Pueno Rico y la Unesco
Tras analizar la situaci¨®n socioecon¨®mica de Puerto Rico, el autor expone los grandes problemas de identidad cultural que padece su poblaci¨®n. La poderosa influencia de los medios de comunicaci¨®n de masas norteamericanos y la colonizaci¨®n de la industria cultural de habla inglesa en todos los ¨®rdenes est¨¢n produciendo una quiebra de altas consecuencias en el idioma, la m¨²sica, la literatura y, en general, en toda la idiosincrasia del puertorrique?o. Frente a esto, la admisi¨®n de Puerto Rico como miembro asociado de la Unesco, entre cuyos objetivos se encuentra,"Ia protecci¨®n de la herencia cultural del mundo", ser¨ªa -en opini¨®n del autor- una medida destinada a atenuar los muchos conflictos que hoy se producen en la isla.
Una residencia de algunos meses en el tan justamente denominado "pa¨ªs de cuatro pisos" por el ensayista Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez provoca en el visitante un c¨²mulo de impresiones contrapuestas, que se compaginan dificilmente con las ideas preconcebidas con que inici¨® su estad¨ªa.Ni la visi¨®n rosada de una especie de Disneylandia tropical, vitrina del American way of life en el ¨¢rea tan bella como mis¨¦rrima del Caribe -versi¨®n promovida, con fines tur¨ªsticos, por la actual Administraci¨®n asimilacionista-, ni el cuadro sombr¨ªo de un simple basti¨®n militar del imperialismo yanqui, sometido al saqueo y rapi?a de las multinacionales -imagen difundida por algunos grupos radicales de muy escasa incidencia en el tejido social del pa¨ªs-, concuerdan con su experiencia agridulce y ambigua.
La realidad cotidiana en el trato con personas venidas de muy diversos horizontes sociales, el roce inevitable con la ineficiente y tentacular Administraci¨®n p¨²blica, los recorridos por las zonas m¨¢s ricas y deprimidas de la aglomeraci¨®n sanjuanera, las breves, pero instructivas, calas en aldeas y pueblos de la isla, se superponen de forma abigarrada, confusa y caleidosc¨®pica.
Pa¨ªs de contrastes: ¨²ltima colonia del Caribe -junto a Curazao, Guadalupe y Martinica- y, no obstante, envidiada por sus m¨¢s pobres y explotados vecinos, para quienes la tentativa de orillar en sus costas es casi siempre un sue?o tr¨¢gico o imposible; isla cubierta de una impresionante red de autopistas y carreteras, cuyo parque automovil¨ªstico casi alcanza la cifra de la poblaci¨®n total adulta, donde las viviendas m¨¢s modestas disponen de v¨ªdeo y televisi¨®n en color, pero en el que el ¨ªndice de paro afecta a m¨¢s de un 30%, de la fuerza de trabajo, la violencia reinante vac¨ªa de noche las calles y obliga a sus habitantes a atrincherarse en sus casas y transformar ¨¦stas en una alucinante sucesi¨®n de jaulas; comunidad econ¨®micamente privilegiada en relaci¨®n al resto de las Antillas, y en la que el consumo de drogas duras iguala al de Nueva York; la corrupci¨®n estatal y cr¨ªmenes maflosos impunes llenan las p¨¢ginas de los diarios, y una burocracia proliferante parece encamar las peores pesadillas de Kafka.
El problema de la identidad
Sorprendente realidad de un pueblo acogedor, abierto y generoso y una Administraci¨®n preocupada tan s¨®lo con la perpetuaci¨®n de sus prebendas; de una brillante clase intelectual un¨¢nimemente independentista y una masa popular adicta a los espejismos televisivos, acallada con los bonos de ayuda del Gobierno y compulsivamente identificada con los ¨ªdolos musicales o deportivos que, surgidos del pueblo, como ella, se han impuesto y triunfado. Incre¨ªble espect¨¢culo de un grupo de maridos sin trabajo -subvencionados con cupones o cheques federales- que aguardaban galantemente en C., al volante de sus autom¨®viles, la salida de sus esposas de la f¨¢brica.
