Un conflicto por el control del poder
Las asambleas que celebra el Partido Nacionalista Vasco son hitos en su historia. La crisis incubada durante los ¨²ltimos 12 meses ha desembocado en un punto de dif¨ªcil retorno. Los afiliados han sido emplazados a resolver en 10 d¨ªas un problema que no entienden en absoluto y al que la direcci¨®n ha sido incapaz de encontrar soluci¨®n en un a?o. Inevitablemente, la base nacionalista se ha visto abocada a pronunciarse contra alguien, dando as¨ª paso a una fase cualitativamente nueva del conflicto. Incluso si a ¨²ltima hora se hallara alguna f¨®rmula intermedia o que aparente serlo, s¨®lo servir¨¢ para aplazar durante unas semanas o quiz¨¢ meses el desenlace definitivo. Porque se trata de una lucha por el poder.Casi desde su fundaci¨®n, el PNV se ha caracterizado por una peculiar combinaci¨®n de populismo ideol¨®gico y conservadurismo sociopol¨ªtico, en dificil pero eficaz equilibrio. El nervio populista, sin el que no se explicar¨ªa la enorme influencia del nacionalismo en sectores muy heterog¨¦neos de la poblaci¨®n, ha ido unido tradicionalmente al mantenimiento del objetivo independentista como horizonte ut¨®pico com¨²n. Pero ese rasgo ideol¨®gico, ha coexistido desde al menos 1898 -tres a?os despu¨¦s de la fundaci¨®n del partido- con una pr¨¢ctica pol¨ªtica posibilista de corte regionalista.
Las contradicciones internas que esa coexistencia ha suscitado se han mantenido casi siempre en estado latente, sin que aflorasen en la forma de conflicto abierto, excepto en situaciones muy determinadas (como la de la primera posguerra europea, en la que se produjo la escisi¨®n, que durar¨ªa nueve a?os, entre Comuni¨®n Nacionalista y el PNV reconstruido en torno a las juventudes nacionalistas de Bilbao). Fuera de esos momentos especiales, la solidaridad nacionalista se ha impuesto sobre las diferencias econ¨®micas, pol¨ªticas y sociales surgidas en el movimiento. En general, esa solidaridad intranacionalista se ha afirmado mediante el reforzamiento del rechazo al enemigo com¨²n (Espa?a, Madrid, el Gobierno central, el centralismo, etc¨¦tera, seg¨²n ¨¦pocas y coyunturas).
La crisis, ?por qu¨¦ ahora?
La crisis vivida por el PNV a lo largo de 1984 es, probablemente, la m¨¢s grave de su historia o, cuando menos, comparable a la de 1921. Ello es debido a que por primera vez en 89 a?os ha coincidido en el tiempo una serie de factores disgregadores de esa solidaridad nacionalista que antes s¨®lo hab¨ªan aparecido de manera separada. Sobre todo, es la primera vez en estos casi 90 a?os en que esos factores se acumulan en un momento en el que el PNV ejerce un poder real en el Pa¨ªs Vasco y en el que, por ello, conflictos ideol¨®gicos, enfrentamientos personales, diferencias psicol¨®gicas, tienden a convertirse en luchas por el control de ese poder. ?sa es la raz¨®n que explica la aparente paradoja de que la crisis haya salido a la luz justamente en el momento en que el PNV lograba un ¨¦xito electoral que pon¨ªa en sus manos el control de todas las instituciones del Pa¨ªs Vasco.
Esquem¨¢ticamente, los factores que han hecho que la crisis *interna se desate precisamente ahora son los siguientes: la aparici¨®n de los defectos m¨¢s traum¨¢ticos de una crisis econ¨®mica sin precedentes, que favorece la diferenciaci¨®n social y dificulta la pac¨ªfica convivencia en un mismo partido de sectores sociales tan heterog¨¦neos; ese factor ve reforzada su repercusi¨®n por la perspectiva de la integraci¨®n en la CEE en la medida en que obliga a la direcci¨®n nacionalista a concretar sus opciones pol¨ªticas y econ¨®micas en el nuevo escenario, incluidas las opciones con vistas a eventuales alianzas (con la democracia cristiana, por ejemplo).
A su vez, el recurso a los mecanismos tradicionales de absorci¨®n de esa diferenciaci¨®n interna se ve obstaculizado por los siguientes factores: la consolidaci¨®n del r¨¦gimen auton¨®mico y la llegada al poder del PSOE, en octubre de 1982, dificultan la clara identificaci¨®n de ese enemigo exterior (Madrid, el franquismo, el centralismo..., contra el que se desv¨ªan las contradicciones internas. Tanto m¨¢s cuando es precisamente el PNV el que gobierna en Euskadi, lo que obliga al nacionalismo a responder de la eficacia de su gesti¨®n (es decir, del uso dado al dinero de los ciudadanos), sin que a tal fin sea suficiente el recurso a la iniquidad del poder central (presupuesto del Gobierno vasco en 1984,120.000 millones de pesetas; presupuesto global de las diputaciones para 1984, 106.000 millones de pesetas; coste de la reconversi¨®n de los sectores siderometal¨²rgicos y naval asumidos por el Estado, 310.000 millones de pesetas).
