La certidumbre de Dal¨ª
Alguien ha descrito el papel de la compa?era de un gran artista o literato como la certidumbre permanente que protege del peligro que acecha desde el exterior o estimula la genialidad puesta en peligro de agostamiento.Quiz¨¢ en ning¨²n caso esto es tan evidente como en el de la relaci¨®n entre Gala y Dal¨ª. Salvador Dal¨ª siempre ha tenido ante la vida cotidiana una especial incapacidad para lo habitual en el caso de los dem¨¢s mortales. Sus bi¨®grafos relatan como, cuando joven en Madrid, sus compa?eros de la Escuela de Bellas Artes y de la Residencia de Estudiantes se aprovechaban de su absoluta incapacidad para conocer el valor concreto de las cosas y pagar por ellas. Esta caracter¨ªstica personal puede explicar la relaci¨®n paternofilial, basada en la dedicaci¨®n exclusiva de padres y hermanas a un hijo consagrado por completo a la vida de artista. Toda la obra de Dal¨ª es una constante recreaci¨®n en los fantasmas infantiles y juveniles, aquellos que habitualmente se abandonan pasados ya los a?os mozos, pero que en ¨¦l han sido objeto permanente y obsesivo de inspiraci¨®n hasta el momento presente. Nunca un mundo aparentemente tan peque?o, pero tambi¨¦n tan universal, ha sido elevado radicalmente a la categor¨ªa permanente de obra de arte.
Para lograrlo, el apoyo exterior, esa barrera de incertidumbre que aisla y protege, es fundamental. Gala supo d¨¢rselo a Dal¨ª y por ello, a partir del momento en que se encontraron, jug¨® un papel decisivo en su obra.
Dal¨ª en sus varios escritos autobiogr¨¢ficos ha explicado el momento del encuentro. Despu¨¦s de su estancia en Par¨ªs, ya convertido en figura primordial del surrealismo volvi¨® a Cadaqu¨¦s, otra constante en su obra, y recibi¨® all¨ª a un grupo de intelectuales relacionados con el movimiento surrealista. Era el final de la d¨¦cada de los a?os veinte y Cadaqu¨¦s era punto de cita perenne de generaciones sucesivas de artistas entre ellos el propio Picasso a?os antes. Entre los intelectuales que visitaron a Dal¨ª estaban Paul Eluard y su compa?era Gala que dejar¨ªa al poeta para convertirse en motivo de inspiraci¨®n de Dal¨ª. Gala hab¨ªa sido ya la musa de otros artistas surrealistas; ahora lo ser¨ªa del m¨¢s grande. Dal¨ª cuenta la acogida y la permanencia de Gala como una verdadera liberaci¨®n: estaba a punto de volverse loco y ahora, con Gala, consigui¨® no s¨®lo el apoyo frente a un mundo hostil e incomprensible, a pesar de lo prosaico, mundo exterior, sino tambi¨¦n un apoyo para la propia inspiraci¨®n.
A Gala la recuerdo ahora muy al lado de Dal¨ª en las varias entrevistas que mantuvimos para preparar la exposici¨®n antol¨®gica a la que el maestro tiene derecho. Ella, aparte del propio Dal¨ª, firmaba tambi¨¦n toda la correspondencia. En las primeras conversaciones llevaba un protagonismo activo que luego, con el empeoramiento de su salud, se mitig¨®. En las ¨²ltimas era ya un ovillo silencioso y quieto, pero siempre presente. Cuando asinti¨® con verdadero entusiasmo a quienes nos interes¨¢bamos por la exposici¨®n, nos pareci¨® que las dificultades podr¨ªan ser superadas y la exposici¨®n ser¨ªa posible al final del presente a?o.
El desamparo que Dal¨ª debe sentir en estos momentos debe ser solventado en la m¨ªnima proporci¨®n en que esto sea posible. Espa?a debe un reconocimiento a Dal¨ª y ¨¦ste est¨¢ dispuesto, a su vez, a hac¨¦rselo a Espa?a. La significativa relaci¨®n cordial de Su Majestad el Rey con el pintor, semejante a la que siempre ha mantenido con Mir¨® demuestra en quien es heredero de una tradici¨®n protectora de las artes una capacidad indicativa de lo que por el Estado debe hacerse. Los responsables administrativos de la cultura espa?ola debieran hacer todo lo posible (como sin duda est¨¢n intentando) para que si ya a Dal¨ª le falta el apoyo de Gala no le falte el de Espa?a.
Babelia
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