Crisis general de los valores tradicionales, zarandeados entre los mir¨ªficos alicientes del Norte y la brutalidad cada vez mayor de las disparidades y desajustes. Quiebra frecuente de la relaci¨®n entre los sexos, devaluaci¨®n de la figura decorativa del macho, mayor madurez y superioridad cultural de las mujeres, adaptadas a una vida que les permite realizarse en el trabajo, pero las condena a menudo a la soledad. Melanc¨®lico fracaso del noble sue?o de Mu?oz Mar¨ªn -genialmente captado en el retrato de Francisco Rod¨®n-, cuya amarga renuncia a la independencia a cambio del imperativo de alimentar primero a un pueblo hambriento y arrancarlo a unas condiciones de vida inhumanas, ha desembocado a la postre en el callej¨®n sin salida actual: nepotismo, corrupci¨®n, cacicadas, en vez de una Administraci¨®n transparente y honesta; socorro federal para adormecer el descontento y ocultar la verdad de un modelo de Estado libre asociado envejecido y en crisis.
Hibridez, heterogeneidad, mescolanzas con que han bregado y tienen que bregar universitarios, ensayistas, soci¨®logos, creadores, enfrentados a la cruda realidad de una naci¨®n entregada inerme por su ex metr¨®poli al poderoso imperio del Norte.
Desde la ya cl¨¢sica obra de Pedreira y las admirables puntualizaciones de Tom¨¢s Blanco -cuyo Prontuario hist¨®rico de Puerto Rico conserva, a mi entender, 50 a?os despu¨¦s de publicarse, toda su lozan¨ªa y vigencia-, a la extensa gama de evaluaciones interpretativas de la presente situaci¨®n pol¨ªtico-social y estudio de sus eventuales remedios -de los planteamientos de un marxismo ortodoxo de Maldonado Denis a los m¨¢s provocativos y estimulantes de Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez, sin olvidar la audaz reivindicaci¨®n negrista de Isabelo Zen¨®n Cruz-, los intelectuales puertorrique?os se han esforzado en analizar con honestidad y rigor el problema de su identidad, de la an¨®mala situaci¨®n en que vive la isla dentro de la comunidad ling¨²¨ªstica hispana, la voluntad de aculturaci¨®n de los sucesivos Gobiernos estadounidenses y sus aliados asimilacionistas, las maneras y probabilidades de resistir y subsistir, como Jon¨¢s, "en el vientre de la ballena".
Lucha cultural
La lucha de Puerto Rico por preservar su identidad no puede ser, en la fase actual, pol¨ªtica, sino cultural. La necesidad de defenderse con u?as y dientes de la agresi¨®n angl¨®fona es para el puertorrique?o cuesti¨®n de vida o muerte. La difusi¨®n masiva de la Prensa en ingl¨¦s, la estad¨ªstica recientemente divulgada de que la importaci¨®n de libros procedentes de EE UU es muy superior a la de los del ¨¢rea hisp¨¢nica, la presencia casi exclusiva de ¨¦xitos de ventas norteamericanos en la secci¨®n de libros de los grandes almacenes o, a lo sumo, subproductos de Cor¨ªn Tellado, muestran que el dispositivo de desarraigo cultural est¨¢ en marcha y cuenta con el apoyo de las autoridades actuales de la isla. Frente al rodillo compresor de los mass media y multinacionales de la edici¨®n, las instituciones culturales puertorrique?as y modestas editoriales locales mantienen un heroico, pero desigual, combate: un David animoso y sin medios, contra un Goliat monstruosamente armado.
Discriminaci¨®n cultural
Sin embargo de eso, cualquier observador atento a las realidades del pueblo -libre de anteojeras ideol¨®gicas y apriorismos deformantes- puede comprobar, como yo, que despu¨¦s de m¨¢s de 80 a?os de sujeci¨®n a Estados Unidos, Puerto Rico se aferra tenazmente a su identidad, desea conservar su cultura nacional, su idioma, m¨²sica, idiosincrasia.
