos formas de acci¨®n directa, a trav¨¦s de las cuales los sectores populares podemos intervenir -sin intermediarios- en la resoluci¨®n de nuestros problemas. La finalidad es influir sobre la sociedad civil y no s¨®lo sobre las elites pol¨ªticas, con todo tipo de actividades de car¨¢cter imaginativo, y, al tiempo, con la utilizaci¨®n en el mayor grado posible de formas de participaci¨®n masiva y democracia directa: las formas no codificadas de manifestaci¨®n, el boicoteo, el refer¨¦ndum por iniciativa popular, e incluso la desobediencia civil, responden a esta finalidad, y ser¨¢n por ello instrumentos empleados por los radicales en su acci¨®n p¨²blica, destinada a recuperar la pol¨ªtica como medio de relaci¨®n personal y diversa: como medio de recuperar la vida, en una palabra.
En el terreno te¨®rico, el radicalismo no es una ideolog¨ªa cerrada, una cosmovisi¨®n o un conjunto de dogmas destinados a dar soluci¨®n a todos los problemas.
Antes al contrario, los radicales nos consideramos herederos de todas las corrientes de emancipaci¨®n habidas en la historia: desde el socialismo ut¨®pico y el republicanismo avanzado hasta el marxismo cr¨ªtico y los planteamientos del comunismo libertario. En lugar de defender un modelo de sociedad alternativa perfectamente definido y codificado, el planteamiento radical se define por la b¨²squeda de alternativas a los problemas reales del conjunto social, y acepta el pluralismo ideol¨®gico y toda aportaci¨®n que favorezca la emancipaci¨®n.
Ejes de an¨¢lisis
Ahora bien, el que el grupo radical no se ocupe en absoluto de buscar la uniformizaci¨®n ideol¨®gica no significa que carezca de unos ejes de an¨¢lisis e ideol¨®gicos b¨¢sicos:
a) El objetivo ¨²ltimo planteamiento radical -evidentemente ut¨®pico- consiste en el establecimiento de una sociedad libertaria: se trata de hacer compatible la m¨¢xima libertad e igualdad de posibilidades, en el marco de una sociedad autogestionada y dirigida a la plena realizaci¨®n de los individuos, m¨¢s que a la persecuci¨®n del ?progreso econ¨®mico? como un fin en s¨ª mismo.
b) El camino que conduce a este objetivo no puede definirse al estilo del planteamiento ?revolucionario? cl¨¢sico: para nosotros no hay ?sujeto revolucionario? privilegiado, ni ning¨²n partido de vanguardia puede considerarse poseedor de las claves de la historia, ni se puede pensar en la revoluci¨®n como la simple toma del poder por dicho partido...
La lucha radical no es la lucha de una minor¨ªa iluminada, sino que busca la m¨¢xima confluencia de los sectores sociales dominados, con la finalidad no de adue?arse del poder, sino de transformar la sociedad civil.
En suma, el planteamiento radical puede definirse como un conjunto de negaciones: es anticapitalista, antiautoritario, laico y no violento. Est¨¢ en contra de los instrumentos de control y coacci¨®n, aunque no cree que pueda hacerlos desaparecer de inmediato. Se opone a la patrimonializaci¨®n de la pol¨ªtica por unas elites de pol¨ªticos profesionales, a la creciente alienaci¨®n existente entre la sociedad y sus representantes pol¨ªticos, y al car¨¢cter manipulador de los mecanismos pol¨ªticos de mediaci¨®n. Y est¨¢ a favor de toda lucha dirigid a a recortar y, si es posible, eliminar todo poder ajeno a los individuos.
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