La libertad docente en medicina
Una nueva promoci¨®n de m¨¦dicos internos residentes se ha incorporado durante el mes de febrero a los centros hospitalarios para cursar los estudios de especialidad. Para cubrir las 1.800 plazas convocadas se presentaron a la prueba nacional 20.000 candidatos. Es evidente la desproporci¨®n entre el n¨²mero de aspirantes y el cupo de la docencia hospitalaria. El manejo de estas dos solas cifras se presta a interpretaciones simplistas y a invocaciones demag¨®gicas. El problema, sin embargo, es muy complejo, y tambi¨¦n de extrema delicadeza, puesto que el fundamento de la ense?anza m¨¦dica, en. general, y de la formaci¨®n de posgraduados, en particular, reside en la precisi¨®n que tiene la sociedad de asegurar a sus enfermos una asistencia facultativa con garant¨ªa de calidad. El otro problema, el de la pl¨¦tora m¨¦dica, est¨¢ subordinado a otro objetivo de superior jerarqu¨ªa.La adecuaci¨®n de1as estructuras sanitarias a la cambiante realidad de nuestros d¨ªas reclama que se acepten una serie de criterios b¨¢sicos, avalados por la experiencia. Con sujeci¨®n a ¨¦stos pueden y deben afrontarse las reformas indispensables, en las que la imaginaci¨®n y el pragmatismo habr¨¢n de equilibrarse.
En lo que se refiere a la formaci¨®n del m¨¦dico, debe mantenerse el principio de su resoluci¨®n en el ¨¢mbito acad¨¦mico, sin que sus objetivos se vean afectados por previsiones ulteriores de ocupaci¨®n. A la funci¨®n formativa s¨®lo ha de preocuparle que los t¨ªtulos de licenciatura y de especialidad, pocos o muchos, atestig¨¹en una ¨®ptima capacidad para el ejercicio de la profesi¨®n m¨¦dica en cualquiera de las especialidades, incluida la medicina familiar. Las facultades de Medicina deben admitir a los que verdaderamente est¨¦n capacitados, sin exceder tampoco del n¨²mero que la estructura docente de cada una de ellas pueda absorber con eficacia. Esos mismos criterios han de presidir la formaci¨®n de posgraduados en los hospitales docentes, a quienes desean ampliar y consolidar sus conocimientos mediante un programa de formaci¨®n con responsabilidad progresiva.
Prueba nacional ¨²nica
Con la prueba nacional ¨²nica se persegu¨ªa consolidar el principio de igualdad de oportunidades. Los resultados son v¨¢lidos en este aspecto. Pero el sistema ha evidenciado toda una serie de desviaciones, que anulan dicho saldo positivo, ya que se dan en ¨¦l incoherencias y desfases.
De la prueba nacional ¨²nica resulta una relaci¨®n por orden de m¨¦ritos. Los mejor situados tienen todas las ventajas a la hora de elegir centro hospitalario y especialidad. Resulta as¨ª que numerosos m¨¦dicos internos residentes han de aceptar, por exclusi¨®n, una especialidad distinta de aqu¨¦lla por la que se sintieron atra¨ªdos durante los estudios en la facultad.
Es frecuente, como consecuencia, que una vez dentro de los centros hospitalarios busquen trasladarse a la especialidad deseada o a la que consideren m¨¢s pr¨®xima. Es l¨®gico que los servicios de docencia de los hospitales procuren satisfacer tales aspiraciones, habida cuenta de la idoneidad del aspirante para una u otra rama, esencial para el buen ejercicio de la medicina. No siempre es posible, sin embargo, corregir estas desviaciones provocadas por el sistema de selecci¨®n. Y, si se logra, suele ser con alteraciones inconvenientes de la estructura que se hab¨ªa previsto.
Funci¨®n docente
La soluci¨®n del problema debe buscarse mediante una f¨®rmula en que se armonicen las garant¨ªas por las que el Estado debe velar, en nombre de la sociedad, y el perfeccionamiento de la funcionalidad docente. No parece que entra?e grandes dificultades conjugar ambos factores.
El supuesto previo a la calificaci¨®n de los aspirantes reside en la cual¨ªfic¨¢ci¨®n de los centros hospitalarios docentes. Al Estado corresponde fijar los criterios y las condiciones que han de cumplir los centros hospitalarios, en sus grados m¨ªnimos, para que se les reconozca la docencia de posgraduados. Y una vez establecidos con el adecuado rigor, habr¨¢ de proceder a una clasificaci¨®n cualitativa de los mismos, con el fin de que los licenciados en Medicina posean precisa conciencia de sus opciones en cuanto a una mejor formaci¨®n especializada. Una exigente fiscalizaci¨®n reclasificatoria garantizar¨ªa posteriormente la idoneidad de la docencia impartida y, como consecuencia, el est¨ªmulo de la competitividad cient¨ªfica entre los centros hospitalarios.
Existen diversas opciones para armonizar lo que es atribuci¨®n del Estado y lo que corresponde a los centros hospitalarios en orden a la selecci¨®n de los aspirantes a m¨¦dicos internos residentes. Valorada la experiencia anterior, convendr¨ªa extraer las pertinentes ense?anzas y explorar, cuando menos, una f¨®rmula pr¨¢ctica de aproximaci¨®n a un sistema m¨¢s pr¨¢ctico y eficiente. Podr¨ªa comenzarse por reducir la prueba nacional de selecci¨®n a una mera declaraci¨®n de aptitud que no llevara consigo jerarquizaci¨®n de m¨¦ritos. Ser¨ªan luego los centros hospitalarios los que, de acuerdo con sus caracter¨ªsticas, realizaran las pruebas espec¨ªficas de acceso entre quienes, en posesi¨®n del certificado oficial de aptitud, concurrieran a las plazas convocadas. El calendario de estas pruebas espec¨ªficas se fijar¨ªa de forma que los candidatos tuvieran opci¨®n en unos u otros centros.
Garant¨ªa del Estado
Resulta obvio que el Estado, en representaci¨®n de la sociedad, debe asegurarse no s¨®lo la cualificaci¨®n del centro hospitalario para impartir docencia, sino tambi¨¦n la idoneidad del m¨¦dico interno residente para ejercer la especialidad.
Desde esta perspectiva parece inevitable, por principio, que una vez terminados los estudios de especialidad, el posgraduado se someta a la correspondiente prueba ante un tribunal en el que, naturalmente, debe estar representado el centro hospitalario. El t¨ªtulo, junto con la cal¨ªficaci¨®n obtenida y la cualificaci¨®n cient¨ªfica del hospital habr¨ªan de contar posteriormente para la vida profesional, sobre todo en lo tocante a la resoluci¨®n de los concursos-oposici¨®n.
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