Una historia existencial desde una experiencia existencial
Si la obra de Am¨¦rico Castro es importante y sigue ah¨ª viva -siendo objeto de apasionados denuestos y apasionadas defensas- no es solamente porque, como escribi¨® Juan Marichal a ra¨ªz de la aparici¨®n de La realidad hist¨®rica de Espa?a este libro supone "la primera visi¨®n general de la historia hisp¨¢nica" y "la primera historiolog¨ªa espa?ola de significaci¨®n universal", sino, sobre todo y esencialmente, porque en esa obra se trata de una voluntad de conocimiento existencial de Espa?a y de los espa?oles en la que todos nosotros quedamos imbricados y comprometidos: lo que acaeci¨® en el pasado se contempla como res nostra y lo que nos pasa se nos transparece al trav¨¦s o a la luz de ese pasado.Seg¨²n propia, repetida y muy expl¨ªcita confesi¨®n del mismo Castro, su llegada al pensar hist¨®rico y al buceo del pasado no es en modo alguno una decisi¨®n acad¨¦mica, sino una necesidad existencial en el momento de la crisis o conmoci¨®n de los cimientos mismos de colectividad espa?ola en 1936. La cat¨¢strofe de la guerra civil, que es vivida por Castro de manera convulsa, le constri?e a preguntarse por la raz¨®n ¨²ltima de esa gran tragedia en la que ¨¦l mismo como el resto de los espa?oles se halla envuelto y a dirigirse al pasado en busca de su explicaci¨®n. Lo que quiere decir que el historiador desde una situaci¨®n humana l¨ªmite o existencial pregunta por el pasado igualmente existencial en el que su propio yo est¨¢ comprometido e inevitablemente parece decirse con Jules Michelet: "?De qu¨¦ est¨¢ hecha la historia sino de m¨ª? ?A qu¨¦ otra cosa se referir¨ªa la historia y quel se contar¨ªa en ella sino a m¨ª mismo?". O como Rudolf Bultman: ?qu¨¦ puede importarnos aquello de la historia que no puede hacerse res nostra y transparecer o iluminar o poner en cuesti¨®n nuestra misma existencia de ahora mismo?
En 1970 Castro escribe un largo pr¨®logo para una colecci¨®n de ensayos y art¨ªculos de distinto tipo que ha ido escribiendo y publicando hasta el 13 de julio de 1936, esto es, hasta las v¨ªsperas mismas del drama que va a convulsionarle intelectual y existencialmente, y los edita bajo el muy decidero t¨ªtulo: De la Espa?a que a¨²n no conoc¨ªa, como quien dice: de la Espa?a de antes de la conversi¨®n o la iluminaci¨®n o la experiencia-l¨ªrnite que dio lugar a que viese con claridad las razones hist¨®ricas de nuestro cainismo, de la incapacidad para la coexistencia y una organizaci¨®n racional de ¨¦sta. Y explica en otra parte y de modo confidencial esa existencial. experiencia: "Llegu¨¦ as¨ª a la conclusi¨®n en los d¨ªas amargos (1938-1939) de que ambas facciones fratricidas eran ¨¢ngulos de un mismo v¨¦rtice. Pero, ?cu¨¢l era ¨¦ste? Las explicaciones vigentes, los miles y miles de p¨¢ginas acerca de los espa?oles, dentro y fuera de Espa?a, eran marginales al problema... Para bochorno m¨ªo... me di cuenta de que ignoraba qui¨¦nes y c¨®mo hab¨ªan sido los espa?oles. Muchos siguen sin saberlo y llaman andaluz a Trajano", actuando del mismo modo que el m¨¦dico que estudiase "el color del pelo y el tama?o de las narices de un enfermo con pulmon¨ªa doble y que se est¨¢ ahogando. El mal de Espa?a es una cr¨®nica espa?olitis mal diagnosticada y torpemente entendida".
'Antiespa?oles' y 'antiqueso'
Y esa espa?olitis es naturalmente "la realidad central de la vida espa?ola. Todo el resto es a?adido y colateral". ?Qui¨¦?es y c¨®mo han sido los espa?oles? ?Por qu¨¦ ser espa?ol es algo siempre problem¨¢tico a trav¨¦s de la historia? ?Por qu¨¦ hay antiespa?oles como si pudiera haber antiqueso, que dec¨ªa ya Miguel de Unamuno? ?C¨®mo es que nuestra existencia colectiva no ha podido cuajar en actitudes racionales y compartidas de convivencia? ?C¨®mo es que nuestro devenir se ha hecho y se sigue haciendo more theol¨®gico, incluso en las determinaciones de laico alarde? ?Cu¨¢les fueron en verdad, la imagen de la realidad y los valores reales y existenciales unidos a esa imagen por los que los espa?oles se movieron en el pasado y que siguen siendo quiz¨¢ los nuestros? sta es la cuesti¨®n para Castro.
Ciertamente, Castro tiene tras de s¨ª unos presupuestos filos¨®ficos y trascendentes a sus afirmaciones y a su entendimiento mismo de lo que es hab¨¦rselas con el pasado, que le vienen de Unamuno y Bergson, de Kierkegaard y Nietzsche y hasta de T. S. Eliot, sin olvidar a Ortega. y desde luego a Dilthey, y esto quiere decir que Castro utilizar¨¢ categor¨ªas como "autognosis" y "Erlebnis", como "vividura" y "morada vital", que incluso algunos eruditos han encontrado incomprensibles y contra los que han disparado centones enteros de documentos y vol¨²menes sapient¨ªsimos. Como si necesitase estar m¨¢s claro que lo que Castro se propone no es, desde luego, un conocimiento acad¨¦mico y ni siquiera cient¨ªfico de la historia, que no puedeir m¨¢s all¨¢ como es obvio de lo meramente cuantitativo y mensurable, sino un conocimiento existencial: el reconocimiento del pasado en lo que nos sucede y el entendimiento de lo que nos sucede a la transparencia del pasado; y ese pasado no entendido como "objetivo" o "lo ello", que dir¨ªa Heidegger, o la cuantitividad, sino como "existente" y "vividura", realidad proyectada en yos con los que nuestros yos est¨¢n implicados.
Es indudable, entonces, que el modo de acercamiento hist¨®rico de Castro puede haber sufrido la mordida que ha sufrido o haya podido sufrir la filosof¨ªa existencia? que est¨¢ en los presupuestos de ese su acercamiento, o que puede haberse rigidizado con las propias contorsiones de autodefensa y, por tanto, de enfatizaci¨®n de su propia visi¨®n de las cosas, por parte del mismo Castro.
Y cierto es que el liberal Castro como el liberal Bultman quedaron, sin duda, a veces presos de sus propias determinaciones de clase o de su culturalismo humanista, o, en el caso de Castro, tambi¨¦n del desconocimiento del poder de lo irracional y demoniaco en la historia o del olvido de las alienaciones econ¨®micas; pero no es menos cierto que el yo o el nosotros de los hombres estar¨¢n siempre cuidadosos y angustiados de su existencia, debati¨¦ndose entre el mero padecerla y el proyectarla o hacerse due?os de ella. Y Castro ha atendido a esta central y radical pregunta, y ha propuesto respuestas acerca del ser de los espa?oles y de su tan singularmente problem¨¢tica y dram¨¢tica existencia. No ha levantado una dogm¨¢tica, ha mostrado un camino en el que todos quedamos imbricados.
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