Pero adem¨¢s esos factores han coincidido con un momento de crisis de direcci¨®n del movimiento nacionalista. Crisis que se manifiesta primordialmente en el problema del liderazgo, es decir, de la rivalidad entre los dos ¨²nicos aspirantes (Xabier Arzallus y Carlos Garaikoetxea) a heredar la autoridad carism¨¢tica de Juan Ajuriaguerra. Si a ello se a?ade la inestabilidad de la actual direcci¨®n -a punto de resultar desautorizada en Guip¨²zcoa tras serlo ya, con el resultado conocido, en Navarra y la falta de tradici¨®n de un real debate democr¨¢tico en la base del partido se entiende el car¨¢cter de conflicto geogr¨¢fico que ha tomado la crisis. Ese es, quiz¨¢, el s¨ªntoma m¨¢s caracter¨ªstico: la base nacionalista se halla dividida no por criterios pol¨ªticos, sino por lealtades contrapuestas y delimitadas por territorios. Ello dificulta el hallazgo de soluciones racionales a los problemas circunstanciales que va destilando la crisis, como, actualmente, el de la distribuci¨®n del poder entre el Gobierno y las diputaciones.
Territorios hist¨®ricos
Los apoderados asistentes a la asamblea del PNV van a tener que pronunciarse en torno a dos f¨®rmulas divergentes de distribuci¨®n del poder y los recursos econ¨®micos entre el Gobierno aut¨®nomo y las diputaciones. Al final, las diferencias entre ambas posturas no parecen, a simple vista, abismales; y sobre todo no parecen justificar una crisis que en octubre estuvo a punto de provocar la divisi¨®n del grupo parlamentario, la dimisi¨®n del lendakari y hasta la escisi¨®n del partido. Sin embargo, tampoco parece casual, a la luz tanto de la historia del nacionalismo como de los factores antes citados, que la crisis haya acabado por sustanciarse en tomo a este problema concreto de las diputaciones.
En la primavera pasada, segundo cap¨ªtulo de la crisis iniciada en enero, la disoluci¨®n de la organizaci¨®n navarra del partido fue motivada por discrepancias surgidas en torno a la pol¨ªtica de alianzas del PNV. Pero, a su vez, tales discrepancias estaban directamente relacionadas con la existencia de dos corrientes contrapuestas respecto a la relaci¨®n entre autonom¨ªa y foralidad, es decir, las mismas corrientes que se enfrentan hoy en relaci¨®n al papel de las diputaciones.
Durante muchos a?os, el objetivo ¨²ltimo del nacionalismo se resumi¨® en la consigna de la recuperaci¨®n de la "independencia originaria de los antiguos Estados vascos", es decir, las actuales provincias, que se organizar¨ªan "de manera confederal". Sin embargo, a partir de los a?os treinta, los sectores m¨¢s modernistas del nacionalismo, empezando por el grupo que dar¨ªa origen a Acci¨®n Nacionalista Vasca (ANV), renunciaron a esa concepci¨®n confederal y a sus ra¨ªces foralisitas en aras de una idea unitaria de Euskadi. El estatuto de autonom¨ªa se conceb¨ªa por esos sectores como el marco para la modernizaci¨®n (pol¨ªtica, econ¨®mica, social) del Pa¨ªs Vasco. La resistencia antifranquista, tras la experiencia de la lucha com¨²n en la guerra, asoci¨® esa idea de la autonom¨ªa a sectores de la izquierda no nacionalistas en el terreno ideol¨®gico, como los socialistas y comunistas.
La corriente foralista
No obstante, hacia 1976, renaci¨® dentro del PNV una corriente neofaralista, historicista en su filosofia de fondo, contraria al mantenimiento del pacto auton¨®mico con la izquierda y cuya fuerza se revel¨® en el debate constitucional (en torno a la enmienda sobre los "derechos hist¨®ricos"). El Estatuto de Guernica es tributario de esa pol¨¦mica- al introducir un art¨ªculo en funci¨®n del cual la autonom¨ªa "no supondr¨¢ alteraci¨®n de la naturaleza del r¨¦gimen foral espec¨ªfico o de las competencias de los reg¨ªmenes privativos-de cada territorio hist¨®rico" (art¨ªculo 37-2). El art¨ªculo 10 atribuye a la comunidad aut¨®noma competencias exclusivas en una serie de terrenos en los que, seg¨²n algunas interpretaciones, las diputaciones, al menos la de ?lava, ejerc¨ªan las suyas con anterioridad a la aprobaci¨®n del estatuto.
Surgi¨® as¨ª una eventual contradicci¨®n que se trat¨® de superar mediante la ley de Territorios Hist¨®ricos (LTH), destinada justamente a delimitar de manera precisa las competencias que corresponden a cada instituci¨®n.
Es en ese marco en el que han surgido las divergencias. Las diputaciones se mostraron reticentes a renunciar a competencias que hab¨ªan comenzado a ejercer de hecho. Garaikoetxea hizo aprobar a la asamblea del partido una resoluci¨®n que sancionaba su interpretaci¨®n de la LTH. La direcci¨®n del partido, opuesta por otros motivos al lendakari, se pronunci¨® en septiembre a favor de la interpretaci¨®n de las diputaciones. A partir de dicho momento, el conflicto apareci¨® ya como lo que era en realidad: un conflicto por el control del poder.
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