Si exceptuamos el caso de los nuyoricans emigrados -y v¨ªctimas de la feroz discriminaci¨®n, que los sit¨²a, junto a los negros, en los estratos m¨¢s bajos de la sociedad norteamericana-, la totalidad de los escritores puertorrique?os escriben en castellano y han creado y est¨¢n creando una literatura que, pese a las dificultades suscitadas por su aislamiento artificial del resto de la comunidad ling¨¹¨ªstica espa?ola y la desgraciada fragmentaci¨®n de ¨¦sta en compartimientos estancos, no desmerece en modo alguno de la de otros pa¨ªses hisp¨¢nicos de mayor peso espec¨ªfico, y es digna, sin duda, de nuestra admiraci¨®n y simpat¨ªa. Novelistas actuales, como D¨ªaz Valc¨¢rcel y Pedro Juan Soto, obras del talante y sabor de La guaracha del macho Camacho, de Luis Rafael S¨¢nchez, o empresas narrativas tan ambiciosas como la de Rodr¨ªguez Juli¨¢ -por no citar sino unos pocos nombres-, revelan la vitalidad de una lengua y una literatura que reflejan no s¨®lo la compleja problem¨¢tica del puertorrique?o en su diario desvivir, sino que fundamentan y establecen, muy significativamente, su identidad de ayer, de hoy y de ma?ana.
La discriminaci¨®n cultural de Puerto Rico tocante al resto de las naciones hisp¨¢nicas debe cesar, y el apoyo de ¨¦stas -y pienso en primer lugar en Espa?a, en el Gobierno socialista de Espa?a- tendr¨ªa que manifestarse en lo futuro mediante una solidaridad vigilante y activa.
La petici¨®n de ingreso de Puerto Rico como miembro asociado de la Unesco, formulada por el ex director del Instituto de Cultura Puertorrique?a, Ricardo Alegr¨ªa, al secretario de Estado norteamericano, George Schultz, responde a los principios constitutivos de dicha organizaci¨®n internacional, cuyo objetivo, como sabemos, consiste en "proteger la herencia cultural del mundo y estimular la cooperaci¨®n entre las naciones en todos los asuntos culturales".
Si se tiene en cuenta que el art¨ªculo 2? 3) de la Constituci¨®n de la Unesco precisa "los territorios o grupos de territorios que no dirijan por s¨ª mismos sus relaciones internacionales podr¨¢n ser admitidos como miembros asociados por la Conferencia General, por mayor¨ªa de dos tercios de los presentes y votantes, a petici¨®n formulada, en nombre de cada uno de esos territorios o grupos de territorios, por el Estado miembro o la autoridad que tenga a su cargo la direcci¨®n de sus relaciones internacionales", la instancia del doctor Alegr¨ªa a Schultz, avalada por la totalidad de las instituciones culturales de Puerto Rico, su C¨¢mara de Representantes, el cardenal primado y la Conferencia Episcopal de la isla, as¨ª como por gran n¨²mero de intelectuales y entidades p¨²blicas de Espa?a y Latinoam¨¦rica, dispone en su favor de s¨®lidos precedentes: en 1964, el Reino Unido gestion¨® y obtuvo de la Asamblea General de la Unesco la admisi¨®n en la misma, en calidad de miembro asociado, de las Antillas Menores brit¨¢nicas, y estas islas, vecinas de Puerto Rico, pasaron a formar parte, desde entonces, de dicha organizaci¨®n.
Respeto al legado cultural
Independientemente de la futura situaci¨®n pol¨ªtica de Puerto Rico, Estados Unidos tiene el deber moral, por el hecho de asumir el ejercicio de las relaciones exteriores del Estado libre asociado, de promover su cultura patrocinando esta solicitud de ingreso conforme al modelo brit¨¢nico de 1964.
Tal medida ser¨ªa no s¨®lo la mejor garant¨ªa de la pureza de sus supuestas intenciones democr¨¢ticas, sino tambi¨¦n la demostraci¨®n palpable de que no intenta absorber ni eliminar, como parece, la identidad cultural puertorrique?a.
Por lo que a Espa?a respecta, creo que sus escritores, intelectuales, organismos culturales y los diputados y responsables del Gobierno socialista en el poder deber¨ªan sostener fraternalmente una demanda de estricta justicia, ejerciendo presi¨®n ante las alambleas internacionales y la opinion p¨²blica norteamericana para que el Gobierno estadounidense manifieste en hechos, y no s¨®lo de palabra, su presunto respeto a nuestro legado cultural.
Si alguna conclusi¨®n se me ha impuesto a lo largo de tres meses de permanencia en la isla, es la de que el pueblo de Puerto Rico, a despecho del tremendo impacto a la vez energ¨¦tico y alienador de los valores y modelos de con-. ducta estadounidenses, es y quiere seguir siendo parte integrante de esa vasta comunidad cultural y ling¨¹¨ªstica de naciones de la que fue arrancado por una serie de errores hist¨®ricos nuestros, sin su consentimiento y contra su voluntad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.